El primer juego (Version oscura)

Takumi al subir a la Limusina le echan un somnífero y se duerme y después de un rato se despierta y ve que tenía una especie de uniforme con el número 273, y no solo era Takumi, había varios con ese número.

Takumi (Calmado): ¿Dónde estoy?

Miraba a todos lados mientras que cada uno se despierta y Takumi no quería hacer conversación, ya que solo le interesaba ganar e irse, así que después de un rato varios sujetos rojos entraban con uno de capucha negra, él era el líder de todos ellos.

Cuadrado (Calmado): Me gustaría darles una cordial bienvenida a todos ustedes aquí. Todos los presentes participaran en 6 juegos diferentes en 6 días. Aquellos que ganen los seis juegos obtendrán un hermoso premio en efectivo.

Jugadora 405 (Molesta): ¿Porque debemos creerle?, nos sedaron, nos quitaron nuestras pertenencias, y nos trajeron a este lugar misteriosos ¿y aparecen y dicen que nos pagaran por jugar juegos? ¿espera que le creamos?

Cuadrado (Calmado): Renuentemente tomamos esas medidas al traerlos aquí para manteros nuestra confidencialidad. Les devolveremos toda una vez que terminen los juegos.

Jugador 171 (Calmado): Disculpe y ¿Y porque usan esas mascaras?

Cuadrado (Calmado): No revelamos los rostros, ni la información personal de los empleados a los participantes. Es una medida que tomamos, por unos juegos justos y confidencialidad, espero que entiendan.

Jugadora 100 (Enojada): No confío en nada de lo usted dice., nos engañó y nos secuestró, y luego pone excusas para mantenernos oculto después de todas esas acciones ilegales, solo una razón para poder confiar en usted. Hable

Cuadrado (Calmado): Jugadora 100: Malty Melromarc, 20 años pidió un préstamo de 100mil dólares para un negocio que no funciono, y ahora trabaja como moza, que apenas le alcanza para pagar un alquiler y la deuda, Takumi Fuji, una deuda de 200, mil dólares, y lo mal gasto en una casa de apuesta. Todos aquí están viviendo al límite, con deudas que no pueden pagar, cuando fimos a verlos ustedes, no confiaban en nosotros, pero como saben jugamos un inocente juego y le dimos el dinero prometido cuando ganaron. Así que todos confiaron en nosotros y se ofrecieron como voluntarios para participar en este juego., por su propia voluntad, y está será su última oportunidad para elegir, ¿quieren volver a su antigua vida y vivir con esas deudas o jugar estos juegos e irse con una cantidad impresionante de dinero?

Takumi (Calmado): ¿qué vamos a jugar?

Cuadrado (Calmado): No se revela eso para hacerlo justo *aprieta el control y cae esto*

Cuadrado: El dinero se acumulará en esa esfera después de cada juego., daremos a conocer a todos después de que termine el primer juego, si no quieren jugar, háganlo saber en este momento, ahora formen una fila para que firmen un papel donde están aceptando jugar

Todos forman una fila de varias columnas y ven esto

Consentimiento

Clausura 1: El jugador no podrá dejar de jugar

Clausura 2: Quien se niegue a jugar será eliminado

Clausura 3: Los juegos pueden terminar si la mayoría acepta.

Takumi firma sin dudarlo

voz femenina: Todos los jugadores, el juego está por comenzar, sigan las instrucciones y proceda a la sala de juegos.

Cada jugador mira al a Cámara y sonría

Mientras sonríe en otra parte salen las fotos de cada jugar y todos los jugadores suben por una escalera que parece un laberinto, hasta salir en un patio grande.

Voz femenina; todos los jugadores deben esperar en el campo, todos los jugadores deben esperar en el campo, sigan las instrucciones

Las puertas se cierran y todos se preguntan qué pasa.



Voz femenina: El primer juego es luz roja y luz verde, ustedes pueden avanzar hacia adelante mientras ella grita luz verde, si detectan que se mueven posteriormente serán eliminados

Takumi (Calmado): (Eso es fácil, solo debo detenerme cuando llegue luz y paso calmado y rápido para tener tiempo en quedarme quieto)



Malty Melromarc (Calmada): Yo lo jugaba cuando era niña

Voz femenina: ustedes pueden avanzar hacia adelante mientras ella grita luz verde, si detectan que se mueven posteriormente serán eliminados, todos los que cruce la meta sin ser atrapados en cinco minutos ganarán el juego. es hora de comenzar el juego ¡Jugaremos muévete luz verde!

Takumi avanza lento y apenas oye mueve se detiene, pero la muñeca detecta alguien moviéndose

Muñeca: Jugador 98 eliminado

Al disparar varios entrar en pánico y salen corriendo, Takumi era el único en la delantera y no se mueve porque nadie lo empujo y de los 456, 200 fueron eliminados en un ratito

Mueva: Sigan as instrucciones, ustedes pueden avanzar hacia adelante mientras ella grita luz verde, si detectan que se mueven posteriormente serán eliminados. jugaremos muévete luz verde.

Takumi había avanzado mas

Muñeca: Jugaremos muévete luz verde

Takumi ya estaba por mucha diferencia de los demás y la gente comenzaba a moverse y la muñeca aceleraba la voz haciendo que Takumi se detenga antes de lo que había planeado, y más eran eliminados y Takumi llega primero a la meta salvándose y más jugadores mueren

En la noche Takumi temblaba de miedo y nadie lo consolaba, en eso se abren las puertas y entran los mismos sujetos, de antes



Cuadrado: Todos ustedes han logrado ganar el primer juego muchas felicidades, a todos, es hora de anunciar los resultados del primer juego, de 456, 400 fueron eliminados y 56 completaron el juego.

Muchos le suplica que les perdonen la vida, y que pagaran las deudas

Cuadrado: ¡No estanos aquí para hacerles daño! ¡Estamos aquí para darles una oportunidad!

Takumi (Enojado): ¡No vale la pena, nadie va a jugar más!

Cuadrado (Serio): ¡Clausura 2 los jugadores que no quieran jugar serán eliminados!

Takumi (Serio): Clausura 3 los juegos pueden pararse si, la mayoría decide no jugar

Cuadrado (Calmado): Eso es correcto, pero miren cuanto está el premio,




Era una cantidad impresionante de dinero.

Cuadrado (Calmado): Pero si no quieren jugar, ese dinero será dividió entre los que fueron eliminados y dados a sus familias, ahora voten.

de los 56, 10 votaron que quieran jugar y los juegos se suspenden y los jugadores que son 10, dijeron que no es justo

Cuadrado (Calmado): Ustedes 10 esperarán aquí, los demás serán dejados en sus zonas *Después de eso el cuadrado se reúne con los 10* Ustedes se les dará una tarjeta nueva que al llamar les diremos cuando se abren los juegos.

Los 10 asienten y varias horas después Takumi tiempo después regresa su casa.

Takumi (Calmado): Loona, ya estoy de vuelta. *Su voz suena más cansada de lo habitual, y evita el contacto visual*

Loona (Preocupada): Takumi, ¿qué pasó? Dos días sin noticias... Estaba preocupada. ¿Cómo te fue *Se acerca a él, observándolo con atención. Nota la tensión en sus hombros, la palidez en su rostro*

Takumi (Miedo): *Evita su mirada, frotándose la sien con los dedos*No la pasé. Pero no te preocupes, volveré a mi antiguo trabajo. *Su voz suena forzada, intentando sonar despreocupado*

Loona (Compasiva): *Toca suavemente su brazo, su tono es suave pero firme* No me convences. ¿Estás seguro de que estás bien? Pareces... tenso. Mucho más de lo normal. ¿De verdad solo fue una prueba? *Le observa con preocupación, buscando cualquier señal de que algo va mal*.

Takumi (Suspira): Sí, Loona. Solo eso. *Se aparta ligeramente, como si quisiera huir de la conversación*. Necesito descansar.

al día siguiente, en la calle

En la calle poco transitada. Takumi camina con paso rápido, intentando pasar desapercibido. Dos hombres, GORDO y Flaco, lo interceptan.




Gordo (Gruñendo): ¡Eh, tú! ¡Takumi! ¿Creíste que podrías desaparecerte, así como así?

Takumi (Nervioso): Eh... ¿Sí? ¿De qué me hablan?

Flaco (Amenazante): No te hagas el tonto. Sabemos que nos debes dinero. Y no estamos de humor para bromas.

Gordo (Serio): *Acercándose a Takumi* Mira, tenemos dos opciones: la fácil o la difícil. La fácil es que nos pagues lo que nos debes. La difícil... bueno, la difícil implica que te enseñemos a apreciar el valor del dinero a golpes.

Takumi (Miedo): *Tragando saliva* Yo... tengo algo de dinero... pero no todo...

Flaco (Enojado): *Interponiéndose* ¿Algo? ¿Es que te burlas de nosotros? ¿Crees que nos vamos a conformar con migajas?

Gordo (Calmado): Déjalo, Flaco. Nunca se cobra de golpe, ese fue el trato, así que Takumi debe darnos 6000 dólares, Espero ¿Cuánto tienes, Takumi?

Takumi (Miedo): *Sacando un fajo de billetes* Tengo... 10.000 dólares. Es todo lo que me queda.

Flaco (Enojado): *Mirando el dinero con desdén* ¡10.000 dólares! ¡Es una broma! ¡Nos debes mucho más!

Gordo (Enojado): *Dándole un codazo a Flaco* ¡Cállate! 10.000 dólares, es un poco más con el acuerdo, si quieres estar en este negocio, será mejor que sigas las reglas, nos volveremos a ver Takumi al siguiente mes.

Flaco (Suspira): *Resoplando* Tienes razón... pero...

Gordo (Calmado): *Tomando el dinero* ¡No hay peros! Considera esto como un anticipo. La próxima vez, no nos dejarás esperando. ¿Entendido?

Takumi (Calmado): *Asintiendo con la cabeza* Sí, sí... lo entiendo.

Flaco (Enojado): *Mirando a Takumi con una sonrisa burlona* Adiós, Takumi. Que tengas suerte... aunque dudo que la necesites.

El Gordo y Flaco se alejan, dejando a Takumi solo en la calle, visiblemente aliviado, pero también preocupado por el futuro.

Takumi (Calmado): *Marca ese número*

El teléfono suena, corto y seco. Takumi, con las manos temblorosas, espera. La desesperación se mezcla con un extraño anhelo de control, un deseo de no ser solo una pieza más en ese macabro juego. Quiere estar del otro lado, en el poder.

Finalmente, una voz masculina, profunda y resonante, contesta. No es la voz fría y mecánica de antes, sino una voz que transmite autoridad, poder, y una frialdad calculada.

Voz Masculina (Serio): Habla. Sé breve. Tu tiempo es valioso.

Takumi (Con miedo): Quiero... quiero participar en los juegos. Pero... no como jugador.

Un silencio pesado se instala al otro lado de la línea. Takumi puede sentir la mirada penetrante del hombre al otro lado, analizando cada palabra, cada intención.

Voz Masculina (Serio): ¿No como jugador? Explícate.

Takumi (Miedo): Quiero ser... uno de ustedes. Un guardia.

Otro silencio, aún más intenso que el anterior. Takumi suda frío, esperando la respuesta.

Voz Masculina (Calmado): Interesante. Tu solicitud es... inusual. Pero no carece de mérito. Demuestras una comprensión de la situación que la mayoría de los participantes no poseen. ¿Qué te hace pensar que eres apto para este puesto?

Takumi (Firme): He jugado antes. Sé lo que se siente. Sé lo que se necesita para sobrevivir. Y sé lo que se necesita para controlar a los demás.

Voz Masculina (Serio): La supervivencia es una cualidad necesaria, pero no suficiente. El control requiere algo más... ¿qué más tienes que ofrecer?

Takumi (Calmado): Lealtad. Obediencia. Y la capacidad de infundir miedo.

Voz Masculina (Calmado): Bien. Te daré una oportunidad. Pero recuerda: el fracaso no se perdona. Te contactaremos en 24 horas. Si no te presentas... desaparecerás.

La llamada se corta. Takumi deja el teléfono, sintiendo un escalofrío que no es solo de miedo, sino también de una extraña excitación. Ha hecho una apuesta arriesgada, una apuesta por su supervivencia, pero también por algo más... por el poder. El juego lo ha cambiado.

La decisión de Takumi fue un punto de no retorno, un pacto con las tinieblas. No se trató solo de una estrategia de supervivencia, sino de una transformación profunda, una metamorfosis oscura que lo iba cambiando por dentro, sin que él mismo lo notara del todo al principio. Fue como si hubiera vendido su alma al mismo demonio, intercambiando su humanidad por una promesa ilusoria de poder y control.

Los días posteriores fueron un proceso de deshumanización gradual. El entrenamiento fue brutal, despiadado, diseñado para romper su espíritu y moldearlo a la imagen de un guardia eficiente, frío, y sin escrúpulos. Le enseñaron a controlar su miedo, a reprimir sus emociones, a ver a los demás jugadores no como personas, sino como piezas en un tablero de ajedrez. Le enseñaron a infundir terror, a usar la violencia con precisión quirúrgica, a disfrutar del poder que le otorgaba su posición.

Pero la transformación no fue solo física o técnica. Algo más profundo ocurría en su interior. Su empatía se fue erosionando, reemplazada por una indiferencia glacial hacia el sufrimiento ajeno. Su moralidad se desdibujó, convirtiéndose en una nebulosa de pragmatismo despiadado. La compasión y la bondad que alguna vez tuvo se convirtieron en recuerdos lejanos, fantasmas de una vida pasada que ya no existía.

Loona, su imagen en su mente se fue volviendo cada vez más distante, un eco lejano en el vacío de su nueva realidad. La culpa, ese sentimiento que alguna vez lo había atormentado, se había disipado, reemplazado por una satisfacción oscura, una sensación de superioridad alimentada por el poder que ahora poseía.

El cambio no fue repentino, sino sutil y progresivo. Como una planta carnívora que atrapa lentamente a su presa, el sistema se lo fue absorbiendo, transformándolo en algo que ya no reconocía. Takumi ya no era el mismo. Se había convertido en una sombra, un reflejo distorsionado de lo que alguna vez fue. Había cruzado el umbral sin retorno, y el precio de su decisión sería más alto de lo que jamás había imaginado.

La noche es tranquila. Loona prepara la cena, una sencilla pero cálida comida casera. Takumi entra, cansado, pero con un intento de sonrisa en el rostro. Intenta parecer normal, pero la tensión en sus hombros y la mirada huidiza delatan algo.

Loona (Calmada): Hola, Takumi ¿Cómo te fue hoy? Pareces un poco... tenso.

Takumi (Frio): Un largo día. Mucho trabajo. Pero nada del otro mundo.

Loona (Calmada y Preocupada): ¿Estás seguro? No me convences. Has estado muy distante estos últimos días. ¿Te pasa algo?

Takumi (Sin emoción): No, no pasa nada. Solo estoy cansado. Necesitaba un poco de tiempo para mí.

Loona (Preocupada): Takumi... me preocupas. Sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad? No importa lo que sea.

Takumi (Frio): *Suspira* Lo sé, Loona. Y te agradezco que te preocupes por mí. Pero... no hay nada que contar. De verdad. Solo necesito descansar.

Loona (Preocupada): ¿Estás seguro? Porque... pareces diferente. Más... duro. Más frío.

Takumi (Sin emoción): Es el trabajo, supongo. Te hace cambiar. Te endurece.

Loona (Preocupada): Espero que no sea así. Espero que no te esté cambiando para mal.

Takumi (Calmado): *Tomando sus manos* No te preocupes por mí. Todo estará bien. Ya verás. *Le da un beso en la frente* Ahora, vamos a cenar. Tengo hambre.

Durante la cena, el silencio es incómodo. Takumi come mecánicamente, evitando el contacto visual con Loona. Loona intenta mantener la conversación, pero las respuestas de Takumi son cortas y evasivas. La tensión es palpable. Loona nota la frialdad en su mirada, la ausencia de la calidez que antes compartían. La persona que tiene enfrente es una sombra de quien era. Una sombra que oculta un secreto oscuro y terrible.

Después de cenar, Loona intenta acercarse, pero Takumi se aleja, buscando refugio en el silencio de su habitación. Loona se queda sola, con la inquietud carcomiendo su corazón. Sabe que algo va mal, pero Takumi no se lo quiere contar. Y ese silencio, esa evasión, es más doloroso que cualquier confesión.

El silencio de Takumi se había convertido en un abismo que separaba a sus seres queridos. Loona, su hermana mayor, sentía una punzada de dolor cada vez que miraba su teléfono, esperando una llamada que nunca llegaba. El vínculo que los unía, tan fuerte y cercano, se estaba deshaciendo lentamente, como arena entre los dedos.

Rock, Nina y Elios, sus amigos de toda la vida compartían la misma angustia. Las llamadas y los mensajes que enviaban quedaban sin respuesta. Las risas y las bromas que antes compartían ahora se veían reemplazadas por un vacío inquietante. La ausencia de Takumi había dejado un hueco en sus vidas, un silencio ensordecedor que les recordaba constantemente su lejanía.

Rock, el más serio del grupo, intentaba llamar a Takumi una y otra vez, dejando mensajes desesperados en su buzón de voz. Nina, la más sensata, intentaba mantener la calma, proponiendo ideas para encontrarlo y hablar con él, pero la preocupación se reflejaba en sus ojos. Elios, el más observador, había notado pequeños detalles, cambios en las redes sociales de Takumi, una ausencia de publicaciones, un silencio inusual que le hacía sospechar que algo grave estaba pasando.

Loona había intentado hablar con sus amigos, compartiendo su preocupación y su impotencia. Juntos, habían repasado los últimos recuerdos que tenían con Takumi, buscando alguna señal, alguna pista que pudiera explicar su repentino cambio. Habían revisado sus cuentas de redes sociales, buscando alguna indirecta, alguna publicación que pudiera darles alguna respuesta. Pero todo estaba en silencio. Un silencio que les helaba la sangre.

La incertidumbre se había apoderado de ellos. ¿Qué le había pasado a Takumi? ¿Estaba bien? ¿Había alguien que pudiera ayudarlos a encontrar respuestas? La angustia se había convertido en una constante, una sombra que les perseguía día y noche, recordándoles la ausencia de su amigo, de su hermano. El silencio de Takumi era un grito silencioso de auxilio que ellos no sabían cómo descifrar.

La cafetería está casi vacía. Loona, Nina y Rock se sientan en una mesa apartada, el ambiente cargado de una tensión silenciosa. Loona toma un sorbo de café, sus manos temblorosas.

Loona (Suspira): No entiendo nada. Hace semanas que no hablo con Takumi. No contesta el teléfono, no responde a los mensajes...

Rock (Enojado): *Golpeando la mesa con el puño* ¡Es una locura! ¡Es Takumi! Siempre está ahí, siempre contesta... ¿Qué demonios le pasa?

Nina (Calmada): Rock, cálmate. No sirve de nada gritar. Tenemos que pensar con claridad.

Loona (Triste): Sí, por más que le pido que me diga, lo que le pasa, desvía el tema o dice que estoy bien y es que solo es cansancio, pero no le creo nada.

Rock (Preocupado): *Mirando a Nina* ¿Crees que le habrá pasado algo malo? ¿Qué le haya ocurrido algo?

Nina (Calmada y Preocupada)): No lo sé, Rock. No quiero pensar en eso. Pero... es preocupante. Su silencio es demasiado extraño. No es como él.

Loona (Triste): *Secándose las lágrimas* Es como si se hubiera evaporado. Como si nunca hubiera existido. Es horrible. Me siento tan... perdida. Tan sola.

Rock (Compasivo): *Poniendo una mano sobre el brazo de Loona* Loona, no te preocupes. Vamos a encontrarlo. Entre los tres, lo encontraremos. No vamos a dejarlo solo.

Nina (Calmada): *Asintiendo* Tienes razón, Rock. Necesitamos un plan. Primero, vamos a revisar sus redes sociales de nuevo, a ver si encontramos algo que se nos haya pasado. Luego, podemos intentar hablar con Elios, a ver si sabe algo. Y si no... tendremos que ir a la policía.

Loona (Calmada): *Con un hilo de esperanza* Sí, tienes razón. Tenemos que hacer algo. No podemos quedarnos de brazos cruzados. No podemos permitir que Takumi desaparezca así, sin más.

Los tres amigos se miran, unidos por la preocupación y la determinación. El silencio de Takumi les ha unido más que nunca, convirtiendo su angustia en una fuerza común, en una promesa de que no descansarán hasta encontrarlo y comprender qué le ha pasado.

Elios tampoco sabía lo que le pasaba a Takumi, y añadía una capa más de misterio a la situación. Rock y Nina habían intentado contactar a Takumi varias veces, pero sus mensajes y llamadas quedaban sin respuesta, lo cual era inusual en él. Loona, en medio de su angustia por la desaparición de su hermano, sentía u mal augurio, aunque sabía que no era justo. Después de todo, Elios era solo otro amigo preocupado, y su agenda apretada no implicaba necesariamente que fuera insensible a la situación.

Unos pocos días después

El sol apenas comenzaba a asomar por el horizonte cuando Takumi entró en la cocina. Loona, todavía con el pijama puesto, preparaba el desayuno. Su hermano, normalmente cariñoso y hablador, se mantenía distante, con una frialdad que le heló el corazón.

Takumi se acercó a ella, su rostro inexpresivo, sus movimientos mecánicos. Hablaba con una frialdad que contrastaba con el ambiente matutino.

Takumi (Frio): Iré a trabajar. Estaré varios días fuera. Y no creo que pueda conversar mucho en este tiempo.

Loona, sorprendida por la frialdad en la voz de su hermano, levantó la mirada, buscando alguna señal de afecto en sus ojos. Pero solo encontró un vacío gélido, una mirada distante y vacía.

Loona (Preocupada): ¿Varios días? ¿A dónde irás? ¿Qué trabajo tienes? ¡Dímelo! *Enojada*

Takumi se encogió de hombros, su gesto simple y desinteresado. El silencio que siguió fue pesado, incómodo. La pregunta de Loona colgaba en el aire, sin respuesta.

Takumi (Frio): Detalles irrelevantes. No te preocupes por mí. Estaré bien.

Loona sintió un nudo en la garganta. La frialdad de Takumi, sus respuestas evasivas, la estaban hiriendo profundamente. El vínculo que los unía, tan fuerte y cercano, parecía estar deshaciéndose lentamente.

Loona (Triste y Preocupada): Takumi... no me gusta verte así. ¿Qué te pasa? ¿Puedo ayudarte en algo?

Takumi se giró para irse, sin responder a su pregunta. Su respuesta implícita fue un silencio doloroso, un vacío que resaltaba la distancia que se había creado entre ellos.

Takumi (Frio): No necesito tu ayuda.

Y con esas palabras, Takumi salió de la casa, dejando a Loona sola con su preocupación y su dolor. El vacío que dejó tras de sí era más grande que cualquier respuesta.

La noche caía sobre la ciudad, envolviéndola en una oscuridad profunda. Takumi, con el rostro inexpresivo, se acercó a un camión de reparto estacionado en una calle lateral, oscura y solitaria. El vehículo estaba aparcado en un lugar apartado, casi oculto a la vista. Parecía esperar su llegada.

Sin dudar, Takumi abrió la puerta trasera del camión y entró. En el interior, la iluminación era escasa, pero suficiente para ver una serie de ropa colgada en perchas. Entre ellas, un traje que llamaba la atención por su color rojo intenso, casi sangriento.




Con movimientos rápidos y precisos, Takumi se deshizo de su ropa y se vistió con el traje rojo. El material era suave al tacto, pero transmitía una sensación fría y amenazante. Una vez vestido, se colocó una máscara que ocultaba completamente su rostro, una máscara triangular de un material desconocido, que parecía fusionarse con la oscuridad. Finalmente, fijó un pequeño número en su pecho: 52.

Cuando Takumi salió del camión, ya no era el mismo hombre que había entrado. Su transformación era completa. Era una figura imponente, envuelta en un aura de misterio y peligro. El traje rojo, la máscara triangular y el número 52 lo convertían en un símbolo de poder, de amenaza.

En ese momento, apareció un barco en el muelle cercano, una embarcación oscura y silenciosa que parecía emerger de las sombras. El barco no tenía luces, ni nombres, solo una silueta amenazante que contrastaba con la oscuridad de la noche. Parecía esperar su llegada.

Sin vacilar, Takumi se dirigió hacia el barco, sus pasos firmes y silenciosos. Subió a bordo sin ser visto, fundiéndose con la noche, con la oscuridad. El barco zarpó sin hacer ruido, desapareciendo en la inmensidad del océano, llevándose consigo al hombre que ya no era Takumi, sino el número 52, un peón en un juego mortal. El destino: una isla misteriosa, envuelta en un velo de secreto y peligro.

El barco llegó a la isla bajo el amparo de la oscuridad. La costa era irregular, con rocas escarpadas y una vegetación impenetrable. La atmósfera era opresiva, cargada de una tensión palpable. Takumi, o más bien el número 52, siguió las instrucciones que le habían dado: desembarcó sin llamar la atención y se dirigió a su habitación, una celda fría y austera. El sueño llegó lentamente, interrumpido por pesadillas vagas y perturbadoras.

Al día siguiente, la luz del sol reveló la verdadera naturaleza de la isla. Era un lugar desolado, con una arquitectura imponente pero decadente, un escenario de pesadilla que contrastaba con la belleza cruel del paisaje. Takumi, siguiendo sus instrucciones, salió de su habitación y se dirigió al patio central, donde se concentraba la actividad.

Allí vio a varias personas, vestidas con trajes similares al suyo, aunque de diferentes colores. Hablaban en susurros, con miradas nerviosas y tensas. Pero entre ellos, Takumi reconoció algunos rostros. Rostros que conocía, rostros de personas que había visto antes, personas que habían participado en el primer juego. Algunos parecían estar más debilitados, otros mostraban una mirada vacía, perdida. Pero todos compartían el mismo temor, la misma desesperación.

Sin mostrar emoción alguna, Takumi se acercó a ellos, cumpliendo con su misión. Su mirada fría e impasible les indicaba su nueva posición en la jerarquía. Había pasado del lado de los jugadores al lado de los guardianes. Ahora, su objetivo era llevarlos al segundo juego, una nueva ronda de pruebas, de sufrimiento. La máscara ocultaba su rostro, pero en sus ojos, había un brillo oscuro, un reflejo del vacío que se había apoderado de su alma.

Con un gesto casi imperceptible, Takumi señaló a algunos de los jugadores, indicando que los seguía. Su voz, cuando habló, era fría y mecánica, sin ningún atisbo de compasión o humanidad. Era el número 52, el guardián, el ejecutor. El juego había comenzado.

El sol caía a plomo sobre la arena, intensificando el calor sofocante de la isla. Una voz femenina, amplificada por un sistema de altavoces ocultos, resonó a través del patio central, cortando el silencio tenso que se había instalado entre los jugadores. La voz, fría y autoritaria, no dejaba lugar a dudas. El segundo juego estaba a punto de comenzar.

Voz femenina: *A través de los altavoces* El segundo juego está por empezar. Deben desenterrar una llave. Esa llave abrirá un cofre. Dentro del cofre encontrarán un cubo. Deben abrir ese cubo en diez minutos. Si no lo logran... serán eliminados.

Un murmullo de inquietud recorrió a los jugadores reunidos. El anuncio era conciso, directo, sin espacio para la ambigüedad. La amenaza latente de la eliminación era palpable, intensificando la tensión en el ambiente. Algunos jugadores intercambiaron miradas nerviosas, mientras otros se concentraban en sus pensamientos, intentando descifrar las reglas del juego.

La voz femenina continuó, describiendo la ubicación de la llave, un lugar específico en el patio central, marcado con una X en el suelo. Las instrucciones eran precisas, dejando claro que no había margen para el error. El tiempo, diez minutos, era escaso, una cuenta regresiva que se iniciaría una vez que se encontrara la llave.

Takumi, o más bien el número 52, observaba a los jugadores con una mirada impasible, sin mostrar ninguna emoción. Su papel era el de guardián, de observador. Su misión era asegurarse de que las reglas se cumplían, que el juego se desarrollaba según lo previsto. La eliminación de los jugadores no era su preocupación. Él era solo una pieza más en este macabro juego, un instrumento sin sentimientos. El suspense era palpable, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Los diez minutos habían comenzado.

El barco regresó a la costa, dejando atrás la isla desolada y sus macabros juegos. Takumi, de vuelta a su anterior apariencia, bajó del barco, con un fajo de billetes de 14.000 dólares en el bolsillo. El dinero, producto de su participación como guardián en el segundo juego, era una recompensa fría y despiadada por su impasibilidad y su capacidad de ejecutar sin dudar. El viaje de regreso estuvo lleno de un silencio inquietante, roto solo por el sonido del mar.

Al llegar a su casa, Takumi encontró a dos hombres esperándolo. Eran dos tipos corpulentos, uno gordo y otro flaco, con miradas amenazantes.

Takumi, sin mostrar emoción alguna, se acercó a ellos. Su rostro inexpresivo no revelaba nada de lo que había vivido en la isla. Hablaba con la misma frialdad que había mostrado en la isla.

Takumi (Frio): La segunda cuota. Diez mil dólares.

Extendió el dinero a los dos hombres, sin contacto visual. El gordo tomó el dinero, contándolo con rapidez. El flaco observaba a Takumi con una mirada penetrante, como si intentara leer su mente, buscando alguna señal de debilidad o remordimiento. Pero Takumi permaneció impasible, como una estatua de hielo.

Gordo (Calmado): Bien, Takumi. No nos has defraudado. Pero recuerda, faltan 18 cuotas. Y si no cumples... las consecuencias serán... desagradables.

El flaco asintió, su mirada aún fija en Takumi. La presencia de ambos hombres era opresiva, una amenaza latente que recorría la habitación. El dinero, aunque una gran suma, era solo una parte de una deuda mucho mayor, una deuda que Takumi sabía que nunca podría saldar por completo, una deuda que lo ataba a ese juego cruel y despiadado.

Takumi (Frio): Lo sé.

La puerta de la casa se abrió con un chasquido silencioso. Takumi entró, llevando consigo el peso del dinero y la frialdad de la isla. Loona, esperando ansiosamente su regreso, lo recibió con una sonrisa y una pregunta llena de esperanza. Pero la respuesta fue un vacío desolador.

Loona (Feliz): Takumi... ¡has vuelto! ¿Cómo te fue? ¿Dónde has estado? Estaba tan preocupada...

Takumi la ignoró por completo. Pasó por su lado como si fuera un fantasma, sin siquiera mirarla, sin pronunciar una sola palabra. El Takumi amable, cariñoso y cercano, había desaparecido por completo. En su lugar, había un hombre frío, distante, una cáscara vacía que arrastraba el peso de sus acciones. El dinero que llevaba en el bolsillo parecía representar la pérdida de su humanidad, el precio de su participación en ese juego macabro.

Loona, herida profundamente por la indiferencia de su hermano, sintió que un dolor agudo le oprime el pecho. Intentó nuevamente, su voz temblaba ligeramente.

Loona (Preocupada): Takumi... por favor... dime algo... ¿Qué te ha pasado?

El silencio fue la única respuesta. Takumi se dirigió directamente a su habitación, dejando a Loona sola en la sala, con el eco de su silencio resonando en sus oídos. El vacío que sentía era inmenso, una sensación de pérdida que la abrumaba. El hermano que conocía, el hermano que amaba parecía haber desaparecido para siempre, sustituido por una figura sombría y distante, envuelta en un misterio impenetrable. La imagen del Takumi amable se desvanecía, reemplazada por la fría realidad de la transformación que había sufrido. La esperanza se desvanecía lentamente, reemplazada por una profunda sensación de soledad y desolación.

Takumi entró en su habitación, arrojando el fajo de billetes sobre la mesa con un gesto brusco. El sonido del dinero al caer fue el único ruido que rompió el silencio sepulcral que se había instalado en la casa. Loona, aún con el corazón roto por la frialdad de su hermano, se acercó tímidamente.

Loona (Llora): Takumi... Elios, Rock y Nina... están preocupados por ti. Te han estado buscando.

La mención de sus amigos provocó una reacción mínima en Takumi. Se giró lentamente, su mirada fría y vacía, sin rastro de la calidez que alguna vez había caracterizado su mirada.

Takumi (Frio): Nada, Loona.

El "nada" resonó en la habitación, vacío y desolador. Era una respuesta que descartaba cualquier posibilidad de conexión, de comprensión. Era un muro impenetrable, construido con frialdad y desinterés. Loona sintió que sus esperanzas se desvanecían, reemplazadas por una profunda sensación de desesperación.

Loona (Triste): Pero... están muy preocupados. Han intentado contactarte... han preguntado por ti...

Takumi se volvió a dar la vuelta, ignorando completamente las palabras de su hermana. Su indiferencia era cruel, una forma de tortura silenciosa. El dinero sobre la mesa parecía representar una barrera infranqueable entre ellos, un símbolo de la transformación que había sufrido, de la persona que había dejado de ser.

Loona (Triste): Takumi... por favor...

El silencio volvió a apoderarse de la habitación, un silencio denso y sofocante, que reflejaba la distancia que se había creado entre hermanos, una brecha que parecía insalvable. La preocupación de sus amigos, la desesperación de Loona, todo era irrelevante para Takumi, perdido en la oscuridad de su nueva realidad.

Loona se quedó allí, de pie en la puerta de la habitación de Takumi, observándolo con una mezcla de tristeza y desesperación. Las palabras que había pronunciado antes resonaban en sus oídos, un eco de la preocupación y la impotencia que la inundaban. El Takumi que conocía, el hermano cariñoso y cercano, se había desvanecido, reemplazado por una figura sombría y distante. La frialdad en sus ojos, la indiferencia en su voz, le habían infligido una herida profunda. Las lágrimas amenazaban con brotar, pero ella las contenía con fuerza, luchando contra la desesperación.

En su mente, una sola frase se repetía, un lamento silencioso que expresaba su dolor y su miedo:

Loona (Pensando): {Lo estoy perdiendo...}

La frase era un susurro, un grito silencioso que reflejaba la profunda tristeza que la consumía. La pérdida de su hermano no era solo la pérdida de una persona, sino la pérdida de un vínculo profundo y significativo, el desmoronamiento de una relación familiar que había sido el pilar de su vida.

El dinero sobre la mesa, símbolo de la nueva vida de Takumi, parecía ser una barrera infranqueable, separándolos irremediablemente. La distancia entre ellos era palpable, un abismo que parecía crecer cada segundo. Loona se dio cuenta de que la situación era mucho más grave de lo que había imaginado, que la transformación de Takumi era profunda y posiblemente irreversible. La tristeza se mezclaba con una sensación de desesperación y miedo, un miedo al futuro, a un futuro en el que Takumi ya no estaría a su lado. El peso de la situación era abrumador.

Continuara......



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top