Un Cementerio De Clientes Satisfechos
La celda estaba fría como la piel de un cadáver y Faust ya había perdido la noción del tiempo allá adentro. ¿Eran acaso dos o tres días desde que empezó a perder la cuenta después de la semana pasada ? En este momento se arrepentía de no haber echo las clásicas cuentas en la pared que alguna vez vio en una película. Pensaba que era algo cliché, ahora realmente lo lamentaba. Aún así no se sentía aburrido, solo algo entumecido a causa del frío, y aunque la comida era asquerosa estaba acostumbrado a pasar hambre por lo que eso no era problema para él. Tenía mucho tiempo para pensar allá adentro, y eso hizo. Revivió cada uno de los pasos de su último trabajo para evitar que lo volvieran a atrapar. Se confió demasiado, era muy bueno el lo que hacía y ese orgullo le costó la libertad: Su último cliente había tenido el peculiar deseo de antes de morir dejar una nota en la cual mencionaba su ayuda. Los familiares del difunto la encontraron y luego de echarle un vistazo a la tarjeta con su dirección la policía no tardó en dar con él. Aunque sabía que no iban a encontrar prueba alguna del empujón que le dio a ese hombre, el proceso investigativo estaba tardando demasiado y no estaba dispuesto a pagar semejante dinero para salir por fianza, por lo que se dedicó a esperar pacientemente mientras planeaba nuevas maneras de hacer su trabajo, y hacerlo bien.
- Fuiste muy descuidado querido hijo- dijo la inconfundible voz escalofriante a la que tan acostumbrado estaba. Cuando era niño le daba tal pavor que quedaba temblando en un rincón luego que se iba, pero ya ni siquiera esa voz tan terrible le erizaba ya los pelos de la nuca
- Jamás creí que ese imbécil guardara recuerditos de su plan para morir
- Esa boca, recuerda que le debes respeto a los difuntos -Faust no pudo evitar reír mientras el tipo alto, de ojos azules como el cielo y de cabellera roja como fuego le recriminaba
- Te queda bien ese traje papá, que haces aquí, ya no me visitas tan seguido como antes
- Vengo a sacarte de aquí, he averiguado y el cliente era alguien importante, muy rico; y sus padres, que tienen un pie en la tumba ya no van a descansar hasta que alguien pague los platos rotos. Así que moví algunos hilos y voy a pagar tu fianza... mejor dicho uno de mis contactos va a pagar tu fianza
- Ya me extrañaba a mi que tuvieras dinero
- Sabes que los espíritus no tenemos posesiones materiales
- Pero no estaría mal tener un padre rico
Faust miró hacia las rejas y notó que el guardia tenía esa típica mirada con la que se mira a alguien que esta hablando con una pared, y según los ojos del guardia eso es exactamente lo que estaba pasando: un preso sentado en su cama hablando con una pared. Él ya estaba acostumbrado a esa mirada, y le divertía en gran manera ver esas miradas
-Mi padre te manda saludos ¿No lo ves ? Es el hombre alto, guapo y pelirrojo que está con un traje enfrente de mi
- Estás loco - dijo el guardia alejándose del lugar
- Te agradezco el cumplido, pero te tengo otra noticia: Vas a ir a una escuela
- Tu me has enseñado mejor que mil escuelas. ¿Ahora por qué una escuela ?
- Esta escuela es para ti, ya te conté que hay más como tú por ahí. Aunque nadie con tus talentos, talentos que me he dedicado a pulir desde que te adopté cuando tenías cinco años
- En realidad me adoptó otra persona, tu hiciste que me adoptara y luego que lo hizo desapareció, me dejó en una casa abandonada y entonces apareciste tú.
- Lamento que mis métodos no hayan sido los más comunes, pero debes admitir que creciste sano y fuerte
- Es verdad que la experiencia ha sido... interesante, pero no me quejo - su padre esbozó una sonrisa y le giñó un ojo.
En eso momento llegó un oficial, abrió las rejas mientras le seguía un tipo regordete con un maletín en la mano izquierda
- Buenos días señor Faust, su p... padre me puso al tanto de su situación y vine tan pronto como pude, soy el abogado James. Ya he realizado todo el papeleo y en unos minutos le sacaré de aquí.
La celda de abrió, Faust se estiró como un gato y luego siguió a su abogado mientras silbaba alegre.
Luego de cambiarse de ropa, recuperar sus pertenencias y sacarle la lengua al guardia que le había dicho loco pudo respirar el aire del exterior
- Así que ya era de noche
- Bueno señor Faust, ya he cumplido mi parte, espero que su padre quede satisfecho con mis servicios. Buena suerte
Faust vio como luego de esas palabras se alejó con paso apresurado dejándole solo con sus pensamientos. Encendió el teléfono y en el instante que lo desbloqueó comenzaron a entrar los mensajes atrasados. Los leyó rápidamente y encontró uno que le interesó mucho.
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" Me han dicho que puedes ayudarme con mi problema , no tengo a nadie así que puedes quedarte con todo mi dinero, ya no lo necesitaré. Esta es mi dirección"
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Se le había echó agua la boca solamente leer el mensaje,ya tenía otro trabajo y como cereza en un pastel estaba la dirección: el barrio más acaudalado de la ciudad.
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Lamento la demora, tenía otras cosas que hacer. Si quiere hoy mismo ponemos fin a su problema. Estaré esperando su respuesta
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Mientras esperaba la respuesta decidió llamar a un taxi e ir a casa: necesitaría un par de cosas de acuerdo a los caprichos de su cliente y no iba a perder ni un solo momento. El transporte tardó media hora en llegar y el doble para dejarlo frente a la puerta de su casa. El viaje fue bastante silencioso, nadie querría hablar con un tipo que acaba de pedir un taxi desde la cárcel a media noche, por lo que luego de pagar la tarifa el chofer le miró con indiferencia y arrancó el coche.
La casa realmente no era la gran cosa: solo tenia la habitación, una pequeña cocina que rara vez usaba y un baño aún más minúsculo todavía.
Estaba dispuesto a tomarse una ducha cuando en su bolsillo algo comenzó a vibrar. Deslizó la mano en sus jeans y reconoció el número que llamaba antes de siquiera ver el número telefónico: era la persona a quien le había mandado el mensaje
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