Capítulo 23: Nuevo miembro.
Apenas eran las siete de la mañana pero allí estaban todos esperando en la sala de espera a que el médico les diera el visto bueno para acceder y poder verle. ¡Nueve meses de continuas quejas! En eso se resumía su embarazo, uno que le costó pero que finalmente llegó. Para Madara, pese a los nervios de saber cómo se encontraba Minato, en parte se sentía algo más relajado de lo que estaba su hermano, dando vueltas y paseos por todo el pasillo.
Madara había estado cuidando del pequeño Naruto y de Ino, además de los zorrillos que habían acogido hacía unos años mientras éste estaba en el hospital. Sin embargo, en aquel momento, había preferido dejar a los niños en la casa de sus padres junto a su hermano mayor Fugaku y sus hijos, que habían venido a pasar unos días. Su hermano Izuna parecía necesitarle más, y ni qué hablar de Minato, allí encerrado con esos médicos para traer al mundo al primer hijo de Izuna.
- ¿Crees que estará bien? – volvió a preguntar Izuna por quinta vez.
- Sí – le afirmó nuevamente su hermano – está en buenas manos, pronto saldrá.
- Lleva ya muchas horas ahí metido.
- Sólo un par y es lo normal, recuerda que le iban a hacer cesárea. Le habrán puesto anestesia general y aún no se le habrá pasado el efecto. Tendremos que esperar a que se despierte.
No podía evitar mirar a su hermano, nervioso como estaba ante aquella nueva situación. Ser padre no era una tarea sencilla, pero una cosa tenía clara Madara, ellos no eran como los demás, ellos se tenían el uno al otro para ayudarse, para animarse entre todos. Era raro y, aun así, él prefería verlo como una nueva aventura, una que harían juntos.
Al ver al médico salir, prácticamente Izuna salió corriendo por el pasillo dispuesto a ver a Minato. Nadie quiso decirle nada, él era el que más había hecho por los antojos de su esposo, el que se había despertado de madrugada para buscarle alguna fruta, o helado, algunas veces tan sólo yogures o algún batido. Madara tan sólo quería dormir, sin embargo, Izuna se levantaba con una gran sonrisa y trataba de satisfacerle, sabiendo que sus hormonas estaban más alteradas de lo normal. Seguramente, hasta él estaba feliz, cuidando de su esposo y de su hijo. Madara sonrió al verle salir corriendo por el pasillo, preocupado como había estado por su familia.
Izuna abrió la puerta con rapidez tras tocar un par de veces, más por cortesía que por otra cosa. Tan sólo pareció calmarse al conseguir que sus ojos se encontrasen con los de Minato, con ojeras y cansado, pero con el pequeño en brazos y su dulce sonrisa.
Su rostro pareció iluminarse en ese instante en que pudo ver que su esposo se encontraba bien. Quizá debió ir primero hacia su hijo, sin embargo, sus pies le condujeron hasta Minato y sus brazos se enredaron en su cuello, abrazando a ese rubio que no sabía muy bien cómo sentirse excepto querido por los suyos.
- Estoy bien – comentó Minato.
- Sí, lo sé pero... aun así tienes una cara horrible.
- Me han hecho una cesárea y hace unos minutos que me he despertado de la intervención, por lo que aún estoy un poco desorientado.
- Yo me ocuparé del niño ahora, tú deberías descansar.
- Sí, gracias.
- Creo que deberíamos llamarlo Minato – sonrió Izuna, consiguiendo que Minato se tumbase más relajado y cerrase los ojos antes de sonreír.
- ¿Por qué no le ponemos mejor algo como Kagami?
- ¿Y si lo dejamos ni para ti ni para mí? Algo intermedio... como Menma.
- Menma... me gusta – sonrió Minato intentando incorporarse.
- Descansa, te lo mereces.
- No tengo mucho para descansar, la empresa necesita...
- No necesita nada – susurró Izuna – yo me ocuparé de ella hasta tu vuelta, también está Madara y tu padre. De hecho, tu padre está ahí fuera preocupado por ti.
- No me creo eso.
- Créeme... Madara fue a buscarle antes de venir al hospital, también están mis padres. Todos esperan ver al pequeño Menma y a ti. Les diré que estás bien y les llevaré al enano mientras descansas un poco.
- Vale – sonrió Minato dejando que Izuna metiera el dedo entre la diminuta mano de su hijo y la de Minato para que soltase el dedo que fuertemente sostenía, cogiendo así al pequeño y apartándolo de su padre.
- Ya lo tengo – comentó.
- Cuidado con la cabeza – le susurró Minato.
- Sí tranquilo. Es tan pequeño y frágil que me da hasta miedo tenerlo en brazos – sonrió Izuna mirándolo fijamente, con sus ojillos cerrados y tranquilo como estaba.
- Los bebés están hechos a prueba de padres primerizos – sonrió Minato – no te preocupes, no lo romperás sólo por cogerlo en brazos.
Izuna sonrió antes de darle un dulce beso en la frente a Minato y llevarse al pequeño hacia el pasillo. Allí le esperaba toda la familia para verle.
***
Un año después:
Le observaban en silencio, ambos con temor a decir algo indebido y, sin embargo, con una sincera sonrisilla en sus labios esperando las primeras palabras de ese rubio que miraba por la ventana mientras fregaba los platos. No podía evitar quedarse siempre pendiente de sus hijos mientras jugaban en el jardín y menos... cuando su padre estaba con ellos.
- Conmigo nunca jugó en el patio – aseguró Minato.
- Está cambiando – sonrió Madara – déjale, parece estar entretenido con sus nietos. Hasta sus médicos han dicho que ha tenido una recuperación fantástica.
- Lo sé pero...
- Te sigue preocupando, es tu padre, algo normal – sonrió esta vez Izuna – pero aunque le recuerdes sólo por cómo te trataba a ti, no quiere decir que vaya a ser igual con sus nietos. Creo que está aprendiendo a vivir de nuevo, confía en ti y eso es algo que antes no hacía.
- Quizá confía más en vosotros que en mí.
- Somos un matrimonio y tú elegiste casarte con nosotros. Esa decisión fue sólo tuya, ni él influenció, ni nosotros, tú la tomaste y eso es algo que él también sabe, por eso confía en ti, porque sabe que estás tomando las decisiones adecuadas o por lo menos... las más felices – le susurró esta vez Madara mirando también por la ventana, pasando su brazo por la cintura de su esposo – mírales jugando, son todo risas. Deja de preocuparte por que les vaya a defraudar, puede que nunca ocurra.
- No quiero que les defraude como me hizo a mí.
- Si les defrauda, nosotros les recogeremos del suelo y les pondremos en pie, pero es algo que ellos tienen que asimilar y aceptar. Es su abuelo al fin y al cabo.
Minato giró la cabeza hacia Madara tras secarse las manos con el trapo de cocina y entonces... sonrió. Sabía que esos dos tenían razón, que no podía proteger a sus hijos siempre, que ellos se harían mayores y tomarían sus decisiones. Kokuo, la madre del pequeño zorrillo que ahora jugaba fuera con ellos, les observaba desde la mesa de la cocina donde estaba sentada.
- Tenéis razón. Creo que saldré un rato a jugar con ellos – sonrió esta vez Minato algo más relajado, cogiendo a Kokuo de encima de la mesa para llevárselo al jardín.
Al abrir la puerta, todos le observaron sorprendidos, aunque pronto, una gran sonrisa se dibujó en sus hijos pese a que Naruto tenía fuertemente cogido al pobre Kyuubi, consiguiendo que Minato se apresurase a rescatar al pobre zorro de aquel intenso abrazo y separarlo de los niños.
- Ey, ven aquí, pequeño – susurró Minato – y vosotros dejad de incordiarlo – les comentó a sus hijos, pese a que éstos alzaban sus brazos e intentaban conseguir que su padre les devolviera al pobre zorro que miraba asustado a todos esos niños – ya está bien, id a jugar con el abuelo.
Para sorpresa de Minato, el ver cómo Madara e Izuna salían también para jugar con los niños le creó un cierto sentimiento de alegría. Él, que estaba acostumbrado a que en su juventud debía jugar solo puesto que su padre trabajaba hasta tarde, veía con entusiasmo a esos dos que no permitían el no pasar ni un solo fin de semana apartados de la familia y sus hijos.
En el jardín pasaron toda la tarde, jugando todos juntos, enseñando a los niños a montar cosas con los cuadrados de madera, tratando de evitar que cogieran a los pobres zorros que ahora tenían como mascotas y que dormían plácidamente encima de unos cojines encima de las sillas. Todo era paz y tranquilidad.
Si a Minato le hubieran dicho que su extraño matrimonio sería así, sin lugar a dudas habría firmado el primero. Nunca imaginó que un matrimonio pudiera salir tan bien, que pudiera estar tan a gusto y amarles tanto como lo hacía. Con Tobirama había sido un infierno y, sin embargo, fue un infierno que tuvo que cruzar hasta conseguir el paraíso al lado de los Uchiha. Esos chicos de los que todos decían que eran tercos y orgullosos, ¡lo cual era cierto!, sin embargo, también tenían una cosa que los demás no tenían, un amor incondicional y tan fuerte, que atravesaba cualquier barrera y cualquier problema.
***
- Naruto, deja a tu hermano – se quejaba Madara al ver cómo el pequeño no paraba de intentar coger la mano de su hermanito pequeño, sentado justo a su lado en la mesa que sus padres habían preparado para dar por finalizado el año y dar comienzo al nuevo.
Naruto, con esa gran sonrisa, seguía intentando coger la mano de su hermanito, captando la atención de Madara hasta que otra cosa hizo que se girase.
- Ino, ahora no empieces tú – insistió Madara al ver cómo la pequeña correteaba alrededor de la mesa y Naruto intentaba bajarse de su silla para ir con ella – siéntate a cenar.
- Yo quiero al lado del abuelo – decía Ino mirando Tajima.
- No, al lado del abuelo voy yo – se quejó Naruto cogiendo la cuchara.
- Vale... pondremos al abuelo en medio – dijo finalmente Izuna terminando con la polémica de ambos y calmando los nervios de su hermano.
- Tú siempre tan diplomático – sonrió Madara a su hermano.
- Alguien en la familia tenía que ser así – sonrió Izuna hacia su hermano.
El timbre de la puerta sonó. Minato, que estaba terminando de preparar la cena al lado de la esposa de Tajima y Mikoto, fue el primero en quitarse el delantal para ir a abrir, sabiendo de sobra que sólo faltaba uno en aquella reunión.
Una cabellera rubia apareció al otro lado. Su rostro estaba sonriente y su corte estilo afrancesado indicaba claramente que ella no era de allí, sin embargo, se había cogido vacaciones tal y como prometió para volver a Japón para la última noche del año junto a su hijo.
- ¿Qué tal el vuelo, Samui? – preguntó Minato.
- Agotador, pero ha ido bien. Deidara se ha portado muy bien para ser la segunda vez que vuela.
- Me alegra oírlo. Vamos, pasa, los hombres están tomando una copa en el despacho y las mujeres están cocinando – sonrió.
- Creo que me apunto a la cocina, aunque veo que tú también andas por ahí.
- Odio beber tan temprano, se lo dejo a mis esposos. Además les veo todos los días a todos momentos, un rato con las mujeres no me viene mal.
- Claro que sí. Dejaré a Deidara con tus hijos y os acompaño.
- Por supuesto. Madara está allí con ellos aunque creo que pronto acabará Izuna haciéndose con la situación.
- Siempre fue el más diplomático de los dos.
- Desde luego. Sabe controlar todas las situaciones. Tengo suerte de contar con él.
Casi una hora pasó mientras la cena se terminaba de cocinar. Las mujeres hablando en la cocina, con alguna aparición espontánea de algún Uchiha que gastaba alguna broma antes de volver a irse. Los niños, sin embargo, jugaban con tranquilidad en la sala, habiendo comido ya antes que los adultos para poder llevarlos a la cama y dejar una velada para los mayores.
Para cuando Minato entró de nuevo para ver a todos intentando recoger a los niños para llevarlos a la cama, se encontró con Itachi, el hijo mayor de Fugaku y Mikoto, quien golpeaba con suavidad con dos dedos la frente de Deidara haciéndole sonreír mientras su hermano Sasuke, de la misma edad prácticamente que Naruto, se agarraba a su pierna para no dejarle irse. No pudo evitar la risa al ver cómo sus hijos, tanto Menma como Naruto, intentaban bromear con Sasuke, quitándole su juguete mientras éste buscaba a su hermano mayor buscando que le quitase a esos dos pesados de encima.
- ¿No crees que es la mejor escena de todas? – preguntó Madara.
- Nuestros hijos son unos pesados. Sabes que acabarán metiéndose en líos en la guardería, ¿verdad?
- Mientras no muerdan a otro niño, me doy por satisfecho.
- ¿Morderles? – preguntó Minato sorprendido.
- Madara era experto en morder a niños a esa edad – explicó Izuna con una gran sonrisa – no dejó a ningún niño de la guardería sin un bocado suyo.
- No cuentes esas cosas – se sonrojó Madara.
- Pero es cierto. Tenía tendencia a morder.
- Todavía la tiene – comentó Minato sonriendo con picardía.
- Eso... lo dejaremos para esta noche mejor – sonrió Madara dándole un beso antes de sentarse.
- Creo que esta vez estoy con él, esta noche será movidita – sonrió Izuna besándole también para ir a tomar asiento para la cena.
- Todo el mundo a la mesa – escucharon a Mikoto pidiendo a todos que se sentasen mientras la esposa de Tajima sacaba la primera fuente.
Minato se sentó al lado de uno de sus esposos y al otro lado, de Samui, quien pasaría la primera navidad de muchas con una familia que para no ser la suya, la sentía como tal. Ver a su hijo Deidara jugando con los demás niños era lo que más le alegraba. Quizá su matrimonio con Tobirama había sido un desastre igual que lo fue el de Minato, sin embargo, algo bueno había salido de todo eso, algo muy bueno para todos, porque habían tenido la suerte de conocerse, de volver a enamorarse y de ver a sus hijos crecer juntos.
Fin
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