Capítulo 3.

La maldad tiene dos caras: una con la que te seduce y otra con la que te mata.

Todo el camino a casa fue un quebradero de cabeza. No había vuelto a hablar con Caroline desde aquella mañana en la que me dio la noticia. Estaba realmente enfadado, odiaba cuando hacía las cosas así y tomaba decisiones que nos afectaban a los dos sin contar conmigo. Siempre que hacía algo así, tenía que arreglarlo yo, pero esto era lo peor hasta ahora. El resto me parecían ahora decisiones banales.

Me bajé del coche y vi que había luz dentro de la casa. Eran apenas las siete de la tarde y de lo que menos tenía ganas era de una discusión con Caroline, pero tenía que dejarle claro y que entendiera que no podía tomar decisiones que nos afectaban a los dos sin, al menos, avisarme.

Ella me cuestionaba todo, hasta lo más simple como era cambiar los cojines del sofá. Y ella, mientras, metía a sus familiares en nuestra casa sin avisarme siquiera.

Suspiré, queriendo calmarme antes de que los nervios llegaran a controlarme. No tenía ganas de discutir, solo quería que entendiera mi descontento y mi motivo para estar así.

Giré la llave en la cerradura de la puerta y entré. Miré todo el alrededor y no había señales de que alguien acabara de llegar, nada de ruido, silencio. Y eso fue lo que más miedo me dio. ¿Y si ya era tarde y estaba instalada? No tendría nada que hacer entonces.

En el pasillo me dirigía hasta la sala principal. Caroline salía de esta y nos cruzamos, fue un momento incómodo durante unos segundos. Había tensión y no de la buena.

—No te había oído llegar —musitó ella, no muy seria, pero podía sentir que tampoco estaba contenta—. ¿Qué tal el día?

—Caroline, —intenté ser comprensivo al principio, no enfadarme, pero la situación me sobrepasaba— ¿por qué no pudiste consultarme ni una sola vez todo esto? ¿Tan difícil era?

La tregua que parecía haber entre nosotros dos se disipó en cuestión de segundos. Frunció el ceño y me miraba con furia.

—¿Que por qué no te consulté? ¿Lo estás diciendo en serio? —Ella iba aumentando el volumen de la voz, lo que le había dicho la estaba enfadando, pero era lo que pensaba realmente sobre toda esta situación.

Cuando estaba a punto de replicar, el sonido del timbre nos desconcertó, sacándonos del tema de discusión. Miré a Caroline y vi que una sonrisa se formaba en su rostro, no sabía por qué. Miré el reloj y vi que apenas habían pasado cuarenta y cinco minutos desde que llegué.

—¿Estás esperando a alguien? —Le pregunté ya más calmado, con el tono normal de voz de siempre. No quería seguir con esta discusión tan estúpida. La decisión ya estaba tomada y, por mucho que gritara, la situación no cambiaría absolutamente nada. Sólo me quedaba aceptarlo y aguantarme.

—¿Que si estoy esperando a alguien? —Caroline preguntó con sarcasmo en su voz mientras se dirigía hacia la puerta de entrada a paso ligero—. Logan, esta noche era cuando venía mi sobrina, para que la conocieras y a traer unas cuantas cosas.

Me quedé sin palabras cuando procesé lo que había salido de su boca. ¿Esta noche?

—Perdón, cariño, se me olvidó —intenté recurrir a la excusa más fácil, pero la verdad era que ni sabía que venía hoy. Ni recordaba que ella me hubiera mencionado algo de eso, pero lo dejé pasar. No la quería enfadada—. ¿Se queda ya a partir de hoy? —Pregunté curioso, intentando sonar amable.

Ni siquiera me contestó, ni me miró, antes de abrir la puerta y encontrarme con ese par de ojos azules que me habían estado quitando el sueño y persiguiendo mis pensamientos durante algunas semanas. Era Brynne. La chica del bar. La chica que me había puesto nervioso.

Tuve que parpadear un par de veces para cerciorarme de que no estaba soñando, para asegurarme de que no estaba alucinando y que esta era la realidad. Una muy cruda y que no me esperaba en absoluto.

—Brynne, cariño, cuánto tiempo —mi esposa abrazó a su sobrina y yo me quedé mirando como si acabara de ver a un fantasma. Mi mente no asimilaba que esto estuviera pasando y se me daba fatal fingir. Además, ni siquiera había tenido para sopesar que esto podría pasar e improvisar no era uno de mis talentos.

Por un momento llegué a pensar que esto era una broma, un tipo de castigo por no haberle contado a Caroline lo que pasó aquella noche. Aunque, ¿qué pasó? Simplemente conocí a una chica con Jack, hablamos y luego separamos caminos. Y eso pasó porque ella nos dejó allí tirados, me recordé a mí mismo. Ella se despidió después de decir que sabía cómo eran los hombres como nosotros. Y me pregunté si, tal vez, ella hubiera hecho algún movimiento mostrando interés hacia mí, ¿qué habría hecho yo?

Nunca había sido de esa clase de persona que engaña sin pensar en el daño que puede causarle a su pareja, y tampoco quería pensar que podría pasar algo entre ella y yo. De hecho, me estaba planteando hablar con Brynne a solas y dejarle claro que, lo que pasó aquella noche, todo estaba mejor olvidado.

Ella no tenía por qué saber que esas últimas palabras eran mentira. Pero había ciertas cosas que eran mejor ignorar y dejarlas donde estaban.

—Hola, tía Caroline —su voz era incluso más bonita de día y no me esperé esa sobrecarga de emociones que me invadió el cuerpo—. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos —finalizó con una risa breve. Parecía que ni se había dado cuenta de mi existencia. Y eso me dio un par de segundos para recomponerme.

—¡Y tanto! Has crecido mucho, estás preciosa —le dijo Caroline cogiéndola de las manos y mirándola de arriba a abajo con una sonrisa amplia en su cara. Estaba feliz de verla y se notaba—. Estás ya toda hecha una mujer.

Por un momento pensé en por qué Caroline casi nunca hablaba de su familia. Pensaba que tendrían una relación tensa, pero esto no me lo esperaba para nada.

—Gracias, tía —Brynne le devolvió la sonrisa. Y entonces se fijó en mí. El cuerpo se me tensó y las palabras se me habían quedado en un nudo en la garganta. Odiaba esta manera de reaccionar, pero no podía hacerle nada.

Pero ella también parecía tensa y tenía el rostro palidecido. Pensé que la expresión en su cara tenía que ser un reflejo de la mía propia. Intenté recomponerme lo antes posible para que mi esposa no se diera cuenta de que algo no iba como debía.

—Hola —fue su saludo sin más. Me sorprendió la frialdad en su tono, pero era normal teniendo en cuenta las circunstancias.

—Cariño, este es Logan, mi marido —me presentó Caroline. Y en el fondo le di las gracias porque no me habrían salido las palabras por mi cuenta—. ¿Estás bien? —Preguntó en cuanto vio el rostro serio de su sobrina.

Yo no dije nada, me quedé mirando sin más la escena tan catastrófica. Brynne parpadeó rápido un par de veces y le sonrió a Caroline, mirándola.

—Sí, tía, perdón —se disculpó—. Es sólo que... Logan me ha recordado a mi ex novio de la universidad —esa respuesta era algo que me sorprendió— y se parece un poco —pronunció al final, casi tímida.

Me quedé desconcertado porque me esperaba cualquier respuesta, menos esa. Y también porque esperaba a otra persona. Pero a ella no, y menos justo ahora que casi la estaba olvidando. O eso creía.

—Brynne, cariño, lo siento mucho —le dijo Caroline sincera. Me quedé allí viendo la interacción entre tía y sobrina y pensé en lo mucho que necesitaba salir de esa casa.

—Caroline, me ha llamado Jack del trabajo, hay unos papeles que tienen que estar para mañana a primera hora y tengo que trabajar. Buenas noches y no te acuestes muy tarde —le dije antes de darle un beso en la frente.

Ella me miró con el ceño fruncido.

—Pero, si no hace ni una hora que has llegado —suspiró—. Bueno, por hoy te lo permito, pero no me hagas esto todas las noches, Logan, por favor —me suplicó al final. No pude evitar la oleada de vergüenza que me inundó entero, ¿por qué había tenido que mencionar eso delante de su sobrina?

Aunque no debería importarme lo que ella pensara, pero, de alguna manera, sí me importaba y era lo que me fastidiaba. Había una parte de mí que quería causarle buena impresión y sabía que esto sólo lo empeoraba todo. Y me odiaba por querer gustarle a esta chica.

—A partir de mañana las cosas cambiarán, pondré más esfuerzo para estar más tiempo contigo —le dije sinceramente, hablando más bajo en un triste intento de que Brynne no escuchara la conversación.

—Me parece bien —Caroline me sonrió—. Pero, antes de que te encierres en tu despacho, voy a la cocina a por tu cena, para que subas y comas antes de trabajar —ni me dio tiempo a responder antes de que fuera a la cocina.

Entonces, cuando perdí de vista a Caroline, me dirigí hacia Brynne.

—Dime que no has tenido nada que ver, que no sabías quién era y jugaste conmigo para presentarte ahora sí en mi propia casa —estaba tenso y quedó bastante claro en la forma de mascullar entre dientes.

Ella parecía asustada y envalentonada a partes iguales por la forma de hablarle.

—No sabía nada, estaba buscando residencias de estudiantes y mi tía llamó para contarnos su idea.

Entonces las cosas empezaron a encajarme, todo hizo click en mi cabeza. La noche en la que yo salía para celebrar que habíamos ganado el caso, Caroline me había mencionado que estaba cansada. Y, ¿cómo no lo iba a estar? Aquella misma mañana me había llamado para decirme que su sobrina había llegado a la ciudad para buscar una residencia en la que vivir porque la habían aceptado en la universidad de la ciudad.

Entonces Caroline llegó con unos cuantos recipientes en las manos y una sonrisa enorme.

—Tienes de todo aquí: una sopa caliente, te he puesto también solomillo relleno y el postre ya lo verás, pero es de tus preferidos.

Le di las gracias y un casto beso y subí por las escaleras. Iba pensando en todo lo de hacía menos de cinco minutos.

No supe ver hasta ese momento que Caroline me había estado dando señales, avisándome. Pero lo de meterla en mi casa era una línea que no pensaba cruzar. No quería que llegara a pensar que esto era una pensión y que la íbamos a consentir hasta el punto de que hiciera lo que quisiera.

Y, peor aún, que se pensara que seríamos sus criados para hacérselo todo: lavar la ropa, recoger su desorden... Ni de coña. Lo que quería evitar era que se acostumbrara a estar aquí y que no se quisiera ir nunca.

Entonces pensé en Caroline. ¿Le habría hecho ella la oferta de quedarse? Muchas veces me había comentado lo sola que se sentía cuando me pasaba el día en el trabajo. Y otras veces me contaba lo mucho de menos que echaba a sus antiguos compañeros de trabajo. Pero no debía sentirme mal, nunca le pedí que hiciera aquello por mí. Tal vez todo esto era una forma de llamar mi atención y de exigir que le dedicara más tiempo. Quizás pensó que su sobrina sería una buena opción, pero yo la consideraba un peligro para mí más que una solución para nuestra situación.

¿Era consciente de lo preciosa que era? ¿De la atracción que recibía por parte de cualquiera? Estaba seguro de que todos los chicos se morían por tocarla y, en ese momento, deseé tener su edad para, pensar siquiera, en tener una oportunidad con ella.

Si la vida nos hubiera puesto en otras circunstancias, por ejemplo, si no fuera la sobrina de mi mujer, yo no estuviera casado y tuviéramos una diferencia de edad razonable y aceptable, Brynne sería mía.

Pero, por suerte o por desgracia, las circunstancias eran bien distintas y no tenía sentido plantearme siquiera un cambio en el guion establecido.

Intenté deshacerme de los pensamientos sobre ella cuando me di cuenta de que ya había entrado en el despacho. Tenía que concentrarme en asuntos del trabajo o Caroline. Pero todo me resultaba imposible.

Ella y su bonito rostro me inundaban la cabeza, mareándome. Hice un esfuerzo por desviar los pensamientos obscenos, adivinando si esas preciosas facciones serían herencia de su madre o algún otro familiar, o si simplemente los planetas se alinearon y tuvieron la suerte de darle al mundo la perfección personificada.

—Logan —me sobresalté al escuchar mi nombre y darme cuenta de que Caroline había subido—. Llevo intentando hablar más de diez minutos sobre lo de mi sobrina y estás en tu mundo. ¿En qué piensas? ¿Todavía no has empezado a comer?

Tragué saliva en un desesperado intento por ganar tiempo, pero el nudo de la garganta me lo complicaba todo. Me obligué a darle la respuesta general y comodín a todos los problemas.

—Son cosas del trabajo, mucho estrés y mucho ajetreo desde que ganamos fama con el caso tan mediático que conseguimos resolver.

Lo que ella no sabía es que el foco de atención en mi mente estaba apuntando directamente a su sobrina, desde aquella noche en la que me sentí como un adolescente que descubre por primera vez a las chicas mayores.

—Deberías tomarte unas vacaciones y pasar más tiempo en casa con nosotras y así conoces más a Brynne. Estarías más relajado.

Ella no sabía lo desquiciante que resultaría siendo eso para mí. Se metería de lleno en mi cabeza, y no me daría cuenta hasta volverme loco. Escucharla, verla y tenerla todo el día alrededor acabaría con mi cordura. La desearía todo el día y acabaría por consumirme, hasta el punto de llevarme al impulso de destruir todo lo que había conseguido hasta ahora.

—No te preocupes, cariño, está todo bien. En cuanto bajemos un poco el ritmo, nos tomaremos unos días fuera de la ciudad tú y yo.

Esa respuesta pareció satisfacerla lo suficiente para relajarla y sacarle una sonrisa.

—¡Eso es genial! ¿A la cabaña del Lago estaría bien? Podríamos llevar a Brynne y enseñarle aquel lugar tan bonito. ¿Recuerdas las cascadas que encontramos?

Y tanto que me acordaba. Hicimos el amor tan apasionadamente allí que aún recordaba el sonido del agua mezclado con sus gemidos. Que quisiera llevar a su sobrina allí con nosotros no me hacía ningún favor, al contrario, llenaba mi mente de imágenes de Brynne en bikini, tomando el sol. O en el agua. Joder.

Tuve que carraspear para distraerme y sacármelo de la cabeza.

—Había pensado que sería mejor ir nosotros dos solos... Pero, no pasa nada. Ya hablaremos de eso cuando se acerque el momento —le dije eso último con esperanza de que no le mencionara nada aún; de esa forma podría llegar a darse la casualidad de que su sobrina se marchara antes y no se enteraría de esa escapada.

Conociendo a Caroline, aunque ella se fuera, si la comprometía ahora, la obligaría a venir con nosotros a pesar de tener otros planes.

Entonces, inconscientemente, pensé: ¿llevaría acompañante? ¿A su novio o a una amiga? Y lo que más me hervía la sangre, si era un chico, ¿harían algo allí? En aquel sitio tan silencioso y abandonado, cualquier ruido era un grito a los cuatro vientos y una pareja joven estaría bastante estimulada por aquello.

Lo que no tenía sentido en todo esto era el ataque de celos tan gratuito que me había inundado, por algo que yo mismo me había imaginado. Enfadado, le dije a Caroline que tenía documentos que terminar y que, por favor, cerrara la puerta al salir.

Se me olvidó la pequeña variante de que Brynne estaba ya acomodándose en casa y mi despacho estaba en el mismo pasillo donde quedaba la habitación de invitados que mi esposa había estado acomodando y preparando para ella.

Era verdad que casi no habíamos usado esa habitación de invitados desde que nos mudamos y ella estaba bastante contenta por tener a alguien más en casa. No podía culparla, pero sí me culpaba a mí mismo por pensar de esta manera tan pecaminosa sobre su sobrina. Caroline no tenía nada de culpa, pero las intenciones de la nueva invitada no las veía inocentes y puras al cien por cien.

La manera en la que me miraba me hablaba y me provocaba no podían ser solo fruto de mi imaginación. La tensión estaba ahí y era bidireccional. Estaba seguro. Era una atracción demasiado intensa que no había experimentado nunca y me aterraba a la par que me hacía seguir queriendo descubrir hasta dónde nos llevaría.

Descarté eso de inmediato. Eso implicaría que tendría que dejar a mi mujer o hacerle daño mintiéndole sólo para tener una aventura con su sobrina y acabaría siendo algo meramente temporal, no merecía la pena.

Mi reputación se vería afectada, le haría daño a Caroline innecesariamente y, con esto, arrastraría a toda la empresa detrás. Tendría que dejar de pensar con el pene y centrarme. Las chicas tan bonitas sólo gritaban problemas.

Y Brynne era una combinación fatal que me destruiría la vida. Un súcubo dispuesto a llevarse todo de mí, aunque cumpliera mis más oscuras fantasías. Lo que más me sorprendió fue darme cuenta de que ella cumplía el estereotipo de mi mujer ideal, ese que llegué a dar por imposible.

Y lo seguía siendo. A lo mejor me estaba volviendo loco realmente. Ni me di cuenta de que había estado sosteniendo toda la comida que me había dado Caroline abajo y que ella no había cerrado la puerta del despacho hasta que escuché esa voz que me perseguía en sueños.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top