Capítulo 14: Yerno
Tobirama Senju, su reciente boda salía en la primera plana de todos los periódicos de la ciudad. Todos hablaban de su guapísima novia, una modelo rubia de esbelto cuerpo y piernas de escándalo que había dejado las pasarelas para convertirse en madre, porque sí... estaba embarazada.
- Maldito cretino – exclamó Madara captando la atención de su hermano y su padre cuando dio un golpe en la mesa con el periódico.
La sonrisa escéptica de su hermano no pasó desapercibida tampoco, Izuna tenía claro que había leído algo que le había causado entre gracia y enfado, así que cogió el periódico y leyó el gran titular y la noticia del momento.
- ¿Qué esperabas de alguien tan superficial como él? – preguntó Izuna.
- ¿Conocéis a Tobirama Senju? – preguntó su padre extrañado de aquello.
- ¿No es el hijo del hombre que lucha contigo por el mismo puesto político? – planteó Madara.
- Sí... pero me extraña que os fijaseis en eso, no suelo hablaros de mi campaña política por no involucraros.
- Papá... siempre leemos las noticias referentes a ti, sabemos quiénes son tus rivales, y ése nos cae mal por varios motivos – sonrió Izuna.
- Varios motivos – susurró su padre - ¿Tiene algo que ver con algún aspecto de vuestra vida privada?
- Ese desgraciado hundió la vida del chico en el que estamos interesados – comentó Madara sin más – y te aseguro que voy a hundirle yo a él así tenga que irme yo mismo al infierno – amenazó más serio de lo normal.
- Tampoco me caen bien los de su familia – espetó su padre – desde luego por algo son mis rivales y tratan siempre de desacreditarme, pero... yo no voy a jugar sucio y vosotros deberíais tener cuidado, son una familia importante y tienen muchas influencias.
- Ya... influencias robadas a los Namikaze, así como les robaron su dinero y la empresa.
- ¿Andáis con un Namikaze? – preguntó ahora su padre extrañado.
- Con el hijo menor.
La carcajada fue tan sonora que hasta su mujer apartó los ojos del libro que estaba leyendo para observar a su esposo ante el susto recibido. Un par de palmadas cayeron sobre la mesa mientras la familia se miraban unos a otros esperando a que su padre terminase su ataque de risa y pudiera explicarles los motivos.
- Ay, por favor... tengo que ir a ver a Jiro Namikaze – seguía riendo – él... que llegó a decirme que por encima de su cadáver daría la mano de su hijo a uno de los míos, que jamás un Namikaze entraría en la "mugrosa" familia Uchiha – continuó con el ataque de risa – le va a dar un ataque al corazón cuando se entere de esto.
- Ya lo sabe – dijo Izuna – fui a pedirle la mano de su hijo.
- ¿Que hiciste qué?
- Le pedí la mano de su hijo.
- ¿Vas a casarte con él?
- Yo no... nosotros – dijo Izuna – pero no iba a decirle eso a Jiro Namikaze sin su consentimiento de mano, me la habría denegado.
- ¿De qué estáis hablando? No podéis casaros los dos con el mismo chico. No está permitido.
- Aquí no – dijo Madara – pero en las Vegas... siempre y cuando pagues bien... hacen maravillas – sonrió.
El silencio reinó en el comedor de los Uchiha aunque su madre se tapó los oídos dando a entender a sus hijos que acababan de pasarse un poco, su padre no permitiría tal cosa.
- ¿ES QUE OS HABÉIS VUELTO COMPLETAMENTE LOCOS? – gritó levantándose de la mesa y dando un manotazo en ella que derramó el café sobre ella.
- Baja un poco el tono, por favor –dijo Madara – no me hagas un numerito.
- ¿Que no te haga un numerito? – preguntó su padre enfadado - ¿Pero es que habéis perdido el juicio? ¿Cómo narices voy a explicar locura semejante para mi carrera? ¿Es que queréis hundirme? ¿No tengo suficiente con tratar de lidiar con los problemas de los que me acusa la competencia que ahora tengo que intentar arreglar problemas internos en mi familia?
- Por favor, papá... tienes una labia envidiable, seguro que algo se te ocurriría para explicar la situación.
- Papá... - intentó suavizar Izuna – sé que lo último que querrías es vernos con un Namikaze después de lo que Jiro te dijo, que te gusta verlo hundido y desesperado por la humillación que le hizo a nuestra familia pero... por favor, hazlo sólo por mí si tanto me quieres... conoce a Minato Namikaze. Él no es como su padre, he visto en carne propia cómo su padre lo despreciaba después de haberlo prácticamente vendido a la familia Senju.
Su padre pareció tranquilizarse un segundo al escuchar cómo Izuna hablaba de ese chico. Su hijo menor siempre había sido todo un pacificador, todo lo contrario a Madara que era agresivo con las palabras y demasiado arrogante para retractarse, sin duda Madara había salido a él e Izuna... a su mujer. Tras observar la mirada cómplice de su esposa a Izuna y la sonrisa por cómo era capaz de calmar las cosas, Tajima también se tranquilizó.
- De acuerdo, conoceré a ese chico. Pero vais a tener que explicarme ese asunto de la familia Senju y lo ocurrido.
- Va a ser muy suculento entonces... creo que podrás sacar algo de ventaja sobre tu competidor – dijo Izuna.
- Sería todo un logro, Butsuma Senju tiene todo bien hilado, no he podido sacarle ni un trapo sucio con el que desacreditarle.
- Pues los trapos sucios que no tiene el padre, los tiene el hijo – aclaró Madara con una sonrisa – ese tipo que se acaba de casar y va a ser padre... ya es padre de una niña preciosa que tuvo con nuestro Namikaze y antes que te sorprendas... sí... es capaz de concebir y por eso mismo, Tobirama Senju se divorció de él y le humilló, se quedó con su empresa, con su dinero y sus influencias y lo tiró a la calle junto a su hija, a la que ni siquiera quiso darle el apellido. Ese desgraciado ya tenía una familia a la que ocultó por miedo al qué dirían cuando Minato se quedó embarazado de su hija.
- Desde luego es suculento, pero voy a necesitar pruebas – dijo Tajima – y además... es un asunto serio, si de verdad queremos destrozarles, no es sólo eso lo que habrá que sacar a la luz, habrá que conseguir pruebas de cómo robaron la empresa, de lo que hicieron, hay que conseguir llevarlos ante la justicia y que todo el mundo vea la clase de familia que es. Así que, por favor... mientras estemos ocupados con esto... no hagáis ninguna locura como enfrentaros a Tobirama Senju ni darle pistas de lo que intentamos demostrar.
- ¿Entonces vas a ayudarnos?
- Sí... y mientras pienso en una maldita excusa para no quedar como que mis hijos son un par de pervertidos que hacen tríos y se casan... podéis decirle a ese muchacho que venga a cenar, quiero conocer al futuro yerno y a su hija también.
***
Izuna apretaba la mano de Minato, vestido con aquel elegante traje que le habían regalado para la tan esperada cena con el padre y cabeza de la familia Uchiha, del cual lo único que sabía es que era todo un político respetado que estaba en plena campaña.
- ¿Y si no le caigo bien? – preguntó Minato preocupado.
- Lo harás – dijo Izuna tratando de relajarle.
- Nos caes bien a nosotros – dijo Madara – y mi padre no es tan severo como crees, no se parece a tu padre.
- Ya... imagino que os consiente vuestros caprichos.
- Lo intenta – dijo Izuna – hasta está intentando encontrar una forma de que nos casemos los tres sin que la sociedad lo vea mal – agregó.
- ¡Dios! Esto es una locura – exclamó mirando a su hija jugando con Madara – tengo una hija.
- Preciosa, por cierto – sonrió Izuna.
- Pero no es vuestra, no es una Uchiha.
- Tampoco es una Senju – dijo Madara – se negó a ponerle el apellido, le daremos el nuestro cuando nos casemos – aclaró como si nada – será una Uchiha, aunque si prefieres dejarla como una Namikaze, por mí está bien también.
- ¿Se lo habéis dicho? – preguntó Minato.
- ¿El qué? – preguntó Izuna.
- ¿Tú qué crees? Esto... lo que soy – preguntó señalándose él mismo.
- ¿El qué? – preguntó esta vez Madara - ¿Que eres guapo, hablas francés, estás bien peinado, hueles bien, eres un Namikaze...?
- Que me prostituía por dinero – dijo Minato causando un silencio en todos.
- No he llegado aún a abarcar ese tema – dijo Madara – pero lo haré, por ahora sabe que puedes concebir y tienes una hija con ese capullo del Senju.
Minato estaba muerto de miedo, a él nunca se le había dado bien mentir, de hecho, no podía hacerlo, le pillaban enseguida así que siempre era muy sincero con todo. Sólo esperaba que no preguntase nada indebido.
Para su sorpresa, la cena fue bastante gratificante. La esposa fue toda una gran anfitriona, hasta ella misma había cocinado el excelente pavo a la naranja que iban a servir y Tajima, todo un político respetable, se había dedicado a hablar sobre su carrera de medicina y preguntar cosas de la universidad. Eso hacía que Minato se relajase. No estaba siendo tan malo como él pensaba.
- Yo intenté que mi hijo mayor estudiase ciencias políticas, pero como ves... Madara es todo un personaje incontrolable, siempre acaba haciendo lo que quiere.
- Con todo respeto, creo que su hijo mayor, pese a que ha sacado su carácter y su físico, no sería un gran político como usted, cuando abre la boca suele...
- Dilo con total tranquilidad – aclaró Tajima – suele fastidiarla.
- Sí – dijo Minato – aunque es una grandísima persona, no tiene el don de la palabra.
- No... ese don lo heredó todo Izuna al parecer – comentó Tajima mirando a su hijo menor.
- ¿Qué le vamos a hacer? Mi don de la palabra me lleva más hacia el periodismo – comentó Izuna.
- Y será un gran periodista deportivo, estoy convencido de ello – dijo su padre.
- Creo que Madara ha elegido una gran carrera si disculpa mi atrevimiento – continuó Minato captando la atención por primera vez de Tajima – tiene un gran corazón y sé que quiere ayudar a la gente. Usted eligió algo que se le daba bien para poder ayudar, el don de la palabra, pero Madara no lo tiene, sin embargo, lo compensa con sus acciones, ser policía o criminólogo creo que hará mucho bien en la sociedad. Usted puede velar por la parte jurídica y él... ayudará físicamente en las calles. Harán un buen dúo en el futuro y lucharán codo con codo contra las injusticias, o eso espero – sonrió Minato, ganándose un gracias por parte de Madara aunque sólo movió sus labios, y una atenta mirada de Tajima antes de sonreír.
- Eres un chico muy interesante. Siempre le he dado la paliza a mi hijo con que eligiera mi carrera y él no ha sabido nunca convencerme, pero has llegado tú y has hecho que piense de otra forma, te lo agradezco de verdad, creo que me gusta esa idea de hacer un dúo con mi hijo, de poder ayudarle y que él me ayudase en el futuro.
Tras la cena, Minato se había dedicado a perseguir a su hija por toda la mansión tratando que no tocase las estatuas ni rompiera nada, sin embargo, se encontró de frente con Tajima que salía del despacho cuando ya había conseguido coger a la niña.
- Yo... lo lamento, ella no está acostumbrada a vivir en mansiones y...
- Está en una edad llena de curiosidad, deja que se divierta.
- Pero, señor... puede romper algo – se excusó Minato.
- Que lo rompa entonces, ya lo recogerá el servicio. Hace mucho que no tenía niños por la casa y echo un poco de menos esos momentos revoltosos que tienen, Madara fue todo un monstruito cuando era un crío, no dejó nada sano en la casa – reía Tajima – y aun así, fue mi mayor tesoro.
Su esposa sonreía desde el sillón, sabía de sobra que su esposo en el fondo tenía ese gran corazón y sobre todo... que había deseado que sus hijos tuvieran descendencia y poder ser abuelo finalmente, ver a la familia crecer.
- Por favor... hazme el favor de acompañarme a dar un paseo por el jardín, tengo que pasear al perro – comentó Tajima llamando al perro de la casa.
- Nosotros cuidaremos de la pequeña – comentó su esposa haciendo referencia también a sus hijos.
- De acuerdo.
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