|Cap ₁|Solos y buscados.
El clima seguía con su calor al tope de todo, y sobre todo dentro de ese auto.
Me hallaba al volante por una simple y concreta explicación. Él no sabía el camino al lugar donde yo lo quería llevar.
No tengo permiso para conducir, pero tampoco es tan fácil como parece, ¿no?
Muchos años habían pasado desde la última vez en que pisé la moldeada tierra mojada con olor a libertad, la cual me alejaba de los problemas y dejaba fundirme en su completa paz natural.
—No puedo creer que tus sucias manos estén tocando el volante de mi deportivo —dijo de mala gana, sonriendo con poca simpatía.
—Cállate si no quieres que me arrepienta de esto —subí la ventana de mi lado, pues el viento chocaba con intensidad mi perfil—. No quieres que me arrepienta.
—Lo único que quiero de ti es la verdad, luego ya verás lo que haces con tu maldita vida. —dijo con frialdad.
No te conozco, Tae Hyung.
—Y lo único que yo quiero es que halles esa verdad. —volteé a verle, pero éste sólo miraba por la ventana.
—¿Crees que me comeré esa mentira de ti? —de reojo pude notar su mirada en mí.
—De mí antes te comías algo más que las mentiras. —ladeé la cabeza, viéndolo por unos segundos.
Apretó los labios, sin expresión. Creí que no daría una respuesta a mis dichas palabras, pero esa idea cambió cuando dijo:
—A ti no te tocaría ni con un palo.
—¿Cómo lo sabes?
—Tus rasgos —hizo una leve pausa antes de seguir—. Tus rasgos no son coreanos. ¿Qué te hace pensar que me metería con una extranjera?
—¿Estás discriminando mi raza? —fruncí mi ceño.
—Tómalo como quieras.
—¿Te molesta mi color y tipo de cabello? ¿Te repugna que mis ojos no sean rasgados como las demás? ¿Te asquea mi piel? ¿Mi acento coreano?
—No quería decirlo de esa manera, pero sí. —se cruzó de brazos, mirando la pista.
—Créeme, a esta poca altura junto a ti, ya nada me lástima.
—¿También me detestas? —río en voz baja—. ¿También te doy asco, ___? ¿Ese era tu nombre? ¿___? ¿Quién carajo te nombró de esa manera?
Una vez, mi padre confesó esa respuesta. Dijo que mi madre había puesto mi nombre antes de irse de casa. Mi nombre es el único legado que dejó antes de su partida...
Sin embargo, ignoré esa última pregunta hecha por Tae Hyung. No debía saberlo.
—No, a diferencia de ti no odio a las personas —apreté aún más mis manos al volante, aunque no iba a una velocidad muy rápida—. A diferencia de ti, yo sí te amo.
—Deja esa ridiculez —negó con la cabeza, junto a una mueca en sus labios—. No puedes amarme.
—Necesito que leas ese cuaderno. —el mismo se hallaba en el asiento trasero.
—No lo haré.
—Tienes que hacerlo.
—¿Quién me manda?
—Yo.
—¿Quién me obliga? ¿Tú otra vez? —dijo en un tono burlesco, para nada gracioso.
—Ahí está la respuesta a lo que quieres llegar.
—¿Qué quiero hallar, ___?
—Quieres saber la razón por la que odias a tu madre, otra vez —le miré, notando que este también lo hacía—. ¿Me equivoco, Tae Hyung?
—¿Qué sabes tú de mí? Tú no tienes idea de lo que pienso.
—Pero sí de lo que estarías dispuesto a hacer.
—Ridícula —bufó.
Habíamos entrado a un camino de tierra. El mismo camino de tierra en el que algún día corría a descalzas, desorientada y con intenciones de escapar, más ese hombre siempre me hallaba.
Arboles alrededor de nosotros causaban una oscura sombra, escondiendo el sol.
—Si pretendes asesinarme en este bosque, déjame decirte que podría matarte primero.
—Necesitamos este lugar —estacioné el auto en medio de unos gigantescos árboles, notando que la pequeña casa abandonada aún se encontraba—. No deben encontrarte —apagué el motor, para luego mirarle a la cara y suspirar—. Tampoco separarnos.
—¿Cómo conoces este lugar? —confundido.
—Vamos, hay que bajar —abrí la puerta de mi lado, ignorando su pregunta.
—¿No vas a decirme de dónde conoces este lugar? —cerró la puerta del copiloto, observando la casa—. ¿Acaso es seguro?
—Cierra el hocico, Kim.
Él abrió sus ojos con grandeza, junto a su ceño fruncido.
—Jamás podría llegar a enamorarme de ti.
—¿En serio? —sonreí con falsedad—. ¿No te fijaste en mí porque te ignoraba? —me hice la dolida, tocando mi pecho—. Creí que así te gustaba, Tae.
—No sé qué Tae conociste, pordiosera.
—Cállate y entremos.
Sin esperar sus pasos, camino yo, subiendo los cortos y viejos escalones de madera, los cuales llevaban a la puerta de la pequeña casa. Estos mismos resonaban al subir otro escalón.
Posé mi mano en la manija, así notando que ésta se encontraba abierta y no debía utilizar fuerza bruta para lograr abrirla. Me volteé unos segundos, viendo a Tae, el cual observaba cada acción por mi parte, teniendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones blancos.
—¿Siempre fuiste un marica? —hablé.
—Cállate de una vez, perra —chasqueó la lengua, para así caminar hacia mí, subiendo las escaleras y de inmediato sacando mi mano con brusquedad de la manija—. Si quieres quédate fuera, no me importa en realidad —entró al lugar.
Sonreí, cabizbaja. Necesitaba esquivar sus insultos.
—Claro, amor —no le gustaba ser subestimado. Lo sabía.
—No me llames así —dijo al tenerme a su lado, observando el oscuro lugar.
—¿Te gusta?
—Parece la casa de un vagabundo.
—Qué pena, eso es lo que somos ahora.
—Tú, tal vez —habló, ofendido.
—¿Tienes dinero?
—Claro.
—¿Y es tuyo o de tu madre?
Él había quedado en silencio, mirando a la nada, como si mi pregunta le hiciese pensar más allá de las cosas.
—¿Hay una cama al menos?
—¿Para qué necesitas una cama?
—Para dormir —dijo, obviando mi anterior pregunta—. Estúpida... —murmuró.
—Creo que sí hay una cama. ¿Quieres dormir conmigo? —molesté.
—Repugnas... —caminó por la sala, repleta de polvo y algunas telarañas en las esquinas.
—Eso no lo dijiste hoy cuando me embestías en esa cabaña, sobre esa cama... —toqué su espalda con mi dedo índice, bajando éste mismo lentamente—. Escuchando el ruido de las olas... —él había quedado inmóvil—. Llorando en mi pecho, rogando por no olvidar nuestro amor.
Tae se dio la vuelta rápidamente, agarrando mi muñeca con fuerza. Irritado. Totalmente.
—No quiero volverlo a repetir, por lo que escucha atentamente, perrita —sus ojos obscurecieron, y su pecho subía y bajaba con rapidez—. No digas mentiras porque la nariz te va a crecer como pinocho. Lo único que quiero de ti es un escondite hasta que pueda saber algo sobre mi madre, y lo menos que quiero es verte porque me causas nauseas —arrugó su nariz y se agarró más a mi muñeca. Dolía—. No te me insinúes porque lo único que recibirás son negaciones rotundas, y no simplemente demostradas con palabras —mantuve la mirada en alto, aunque mis ojos ardían—. ¿Me escuchaste, o quieres que te lo explique con manzanas?
—Juro que si no me sueltas ahora, mañana no abres los ojos. —dije con frialdad.
Él hizo lo pedido, soltando su agarre con brusquedad. Mi muñeca dolía y alrededor de esta yacían marcados sus largos dedos.
Kim se había dado la vuelta nuevamente, con intenciones de salir de esa sala y entrar a otro lugar, lejos de mí, tal vez.
—Dime algo... —sostuve mi muñeca con mi otra mano—. ¿Una persona puede amar y odiar al mismo tiempo a alguien, el mismo día? —pregunté ya cuando él se había detenido.
—¿A qué va la pregunta? —en su posición, teniendo yo la vista de su gran espalda.
—A ti, porque... —reí con gusto a nostalgia—. Hoy por la mañana gritabas amarme, y ahora por la tarde anuncias despreciarme.
—Cuando te recuperes de tu esquizofrenia, hablamos. —desapareciendo del lugar, entrando a una de las habitaciones y así encerrarse en ella.
Quedé helada en mi lugar. Tal vez había sido producto de encontrarnos en un frío y desolado bosque, o quizá era el escalofriante sentimiento que podía llegar a transmitirme su persona.
Las dos, tal vez.
Miré a mi alrededor, notando que toda la sala olía a una antigüedad notoria. Cada paso que podía dar, se transformaba en otro crujido en la vieja madera.
La puerta principal aún se hallaba abierta, por lo que fui hasta esta y la cerré. Ahí pude darme cuenta de la oscuridad en la que me encontraba fundida. Comenzaba a hacer bastante frío y teníamos poca ropa. No teníamos comida y aún no sabía si existía algo con qué cubrirnos.
Caminé por la sala, en la cual albergaban muebles viejos de un resistente y buen material. Había un largo sofá de color azul y en medio de todo yacía una pequeña mesita de centro con material de vidrio.
Salí de esa oscura sala, para pronto adentrarme en la pequeña cocina carente de luz igualmente. Abrí puertas de muebles, así dando por hecho que no había nada para comer. Obvio. Mi estomago gruñía, pero ese no era el problema ahora.
Debía centrarme en Tae Hyung.
Respiré hondo, caminando a la única habitación de la casa, en la cual se hallaba él y su obligada hipocresía.
La hipocresía.
Toqué dos veces la puerta, sin conseguir respuesta a ello.
—Escúchame —apegué mi mejilla a la madera de esa cerrada entrada—. Necesito que lo hagas por los dos.
—Yo no haré nada por ti.
Pude escuchar su gruesa y casi inaudible voz a través de la puerta, por ello apegué aún más mi oreja a la misma.
—Necesito que sepas la verdad. La verdad sobre todo. Tienes que saber lo que ha pasado estas últimas semanas... —cerré mis ojos, así pudiendo recordar la mañana de hoy en esa cabaña—. Sé que no recordarás. No creo que las cosas funcionen así —negué para mí—. Te quitaron todo aquel recuerdo que conectaba conmigo. Y no creo que puedan devolverte el cariño que hace unas horas demostrabas sentirlo —lamenté—. Todo suena tan ficticio...
—¿Qué te hace pensar que confiaría en ti y no en mi madre? —llegué a escuchar.
—Tú no confías en nadie.
—Tampoco sabes eso.
—Sé mucho más de ti, que tú mismo. Probablemente.
—No me conoces. No asumas conocerme. Cuando no lo haces, para nada.
—¿Así eras?
No escuché respuesta. Nada más pude presenciar la puerta abrirse de golpe, y yo casi cayendo al suelo por la sorpresa. Tragué saliva al verlo ahí parado, tan impotente y frío.
—¿Así cómo?
—Así de...
—Así siempre he sido.
—No.
—Claro que sí.
—No quieres saber la verdad de todo esto.
—Eso tampoco lo sabes.
—Sé más que tú, aunque lo niegues.
—Lo seguiré negando entonces.
—¿Negarás que todo esto te da miedo?
—Nunca he sentido miedo.
—¿No?
—Yo suelo dar ese miedo.
—Qué mal. A mí no me das ni un poquito —comenzaba a jugar con fuego.
—Porque aún no he querido dártelo.
—Aunque me lo dieras, te conozco bastante.
—Detente.
—Sé que tienes esa parte sensible —comenzaba a quemarme.
—Para.
—He besado hasta tus propias lágrimas —al mismo tiempo cavaba mi propia tumba.
—Cállate.
—¿O qué? —di un paso dentro de la habitación, él retrocedió uno.
—Te arrepentirás.
—Tae Hyung... ¡Tu madre te ha estado arruinando la maldita vida, y yo...!
Eso había bastado para que cerrara la puerta detrás de mí, sin nada de delicadeza. Mis cabellos se habían levantado y muy dentro de mí deseaba salir de aquella habitación.
Pero no.
—¡Besaste cada parte de mi cuerpo. Tus labios aún viven en mi piel!
Eso último había colmado su paciencia por completo. Había rebasado el vaso de agua y al mismo tiempo comenzaba a evaporarse junto a sus impulsos.
Agarró mi cuello con su mano, dejándome con los ojos más que abiertos. Él empujó mi cuerpo a la puerta. Había dolido, pero no debía demostrarle lo débil que podía llegar a ser.
—Cállate de una maldita vez. —sus grandes y profundos ojos se adentraron en modo de amenazaba en los míos.
—¿O qué? —sujeté mis dos manos a su agarre, intentado que no apretara más fuerte.
—O te haré callar yo.
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¡Hola! Me emociona demasiado empezar ya con este segundo libro de la dúologia de Juegos mentales 🌹
•Pregunta: ¿Qué teorías tienen sobre este nuevo libro? ¿Qué verdades se hallarán según ustedes? 🌹
[Siempre leo cada uno de los comentarios] 🌹
Vengo a recordarte que nuestra cuenta de Instagram siempre está muy activa 🌹 ↪ TheParksss
Actualización: Todos los jueves 🌹
Muchas gracias por leer 🌹 Love u Parkmy's 🌹🐰
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