Capítulo 19: Lagunas legales.

¡Nervioso! Así se encontraba Tobirama ese día aunque no era algo anormal en él. Últimamente todo parecía salirle mal y a eso no estaba para nada acostumbrado. En su cabeza sólo rondaban dos cosas, Minato y esos malditos Uchiha que se habían burlado de él.

Le habría encantado hundir en el fango a esos Uchiha pero al contarle a su padre lo ocurrido, lo único que le supo decir fue que se mantuviera al margen, que su carrera política peligraba si hacía algo en contra de esos dos hermanos. Sin embargo, ver cómo le estaban quitando a su ex esposo, cómo se mofaban de tenerlo ellos y pensar en las obscenidades que estarían haciendo los tres juntos, eso le cabreaba. ¿Quiénes se creían que eran para quitarle así al que sería su amante? Al fin y al cabo... sólo se prostituía, sólo tenía que ofrecerle más dinero que ellos para que se acostase con él de nuevo.

- ¿Dónde vas? – preguntó Tobirama al ver cómo Samui se colocaba la chaqueta y empujaba el carrito del niño hacia la salida.

- Al parque a dar un paseo – sonrió su esposa - ¿Quieres venir?

- No, tengo trabajo que hacer.

- Ya lo suponía – sonrió su esposa – que vaya bien entonces.

- No tardes en volver, hace frío y no es bueno para el bebé.

- No tardaremos, pero también necesita salir un poco de esta casa.

Miró nuevamente el ordenador frente a él tras escuchar cómo la puerta se cerraba. Su esposa ya no estaba allí y ahora podría hacer todas las llamadas necesarias, porque... sabía cómo hacer que Minato volviera a su cama con rapidez, sólo tenía que atacar a lo que más amaba, su hija. Iba a pedir la custodia y nadie podría impedírselo porque él era el padre biológico, quisiera o no quisiera. Eso también sería un golpe para los Uchiha y por ello, sonrió. Iba a matar dos pájaros de un tiro.

***

Estaba en clase y su profesor sólo hacía más que explicar los términos legales. Artículos y más artículos que a Madara le daban igual, su cabeza estaba muy lejos de allí, estaba precisamente en esa citación al juzgado que había llegado esa mañana. El muy imbécil de Tobirama los había citado a todos para reclamar su derecho legítimo como padre. Ahora se encontraba en esa situación, pensando cómo afrontar ese maldito juicio y reclamar él una niña por la que no tenía derecho legítimo.

Al acabar la clase, Madara empezó a recoger sus cosas para marcharse. Estaba a punto de salir por la puerta, cuando el profesor que borraba algo de la pizarra le pidió que esperase un segundo, necesitaba hablar con él. Extrañado, Madara volvió a entrar, dejando los libros sobre una de las mesas, pensando que quizá querría hablar por lo despistado que había estado últimamente en sus clases.

- Ya lo sé – comentó Madara de inicio.

- Imagino. Lleva unos días bastante ausente y me gustaría saber si tiene algún problema para seguir mis clases.

- No... no es sobre las clases – sonrió Madara – es más un tema legal.

- Y estamos en clase de leyes ¿Qué le preocupa?

- Es que... tengo una citación para el juzgado, tengo que presentarme junto a mi esposo, con el cual me acabo de casar. Él tiene una hija y su antigua pareja quiere reclamar a la hija que tienen en común.

- ¿Por qué no te sientas? – preguntó el profesor – tengo tiempo para revisar el caso contigo y quizá encontremos alguna ley a la que acogernos si me cuentas todo al detalle.

- Se lo agradecería, he revisado todos los libros pero no encuentro nada.

- Siempre hay lagunas legales – sonrió el profesor – sólo hay que buscar bien.

- ¿Va a ayudarme? – preguntó Madara algo confuso.

- Si eso hace que vuelvas a centrarte en mis clases, sí. Echemos una ojeada de nuevo al libro de leyes. Algo se nos ocurrirá.

***

No había mucha gente en el juzgado pero Minato esperaba su turno en aquella silla. Estaba nervioso y ver a Tobirama junto a su abogado en el otro lado no le ayudaba a calmarse. Una mano tocó la suya, posándose sobre ella y agarrándola con fuerza intentando calmarse, hacerle sentir que no estaba solo en esto.

- No puedo perderla – susurró Minato.

- No te preocupes, ¿vale? Vamos a luchar. Él sabe tu punto débil, sabe que eres vulnerable por lo que sientes por tu hija y atacará ahí, pero él también es vulnerable en otros aspectos. Madara arreglará lo de tu hija.

- Aún no ha venido – dijo nervioso Minato.

- Cálmate, lo hará. Madara no abandonará el caso, te lo aseguro. Él es como un perro de presa, cuando muerde ya no suelta y te aseguro que quiere degollar a ese tío de al lado por lo que te hizo. No va a dejar que se salga con la suya. Confía en él.

- Vale – sonrió Minato pese a que su pierna no dejaba de moverse.

- Caso 192, Senju contra Namikaze por la custodia de la hija – anunció el guarda que abría la puerta.

Minato respiró hondo antes de levantarse de la silla, seguido por Izuna y motivado por el abogado que les cedía el paso con caballerosidad. Iban hacia el estrado cuando Madara entró también detrás de ellos, sentándose al lado de ambos y consiguiendo que Minato se relajase ligeramente.

- Estoy aquí – le sonrió Madara.

- Gracias. ¿Tienes algo?

- Sí, tengo algo aunque es arriesgado.

- Es mejor que nada, él tiene todas las de ganar – le aseguró Minato.

- Lo sé, pero no puede rebatirme lo que tengo en mente, pero falta que el juez y el jurado estén a mi favor. Tengo que ponerlos de mi lado, necesito que hagan un gran trabajo y puedan empatizar contigo.

- Haz lo que tengas que hacer. Él va a atacarme con todo, sacará todos mis trapos sucios – le comentó Minato.

- Y yo les daré la vuelta, mi padre me ha dado una idea y mi hermano otra, además he tenido un buen profesor en leyes – sonrió Madara – tú sólo contesta con total sinceridad, empezará el abogado rival.

El abogado rival se levantó de la mesa y se dirigió hacia el juez antes de darse la vuelta, sonreír ligeramente a su cliente y posar su mirada en Minato, llamándole al estrado.

- Llamo a declarar a Minato Namikaze como primer testigo – sonrió el abogado.

Minato se levantó de la silla y se dirigió al estrado. El policía le acercó el libro y le hizo jurar que diría toda la verdad. Ahí comenzaba el caso. Todos estaban nerviosos, sabían que iban a atacarle donde más daño pudieran hacerle y, sin embargo, Madara parecía haber tenido en cuenta esa posibilidad.

- ¿Estás seguro de que puedes darle la vuelta? – preguntó Izuna en un susurro – dirán que se prostituía.

- Lo sé – aclaró Madara – lo tengo pensado. De hecho, es lo que más deseo que pregunten.

- Vale.

- Minato Namikaze, ¿es cierto que contrajo matrimonio con mi cliente, el señor Tobirama Senju? – empezó el abogado.

- Así es – contestó Minato.

- ¿Cuánto tiempo estuvo casado con él?

- Un año, más o menos.

- Y en ese tiempo, mantuvieron relaciones.

- Irrelevante – comentó Madara – es obvio que tuvieron relaciones.

- Se acepta – le dijo el juez – por favor, no siga por ahí – le aclaró el juez al abogado.

- De acuerdo, lo formularé de otra forma. ¿Tuvo usted una hija del señor Tobirama Senju?

- Así es.

- Por lo tanto... mi cliente tendría derecho a ver a la niña.

- Estoy de acuerdo – comentó Minato – y nunca le negué la posibilidad de que viniera a verla, sigo esperando a que lo haga – le aclaró.

- ¿Es cierto que usted mantenía relaciones sexuales por dinero?

- Sí, es cierto.

- Por lo que es una mala influencia para su hijo y, por tanto, para mi cliente. El señor Tobirama Senju tiene una reputación que mantener y que le vean involucrado con... lamento la palabra pero... un prostituto, no le beneficiaría en nada, por lo que está prohibiendo que él pueda acudir a ver a la niña.

- Si quiere pensarlo así – dijo Minato.

- No tengo más preguntas – le aclaró el abogado viendo cómo todos tomaban nota de la mala conducta de Minato.

Madara, que ya le había pasado el guión a su abogado de todo lo que durante esa semana habían estado perfilando, mantuvo sus ojos en Minato y le pidió que respirase, sonriendo para indicarle que lo había hecho bien. Su abogado se levantó para empezar con el interrogatorio.

- Señor Namikaze, ¿es cierto que aceptó dinero de los Uchiha?

- Sí.

- ¿Por qué aceptó el dinero de los Uchiha?

- Irrelevante para el caso – comentó el abogado del otro lado.

- Señoría... creo que estamos debatiendo sobre qué y quién es mejor para la niña, creo que es importante profundizar en los motivos de cada uno para hacer lo que hicieron – sugirió el abogado.

- Denegada, prosiga por su línea – comentó el abogado callando al de Tobirama.

- ¿Por qué aceptó el dinero de los Uchiha?

- Tenía que pagar bastantes cosas personales.

- Y eso incluye, y tengo los recibos pertinentemente firmados aquí mismo, todo lo relacionado al mantenimiento de su hija, su carrera y el alojamiento en un centro de atención para su padre. ¿Cierto?

- Sí.

- Costoso, todo muy costoso. Es evidente que necesitaba dinero. Vayamos al caso. ¿Por qué necesitaba ese dinero? ¿Acaso la manutención que el señor Tobirama le pasaba no era suficiente?

- El señor Tobirama nunca me ha pasado la manutención.

- ¿Se ha casado recientemente con el señor Madara Uchiha?

- Sí. No era mi intención en un principio pero... la verdad es que acabé enamorándome de él y... quizá no es del todo creíble por todo el dinero que me ha estado pasando.

- ¿Diría usted que le ama? Ha hecho varias cosas por usted.

- Sí, es la primera vez que me he sentido querido de verdad – susurró Minato – él no vio a un prostituto, sólo vio a un padre intentando sacar adelante a su familia y... supongo que consiguió destrozar la coraza que me había puesto ante la gente.

- Tengo aquí las cuentas del banco del señor Namikaze, ahora compartido con su esposo el señor Uchiha, donde se demuestra claramente, que jamás se hizo un pago de manutención a la hija. ¿Es que acaso el padre se olvidó de ella?

- Protesto – dijo el abogado rival – ya he comentado que era una mala influencia.

- Hablábamos de visitarla pero... ¿Qué pasa con mantener a la hija? – preguntó el abogado hacia el otro abogado.

El juez observó al otro abogado y al ver que no contestaba, volvió a darle la palabra al abogado de Minato.

- Es decir, que el señor Tobirama Senju se desentendió de la niña, de hecho, he visitado recientemente el registro civil y... me sorprendí de ver que ni siquiera le había puesto su apellido, por lo que a mi parecer, el señor Tobirama no tiene ninguna hija a excepción de su nuevo hijo Deidara Senju. He estado investigando más allá y no me han gustado las cosas que he descubierto, porque el señor Tobirama estuvo comprando acciones de la empresa de los Namikaze en secreto motivado por el matrimonio que tenía con Minato hasta que consiguió tener las suficientes como para robarles la empresa y, una vez conseguido, abandonó a su esposo y a esa niña a su suerte, sin siquiera pasarle la manutención, quiero llegar con esto a que Tobirama Senju impulsó a una persona a esa mala vida para poder mantener a su hija. Imagino que el jurado tendrá hijos. ¿Qué habrían hecho en su caso? Creo que el señor Namikaze es un padre ejemplar, que hizo lo que fuera por mantener a su hija y la mantuvo separada de su vida "profesional". Sin embargo, quiero remontarme un poco más allá... me gustaría preguntarle al señor Namikaze si recuerda cuando estuvo casado con el señor Tobirama.

- Sí. Lo recuerdo bien.

- ¿Recuerda su embarazo?

- Sí.

- ¿Recuerda si Tobirama estuvo en su parto?

- No estuvo. Tenía negocios que atender.

- Negocios más importantes que el nacimiento de su hija – atacó con aquella frase el abogado - ¿Recuerda si Tobirama cogió a la niña en brazos alguna vez mientras estuvieron casados? Y quiero dejar claro... que en esta fecha, no se prostituía, así que... no pueden apelar a que su influencia se viera perjudicada.

- No. Nunca la ha cogido en brazos.

- No tengo más preguntas, señoría – dijo el abogado hacia el juez cerrando aquel interrogatorio – gracias por su tiempo, señor Namikaze, puede bajar del estrado.

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