Ocho

Cuando veo a Vincent Hart dirigiéndose a mi escritorio con una sonrisa de "He ganado" y satisfacción, aun no puedo creerlo, pienso que sigo en ese día, pero no es así, el hijo de puta realmente ha cumplido algo que ni he aceptado.

Esta feliz, directo a reclamar su premio.

Mierda..

—Una semana, brujita.

Mantengo mi mirada en la computadora esperando que por un milagro decida marcharse.

—¿Y bien, Hanna? ¿Nos encontramos allá o nos vamos juntos?

No le respondo.

—Brujita..

—Estoy prefiriendo bruja ahora.

—Brujita se quedara.

Dejo el computador y pongo mis ojos en el.—No recuerdo haber aceptado tu chantaje.

Frunce el ceño.—¿Chantaje?

Suspiro.

—Vincent , no voy a salir con...

—¿Debo cargarte?.—Me interrumpe y mis ojos se abren, su sonrisa se amplia.

—Se caminar.

—Ese es un no, entonces.

Junto ambas cejas y él sonríe.

—Nos veremos en la salida, Hanna.











Siempre he sido mala para escaparme, cuando era pequeña mamá siempre me encontraba a punto de saltar de mi ventana o era pillada a mitad de la noche por papá, era algo frustrarte, aunque cambiaría todo por tenerlos aquí conmigo.

Y con Vincent Hart tengo la misma suerte.

— ¿Lista para irnos?

—Vincent..

—Sigue en pie cargarte.

No respondo y el suspira frustrado.

—Hablaremos de trabajo si eso quieres ¿De acuerdo?

Alzo mis cejas.

—No sera una cita.

Mi estómago ruge en silencio.

No hace daño si es solo trabajo ¿No?

—Bien.. trabajo.

Él sonríe complacido.

—Pero no vas a llevarme a los mismos lugares que llevas a tus amiguitas.

— Primero, nunca llevo a almorzar a nadie.

—A Ruby sí..

—¿Estas reclamándome algo, bruja?

Ignorando esa pregunta, exijo.—Otro lugar, Vincent Hart.

—¿Qué lugar es mejor que un restaurante fino?

Solo sonrio.














— ¿Tacos?.—Vincent pronuncia la palabra con desagrado y no por la comida en sí, sino por el lugar a donde lo lleve.

Estoy segura que con sus "Estándares" jamás ha comido en un lugar así, pero en cambio yo, los amo.

El cual no es un establecimiento, sino un carrito de comida que tiene dos pisos, el primer piso está lleno y en el segundo hay pocas personas, aunque prefiero ir arriba, es un perfecto mirador.

—¿Estas segura que no quieres ir a un restaurante?.—Señala detrás de el.—He visto uno cerca.

— ¿Querías ir a una cita con Hanna Ross, no?

— Entonces si es una cita.

Ruedo los ojos y cuando doy un paso él me toma de la mano, mis ojos se abren mientras su sonrisa crece.

Lo empujo.

—Cero contacto. — Pronuncio y él se ríe.—No es gracioso, voy a darte un golpe en las bolas.

— No digas bolas, vamos a comer.

— ¿Entonces sí?

—Has dicho que es una cita.— Dice y mi cara arde, Vincent se encoje de hombros.— Vamos.. Antes que nos ganen asientos ¿Quiero ir en el segundo piso, no?

¿Cómo lo supo?

—Soy muy buen observador.— Dice leyendo mi mente.

Resoplo y me acerco al carrito, sus pies no tardan en seguirme.












—Un taco gobernador para el señor.—Pronuncia Luis haciéndome reír y lo coloca sobre nuestra mesa, pone los ojos en mi.— Y dos taco al pastor para la señorina.

— Gracias.

—Enseguida les traigo sus bebidas.—Señala a mi compañante.

— Una cerveza.—Contesta serio Vincent.

Luis me señala a mí.

—Una pepsi.— Pronuncia por mí y asiento, él se aleja y hace gestos detrás de Vincent haciéndome reír, burlándose del serio que traje conmigo.—Bon Appetit .

¿Bon Appetit? ¿Señorina?.—Cuando se queja ya estoy devorando mi taco.

Me limpio los labios con una servilleta.

—Luis es mexicano, pero está estudiando idiomas, quiere expandir su comida, así que practica italiano y francés.

— ¿Luis?

De todo lo que le he dicho.

¿Solo eso pregunta?

¿Y qué hay con esos ojos enojados?

— ¿Qué es ese tono molesto, Vincent?

—¿Lo conoces bien?

—Siempre compro sus tacos.

El mira su taco.

— No sabía que comías aquí frecuentemente.

—Ahora lo sabes, aunque no es algo que necesitaras saber.

Vincent suspira.— Solo dejemos de pelear, es una cita.

— No es una cita.

—Es una cita, bruja, acéptalo.

Dios, dame paciencia.

—Solo come tu taco, Vincent.

Disfruto mucho esto, porque a pesar que me cuesta ayudarle a aprender cómo se come un taco o a que decida comérselo, él lo hace y me rio cuando derrama un poco en su camisa, estiro mi mano y cojo una servilleta antes de limpiarlo yo mismo.

—Eres un desastre.

Sus mano toma mi muñeca y mis ojos suben a los suyos, nuestras estúpidas miradas se detienen el uno en el otro.

Rápidamente recupero mi postura.

—Tus encantos no funcionan conmigo, Hart.

Su sonrisa me dice que un comentario lleno de ego saldrá.—¿Crees que tengo encantos?

—No uses la psicología inversa conmigo.

Aparto mi mano y me alejo de él, no entiendo la razón de mi pulso rápido, aunque debe ser mi enfado con él.

—Cierto.

Vincent apoya su espalda en la silla y al cruzar los brazos, se tensan tanto que puedo ver los músculos marcarse a través de la tela blanca de la camisa.

No pensé que fuera mala idea que se quitara el saco, ahora lo sé.

Parpadeo mirando sus gruesos brazos.

¡Maldición, he caído!

—Olvide que estoy hablando con Hanna Ross.

Me olvido de sus músculos y asiento.—Así es.

También cruzo los brazos, pero Vincent es más evidente al verme, no me toma mucho darme cuenta que me está viendo las tetas, dejo ir mis brazos y lo observo con el ceño fruncido, una nueva sonrisa aparece en sus labios y dejando visible sus hoyuelos marcados.

Cuando voy a darle un tercer mordisco a mi taco, su pregunta me deja helada.

—¿Por qué no te agrado?

Me quedo viéndolo muy sorprendida por un momento.

—¿Esa pregunta es en serio?

Asiente.

—No me conoces para toma una decisión así.

—Me has dado una imagen suficiente... ¿Qué más debo conocer?

—¿No hay nada que te interesa conocer? Dime, Hanna.

"El solo tiene miedo de que vuelvan a lastimarlo, así que busca en mujeres diferentes cada noche para no permitirse a su corazón enamorarse otra vez"

Trago saliva.

— ¿Y bien?

— ¿Vas a abrirte conmigo, Hart?

—Lo haré si tú lo haces, también quiero conocerte, Hanna.

Eso si no lo esperaba.

—Así que.. Empieza tú.— Apoya ambos codos en la mesa y me mira atento.— Quiero oír.

Por primera vez lo veo.

Un rostro honesto y una mirada igual, me lo está diciendo en serio.

¿Quiere conocerme?

¿Para qué?

¿No es suficiente con las cosas erróneas o no erróneas que sabemos el uno del otro?

Su mirada me lo dice todo y antes de darme cuenta estoy hablando.

—Soy abogada, ya lo sabes.

—¿Por qué?

Mis ojos se abren.

—¿Por qué eres abogada, Hanna?

Se exactamente la respuesta, pero solo lo miro.

—¿Buscas ser justa? ¿Es eso?

Trago saliva y me limpio los labios con una servilleta, la expresión de Vincent no cambia, quiere saber más de mí.

—No puedo subir a un coche sin ponerme nerviosa, así que cada día tomo el tren de la ciudad para llegar al trabajo. —Niego despacio. —No importa si llego tarde, prefiero siempre tomar un tren.

Sus ojos me observan confusos.

—Tenía doce cuando mis padres murieron y desde entonces no resisto estar en un coche sin que mi corazón se acelere tanto como mi respiración.

Pasa a estar sorprendido.

—Así que me hice abogada por esa razón, porque odio las injusticias, la injusticia que le dieron a mis padres, incluso las pequeñas injusticias en las que se da en un divorcio.

—Hanna..

—¿Eso querías saber, Vincent?. —Pregunto y sus ojos me observan arrepentidos. —Ahí lo tienes.

Nos mantenemos en silencio y cuando me levanto, lo miro por última vez para marcharme, Vincent se ve tan arrepentido que no se atreve a mirarme, pero no llego ni a bajar las escaleras del bus, ni siquiera doy tres pasos cuando lo oigo.

—Me lastimaron.

Me detengo, más no me giro de regreso a él.

—Tenía una novia. —Puedo oírlo pararse, pero me mantengo quieta. —Y quería casarme con ella. ¿Te digo que sucedió, Hanna?

Finalmente me vuelvo hacia él.

—Descubrí que a ella solo le interesaba una cosa. —Él sonríe, pero veo dolor en su rostro. —El dinero suele sacar la verdadera cara de una persona.

No digo nada y su sonrisa crece.

—¿Te he dejado sin palabras?

La verdad sí.

—¿Sabes? Ahora que lo pienso si se algunas cosas de ti.

Se acerca a mí.

—Sé que cada mañana y cerca de las diez tomas café con leche. — Habla dejándome helada. — Que arrugas la nariz cada vez que no entiendes algo en la computadora o que te cuesta pedir ayuda y te lo piensas muchas veces antes de hacerlo, incluso sé que te gusta el hijo de perra de Marcus Daniel aunque eso ultimo no es secreto para nadie.

No puedo abrir mis ojos más de lo que ya está.

—También sé que te gusta la pizza con piña porque una vez votaste por ella en la oficina mientras los demás preferían la americana a tu pizza exótica. Hiciste una rabieta y fuiste por trozos de piña que Peggy había llevado el día anterior y que aún quedaban en el refrigerador para colocarlas a tu pizza.

Me sonrojo.

—¿Cómo?

—Ya lo dije, soy buen observador. —Me interrumpe.

Acosador.

Él se ríe y yo también lo estoy haciendo.

—¿Qué me dices, Bruja?. — Me pregunta con un tono más serio. — ¿Me dejas acompañarte en tu tren?

¿Desde cuándo..?

¿Desde cuándo Vincent Hart se ha vuelto un caballero?

—Brujita..

Separo los labios para responder, pero el destino esta en nuestra contra porque cuando voy a hacerlo, me pasa la peor humillación de la vida.

Vomito sobre él.








Hola...

Capitulo largo.. 

Para aclarar, odio la Pizza con piña AJJAJAJAJAJ

Pero si amo los tacos.

Este capitulo esta basado en una experiencia mía, me fui a comer tacos en un carrito con segundo piso igual que Hanna y Vincent.

¡Me dio hambre!

Nos leemos.

>> Yiemir.

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