Epílogo - Polvo de estrellas -

Dicen que del polvo venimos y al polvo volveremos.

Si, por ti, me muero de amor.

Es justo que sean tus brazos,
los que me arrimen a un lecho.
Es ley divina que sean tus labios,
Los que me den amor eterno.

Porque si somos del polvo,
y al polvo volveremos,
Si de tanto quererte,
un día me muero.
Que sean tus brazos,
que sean tus besos

Los que me regresen al cielo.

[...]

Cuatro meses después del atentado que conmocionó todo Madrid fue creada la asociación 11-M Afectados del terrorismo; formada inicialmente por víctimas y familiares de víctimas de los atentados del 11 de marzo, entre ellos Laura Ortiz, Cecilia Weigend y Juan Camilo Quintanilla.

A la inauguración fue invitada la ex teniente Abigail Galván quien fue condecorada nuevamente junto a Jonathan Robles.

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Cuatro años después

─Felicidades hija, estoy muy orgullosa─ dijo Brenda dándole un abrazo.

─Estamos─ añadió Laura estrujando a su ahijada y a Juanca.

Finalmente los chicos se habían graduado en la universidad, Ceci de psiquiatra, dedicó su título a su gran amiga de toda la vida, Léa, que aunque la vida no le había dado la oportunidad de terminar su carrera siempre la llevaría presente en su corazón.

Hacía un año Ceci había publicado su libro; Polvo de estrellas era todo un éxito que le había abierto un camino de oportunidades a su autora. Ahora tenía 21 años, su relación con Juanca se había vuelto más sólida que nunca. El joven había sido condecorado en múltiples ocasiones por su accionar heróico cuatro años atrás, ahora se había convertido en todo un ejemplo para todos, no solo por ser un héroe para España sino por su estado físico, la demostración de que ser un discapacitado no te impedía en nada vivir una vida plena, llena de felicidad y sin ningún tipo de impedimento.

Abby superó por completo la etapa de su vida donde el amor por Christian fue más importante que todo. Se había dado una nueva oportunidad con Jonathan, quien la amaba, quería y respetaba como a ninguna.

Michelle había regresado, graduada en letras y con un inmenso amor que dar a Andrés, que logró terminar su bachiller y graduarse en derecho penal, su sueño de toda la vida.

Harry había descubierto ser bisexual, su madre le dijo lo apoyaría en todo, nunca dejaría de ser su hijo por nada del mundo. Harry encontró el amor verdadero en Marcos, un amor que duraría para siempre, pues alguien muy especial lo cuidaba desde el cielo.

Laura se había convertido en un importante pilar de la organización 11-M. Gracias a ella y a Brenda millones de personas habían sido ayudadas no solo económica sino también psicológicamente.

(...) La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos (...)

Ceci y Juanca se mudarían de Madrid la semana entrante hacia Sevilla, y Michelle y Andrés regresarían a Alicante con la familia de la joven.

Con ese motivo los 4 amigos se despedirían esa tarde, así que fueron a al sede del 11-M, donde se encontraban sus eternos Léa y Antón.
En realidad no existían restos, tampoco cenizas, todo había quedado reducido al hermoso y delicado gesto de los gemelos, los cuales se encontraban dentro de una urna de cristal, en medio de el monumento a los caídos, levantado en honor a las víctimas del siniestro.

Les dedicaron un último adiós, y alguna que otra lágrima, pero ya no era de tristeza sino de resignación, de aceptación, de felicidad.

(...) Nuestros besos ya se conocían de otras vidas (...)

Cuando el día se estaba terminado y las luces del ocaso se alzaban en el firmamento los 4 amigos se dirigieron a la cafetería de siempre para dar el último adiós.

Mientras reían, compartían un café y escuchaban la canción favorita de Léa unas personas se acercaron a los jóvenes. Se presentaron como el grupo musical "La oreja de Van Gogh", y Juanca casi tiene un ataque. Después de muchos autógrafos y fotografías. La nueva vocalista del grupo, Leire Martínez dijo que estaban preparando una canción para recaudar fondos que beneficiarían a la Asociación 11-M Afectados del terrorismo, y querían basarla en el libro de Ceci, en la historia del amor de Léa y Antón.

Los ojos de Ceci y Juanca se aguaron al escuchar eso. Aceptaron sin dudar y firmaron la autorización.

Allí, en la cafetería, entre risas y lágrimas de alegría, batió un cálido aire que acarició delicadamente los rostros de los 4 amigos, que sintieron como si dos personas estuvieran depositado un casto beso en sus mejillas.

(...) No se si algún día
Sabrás que te llevo conmigo
La vida no tiene
Razón ni sentido
Y no puedo morir
Si no estás junto a mi (...)

(...) Están lloviendo estrellas
Alrededor de mi, y me preguntan
Que fue de ti (...)

Para Léa y Antón si hubo una luz al final del túnel. Dos cuerpos superfluos que no necesitaban un tacto material porque con el roce de sus almas bastaba, porque con solo mirarse a los ojos una sonrisa quedaba dibujada en sus rostros y esa sensación de reconocimiento que nunca supieron explicar pero que los rebasaba inefablemente. Y aunque por un momento las personas pensaran que lo de ellos no funcionaría, porque uno era luz y el otro oscuridad, porque una vivía llena de vida, de alegría mientras el otro se hundía cada día en un pozo de alquitrán del que parecía no salir nunca hicieron al lado los prejuicios, las indiferencias; porque  dicen que las estrellas no pueden brillar sin oscuridad.

Somos polvo de estrellas que piensan acerca de las estrellas. Somos el medio para que el cosmos se conozca a si mismo.

Fuimos, somos y seremos Léa y Antón por toda la eternidad, hasta que la humanidad termine y la última estrella que habita en el cielo se apague.

Donde sea, cuando sea, como sea, pero contigo.

FIN

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