EXTRA #2: Fantasmas en el museo (Nicolo's version) - Parte 2 de 2

A los ojos de los otros, el museo dormía. Nicolo, sin embargo, lo escuchaba susurrar, aunque de una forma gentil, curiosa.

Mientras Jazz los presentaba con los anfitriones, la atención de Nicolo fue hacia las ventanas, donde pudo divisar algunas figuras que se asomaban. No estaban vivas. Un par de ellas vestían batas, o tenían puestos sombreros de explorador y ropas ya pasadas de moda. No se veían peligrosas, sino intrigadas por Nicolo.

Aquel lugar no era lo mismo que la oscura casa de lady Sarah, aunque como ella, guardaba su propio secreto. Estaba lleno de los ecos de las risas de los visitantes que lo recorrían de día, de una llama de alegría que lo mantenía vivo.

Jazz abrazó al chico rubio que estaba en la puerta, quien sonrió mientras lo presentaban:

—Este es Amado —dijo Jazz, apretándolo con cariño—, es mi bestie y es un amor. Les aseguro que es más que una cara bonita.

Lupe asintió, pensativa, y dijo:

—Lo conozco de redes y también lo recuerdo de algunos de tus videos. Es un gusto.

—Sí, tenemos que hacer colaboración de nuevo, el público lo pide. De hecho, podríamos contar cómo nos va con esto de los fantasmas, ¿qué te parece? ¿Debería hacer un vivo?

—No lo recomiendo —señaló Lupe—. Recuerda que los teléfonos conectados a Internet pueden interferir. En todo caso, filma sin conexión.

El otro chico, el de lentes, escuchó el intercambio con el ceño algo fruncido. Nicolo reconoció la expresión en su rostro, aunque él intentara ocultarla: escéptico. No lo culpaba.

—Ah, él es Octavio —dijo Jazz, señalándolo con una mano, y en un tono más formal—. Es el novio de Amado y es super inteligente. Sabe mucho de dinosaurios y cosas así. Es como tener a Google en persona, es genial.

El comentario hizo que Octavio se aflojara un poco, y una sonrisa se asomó en sus labios. Como si no supiera cómo reaccionar, se ajustó las gafas y se pasó una mano por el pelo. Amado, el chico rubio, fue hacia él y le dio un beso en la mejilla. Se notaba que eran muy distintos, pero combinaban bien. A pesar del escepticismo, Octavio se mostraba respetuoso, y le devolvió a Amado el gesto cariñoso con otro beso, uno que aterrizó en la comisura de su boca.

Nicolo desvió la vista y siguió a todos hacia el interior edificio, que estaba completamente oscuro, excepto por las luces exteriores que se colaban por los altos ventanales, creando un inusual escenario. Hacía frío, también. No de cualquier tipo, no la brisa que se cuela a través de la ventana en un día de invierno, sino el frío penetrante que suele acompañar las presencias del más allá, el que lo atraviesa todo.

—¿Trabajan juntos en esto de los fantasmas? —preguntó Octavio—. ¿Son como una empresa o algo así?

—¡Podríamos! —exclamó Jazz—. Nada puede ser peor que lo que nos pasó cuando nos conocimos, después de eso podemos con lo que sea.

Nicolo, por su parte, negó con la cabeza. Aunque no lo descartaba, no estaba listo para ese tipo de compromiso tan pronto; prefería la idea de la cafetería esotérica, si tenía que ser sincero.

—En mi caso es que estoy ayudando algunas veces, para probar. La experta es Lupe.

—Pero cuando quiera unirse definitivamente —dijo ella—, las puertas están abiertas, tiene un talento especial.

—Claro, tómatelo con calma —aclaró Jazz, mientras se acercaba para tomarlo del brazo.

Nicolo le sonrió a Jazz y respiró hondo, aliviado.

Escuchó al resto hablar de la razón por la que estaban allí: sobre una sala del museo especialmente helada, sobre que algunos visitantes habían visto sombras y escuchado voces allí, sobre una placa de información que se caía de su lugar, una y otra vez.

Tenía sentido, porque sus pasos no eran los únicos que sonaban en aquel lugar. También estaban los ecos de fantasmas que los seguían o que los espiaban desde detrás de los esqueletos en exposición de curiosos animales que aparecían en su camino. El edificio estaba repleto de presencias: en los pisos de arriba; tras las habitaciones cerradas; bajo sus pies, en algún lugar subterráneo. En vez de bloquearlas, Nicolo se permitió sentirlas. No querían dañarlo.

Jazz le apretó el brazo.

—¿Has trabajado en museos embrujados antes? —le preguntó Amado a Lupe.

—Sí, es común que haya espíritus en este tipo de lugares, porque se hacen en edificios antiguos y porque hay objetos con mucha historia atados a entidades. Y también hay muchos que fueron arrancados de su lugar de origen.

Nicolo agradeció que Jazz lo hubiera tomado del brazo, porque el mar de voces espectrales comenzaba a marearlo. No podía distinguir entre todas, algunas más lejos y otras más cerca, que susurraban en distintos idiomas, incluso.

—¿Estás bien, lindo? —preguntó Jazz en voz baja—. Zarek nos va a matar si te pasa algo. Dinos si es demasiado para ti, yo escucho como unos zumbidos...

—Sí —respondió Nicolo—. Es que es verdad, en este lugar hay muchos ecos del pasado, no estamos solos. Me voy a concentrar.

Nicolo se detuvo para enfocar su atención en lo que buscaban, en la sala fría, en la placa de información rebelde. Muchos de los susurros fantasmales que llegaban a él eran simples comentarios al pasar, conversaciones de seres que vivían en otros planos. No era por ellos que estaban allí, no.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó la voz de Nahuel, más adelante.

Nicolo levantó la vista y lo vio, apoyado contra el umbral de un arco que llevaba a una de las salas.

—Sí —murmuró Nicolo. ¿Había hablado en voz alta, siquiera?

Sonriendo, Nahuel hizo un gesto para indicarle que lo siguiera, y Nicolo fue tras él.

Al pasar junto a los esqueletos de una especie de avestruces gigantes y escuchar graznidos, Nicolo entendió por qué la telaraña de ruidos era tan difícil de desenredar, por qué había tantos: en ese lugar no solo se escuchaban ecos de personas, sino también de animales. ¿Cuántos huesos guardaba un museo, qué tan antiguos? ¿Cuántos años de historia se concentraban en aquel espacio?

El museo estaba vivo, así lo sintió. Quería mostrarle lo que guardaba, los recuerdos de un pasado olvidado que latían en su interior. Eso le ayudaría a resolver su pequeño misterio.

—Muéstrame, entonces —dijo Nicolo, mientras atravesaba la puerta de una nueva sala, más fría que nunca.

Nevaba.

A Nicolo debería haberle sorprendido, pero en lugar de eso, aceptó la extraña realidad de ver copos que caían desde el altísimo techo hacia el suelo, cubierto de nieve. Era como haberse trasladado a otro mundo, una hermosa llanura helada que existía dentro de la misma sala del museo.

—Interesante, ¿verdad? —dijo Nahuel, que acariciaba el espeso pelo de un mamut que se veía perfectamente vivo—. Muchos museos tienen portales entre dimensiones, por la cantidad de objetos especiales que acumulan en ellos. Tú acabas de abrir uno.

El mamut no era el único animal presente en el lugar.

—¿Qué...? —preguntó Nicolo, mirando con recelo a un tigre dientes de sable que pasó a su lado—. ¿Esto es el pasado? ¿Es real?

—Qué pregunta —respondió Nahuel—. El tiempo no es lineal, ¿recuerdas? Todo pasa al mismo tiempo. Pero si te sirve pensarlo así, es una especie de ventana al mundo donde vivieron estos animales. ¿Verdad que son maravillosos?

Nicolo se tomó un momento para echar un vistazo a su alrededor y observar a los otros animales, algunos de los cuales se veían como versiones gigantes de criaturas actuales, como el perezoso, mientras que otros parecían haber sido sacados de un libro de fantasía, bestias corpulentas sobre las que los orcos irían a batalla.

—Creo que estoy alucinando —escuchó que alguien decía a sus espaldas.

Era Amado quien hablaba.

—¿También lo ves...? —preguntó Octavio.

—Increíble —dijo Lupe, deteniéndose para admirar el escenario—. Fascinante.

Así que no solo él podía verlos ahora. Preocupado por quedarse atascado en aquella extraña dimensión, sin embargo, Nicolo pasó a la siguiente sala, que resultó ser todavía más impresionante que la anterior.

Allí no nevaba. El frío había sido reemplazado por un calor con olor a ceniza. El suelo era de tierra, y un brillo carmesí iluminaba el techo y lo teñía todo de un manto cálido. Nicolo dio un respingo al entender cuáles eran los animales que habitaban esa sala.

Aquello era mucho peor que el tigre dientes de sable.

Retrocedió por instinto al encontrarse frente a frente con un maldito tiranosaurio, que bien podría haberlo tomado entre sus fauces para devorarlo entero. ¿Qué tal si lo hacía? Esperaba que alguien lograra escapar, al menos, para que Zarek pudiera poner en su tumba que había muerto a manos de un dinosaurio.

—No te preocupes —le dijo Nahuel, desde el lomo de una especie de brontosaurio—. Estás a salvo.

—¿En serio? —preguntó Nicolo, con voz temblorosa.

Nahuel descendió por la cola del brontosaurio y se acercó a Nicolo, a quien le ofreció la mano.

—Te lo prometo.

Todavía mirando de reojo a los dinosaurios que lo rodeaban, Nicolo tomó la mano de Nahuel y avanzó junto a él a la siguiente sala.

Esta última era diferente a la anterior. Allí, la vegetación parecía pertenecer a otro planeta, una mezcla de árboles con hongos, y los seres vivos no se quedaban atrás en extrañeza. Algunos tenían un aire a dinosaurios, y otros se veían como animales mal dibujados por un niño.

—Es aquí —dijo Nahuel, y dejó ir la mano de Nicolo, quien notó de pronto que ellos no eran los únicos humanos allí.

Junto a uno de los animales, un dinosaurio con una enorme aleta en la espalda, había un veterano vestido con ropas modernas. No estaba vivo, sin embargo. A sus pies yacía una placa de información, y Nicolo supo que se trataba de la que le habían mencionado, la que se siempre se caía. Aquel hombre era el causante de todos los problemas de esa sala en el mundo de los vivos. Llevaba tiempo tratando de llamar la atención para que resolvieran un problema relacionado con la dichosa placa, y por eso hacía lo que estaba a su alcance: tirarla, una y otra vez.

Preciso de sua ajuda —dijo el hombre en portugués.

Nicolo se acercó, con cautela, y asintió. A continuación, el hombre comenzó a hablar acerca del contenido de la placa informativa, pero Nicolo no consiguió entender a qué se refería. A la barrera del idioma se sumaba que no conocía los términos que usaba, aunque no cabía duda de que tenía que ver con el dinosaurio de la aleta.

Poco después llegó el resto, y comenzó a hablarle también. Nicolo contestó como pudo, y las voces de los vivos se mezclaron con la del fantasma y con los sonidos de los animales, confundiéndolo. Mientras el espíritu del hombre intentaba explicarse, Jazz preguntaba por el dinosaurio de la aleta.

—No es un dinosaurio, es un sinápsido —aclaró Octavio, que comenzó a explicar la verdadera naturaleza de aquel animal.

Aquello captó la atención del fantasma del hombre, que se acercó al oído de Nicolo y le ofreció hablar a través de su boca. Solo unos segundos, para resolver el problema, nada más.

Nicolo dudó.

¿Dejarse poseer voluntariamente por un fantasma, luego de todo lo que había pasado? Intuía, sin embargo, que esta vez sería distinto. Aquel hombre no cargaba maldad, solo preocupación y mucho conocimiento.

No estaba seguro de que lo mejor fuera dejarlo entrar, pero eso hizo. Le abrió las puertas de sí mismo y dejó que el espíritu se acomodara dentro de él para manejarlo, para tener una voz que le permitiera hablar con los vivos. Su nombre era Llewelyn, aunque había nacido y trabajado en Brasil. Flotando en el éter de sus recuerdos mientras Llewelyn tomaba control de él, Nicolo pudo ver una vida llena de viajes a lugares lejanos, excavaciones bajo el sol del verano donde había descubierto criaturas únicas, estudios de clasificación de animales extintos. El sinápsido de la aleta —porque no, no era un dinosaurio— era uno de los que había estudiado y nombrado. Dimetrodon.

O nome da espécie na placa está errado —dijo Llewelyn a través de la boca de Nicolo—. Esse daqui não é o dimetrodon limbatus, é o dimetrodon grandis.

—¿Qué dice...? —susurró Jazz—. ¿Por qué habla en portugués?

—Dice que la placa tiene información equivocada sobre este animal —explicó Octavio, señalando al dimetrodon—. Hay varios tipos, la placa muestra uno que supuestamente no corresponde con el esqueleto en exhibición. Deberíamos revisarlo para comprobarlo, pero eso explicaría todo...

Exacto, pensó Nicolo, que pudo sentir el alivio de Llewelyn como si fuera propio.

—¿O sea que volvió de la muerte para quejarse de que la placa tenía mal puesto el nombre?

—Tiene sentido —dijo Octavio.

—Octavio también lo haría —señaló Amado con una sonrisa.

—¡Claro que sí! ¡Es importante!

—¿Quién está hablando? —le preguntó Lupe a Nicolo.

—Llewellyn Ivor Price —respondió él.

Para la mayoría, su nombre no significaba nada, pero Octavio lo reconoció de inmediato. Él entendía la importancia de su trabajo, la pasión que había volcado en él.

—El doctor Price fue un paleontólogo brasileño legendario —dijo—, clasificó algunos tipos de dimetrodon, entre muchas otras cosas.

—Ya veo. —Lupe chasqueó la lengua—. Como el llamado fue muy sobre la hora, no pude investigar demasiado, pido disculpas. Mensaje recibido, doctor Price, muchas gracias. Estoy segura de que se encargarán de corregir la placa. ¿Puede dejar ir a Nicolo ahora?

El momento de la verdad.

El espíritu del doctor comenzó a desenredarse del cuerpo de Nicolo, que se tambaleó al quedar sin soporte de repente. Jazz se apresuró a sostenerlo para evitar que se cayera al piso, que estaba volviendo a su estado natural, de mármol duro en lugar de tierra. De rodillas y apoyado contra el pecho de Jazz, intentó decir algo, sin éxito. Todo le pesaba. Al menos, Jazz olía a flores.

—¿Está bien? —escuchó que Amado preguntaba, alarmado.

—Sí, es que le tomó demasiada energía canalizar al señor —explicó Jazz—. Lo que sí es que Zarek nos va a matar si lo ve así, así que no sé si nosotras terminemos bien. ¡Creí que solo iba a hablar con un fantasma, no que iba a abrir un portal a otras épocas y dejarse poseer por un señor brasileño!

—De hecho, dice que está en camino —terció Lupe, luego de revisar su teléfono.

—¿No te digo? Tiene un sexto sentido.

—Estoy bien —consiguió decir Nicolo, a duras penas.

Era mentira. La verdad es que sí sentía que el tiranosaurio lo había masticado y luego escupido por encontrarlo demasiado soso y débil, así que dejó que lo llevaran a otro parte del museo a descansar. Había sido suficiente por ese día.

La siguiente vez que abrió los ojos del todo se encontró acostado en el sofá de un estudio no muy distinto al de la fiesta de lady Sarah. Tal como entonces, Zarek estaba sentado junto a él, vestido con el elegante atuendo con el que solía acudir a eventos. Por un confuso momento, Nicolo temió haber vuelto en el tiempo al primer día en que se habían conocido. ¿Iba a tener que repetir todo de nuevo?

—¡Hola! —lo saludó Zarek—. Vine en cuanto pude.

Bien, estaban en el tiempo correcto.

El pelo despeinado de Zarek le hizo pensar que había salido corriendo para llegar lo antes posible. Se lo imaginó escapando de alguna fiesta al trote, dejando un reguero de cartas de tarot detrás de sí, y tuvo que aguantar la risa.

—Espero que te hayan pagado muy bien —intervino Jazz—, porque tiene que ser suficiente para compensar lo que te perdiste. Vimos dinosaurios. O sea, ¿dinosaurios? Imagínate. Y nadie me va a creer, nadie.

—¿Cómo que dinosaurios? —preguntó Zarek, perplejo.

—¡Te juro!

—No todos eran dinosaurios —acotó Octavio, que estaba sentado junto a Amado en otro de los sillones del estudio—. Algunos eran sinápsidos del periodo Pérmico, y otros eran mamíferos de la megafauna del periodo Pleistoceno.

—Pero tienes que admitir que lo mejor fueron los dinosaurios —dijo Amado, guiñando un ojo.

—Sí. Aunque todavía no estoy del todo convencido de que esto no sea un sueño o algo así.

Nicolo sonrió al escuchar el intercambio y estiró la mano para acariciar a Zarek, que se volvió hacia él.

—¿Estás mejor? —preguntó Zarek.

—Sí —respondió Nicolo, mientras Zarek se inclinaba sobre él para depositarle un beso en los labios.

Se sentía agotado y tardaría un rato en recuperarse, pero al final de cuentas, la pequeña aventura había valido la pena.

FIN DEL EXTRA.

¡Holaaaa! ¡Muchas gracias por leer el extra, espero que te gustara! 🥺💖

Si visitas un museo, pensá en estos chicos y sus aventuras, jaja.

Me divirtió hacer las dos perspectivas 🤣 Como Nicolo no sabe de dinosaurios y animales extintos, en esta versión no se habla mucho de los nombres de los animales xD Por eso le dice brontosaurio a lo que en la versión de Octavio se le llama con el nombre correcto.

Y les debía esto, cuál sería tu NUEVA aventura en Juego de fantamas, especial para quienes llegaron aquí, con más personajes y situaciones. 

A ver qué te sale 👀 

A mí me salió que besé a Jazz en el consultorio de Zarek xD ¿Cómo pasó? No sé.

¿Hay alguna otra situación que te gustaría ver en un extra de esta historia?

Ya lo mostré el esta versión del extra en El alma del volcán, pero como sé que algunos no lo han leído aún, aquí pongo imagen de Llewelyn Ivor Price, paleontólogo brasileño que sí existió, y al lado está el dimetrodon, que NO ES UN DINOSAURIO, es un sinápsido (existieron antes de la época de los dinosaurios).

El fantasma del paleontólogo viendo que lo metieron en una historia publicada en Wattpad: 👁️👄👁️ Pero es un homenajeeee, lo queremos 😭💖

Gracias por apoyar la historia con sus leídas, votitos, comentarios, recomendaciones 💖 Un abrazo grande si llegaste hasta aquí, luego andaré respondiendo comentarios 💖

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