23(temporada)
11 A.M. Sábado
Olivia
Estoy cruzando por un paso de peatones, mientras camino por ahí observo como el muñequito va moviéndose y la numeración cambia. Debo darme prisa antes que se ponga en rojo y avanzar por la siguiente avenida. Podía haber cogido el autobús pero me encanta pasear por la ciudad, incluso aprovechar para disfrutar de todo. No es agradable que el sol me de de lado, pero llevo protección suficiente para no ponerme roja. Hace calor a esta hora de la mañana, además al ser sábado puedo ir relajada. No voy al trabajo más bien voy a visitar a una prima que tuvo un percance, ella se llama Fátima y es como mi medio hermana, nuestras madres eran muy unidas. Por fin reconozco la calle en la que estoy como también cada edificio,y alcancé a ver las terrazas una a una, «soy muy curiosa». Espero tener esta vez suerte, lo digo porque aquí en Málaga los edificios son altos. Y en su interior deben tener un ascensor para facilitarnos las cosas, es decir evitar subir por las escaleras.
Llegué al rellano, y se nota que está todo anticuado. No entiendo porque a mi prima le gusta este edificio por dentro, a mi me da grima.
Atravieso el pasillo donde apenas veo bien las puertas. Luego alargo mi brazo hasta el timbre y suena el mismo ruido. Me acostumbré al sonido, puedo escuchar los pasos de alguien, me figuro que es su hermana. De repente la puerta se abre y aparece una niña.
—Hola tía Olivia, sabes que la tía Fátima tiene un grano en su cara, ojalá no se infecte como le ocurrió la otra vez.
Esta niña tiene una obsesión con el acné de todo el mundo.
—Rosa deja pasar a Olivia, y no seas muy pesada.
La niña se aparta, entonces paso adelante, compruebo que en el recibidor hay tres cuadros y esta vez son nuevos. Me dijo que tiró el que tenía un jarrón con flores, sin embargo los dos anteriores no están ¿Que habrá hecho con ellos?
—Todo muy bonito.
—Acércate prima, mira qué guapa vas, y que bien maquillada.
Ahora me sentí avergonzada por los cumplidos.
—¿Cómo estás?
—Pues postrada en este sofá, pero ahí lo llevo.
Fátima está con la pierna escayolada porque la empujaron. A continuación ella fue a parar al suelo después de rotar por las escaleras. ¿Y quien la empujó? Su ex imbécil.
—Te traigo un rascador y algunas revistas.
—Me salvaste del aburrimiento.
Nos echamos a reír, entonces llega Reme y trae la merienda.
—Estaré como un mes aquí en casa sin poder ir a la universidad. Menos mal que Pilar me manda por correo los deberes y los apuntes.
—Lo importante es que te recuperes.
Además de tener la pierna escayolada también tiene un moratón en la cadera. Lo sé porque lo vi una vez que la ayudé a cambiarse de ropa.
Ahora su hermana, yo y la pequeña Rosa somos sus cuidadoras.
—Espero que el karma le llegue al mamarracho.
Me sorprendió Reme, ella jamás habla así de nadie. Entiendo que se lo merezca el imbécil de Raúl.
Opino que el karma no le llega a nadie, si ocurriera este tipo no volvería nunca más a molestar. Se libró hasta de ir a la cárcel, no comprendo porque Fátima no quiso denunciarlo.
Ella baja la mirada, sé que lo está pasando mal. Sin embargo debe abrir los ojos, no puede seguir con sus justificaciones.
—Es en parte mi culpa, él estaba furioso porque le dije que me iría con unas amigas de viaje.
—¿Y qué hay de malo de que te tomes una semana libre con ellas?
—Raúl dice que Pilar y Verónica no hacen otra cosa que mostrarme el mal camino, que voy a terminar como ellas.
¡No jodas, resulta ser un machista de lo peor!
Nos quedamos en silencio, da igual lo que le digamos, hará lo contrario.
Pasamos a la cocina, antes la ayudamos a ir hasta el baño, y luego quiso tenderse en la cama.
—Olivia, no sé qué hacer para convencerla de que lo deje, esta cabezota volverá a él cuando venga el sinvergüenza de nuevo. Estoy segura que le regalará cualquier tontería y aquí no ha pasado nada.
—Lo sé pero algo se nos ocurrirá.
Eso espero, tiene que haber una forma para alejarlo de ella. Tenemos miedo que la vaya a lastimar otra vez, y le cause algo peor. ¿Y quiénes tienen miedo? Además de nosotras, están mis padres, mis tíos y sus amigas.
Aurora
Hay que pasarlo bien, al menos hoy. Violeta estuvo esta mañana en C.C.F.F. por lo que dio a entender tuvo que aceptar esos cuatro días más y la jornada será completa.
Al parecer la convencieron, incluso estuvo mi amiga en contacto con la rubia, ella no supo negarse. Lo peor que lleva es reunirse con Atenea, la tía esa es algo bruta y demasiado arrogante. No entiendo porque no la despiden, creo que para enseñar a los novatos lo puede hacer hasta Lucas o Salvador. Aunque este último no me dirija la palabra tengo que reconocer que sabe ganarse al cliente por consiguiente se ganó su puesto en la empresa. Además él ha conseguido clientes que han seguido en el mismo operador; no cualquiera consigue algo así.
Por ejemplo, a la chica nueva se le fue un cliente por no saber gestionar su enojo.
En esta villa del señor nos vamos a encontrar gente malhumorada y que no se dejan convencer aunque se les ponga sobre la mesa las ventajas de estar en Orange.
Entonces veo a Violeta, y no parece la misma. Lo digo porque casi siempre va en vaqueros, con un suéter de pico y unas deportivas. Lleva para esta ocasión una falda de cuero, medias de color marrón chocolate y de calzado unos botines. En la parte de arriba me imagino que la camisa que tiene puesta es de flores, solo se asoma un poquito, la misma chaqueta de cuero conjuntada con la falda no deja verla completa.
‹Me encanta su outfit›.
—Me gusta el resultado, además es la primera vez que llevas tu cabello con ese peinado.
—Mi madre insistió en peinarme de esta forma. Prefiero llevarlo recogido en una trenza para que no me incomode para comer.
—Estas preciosa.
—Tu también llevas esa mochila que te regalé el día de tu cumpleaños.
—Si, además me gusta el color de la misma.
—Te conozco demasiado para acertar en tu color como también saber que perfume prefieres.
—No me digas, a mí me ocurre igual contigo.
Reímos al unísono.
Ambas avanzamos por la calle Marqués de Larios sin perder de vista cada edificio de la ciudad. Para mi no era tan familiar como para Violeta.
Nuestra intención era ir a cenar, nos morimos de hambre. Antes de llegar al bar decidí realizar una llamada. Tardé en sacar el móvil de mi mochila. «Menos mal que tengo batería».
—Me duelen los pies.
—Aguanta, no falta tanto para llegar.
A través de Google conseguí información sobre algunos bares. Violeta era más conocedora de bastantes sitios, en cambio como recién llegada ni siquiera hice un tour por Málaga.
El taxista que estaba al otro lado de la línea era amable. Me pidió una dirección tras decirle a qué hora podía venir a por mí. Se me olvidó por completo informar que no iba sola.
Sobre las nueve y cuarto habíamos llegado a otra calle, más bien era una zona peatonal. Nos aproximamos hasta la entrada de ese bar. No quisimos entrar aún en el interior, eso sí esperamos un poco por si las moscas. Pude ver mesas y sillas en el exterior, todas amontonadas.
Una vez cogimos asiento se acercó un camarero de una estatura adecuada, ni bajo ni muy alto. Vi como se anudaba el delantal a su cintura. Mi amiga me despertó porque me quedé como tonta mirándolo. Dió resultado gritar mi nombre, el joven no entendió nada. «Mejor así».
Al final pedimos una ración de patatas fritas y una ensalada con atún, zanahoria, maíz y aceitunas. ‹el vinagre que no falte›. Para tomar elegí una cerveza, en cambio Violeta quiso agua.
—Listo, dentro de unos minutos vendrá Silvia a dejarles las bebidas y...
—¿Quién es ella?
Interrumpí, él se quedó perplejo.
—Mi compañera, hasta luego.
Se marcha, es una pena que no nos sirva. Lo mismo está cansado de mí, es normal soy tan transparente. Pero no es el tipo de chico con el que saldría, me gustan más los futbolistas. Espero hallar alguno en la discoteca Attica Le club, allí nos dirigimos esta noche. Me hablaron bien de la misma.
—Amiga tengo la corazonada que nos vamos a divertir.
—Si, claro.
La idea de ligar no la descarto, mientras que Violeta solo me sigue en esta aventura.
Lucrecia
Es normal que si no apareces no te vean, lo diferente sería que si quisieras un encuentro te digan que no se puede o están ocupados para verte. Eso duele, y ocurre demasiadas veces, al menos a mí. Quizás por eso preferí aislarme y tomar mi camino sola, dirán muchos que termine siendo egoísta. ¿Y qué hay de malo?
No tengo el derecho de cambiar de opinión, de no perder mi dignidad.
La mayoría de personas siempre esperan un cambio en tí, comprendí que lo que otros quieren es su deseo propio, no el tuyo. Ahora ¿Quién lleva la razón?
Aún recuerdo que hubo una charla entre nosotras, refiriéndome a Ana. Ella sabe cómo sobre llevo todo lo que me afecta en el terreno familiar. No ocultamos las cosas que nos lastiman, supimos conectar desde el principio hasta el día de hoy. Ella es mucho más que una amiga, la considero mi hermana del corazón.
Ana: Lu es increíble que vayas a trabajar en CCFF.
Lucrecia: gracias a ti.
Ana: Te recomendé que entres al puesto pero la iniciativa fue tuya.
Lucrecia: Daniel me trató bien, no sé cómo me irá con los demás.
Ana: a pesar de que existe competencia tú has tu parte, otra cosa los chicos son majos, cuídate de Salvador.
Lucrecia: no te preocupes además sé cuidarme sola.
Ana: lo sé, pero nunca los subestimes.
Lucrecia: ¿vas a regresar algún día?
Ana: no lo creo, mi camino solo tiene un sentido único.
Lucrecia: jajaja, no me extraña que digas eso.
Ana: vaya. Oye no dudes en llamarme por lo que sea.
Lucrecia: Igual tú, te extraño.
Ana: 🤞🥰
Lucrecia: 🤞🥰
Casi siempre nos despedimos con esa consigna, ha sido agradable conversar con mi amiga aunque sea por el móvil.
11 P.M.
Violeta
Estoy más desinhibida después de lo que tomé, en cambio Aurora se resiste a dejar la barra. A mi me da un poco de asco permanecer aquí con tanto borracho cerca, y más cuando se quedan mirándote como si fueras su presa. Decido cambiar mi dirección y poner mis ojos en una chica que me resulta un poco exagerada al vestir. Además de que lleva medias de red también tiene unas botas negras. Es lo que alcancé a ver porque está enganchada al sujeto y no lo suelta. «¡Que chica tan descarada!», observo como le murmura algo al oído pero él se aparta de ella enseguida al llegar un amigo. Luego ella, malhumorada, se marcha.
—Violeta, vamos a bailar.
—No me apetece, además voy a parecer un pato moviéndome.
—No pasa nada si haces el ridículo, lo importante es divertirse.
Nos dirigimos más allá de la barra, y nos mezclamos entre los jóvenes y no tan jóvenes. Aurora se saca de su mochila un espejito y se pone frente al mismo para poner brillo en sus labios. Está claro que tiene en mente besarse con cualquiera que se le presente, quizás para olvidarse de Salvador.
—Debes ponerte un poco.
—No me gusta el brillo, prefiero el cacao.
Ella ríe, somos tan diferentes en muchas cosas.
Al rato ella se está besuqueando con un moreno, me resulta idéntico al Mario Casas, ese mismo actor que fue protagonista de la película Tres metros sobre el cielo. Aunque el tal Romeo no es musculoso, más bien delgado de cintura hacia abajo, «si a mi amiga le gusta». De repente reconozco una fragancia y me distrae de lo anterior.
Ceres
Aquí estoy, con mi amiga Claudia. Ayer conseguí convencerla que viniera conmigo, quería divertirme y para la ocasión estrenar un conjunto que compré de su boutique. Ella se mostró curiosa cuando le hablé del Attica Le club, no es una discoteca de las que más me gusta frecuentar pero al menos te tratan bien. Lo que cueste el trago no es un problema para mi. Ahora mismo me sirvieron un mojito, es de mis bebidas preferidas, en cambio Claudia solo prefirió una piña colada.
Sobre las once y media sólo estuve relajada, no me apetecía mezclarme con los demás. Si estuvieran Damián y Alexis incluso las odiosas de Genoveva y Margarita podría fastidiar un poco sin embargo no conozco a nadie.
Quizás sea mejor así.
Tampoco deseaba quedarme hasta la madrugada por eso aproveché la hora restante haciendo lo mejor que se hacer.
—Ceres no empieces, que te conozco.
—Que hay de malo, mira esa chica que mal va vestida, y esa otra, al parecer le dieron calabazas.
—No sería capaz de alegrarme del mal ajeno.
—¿Quién lo hace? Pero me divierte como chicas como esas terminan fracasando. Acaso este será su peor día, ¡que ingenuas!
—A eso se le denomina regodearse. No sabes cómo es su día a día.
—Ni me importa.
Puedo notar el frescor de un trago que le di a mi bebida, mientras no dejo de observar a los hombres, rubios, morenos y...mira qué casualidad, desde aquí veo a la insignificante de Aurora, y no está perdiendo el tiempo.
Al levantarme del sillón Claudia me mira con asombro. Ella no entiende que planeo, mejor que lo descubra por si misma, vaya a querer anticiparse. La conozco y empezaría a sermonear me. Decidí que voy a poner en su lugar a esa por entrometida, todavía recuerdo como defendió al Lucas.
Al llegar hasta allí la primera que me reconoce es Violeta. No la vi, y descubro que hay algo diferente en ella. Esta noche lleva puesto ropa que no es de mercadillo.
«Me voy a divertir con estas pavas»
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