Creí que aposté al "caballo" ganador pero nunca quiso ser campeón. Si tengo que describirme diré que ya no soy aquel joven inestable, el que no sabía encajar los consejos de nadie y menos perder. Solía ser ese tipo de jugador empedernido. Iba a locales clandestinos con algunos compañeros de la universidad, tengo que añadir que nunca fueron amigos. Allí pasaba horas y jamás vi la suerte llegar en cada partida ni siquiera la ruleta sacó ese número ni el color que elegí varias veces. Llegué a pensar que me echaron el mal de ojo. Terminé por dejarlo a final del semestre, donde "presumía" de varios suspensos en asignaturas que me gustaban. Sin embargo, me conduje por el camino fácil que era el juego. Todo porque necesitaba el dinero para mi diosa, tenía una relación con una joven hermosa incluso más que mi hermana Andrea. Decidí que tenía que cambiar de rumbo, entonces mi tío Leo me aconsejó que entrara en carreras ilegales, no me lo pensé demasiado y le hice caso. Creí que sería apostando pero lo que él quería era que  condujera su coche último modelo y que había sido tuneado por algún mecánico que conocía. Aún recuerdo cuando fue el primer día de tantos, ese donde tomé la iniciativa de entrar en esas competiciones a altas horas de la noche. Creí que nada de eso traería consecuencias más bien pensaba que ganaría el suficiente dinero para comprarle obsequios a mi princesa pero a ella nada la contentaba.
Mi hermana Andrea no estaba al tanto de nada ni siquiera mi madre pero el tío Ulises, su hermano gemelo se lo contó. Eso provocó discusiones es decir que hubo  mal ambiente en casa. Mamá y Ulises se enojaron bastante con Leo, siempre fue tan diferente a ellos. Sin embargo, para mí era un ídolo, estaba tan equivocado por aquel entonces.