Juegos de Seducción

Me dirigí a la barra del bar del hotel, me senté en uno de los bancos altos con mis piernas cruzadas y pedí un Martini.

Había poca gente a esa hora, supongo que la mayoría estarían cenando. Una mesa ocupada con una pareja mayor, en el otro extremo de la barra dos hombres conversando animosamente y más allá en un sillón bebiendo lo que también parecía ser un Martini, un hombre rubio de muy buena apariencia enfundado en un traje oscuro. Quizás esta noche podría darme un gusto.

Llevaba puesto un vestido negro al cuerpo, con un escote volcado a la espalda que llegaba a mi cintura, largo hasta la mitad de mis muslos, acompañado de tacos altísimos negros y recogí mi cabello para que el escote se luzca. Desde donde él estaba tenía buena vista tanto de mis piernas como de mi espalda.

Lamentablemente los que se acercaron fueron los dos tipos que estaban en el otro extremo, que estaban un poco animosos por el alcohol, bromeaban estúpidamente y no aceptaban mi negativa a unirme a ellos. Empezaron a ser groseros, a decirme que los estaba provocando así vestida, que quizás era una de esas acompañantes costosas que se consiguen en los hoteles de lujo y varias cosas insultantes, hasta que uno de ellos intentó tocarme y le pegué en la mano para que no lo hiciera. Me tomó de la muñeca con fuerza y cuando iba a decir algo el hombre de traje negro con mucha calma poniendo una mano en su hombro hizo que este se arqueara de dolor.

-Caballeros creo que no escucharon bien a la dama cuando les pidió que se alejen. No creo que quieran ocasionar ningún problema en este lujoso hotel ¿verdad?

-Vámonos hyung, no tiene sentido -dijo el más joven de ellos y se marcharon.

-Gracias por alejarlos.

-No fue nada, se estaban poniendo muy molestos para todos.

-Y el caballero de brillante armadura que rescató a esta damisela en apuros es...

-Park Jimin -extendió su mano, hice lo mismo y él en vez de apretarla, tomó la punta de mis dedos y besó lentamente mi mano.

-Helen.

- ¡Un placer Helen! Y si me permites preguntar ¿qué hace una mujer tan bella sola en este lugar?

-Matar el aburrimiento bebiendo un rico Martini.

En ese momento me percate que mi alianza podía ser un impedimento para lo que tenía en mente, así que disimuladamente intenté quitarla rogando que no la haya visto.

-Yo también soy casado -me dijo al oído provocando un escalofrío en mi espalda.

Abandoné la idea de retirar la alianza y me limité a sonreírle con coquetería.

Ese hombre era un manjar, delgado, con ese traje que se ajustaba a su forma. Su rostro era el de un ángel, labios abultados, una nariz recta y una mandíbula recortada que le daba ese contraste entre lo masculino y lo infantil. Observé que llevaba una correa al cuello que lo identificaba como disertante del simposio que había en ese hotel.

- ¿Ya diste tu charla o todavía tienes que?

-Di una de ellas, todavía me falta la ultima, pero tengo tiempo si tienes algo en mente -me dijo sonriendo con picardía pasando la lengua por sus carnosos labios.

Yo me limité a mirarlo de arriba abajo dejando ver que me gustaba lo que veía, pero sin dar el primer paso.

-Si quieres podemos ir a mi habitación, tengo un bar bien provisto si gustas algo -dijo en mi oído a la vez que con su índice recorría el escote de mi espalda desde la cintura hacia el hombro. Su roce se sentía como electricidad en el lugar que tocaba. -515, fácil de recordar, te espero allí.

Puso sus manos en los bolsillos del pantalón haciendo que se ajuste a su redondeado trasero y caminó a paso lento y elegante hasta el ascensor.

Mi corazón se me aceleró pensando en lo que estaba por hacer, no me di el tiempo de analizarlo ni repensarlo, no me perdería la oportunidad de estar con ese adonis. Apuré mi Martini y me dirigí a su habitación.

***

A medida que me acercaba mi corazón latía cada vez más fuerte, al llegar ante su puerta no tuve que golpear, la había dejado entreabierta. Entré tratando de verme segura.

Él se había quitado el saco y la corbata, estaba parado junto a una pequeña barra que había en la habitación y estaba sirviendo dos vasos de whisky. La blanca camisa se ajustaba a sus brazos y su espalda que lucía bien trabajada, había desprendido un par de botones de su camisa lo que lo hacía ver sumamente sexy, el pantalón se ajustaba a su figura, mostrando una cadera estrecha y unos muslos fuertes.

Sin decir nada me extendió uno de los vasos mientras me regalaba una hermosa sonrisa, dejé mi clutch y el abrigo en un sillón y al acercarme a él pude notar que con los tacos que llevaba quedaba casi a su altura. Bebí un sorbo y le devolví el vaso a la vez que le dije que necesitaba entrar al cuarto de baño, me señaló la puerta por respuesta.

Mojé la punta de una toalla y refresqué mi rostro y cuello. Volví a mirar mi alianza, la hice girar en mi dedo, hasta que al final me decidí y me la saqué, dejándola apoyada en el lavabo y salí.

- ¿Todo bien?

-Sí, perfecto. -Me acerqué y volví a tomar el vaso con la bebida ambarina.

Él dejó su vaso en la barra y tomó el mío e hizo lo mismo, se me acercó lentamente tomándome de ambas manos y besó mi mejilla, luego bajó lento a mi cuello, sus besos eran cálidos, ladeé mi cabeza para permitirle mejor acceso, todo él era embriagador.

Siguió besándome bajando por el cuello hasta el hombro, bajó apenas el vestido para poder besar la zona libremente, mi piel reaccionaba a sus labios encendiéndome de deseo; subió haciendo el camino inverso hasta llegar a mis labios, los besó con suavidad, pasó su lengua haciéndome abrirlos para poder introducirla en mi boca. Sabía delicioso, un sabor dulce que se mezclaba con el del whisky, sus labios eran suaves y su lengua no dejaba de moverse vorazmente en una batalla febril con la mía. Subió su mano a mi nuca para apretar el beso un poco más haciéndome temblar de deseo

Necesitaba sentir su cuerpo por lo que empecé a desabotonar su camisa, él me ayudó a hacerlo empezando desde abajo y una vez desprendida se la quitó y volvió a atacar mi boca, mientras desprendía el cinturón y se quitaba los pantalones, se apartó para recoger su ropa y dejarla estirada en el sillón, todavía debía dar una charla, también quito sus medias y quedó solo con un bóxer blanco.

Di un par de pasos hacia atrás para poder observarlo, era un espécimen magnífico de hombre, con unas abdominales bien marcadas, brazos fuertes y no poseía un gramo de grasa de más.

Me quité el vestido dejándolo caer a mis pies. No llevaba sostén, por lo que solo quedé vestida por mis diminutas bragas de encaje negro.

Jimin me observó con deseo en la mirada, podía ver su erección debajo de su interior, relamió sus labios mientras se acercaba lento, como un felino avanzando sobre su presa.

Me acercó a su duro cuerpo y una de sus manos bajó caliente por mi espalda, quemándome por dentro. Bajó a mis glúteos con ambas manos y me los estrujó apretando y refregando su erección en mí.

-Estoy loco por estar dentro de ti -me dijo con una voz ronca de deseo en mi oído y mordió el lóbulo de mi oreja.

Bajó con besos mojados por mi cuello, daba pequeños mordiscos, llegó a mi pecho y lamió mi pezón endurecido por el deseo, mientras jugaba con el otro con la punta de los dedos. Yo ya me sentía tan excitada que estaba a nada de un orgasmo.

Yo recorría con mis manos sus brazos fuertes, sus hombros y bajaba por su pecho y abdomen, era como acariciar una escultura. Él seguía lamiendo y jugando con su lengua en mis pezones, con uno de sus brazos sosteniéndome de la cintura para mantenerme apretada a su cuerpo y la otra la bajó por mi vientre hasta introducirla en mi braga para llegar a mi ya muy mojado sexo.

-Veo que tu también me quieres ahí dentro -me dijo gimiendo contra mi boca.

Me besaba de manera salvaje, quitándome el aliento mientras sus dedos hacían magia en mi centro.

-Oh Dios, ya no aguanto más.

-Eso es preciosa, regálame un orgasmo así. Estas tan mojada. -Me dijo con esa voz ronca, sexy y profunda.

Introdujo uno de sus dedos, y luego un segundo, y en sus movimientos de entrar y salir con ellos no pude evitar soltar mi orgasmo al punto que mis piernas quedaron temblando.

Me tomó en brazos y me llevó a la cama, me depositó con cuidado. Me quitó los zapatos, las bragas y se quitó también su bóxer con prisa. Se recostó encima sin tirar todo su peso. Pasó la lengua sobre mis labios.

- ¿Estas lista para mí? Voy a follarte bien duro -Y diciendo esto, presionó mi cadera contra su pelvis y entró en mí como si quisiera traspasarme. Se me escapó un jadeo tan fuerte que me deben haber escuchado en todo el piso.

Él rió divertido y tapó los próximos ahogándolos con sus besos. Salía y entraba lento para que mi cuerpo se acostumbre a su tamaño, que era magnífico y se sentía tan bien, el estremecimiento era embriagador y el aire de mis pulmones se escapaba con cada acometida.

Su pelvis contra la mía, mientras oía ese sonido húmedo característico que tanto me excitaba.

-Me encanta follarte, estas tan apretadita.

Y lo hacía muy bien. Fuerte, potente, profundo... Me sacaba el aire de los pulmones con cada embestida, dejando caer todo el peso de su cuerpo sobre el mío, empotrándome contra el colchón. Mis gemidos eran cada vez más fuertes.

- ¿Te gusta así? ¿Te gusta que te la meta hasta el fondo?

-Si... No pares...

Aumentó el ritmo y yo estaba a punto de tener mi segundo orgasmo, me sentía arder. Cogí aire y contuve el aliento mientras lo veía morderse el labio para luego enterrar su cabeza junto a mi oreja.

- ¿Estás lista para correrte conmigo preciosa? -Oh sí, claro que lo estaba.

Pero solo pude gemir un lastimero -Si.

Apoyó las manos en la cama a mis lados y se clavó con una fiereza que me hizo abrir los ojos de par en par y arquear la espalda para él. Lo escuchaba gemir y sentí cómo seguía empujando más y más, inmovilizándome contra el colchón, hasta que con una última embestida se derrumbó sobre mi cuerpo, me dijo al oído que se corría y yo lo acompañé. Mis caderas se estremecieron, la espalda se arqueó por última vez y me desplomé, satisfecha y agotada.

***

Ya estaba vestido, impecable nuevamente, se había dado una ducha rapidísima, tenía su última presentación en el simposio. Se sentó a mi lado en la cama, yo abrazaba las sábanas contra mi pecho, como si minutos antes no me hubiese visto completamente desnuda.

-Puedes quedarte todo lo que quieras -me dio un beso largo y lento en los labios y se marchó.

Yo me vestí y me fui a mi casa a toda prisa.

Mi marido no había llegado aun, entré al baño para darme una ducha y quitarme el olor a sexo que sentía en mi cuerpo. Me puse un camisón y me metí en la cama.

Como una hora más tarde sentí la puerta cerrarse. Me giré a ver a mi marido cuando entró en la habitación.

- Hola cariño ¿todo bien? -pregunté medio adormilada.

-Sí, todo más que bien -dijo sentándose en la cama a mi lado- sigue durmiendo, mañana hablamos -me dio un corto beso en los labios y otro en la frente.

Comenzó a quitarse la ropa, yo lo observaba en silencio mientras dejaba que el sueño vuelva a mí.

-Oh, cielo -me dijo mientras sacaba algo de su bolsillo- te dejaste el anillo en el baño de la habitación, regresé por si te habías quedado y lo vi. La próxima sal sin anillo desde aquí o no te lo saques, podrías haberlo perdido.

Tomó mi mano y volvió a colocar mi alianza en su lugar, luego besó mi mano y me sonrió. Yo le sonreí medio dormida, agradecida de que Jimin, mi sexy marido, haya encontrado la alianza.

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Escribí esta historia por el cumpleaños del hermoso Jimin.
Espero les haya gustado y la hayan disfrutado.
Love you!

Liz 💜

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