Capítulo 16: Cromosomas


- Cromosomas – fue la palabra del doctor.

- ¿Es genético? – preguntó Minato al ver en el papel los resultados de su analítica.

- Son casos muy raros, hasta le pregunté a un compañero mío del hospital que trabaja en prenatal, me ha dicho que en sus veinticinco años de trabajo allí, tan sólo ha visto esta malformación genética dos veces aunque lamentablemente... no tenía constancia que el útero llegase a funcionar, pero está a nivel del cromosoma. Eres el primer caso en el que el útero funciona y será fascinante estudiarlo aunque no quiero con ello preocuparte, es sólo a nivel médico y científico. Estudiabas medicina, ¿verdad? ¿Cuánto has estudiado sobre genética?

- No mucho, aún no hemos dado gran cosa pero he leído libros.

- Intentaré explicártelo de una forma sencilla. Los hombres tienen en sus genes el "XY" y las mujeres el "XX", en tu caso, ha salido "XXY" quiere decir que tienes una alteración más hacia el lado femenino, en este caso tu útero. Lo conocemos como síndrome de Klinefelter. Se produce durante la meiosis, es una separación incorrecta de los cromosomas, son casos muy raros pero que en la actualidad se producen con mayor frecuencia. ¿No te ha pasado alguna vez en pensar en los transgéneros? ¿Por qué desean el cambio de sexo? Generalmente en la adolescencia se producen los mayores cambios, empiezan a darse cuenta de que no están en el cuerpo correcto, en la mayoría de los casos... es debido a la genética y sus cromosomas. Lo que no puedo explicarte es el motivo por el que está funcionando tu útero, pero es posible... que tengas problemas de fertilidad a nivel masculino, creo que no podrías dejar embarazada a ninguna mujer, pero en cambio tu útero está perfectamente activo en funciones. Este caso se produce en uno de mil varones – le comentó el médico - más o menos, por darte una cifra estimada.

- Vale... déjeme buscar información al respecto por mi cuenta, si tengo dudas, le preguntaré. Muchas gracias por su ayuda, al menos ya sé cómo se llama el problema – sonrió Minato.

- Claro, déjame prestarte un libro sobre esto.

- Muchas gracias por todo.

- No hay de qué – le tendió la mano el médico antes de darle el libro que él mismo había estado consultando días antes al enterarse del síndrome de Klinefelter.

- No hay una solución a este problema, Minato, pero al menos tu padre parecía estar al corriente porque tu cuerpo físico no ha sufrido cambios hacia la feminidad, debió estar dándote...

- Testosterona – comentó Minato – me daba unas pastillas cuando era joven. ¿Es eso?

- Sí. Generalmente damos testosterona en los casos masculinos y se hormona a las que se consideran más femeninas.

- Al menos hizo algo bien – sonrió Minato.

- Sí. Quizá eso hizo que no sufrieras tanta carga psicológica en la adolescencia ni que tu cuerpo cambiase. Hay muchos casos donde la gente no se da cuenta de este problema hasta la adolescencia del niño y para entonces es tarde, el niño empieza a sufrir los traumas de identidad, no ha sido tu caso.

- No eres un monstruo – comentó Madara a su lado – sólo... es genética y a mí personalmente me alegra que hayas salido así. De todas formas, no podrías dejarnos embarazados así que no pasa nada por tu infertilidad, ya nos encargaremos nosotros si alguna vez queremos un hijo – sonrió Madara ganándose un leve golpe en su hombro por parte de Minato, aunque admitía que también se había relajado con sus bromas... broma que en realidad tenía cierta parte de verdad.

Los dos volvieron pronto a la residencia para pasar el resto del día junto a Ino y esos dos zorrillos que estaban empezando a sentirse más cómodos por la casa, sobre todo el pequeño, puesto que era más curioso que la reservada madre. El pequeño zorro se apresuró a ir hacia la puerta al ver cómo se abría, dejando entrar a Madara junto a Minato en su interior.

- Ey, ¿cómo va esa pata, Kurama? – preguntó Minato cogiendo al zorro en sus brazos, viendo todavía el vendaje de su pata – vas a tener que tomarlo con calma, pequeño.

Minato dejó al zorro en el suelo nuevamente para ir a ver a su hija, que gateaba hacia él en busca de su abrazo, sin embargo, tras recibir el beso de su padre, alzó los brazos hacia Madara para irse con él.

Pese al rostro de disgusto que colocó Madara al principio, finalmente cogió a la pequeña. En el fondo, le estaba cayendo bien la niña, pero no quería demostrarlo a los demás, era algo que intentaba evitar a toda costa. Con ella en brazos, empezó a sonreír, tratando así de evitar el tema más polémico que había vivido esa mañana y que no sabía si contarle a Minato o no.

Al ver cómo el rubio se dirigía hacia la cocina para preparar algo de comer y hacer una papilla para Ino, aprovechó para sentarse y sacar su teléfono. Necesitaba contactar con su hermano urgentemente y explicarle que había visto a Tobirama Senju por el campus aunque no se había detenido a hablar con él.

- ¿Qué ocurre, Madara? – preguntó su hermano al otro lado.

- Creo que Tobirama sabe que tengo algo con Minato – le comentó.

- ¿Has hablado con él?

- No, me he mantenido al margen como dijo nuestro padre, pero me vio besándole esta mañana antes de ir al médico. Creo que planeará hacer algo, no es de los que se queden quietos.

- Posiblemente, pero eso nos da la opción de jugársela y ver realmente cómo es capaz de actuar.

- ¿Eso es que tienes un plan? – preguntó Madara.

- Algo, creo que se me ocurre algo.

- Entonces genial. Soy todo oído.

***

¡Tenso! Así es cómo se encontraba Minato ante la primera aparición en público junto a Izuna. Éste, sin embargo, parecía muy relajado, caminando por los extensos jardines del campus mientras el resto de estudiantes les observaban.

Para Minato, no pasaba desapercibido todo aquello. Puede que la mayoría de los estudiantes no le conocieran o no supieran que tenía una hija, pero había otros que sí lo sabían. Podía elegir miradas para todos los gustos, desde los que le miraban con cierta lástima por haber tenido una hija tan joven, los que sonreían al verle, los que le admiraban y los que susurraban a sus espaldas los cotilleos.

Estaba absorto en todo eso cuando sintió los ágiles dedos de Izuna rozar su mano, acariciándola con lentitud hasta conseguir entrelazar sus dedos a los de Minato, cogiendo así su mano y caminando todavía en silencio, mirándole con dulzura. Quizá fue eso lo que le relajó, el dejar atrás todas las miradas y centrarse en la única que valía la pena, la de Izuna.

- ¿Aún nervioso? – preguntó Izuna.

- Nunca había salido en público con nadie en plan... romántico – dijo Minato.

- ¿Ni con tu esposo?

- Menos con él. Prácticamente salí de la prisión de mi casa para meterme en la prisión de los Senju. Nunca fui a los eventos, ni a las fiestas de sociedad con Tobirama, él trataba de esconderme todo lo posible, más aún cuando me quedé embarazado y lo hice bastante pronto.

- Siento preguntar esto pero... ¿Y tus relaciones sexuales con él...?

- Eran raras... o más bien un poco egoístas. Venía cuando quería, se desahogaba conmigo y cuando terminaba, se vestía y se marchaba a hacer otras cosas. Si me preguntas si disfrutaba... yo desde luego no, era casi como una obligación por ser mi esposo pero él nunca pensó en mí como nada más que no fuera obtener su propio placer. No sé... puede que él si disfrutase, imagino que debería hacerlo si aún me quería como amante – sonrió Minato.

- Lamento oírlo.

- Son cosas del pasado, Izuna, con vosotros estoy mejor. Sé que vosotros disfrutáis pero también os preocupáis por mí y queréis hacerme disfrutar, así que está bien. Puede que no siempre se logre al cien por cien, pero es muy diferente a lo que tenía con Tobirama. Al menos sé que vosotros siempre estaréis ahí para intentar que todo esto funcione. No lucho en la relación yo solo y ese sentimiento es agradable.

- Sabes que cada vez que hablas me enamoro más de ti, ¿no? – preguntó Izuna con una gran sonrisa en su rostro, acariciando con su mano libre el rostro de Minato segundos antes de besarle con pasión obviando las miradas de su alrededor.

- No deberíamos hacer estas cosas en público – susurró Minato.

- Que les den, por mí pueden pensar lo que quieran – sonrió observando tras la espalda de Minato a la única persona por la que estaban allí, Tobirama Senju, quien daba un paseo con su futura esposa por los jardines universitarios.

- Voy a ir a comprar unos helados – comentó Izuna depositando un suave beso en la frente de Minato y dejando escapar una sonrisa para así, tranquilizarle.

- De acuerdo.

- ¿De chocolate?

- Sí, por favor – sonrió Minato – me muero por algo de chocolate.

Izuna caminó hasta una de las heladerías de la zona más concurrida, donde los estudiantes se sentaban en las terrazas de los bares y restaurantes para comer algo o pasar un rato con los amigos o compañeros, algunos estudiaban o quedaban por trabajos en grupo, otros simplemente disfrutaban de un rato de ocio. En la heladería, empezó a observar los sabores que tenían dispuesto a comprar tres helados, sin embargo, cuando ya los había pedido y mientras esperaba a que se los dieran, escuchó la voz de Tobirama a su espalda.

- Creo que no nos hemos presentado nunca como es debido, soy Tobirama Senju – sonrió haciendo una ligera reverencia.

- Oh... sí sé quién eres – comentó Izuna – familia Uchiha – le dijo Izuna sin siquiera querer responder a su nombre, como si el título de su apellido fuera suficiente para él – tu padre lleva una buena campaña este año.

- Eso parece – comentó con algo de desgana, lo que le hizo suponer a Izuna que ese chiquillo estaba bastante lejos de conocer el trabajo de su padre.

- ¿En qué puedo ayudarte? No será a elegir un helado, ¿verdad?

- No, claro que no, es sólo que... me ha causado curiosidad verle con Minato Namikaze.

- ¿Curiosidad? Es mi prometido. ¿No lo sabías?

Aquella palabra hizo que Tobirama abriera los ojos ante la sorpresa, sin embargo, Izuna seguía serio, esperando a ver cómo se tomaría esa noticia ese chiquillo al que ya había jurado destruir. Por ahora, se limitaría a investigarle, a conocer sus debilidades y sus puntos fuertes para saber cómo herirle.

- Ah, bueno... puede que no lo supieras porque aún no lo he hecho público, estoy esperando el momento adecuado. Todavía no tenemos fecha para el compromiso y esas cosas, no queremos tomárnoslo a la ligera.

- Pero... no puedes casarte con él.

- ¿Por qué no?

- Es que... no sé cómo decirte esto pero... ayer vi a tu hermano besándose con él.

- ¿A mi hermano?

- Sí. Quizá no debí decírtelo – comentó Tobirama como si hubiera dicho algo malo aunque en el fondo eso era lo que pretendía. Izuna no pudo evitar empezar a reírse mientras recogía los helados - ¿Por qué te ríes? – preguntó extrañado Tobirama.

- Ya sé que Minato se besa con mi hermano. ¿No le mandaste tú a la prostitución? – preguntó Izuna.

- ¿Lo sabías? – preguntó aún más sorprendido.

- Claro que sí, yo le contraté, de hecho, creo que no me he expresado bien, vamos a casarnos con él, mi hermano y yo, pero gracias por la información de lo de mi hermano, ya he visto lo que intentabas y no vas a conseguir que me enfrente a mi hermano ni que deje a Minato si es lo que querías.

- ¿Puedo ayudarte en algo? – preguntó Madara que acababa de llegar y cogía su helado.

- No... el caballero ya se marchaba – dijo Izuna – el pobre pensaba que me estabas robando al prometido.

Madara no pudo evitar empezar a reírse ante el sonrojo y el enfado de Tobirama, sintiéndose en ridículo por la jugada que habían hecho esos dos.

- El pobre creía que me enfrentaría a mi propio hermano por esto, sólo es un chismoso.

- ¿Qué podías esperar de la familia Senju? Ni siquiera se ocupaban de sus hijos – sonrió Madara – pero tranquilo, tu hija estará en buenas manos, nosotros la cuidaremos bien.

- Haré público esto – les amenazó Tobirama.

- Hazlo – sonrió Madara – y yo sacaré las pruebas de todo lo que hiciste. Si quieres jugarte a que tu padre caiga en picado en las elecciones y tu reciente matrimonio... estoy a favor, a nosotros no nos dañarás, igualmente vamos a casarnos con él y lo haremos público – sonrió todavía más Madara, causando que Tobirama hiciera una extraña muesca y chasquease los labios enfadado antes de irse.

- Pobre imbécil – sonrió Izuna – intentar amenazarnos a nosotros.

- Pero ahora sabemos que no va a jugar limpio. Trataba de enfrentarnos para que le dejásemos. A saber qué más cosas planeará – dijo Madara con seriedad.

- Tendremos cuidado. Sobre todo... me preocupa Ino, es el padre biológico y podría reclamar los derechos.

- Evitaremos eso entonces, será nuestra prioridad. Seguramente amenazará a Minato con quedarse con la custodia. Trabajemos en algún sistema legal para evitarlo.

- Leeré un par de libros de leyes para saber qué hacer, puedo consultar con el abogado de papá – intentó buscar soluciones Izuna.

- Yo cogeré de nuevo el libro de derecho penal y las leyes constitucionales para saber más del tema.

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