13-🌪Lo que el viento se llevó🌪
Fuimos, somos y seremos Léa y Antón por toda la eternidad, hasta que la humanidad termine y la última estrella que habita en el cielo se apague.
Antón Arteaga
Léa Mendoza
No alcanzamos a llegar a la cafetería, Ceci me llamó contándome todo. Mi cuerpo se paralizó y entré en estado de shock.
─¿Qué Juanca qué?─ le preguntó Antón atónito a Ceci del otro lado de la línea.
─Será mejor que vengan a su casa.
No lo pensamos dos veces, salimos corriendo para allá.
.
Al llegar Michelle y Andrés estaban fuera, la joven no podía ocultar su cara de no entender una mierda como había podido pasar todo eso, pero ella ya lo había visto y yo no. Entramos, pude ver a la señora de Quintanilla llorando en un rincón, y el señor estático en su silla del despacho, como si no pasara nada, pero su cara decía lo contrario, estaba...¿dolido?, ¿avergonzado?, ¿culpable?, y una mierda, no me importaba.
Irrumpí a la habitación de Juanca a pasos agigantados. Ceci estaba a su lado, mi amigo tenía un espejo en sus manos. Apenas nos vió una gruesa lágrima rodó por la mejilla de Ceci, esto estaba siendo demasiado para ella, como para cualquiera y era entendible.
Cuando Juanca supo de nuestra presencia volteó su rostro─. No quie-quiero que me vean así─ balbuceó.
─No seas tonto, somos tus amigos─ llevé mi mano a mi pecho─ Juanca yo te quiero mucho.
Nos miró de golpe, dios, si que estaba irreconocible, le faltaba una pierna y un brazo, también un ojo y tenía el rostro parcialmente desfigurado.
─¿Y ahora?, ¿me quieren ahora?.
No supimos que decir, pero reaccioné.
─¿Eso es todo?─ reí─ eres un idiota si creías que de esta forma me hibas a alejar de tu vida mosquito. ¡¿Por qué mierda te trataste de suicidar?!, ¿estás loco?.
─Lo siento, yo...─ no le dejé continuar.
─No digas nada, ya pasó todo, aquí estamos para ti
El sonrió─ mi piojo, ¿de verdad?.
─Pues claro tonto─ me acerqué y lo envolví con mis brazos, el sollozó─. Ey─ agarré su rostro─ no pasa nada Juanca, eres una de las personas más fuertes que conozco, por años viviste bajo el techo de un hombre que te maltrataba psicológicamente a pesar de tus enfermedades, eres un guerrero, un campeón, y claro, ahora un héroe, cabrón.
Soltó una risita─. Los extrañé─ nos abrazamos con un cariño inmenso, de esos que jamás se rompería.
─Saldremos de esto juntos─ musitó Ceci.
─Uno para todos─ dije levantando el dije de mi cuello.
─Y todos para uno─ habló Juanca y junto a Ceci completamos el collar.
Lágrimas de felicidad brotando de nuestros ojos por habernos reencontrado.
─¿Así qué nos abandonas?─ inquirió mi piojo, ya más calmado, el mismo de siempre, el divertido, con una media sonrisa ─entendíamos que no podía estar completa─ aunque su vida fuese un desastre.
─Por supuesto que me quedaré, es obvio que no te dejaré solo en estos momentos.
─No lo voy a permitir─ rebatió─ ustedes no merecen que nadie más se interponga entre su amor.
─Léa tiene razón, no permitiremos que estés solo y menos en un momento como este─ intervino Antón, tras un rato en silencio.
─No estoy solo, tengo a Ceci, a Brenda, a Michelle, a Andrés, y les repito que no voy a permitir que arruinen su futuro por mi.
Sonreí─. Qué orgullosa estoy de mi mosquito─ agarré sus cachetes─ ay pero si es un héroe de guerra díomío─ reímos.
─¿Se puede?─ inquirió la señora Quintanilla desde la puerta, acompañada de otro hombre─ hijo él es el psicólogo Martínez, lo mandó tu superior del cuartel, también tienes cita esta tarde con el ortopédico, ya sabes, para las prótesis.
Noté como Juanca agarró fuertemente la mano de Ceci, era muy duro para él. Me acerqué a su madre.
─¿Ya estarán contentos?, su hijo está así por su culpa─ mascullé, la rabia corriendo por mis venas.
─¿Y crees que no me siento culpable?, ¿crees que voy a poder pegar ojo por el resto de mi vida sabiendo que arruiné la de mi hijo?─ lágrimas se formaron en sus ojos.
─Eso debió pensarlo antes de obedecer a su marido en todo, incluso por encima de la salud física y emocional de su propio hijo─ la señora agachó la cabeza apenada─. La verdad me da mucha pena que una mujer tan llena de vida como usted se deje influenciar como una marioneta por un cabrón dictador, malnacido que no tiene escrúpulos a la hora de conseguir lo que quiere─ tras decir esto volví con Juanca, me daba mucha pena ella, también era una víctima de ese capullo. Pero no le quitaba responsabilidad.
─¿Cuando se van?─ inquirió el aludido, tomando a Ceci de la mano.
─Mañana─ habló mi chico y pude notar la emoción en sus palabras.
Salimos de la habitación de Juanca para dejarlo solo con el psicólogo─. No imagino lo duro que debe estar siendo para ti─ le dije a Ceci.
─Pues si, pero lo superaremos, como siempre lo hacemos─ su expresión decía todo lo contrario. Me daba mucha pena.
Esbocé una sonrisa de boca cerrada y la abracé─. ¿Nos vemos mañana?.
─Claro.
Nos despedimos, por el camino hablamos con Andrés y Michelle hasta que se desviaron pues él la llevaría a su casa. Se les veía muy contentos y yo estaba muy feliz, sobre todo porque fui yo quien los juntó;) Antón me dejó en casa, depositó un casto beso en mis labios.
─Mañana empieza nuestra nueva vida─ susurró en mi oido.
─Mañana─ confirmé sonriendo.
Entré a casa y comencé a hacer las maletas.
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─¿Estás segura hija?─ preguntó mamá entrando a mi habitación.
─Nunca estuve tan segura en la vida mamá─ mi sonrisa era genuina, contagiosa, llena de vida. Mamá me imitó.
─Con lo que sea que te haga feliz, yo soy feliz─ la abracé.
─Gracias por todo. Te quiero mucho.
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Jueves 11/03/2004
─Ya estoy lista─ anuncié, Antón me esperaba en la sala con su mochila. Harry me ayudó a bajar las maletas. Nada más vernos, sonreímos.
─Te ves tan hermosa─ tomó mis manos, llevándolas a su pecho.
─Tu igual─ dijo con una sonrisa ladina.
─Bueno, bueno─ intervino mamá poniéndose en el medio de los dos.
Suspiré─. Creo que llegó la hora de la despedida. Abracé a papá─ gracias por en tan poco tiempo demostrarme lo equivocada que estaba, y el hombre tan maravilloso que tenía al lado y no quería ver.
─Gracias a ti hija─ su voz era un hilo.
Miré a mamá─ prométeme que me llamarás cualquier cosa.
─Así será hija.
─Hermano─ me acerqué─ te quiero mucho, perdón por todas las tonterías que te hice, perdón por decirte que eres un mocoso insoportable y un enano de jardín.
─¿Qué?, nunca me dijiste eso.
La cagaste.
─Supongo que lo pensé─ Harry me abrazó con fuerza─. Lucha por tus sueños ¿si?─ le dije─ recuerda siempre lo que vales, ah, y el que te moleste, me llamas, vengo y le rompo la cara.
─De acuerdo─ me hizo un saludo militar.
─Mamá─ nada más mencionar la palabra tuvo que secarse una lágrima rebelde─ no tengo palabras para describir lo agradecida que estoy y estaré contigo, eres mi motor, la fuente de mi vida y de mi inspiración, gracias por siempre estar ahí y por convertirte en ese pilar indispensable de mi vida.
─Ay mi pequeña─ me abrazó─ te quiero infinitamente.
─Bueno, ¿y de mi no te despides?─inquirió la tía Brenda entrado.
─¡Tía!─ corrí a abrazarla.
_m─Mi niña, se cuidan mucho por favor, y llamen que después nos tienen preocupados.
Mamá supo lo de Juanca la noche anterior, ese día temprano en la mañana había ido a visitarlo junto a la tía Brenda.
─Ya nos vamos que se nos va el tren─ agarré las maletas.
─¿Y a donde irán?─ preguntó la tía.
─No lo sabemos, a donde nos lleve el camino─ dijo Antón.
El taxi esperaba fuera.
─Hija apenas lleguen a una estación den noticias, recuerda comer sano y abrigarte bien, y recuerda ingresar en una universidad apenas se establezcan.
─Si mamá─ rodé los ojos.
─Los queremos chicos─ dijeron todos, besos lanzados y pulgares arriba. Tomamos el taxi más felices que nunca, durante todo el trayecto no nos soltamos de las manos.
Finalmente llegamos a la estación de trenes Alcalá de Henares, donde nos esperaban Ceci, Juanca en la silla de ruedas, Andrés y Michelle. Saludamos y nos bajamos del taxi.
Antón Arteaga
Me causó una gran alegría ver a todos nuestros amigos ahí, que aunque no eran muchos, se habían convertido en lo mejor que la vida me había regalado. Nunca imaginé llegar a esta situación, mi vida había dado un giro radical y agradecía a dios por eso. Por Léa había conseguido dejar de fumar con regularidad, aunque por momentos sufrí el llamado síndrome de abstinencia, lo superé, por ella, por esa chica que sacaba lo mejor de mi y me impulsaba a ser mejor cada día.
Andrés y Mich se veían muy felices, me alegraba por ellos, que al fin se entendieran y pusieran su relación por delante de todo, porque precisamente eso era el amor.
La noche anterior me había ido a despedir de mamá y Camille al cementerio, luego fui al puente donde mi vida cambió para siempre. No tuve el valor de contarle a papá que me marchaba, en definitiva creo que tampoco le hubiera importado mucho, mejor me quedaba con el recuerdo de cuando era amoroso, ejemplar, un padre de verdad, y aunque ya no me quisiera igual que antes yo seguiría llevándolo en mi corazón, porque jamás dejaría de ser el hombre que me trajo al mundo.
Me despedía de esta ciudad que me trajo tanto alegrías como tristezas, muchas para mi gusto, pero afortunadamente la vida me había sonreído, dándome esta oportunidad de empezar de nuevo, de sentirme persona nuevamente.
Entrelacé la mano de Léa, nuestros gemelos quedaron más unidos que nunca. Parecían uno solo, porque eso era en lo que nos habíamos convertido ella y yo.
Léa Mendoza
Comencé a abrazar a mis amigos, las despedidas nunca me habían gustado pero esta era el comienzo de una nueva vida para mi, de una nueva vida para ambos.
─Ay que ver como la Léa borde, sarcástica, irónica, idio...─ dijo Ceci
─Bueno vale ya─ reí
─Bueno el punto es que definitivamente el amor te cambió amiga, para bien, hoy en día eres una mejor persona, y que...que nunca te olvidaré tía─ sollozo─ nunca olvidaré cuando te vi por primera vez en aquellos columpios, que te caíste y yo te ayudé, desde ese día nuestras vidas se cruzaron, y hoy se separan.
─Ay cariño─ la abracé─ no digas eso porque me haces llorar.
Como si la lágrima me oyera se escapó─. Maldita lágrima rebelde─ Ceci rió.
─Sigue siendo la misma Léa divertida de siempre ¿si?, y prométeme que me vendrás a visitar pronto.
─Te lo prometo.
─Y tú mosquito─ me dirigí a mi amigo─ no te quiero ver derrumbado nunca más, ya sabes lo fuerte que eres, no necesitas que nadie más te lo recuerde. Y Ceci─ la llamé─ si se raja me llames, yo vengo y le rajo otra cosa─ ambos esbozaron una sonrisa triste.
─Piojo mío─ lo abracé.
─Cuídate ¿si?, mi héroe─ asintió.
─Mich, Andrés─ me dirigí a ellos─ solo me queda desearles la mayor de las suertes, son personas verdaderamente increíbles, a las que me habría gustado conocer antes, pero así lo quiso la vida. Espero poder coincidir con ustedes en otro lugares y que lo que hemos construido crezca mucho más─ nos dimos un último abrazo.
─Cuídense mucho─ pidió Juanca
─Y llamen─ añadió Ceci.
Y ahí estábamos, diciéndole adiós a las personas más importantes de nuestras vidas.
Antón Arteaga
Compré los boletos del próximo tren, nuestro tren, el mismo que nos había unido aquella tarde de enero.
─Que ironía del destino ¿no?─ dijo Léa ante la casualidad.
─Las casualidades no existen─ dijo una gitana pasando por nuestro lado.
A mi los gitanos siempre me habían causado cierta incomodidad, no sé por qué.
─¿A qué se refieres señora?─ le preguntó Léa.
─Léa será mejor que no te metas con esta gente─ aconsejé nervioso.
─Tranquilo hijo─ me dijo la gitana─ yo solo digo la verdad. Su destino ya estaba escrito desde hacía mucho antes que se conocieran en ese tren, sus almas ya se conocían.
─¿Pero qué dice?─ cuestioné incrédulo.
La anciana sonrió─. Este no es el final chicos, aunque lo parezca, por el contrario, es solo el comienzo─. Seguía sin entender nada, ¿por qué los gitanos hablarían con adivinanzas?.
─Como sea─ agarre a Léa del brazo.
La voz del megáfono comenzaba a realizar la llamada para el abordaje del tren.
─¿Pero que haces Antón?, ¿por qué eres tan grosero?.
─Esa mujer no me da buena espina Léa.
─Es solo una gitana─ puso los ojos en blanco.
─Mejor abordamos─ hice un mohín y Léa bufó.
Léa Mendoza
La verdad también se me hizo muy extraño todo lo que esa gitana nos había dicho, pero no le presté mucha atención. Me concentré en mi entorno y no pude evitar que mi mente viajara hasta ese preciso momento que recuerdo como su hubiese sido ayer. Aquella mañana del 28 de enero, el día que mi vida había cambiado para siempre. Sus ojos, esos iris grises me habían conquistado desde el primer momento.
Recordé a la anciana de los caramelos, cuando tomé uno de menta y me dijo que atraían el amor.
¡¡Mierda!!, la gitana, era...la anciana.
Mi mente estaba muy confundida, claro, sabía que la conocía de algún lado. Antón regresó con unas malteadas y unos bocadillos.
─¿Tienes hambre?─ inquirió y negué─ bueno, lo guardamos para el camino.
El tren aún no arrancaba así que nos dedicamos esos minutos para observarnos a los ojos, sus iris grises contrastaban notablemente con los míos cafés.
─Sabes, terminé lo que el viento se llevó hace unos días─ confesé.
─¿Y que tal te pareció?.
─Pues no me gustó el final─ dije obvia.
Antón rió─ les pasa a todos.
─Yo creo que no haya sido justo que Sacarlett se quedara sola.
─Pues yo creo que fue más que justo─ admitió y eso me hizo sonreír, vamos que prácticamente todo lo que salía de sus bellos labios me hacía sonreir como una idiota, creo que así era el amor─. ¿De qué te ries?─ preguntó divertido.
─Me encanta cuando tenemos opiniones diferentes del mundo, lo vuelve más...emocionante.
─Pues supongo que va a ser cierto lo de "polos opuestos se atraen".
─Pues si─ pausé pensando en si contarle o no lo de la gitana, finalmente decidí hacerlo─ tengo que decirte algo.
─¿El qué?
─Antes de...verte por primera vez conocía una anciana que me ofreció unos caramelos, yo estaba de malas ese día, bueno como todos los días, yo tomé uno por educación y me dijo que servían para encontrar el amor, que confiara, justo después apareciste tú, ¿pero sabes que es lo más curioso de todo?, que esa anciana es la gitana que acabamos de ver.
La cara de Antón pasó de alegría a confusión─. No entiendo nada.
─Ni yo─ admití.
─No pasa nada─ tomó mi mano─ nuestra vida empieza ahora Léa, eso es lo más importante.
Recosté mi cabeza en su hombro─. Sabes Antón.
─¿Ujum?.
─A veces me pregunto ¿que pasa después de la muerte?
─Nos volvemos polvo de estrellas.
─¿Como dices?─ alcé mi vista y lo miré.
─Eso solía decir mamá, de pequeño era muy preguntón, un día se me ocurrió hacerle esa misma pregunta y ella me contestó, nos volvemos polvo de estrellas, que el viento arrastra y nos lleva por todas partes, manteniéndonos cerca de las personas que fueron importantes para nosotros en vida.
─Es hermoso─ mustié y él agarró mi mano.
Nunca imaginé quererte tanto, llegar a necesitarte como te necesito ahora, pero por tu forma de ser conmigo, por tus sentimientos, despertaste en mi el amor que soñaba, pero que no conocía; yo solo sé que mientras tenga tus caricias y tu amor, seré el ser más afortunado de este mundo.
Finalmente el tren arrancó, yo me había quedado medio dormida pero me desperté. Antón depositó un casto beso en mi frente.
─Ya estamos en camino amor─ yo le sonreí.
.
En los aledaños de las 4 vías de los trenes un hombre llamó a Rashid.
─¿Todo en orden?.
─Las bombas se detonarán en 5 minutos, todo está preparado.
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Ceci y Juanca decidieron ver a sus amigos partir, así que entraron a la estación y a través del cristal vieron como el tren se alejaba, aproximándose al túnel que los dividía con otra provincia.
─Ahí van─ dijo el chico.
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─Léa...─ me dijo Antón.
─Dime.
─Te quiero; y te quiero de la manera más pura, más sincera que el corazón puede querer, no te quiero para algo temporal, quiero que te quedes permanentemente en mi vida, quiero que juntos cumplamos nuestros sueños y que algún día tomados de la mano con las arrugas por todo el cuerpo, sentados en el sillón de nuestra futura casa, digamos que no fue fácil, pero lo logramos.
Eso me hizo llorar─. Antón...eso fue- eso fue hermoso─ sequé una que corría por mi rostro.
─Eso es lo que me haces sentir.
Comencé a dibujar un corazón en el empañado cristal producto de su aliento.
─¿Qué haces?__inquirió.
Escribí dentro de él:
Léa y Antón, juntos hasta volvernos polvo de estrellas.
Antón sonrió, nos tomamos de las manos, nuestros gemelos se juntaron al igual que nuestras almas, recosté mi cabeza en su hombro. Llegamos a un túnel, que apagó la luz...
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─¿Juanca que es eso?─ inquirió Cecila.
─¿El qué?.
Observaron horrorizados como el túnel se derrumbaba después de que el tren explotara en su interior.
Ceci corrió fuera tan rápido como pudo─. ¡¡¡Léa!!!─ gritó con todas sus fuerzas y cayó derrumbada sobre sus rodillas en el duro pavimento.
.
Un pitido insoportable en mi oído, no sentía mis piernas, pero un dolor inmenso se extendía por todo mi cuerpo, sangre, demasiada a mi alrededor, Antón desmayado a mi lado.
Pude abrir mi boca.
─A-Antón─ mustié y él abrió los ojos.
Te encontré la cara gracias a mis manos. Me volví valiente y te besé en los labios, esa sensación de reconocimiento, de ese inconmensurable amor que no podía ser expresado con palabras me invadió.
¿Por qué el amor tiene que doler tanto?.
Porque si no duele, no es amor.
Comenzaba a sentir mi vida desvanecerse, irse, abandonar mi frágil cuerpo. Dicen que cuando estás a punto de morir ves toda tu vida pasar como una película, yo no lo ví así, a mi mente solo vino un recuerdo, aquella mañana del 28 de enero, cuando a través del empañado cristal vi sus ojos grises por primera vez. Jamás pensé que el gris pudiera llegar a gustarme tanto; nunca había sido de colores vivos pero tampoco me gustaban los opacos, hasta el momento en que esos ojos grises me penetraron el alma.
─Te quie-quiero─ mustiaste sin fuerzas.
Sonreí levemente.
─Por to-toda la eterni-dad─ y entonces te regalé...el último soplo de mi corazón.
(...)A veces me pregunto ¿qué pasa después de la muerte?
nos volvemos polvo de estrellas, que el viento arrastra y nos lleva por todas partes, manteniéndonos cerca de las personas que fueron importantes para nosotros en vida(...)
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Lunes 15/03/2004
Abby y Jonathan seguían a Chris a toda velocidad, al parecer se dirigía a ¿las vías de los trenes?. Cerca del túnel obstruido Chris intentó escapar, pero una patrulla se colocó justo delante, luego llegaron Abby y Jonathan impidiéndole el paso por el lado contrario.
─Estás bajo arresto Rashid─ Abby pronunció cada palabra con una mezcla de decepción y asco─. ¿Como pudiste?─ se acercó.
─Todo lo hice...─ lo abofeteó.
─No vuelvas a decir que fue por amor─. Masculló, reteniendo las ganas de darle un tiro. Jonathan lo introdujo en la patrulla.
─Oficial Abby, que bueno que está aquí─ el jefe de los zapadores se acercó─ el túnel acaba de ser abierto.
─¡¿Qué?!─ Abby fue corriendo hacia él.
─Espere teniente, puede ser peligroso.
Pero Abby no escuchó y entró. Escombros por todos lados era lo único que veía, no divisó ni una persona, al parecer todas habían sido consumidas por la explosión. Abby tuvo que cubrirse la nariz, el fuerte olor era insoportable. Sin embargo algo llamó su atención, cuando hubo caminado un poco vió un brillo singular destellar entre los escombros, se acercó y tomó el objeto. Dos gemelos preciosos, con las inscripciones L y A.
Pero no solo eso, sino el cristal que los protegía, estaba perfectamente intacto, al igual que los gemelos. Con un singular empañamiento producto de el aliento de una persona y la singular escritura que le causó más de un escalofrío a Abby:
Léa y Antón, juntos hasta volvernos polvo de estrellas.
En ese momento un aire frío acarició el rostro de Abby, quien miró la luz al final del túnel y vio dos personas caminado hacia ella, dos jóvenes tomados de las manos, los cuales miraron hacia atrás y sonrieron. La policía sintió sus ojos llenarse de lágrimas, se las secó y comprobó entonces que las letras del cristal habían desaparecido. Salió del túnel con los gemelos en la mano.
─¿Qué encontraste?─ inquirió Jonathan.
─Un amor invencible─. Jonathan no entendió nada.
─ ¡Mierda!─ se escuchó el grito de Christian. Abby y Jonathan sacaron sus armas.
Chris se había roto un dedo para liberarse de las esposas, le quitó el arma al conductor de la patrulla y lo había asesinada.
─Sal con las manos arriba─ dijo Abby, pero Chris no la escuchó, arrancó el auto y se dió a la fuga nuevamente.
─A no, no lo permitiré─ Abby tomó las llaves de la moto, Jonathan se subió detrás y comenzaron a perseguir a Christian. No tardaron mucho en alcanzarlo, la moto era mucho más rápida. Pero Chris no se daría por vencido. Estaban justo en el medio de un puente, el tránsito había sido parado. Los demás policías y el GEO no tardaron en llegar.
─Rashid, estás acorralado, ríndete─ dijo Abby por el megáfono.
Christian se acercó al barandal del puente─. ¡Acércate!─ pidió.
─Teniente no, ese tipo está loco─ aconsejó Jonathan.
─Tranquilo, sé lo que hago─ se acercó a Rashid, la policía lo apuntaba.
─Abby, por favor perdóname─ suplicó.
─Acabaste con la vida de cientos de personas Rashid, acabaste con la vida de dos jóvenes inocentes.
─No me llames así. Para ti siempre seré Chris, lo sé.
─No─ espetó─ para mi siempre serás el mayor error que he podido cometer en toda mi vida.
─No lo entenderás─ sacó un arma y Abby retrocedió, los policías estaban listos para disparar.
─Christian por favor...
─Aunque no lo creas, todo lo hice por amor.
Abrió sus manos y se lanzó hacia el vacío.
─¡Christian!─ gritó ella─ ¡no!.
Jonathan corrió hacia ella;─ está muerto Abby, todo acabó─ lo abrazó, no podía evitar que doliera, se había enamorado de un asesino.
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Abby fue con la familia de Léa, Andrés estaba con ellos. Abby les entregó los gemelos y les contó todo lo ocurrido en el túnel. Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de todos.
─¿Entonces se volvieron polvo de estrellas?─ inquirió Ceci y Abby asintió.
─Era lo que decía mi tía, Antón lo aprendió de ella─ comentó Andrés.
Ceci abrazó a Juanca. Laura secó sus lágrimas.
─Mi pequeña, mi niña...─ apretó el gemelo de Léa contra su pecho─ perdóname por todo.
Brenda la abrazó─ no tienes la culpa de nada.
─Tal vez el destino de Léa y Antón era estar juntos, por el resto de la eternidad─ dijo Ceci sorbiéndose la nariz.
─¿No hay restos?─ inquirió Andrés.
Abby negó─ como comprenderán todo quedó echo cenizas, el gobierno realizará un funeral masivo mañana. Espero asistan.
─Ahí estaremos─ dijo Laura.
.
El padre de Léa, Juan, había muerto dos días atrás, un sábado 13. No había resistido, el cáncer fue mucho más fuerte, pero eso era algo que ya se sabía así que su familia estaba más que preparada para cuando ese día llegara.
El padre de Juanca fue acusado por su esposa de maltratador, tanto física como mentalmente, además de eso en sus empresas fueron encontradas muchas plantas de cocaína, le esperaban muchos años en la cárcel. Afortunadamente Brenda había decidido cancelar el contrato de venta de los terrenos de la universidad. Junto a Ceci se habían propuesto cambiar esa instalación y hacerla un lugar mejor.
Michelle se marchó esa misma tarde, sus meses de intercambio en Madrid habían terminado, aunque le prometió a Andrés regresar, porque se había enamorado verdaderamente de él.
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─Gracias a todos por venir─ dijo José Luis Rodríguez, el presidente de la república─ primero que nada agradecer a todo el cuerpo de policía de Madrid, sin su apoyo incondicional y el del GEO jamás hubiéramos podido detener a esa organización criminal.
Condecoraron a los oficiales a cargo del caso, Jonathan Robles, Marta Ruano, Abigail Galván y rememoraron la ardua labor de los caídos durante el proceso, el coronel Aldana y los demás policías del cuartel central de Madrid.
Le cedieron la palabra a Abby─. Hoy es un día muy feliz, pero a la vez inefablemente triste, me duele informar que en los atentados del 11 de marzo hubieron un total de 193 muertos y 2075 heridos. Fue duro, perdimos a muchos hombres en el proceso y también me costó mi permanencia en la policía, pero me voy feliz de haber concluido este caso, de haber terminado con esos criminales. Muchas gracias a todos.
Y ahora, honraremos a las víctimas del 11/m con la entonación del himno nacional.
Al terminar la ceremonia todos se retiraron.
─Gracias por todo Abby─ Laura se acercó─ no sabes cuando te lo agradezco.
─Solo era mi trabajo.
─Mira Harry, este es mi amigo Marcos─ dijo Juanca, que ya se le veía mas completo, nunca mejor dicho pues tenía sus dos prótesis y usaba un parche.
─Un gusto Marcos─ dijo Harry sonriendo.
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─Ey chicos, ¿que les parece si vamos a la cafetería de siempre?, Michelle no está así que solo quedamos nosotros tres─ propuso Juanca─ y así celebramos que Ceci terminó su libro y casi firma el contrato con la editorial─ dijo. Allí fueron, solo 3, de seis amigos, dos de ellos ya no volverían jamás.
─Me enorgullece que hayas escrito la novela basándote en Léa y Antón─ dijo Juanca.
Léa y Antón, dos jóvenes cuyas vidas fueron truncadas de una forma tan abrupta, tan cruel, así como Romeo y Julieta, como Scarlett y Rhett, como Jack y Rose.
─A propósito Ceci, ¿como se llamará tu novela?.
─Polvo de estrellas.
××--××
Hola;)
¿Qué les pareció el gran final de Jueves?, les confieso que lloré escribiéndolo.
No tengo más nada que decir. Pueden dejarme que me odian en los comentarios, pero yo se los advertí desde el principio. Jksjks.
Espero que hayan disfrutado tanto esta historia como yo, y nos leemos en otra:)
Ciao
KevG
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