EXTRA #2: Fantasmas en el museo (Nicolo's version) - Parte 1 de 2
Era la primera vez en un buen tiempo en que Nicolo no podía dormir.
Recostado junto a Zarek, cuyo pecho subía y bajaba rítmicamente, Nicolo tenía todo lo que podía desear. El espacio que compartían era acogedor, un refugio que lo mantenía a salvo de cualquier peligro. La cama, suave y tibia. La oscuridad que los rodeaba era un manto protector, no una amenaza.
Aunque se decía a sí mismo que era una situación temporal, Zarek había hecho un espacio para él, y poco a poco Nicolo había ido poblando los rincones con sus propias cosas. Un libro de recetas por aquí, una taza nueva por allá. El olor a café empezaba a extenderse por los pasillos, la casa comenzaba a sentirse como un hogar para los dos.
Esa noche, sin embargo, Nicolo no podía dejar de pensar en lo que Jazz le había propuesto unas horas antes. La tensión de Nicolo debió ser demasiado obvia, porque Zarek, que resultó estar también despierto, le preguntó, con voz somnolienta:
—¿Estás bien?
Nicolo se acomodó mejor contra él y suspiró.
—Jazz preguntó si queremos ir a un museo embrujado —explicó—. Van a ir con Lupe mañana, me preguntaron si estaría dispuesto a intentar ayudar. Pero tú no puedes mañana, ¿verdad? Por eso no te dije antes.
—Sí, tengo un evento, pero podría tratar de salir lo más temprano posible. ¿A qué te refieres con un museo embrujado?
—Es un museo de dinosaurios. Hay una zona que está siempre fría, gente que dice haber visto sombras y una placa de información que se cae una y otra vez, sin importar cuántas veces vuelvan a ponerla en su lugar. Ya descartaron todo lo terrenal, así que solo queda...
—Espíritus —dijo Zarek, su voz más despierta que antes. Rodeó a Nicolo con un brazo, para acercarlo más a él.
—¿Qué piensas? En este último tiempo no he estado haciendo nada.
Después del incidente con lady Sarah, su sobrina era quien se había encargado de pagarles, y más de lo acordado: suficiente para que no tuvieran que preocuparse por el dinero por un buen tiempo. Desde entonces, todos le insistían a Nicolo que se tomara las cosas con calma, pero la propuesta de Jazz y Lupe era un recordatorio de que en algún momento tendría que empezar a moverse.
—Has estado recuperándote —replicó Zarek—, como deberías. También estás practicando recetas, ¿o no? Y no hace falta que decidas ya mismo qué vas a hacer con tu futuro.
Nicolo apretó los labios. No todo podía ser dormir siestas, soñar despierto con cómo decoraría su propia cafetería imaginaria y acurrucarse con Zarek luego de actuar como si fuera su secretario cuando este tenía clientes, ¿o sí?
—Creo que quiero ir. Lupe dice que no le da la impresión de que sea un espíritu agresivo, que no debería ser difícil. Le pregunté a mi madre y está de acuerdo con ella. Estuve pensando que tal vez sea una buena forma de practicar mi... habilidad, y ayudar a otros.
Todavía le resultaba extraño pensar en su capacidad de ver espíritus como una habilidad, luego de toda una vida de considerarla una maldición, pero era real que se sentía más cómodo con ella. Desde su salida de la casa, tenía más control sobre sus encuentros con entidades. Su experiencia con el alquimista, sin embargo, era un recuerdo de que no podía confiarse del todo.
—¿Estarías bien sin mí, si no consigo escaparme del evento a tiempo para acompañarlos? —dijo Zarek por lo bajo, con voz apagada.
A Nicolo se le encogió un poco el corazón, pero la oscuridad se encargó de ocultar su inseguridad, y él asintió con la cabeza. Era una buena oportunidad de probarse a sí mismo.
—Incluso si no estás, estamos conectados —murmuró Nicolo—. Sigues siendo mi ancla. León.
Zarek sonrió. Llamarlo así siempre parecía destrabar algo en él, que depositó un beso en los labios de Nicolo y lo enredó entre sus brazos con un gesto torpe pero cariñoso. En parte era como estar atrapado bajo un león, solo que este no lo devoraría. Al menos, no en el sentido más estricto de la palabra.
Nicolo no se oponía a ser devorado de otras formas, sin embargo, así que dejó actuar a Zarek mientras este buscaba un lugar entre sus piernas, puso a un lado las preocupaciones y se entregó a la deliciosa sensación de disolverse en placer.
⋅•⋅⊰∙∘☽༓☾∘∙⊱⋅•⋅
Despertó con el sol en los ojos, confundido sobre la hora y con cosquillas en el cuerpo. Zarek se encontraba levantado, a medio vestir, y revolvía el cajón de la mesa de luz en busca de algo. Su melena estaba fuera de control.
—Me quedé pensando en lo que dijiste anoche —dijo Zarek.
—¿Qué cosa? —preguntó Nicolo con voz pastosa, mientras se incorporaba un poco.
Zarek encontró lo que fuera que buscaba y se sentó en el revoltijo que era la cama para poner en la mano de Nicolo un pequeño objeto frío, duro. Todavía adormilado, a Nicolo le costó entender qué era hasta que se despejó lo suficiente como para enfocar su atención en él. En su palma descansaba una cadena de la que colgaba un dije con la figura tallada de un león.
—Sobre estar contigo sin estar contigo —dijo Zarek—. Esto es un recordatorio de eso para que te acompañe si me necesitas.
Nicolo cerró la mano sobre el dije, cuyo material se entibió contra su piel, y sonrió. De pronto no se sentía tan duro; sus formas amoldaban a los pliegues de su palma. Zarek lo ayudó a ajustarlo alrededor de su cuello, y al terminar de hacerlo lo abrazó por atrás.
Se sentía correcto.
Lupe y Jazz pasaron por allí cuando cayó la tarde. Nicolo preparó una merienda que comieron mientras hablaban de lo que harían en el museo. Lupe contó que ese era un lugar común de concentración de espíritus, pero que estos no solían ser peligrosos. En la espuma de leche de las bebidas que sirvió, Nicolo dibujó un pequeño fantasma que se veía tan inofensivo como esperaba que fuera el que iban a conocer.
—Quien nos va a abrir las puertas es un amigo, el hijo de los dueños del museo, y prometo que no quiere usarnos para ningún experimento ni nada así —dijo Jazz—. Es un amor, en serio.
—Esa es una preocupación menos —respondió Lupe, mientras mojaba una galleta en su taza de café.
Sonriendo, Jazz asintió.
—Una parte de su familia sí es un poco rara —admitió, en voz más baja—, incluso me contó que un familiar de él desapareció luego del incidente con lady Sarah, pero él es divino. Cuando me dé permiso, les contaré más chismes sobre él.
Ante la revelación, Nicolo dio un respingo y Lupe tosió, atragantada con la galleta.
—Ahora vuelvo a preocuparme —dijo ella, aunque su expresión no cambió demasiado.
—¡No, juro que es bueno!
Con Jazz asegurando que estaban a salvo, partieron sin Zarek hacia el museo, en la camioneta de Lupe. Jazz cantó en el camino, y su voz alegre tranquilizó un poco a Nicolo, que iba solo en la parte de atrás, respirando hondo. Cuando la silueta del museo —un gran edificio cuya fachada iluminada se lucía en la noche— se hizo visible, puso una mano sobre su pecho para sentir el dije de león.
—No estoy solo —murmuró, cerrando los ojos.
—Claro que no —dijo una voz a su lado, que no pertenecía a Lupe ni a Jazz.
Nicolo abrió los ojos y miró a su lado, confundido. Sentado allí, como si siempre hubiese estado, vio a Zarek, que lo observaba de reojo, relajado. No, no era Zarek, aunque se le parecía mucho. Era un espíritu, era...
—¿Nahuel? —preguntó Nicolo.
Él le guiñó el ojo.
—Yo fui quien le regaló ese collar a León, ¿sabes? Cuando yo estaba en el plano terrenal, él lo llevaba puesto todo el tiempo. Ya era hora de que lo sacara de ese cajón, era un desperdicio. Me salió caro.
—¿Te molesta que yo lo tenga...?
Nahuel sonrió y estiró la mano hacia Nicolo, a quien le sorprendió sentir la caricia que le hizo a su mejilla. Se sintió suave pero sólida, tibia, real.
—Claro que no, me alegra —respondió Nahuel con dulzura.
La voz de Jazz cantando en la realidad sonaba lejana, como si existiera en otro plano. El aire olía a un perfume que parecía crear una barrera que los separaba del resto.
—¿O sea que estás aquí todavía? —preguntó Nicolo.
—A veces. El tiempo no funciona de forma lineal. Ayer, hoy y mañana no significan lo mismo para mí que para ti.
—Llegamos —dijo Lupe. Su voz destruyó la burbuja y sacudió a Nicolo, que miró hacia adelante, desconcertado.
Nahuel había desaparecido, pero el aroma persistía.
—¿Qué perfume es ese, Nico? —preguntó Jazz—. ¡Me encanta!
—No estoy seguro... —respondió Nicolo.
—Después averiguamos. ¿Estás listo para cazar fantasmas?
La camioneta estaba detenida frente a la puerta del museo, que se veía como un templo, adornada por altas columnas. Dos personas jóvenes esperaban allí, un chico rubio de sonrisa amable y otro que llevaba puestas gafas y tenía los brazos cruzados.
Listo o no, era muy tarde para arrepentirse.
Continúa la próxima semana.
¡Holiiis! ¿Qué tal? Volvemos a ver a Nahuel, que anda dando vueltitas 👀 En la siguiente parte puede que salga más y veremos interacciones con los chicos de El alma del volcán, además de ver más de Zarek.
Aquí traigo unos posibles dijes de león, ¿cuál crees que sería el de Zarek? También acepto sugerencias de nuevos leones xD
VOTE POR SU LEÓN FAVORITO:
Y seguro que también hay uno de jaguar, por Nahuel, en algún cajón.
Y pueden votar por la canción que Jazz cantaba en la camioneta cuando iban de camino al museo 😎✨ Como mencioné el otro día en mi tablero, tengo una playlist de canciones que la gente me ha mencionado en El alma del volcán y El príncipe de las hadas, y también tengo canciones para esta historia.
¡Un MEGA ABRAZO y gracias por estar con sus comentarios, votitos, leídas y recomendaciones! 💖
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