5. This is the start of my witchy era

La camioneta que llevaría a Nicolo a la mansión pasó por él unos días después, una mañana en que el sol apenas iluminaba la calle con un resplandor adormilado. Nicolo cargó en el maletero un bolso con ropa, pero no mucho más. Según lady Sarah, la casa contaba con todo lo necesario, y no tendrían que preocuparse por la comida, que sería preparada por su asistente.

Nicolo apenas había podido dormir las noches anteriores, demasiado inquieto por la posibilidad de que algún espíritu aprovechara la grieta entre mundos que parecía haberse abierto. Se mantuvo alerta incluso una vez en la camioneta, hasta que esta se detuvo frente al consultorio de Zarek. Mientras esperaban a que saliera, Nicolo se pasó los dedos por el pelo para peinarlo e hizo lo posible por aparentar despreocupación.

Poco después abrió la puerta Zarek, que cargaba una enorme maleta y vestía un traje formal que hizo que Nicolo, que llevaba ropa deportiva, se preguntara si debería haber puesto más esfuerzo en su atuendo.

—¿Sigues enojado conmigo? —le preguntó Zarek al acomodarse en la camioneta. Por si no bastaba con ir vestido como para un casamiento, olía a un perfume exótico similar al de los inciensos de su tienda.

—No te creas tan importante, no he estado pensando en ti —respondió Nicolo.

Era una mentira, claro. Había estado pensando en él más de lo que quería admitir, tanto que tenerlo sentado al lado, en carne y hueso, le resultaba extraño. No se atrevía a mirarlo directamente, por miedo a que se le notara el interés, así que se limitó a echar un vistazo de reojo. Podía ser irritante, pero lamentablemente era atractivo.

—Ya veo, es que yo sí me quedé pensando —murmuró Zarek.

—No te preocupes, no voy a hablarle mal de ti a nadie... —comenzó a decir Nicolo. Lo siguiente no lo dijo en voz alta. Con disimulo miró al conductor del vehículo, luego a Zarek, y después movió los labios para formar las siguientes palabras—: Aunque tenga razones.

Zarek suspiró y negó con la cabeza, mientras Nicolo subía la capucha de su abrigo para refugiarse en ella y se cruzaba de brazos.

—Quizás podamos hablar más adelante y aclarar algunas cosas —dijo Zarek—. A solas, ¿qué te parece? —La última frase venía envuelta en un tono cómplice.

El calor se acumuló en las mejillas de Nicolo, que agradeció que su rostro estuviera ensombrecido por la capucha. Le daba curiosidad, por más que deseaba que no le importara, y esta intriga se transformaba en un molesto hormigueo. Tenía que tener una charla seria consigo mismo sobre la forma en que su cuerpo reaccionaba contra su voluntad a las provocaciones de aquel charlatán.

Se le ocurrió que lo mejor que podía hacer de momento era no responder, así que gruñó algo inteligible y se dejó mecer por el movimiento de la camioneta hasta que este lo sumió en un sueño, que resultó más pacífico que el de todos los días anteriores. Era como si los susurros de los miedos que lo acechaban hubieran sido acallados. Cada tanto despertaba para descubrir que el paisaje de la ciudad había sido sustituido por retazos del verde de las afueras, y volvía a dormirse.

Cuando despertó del todo fue con el sonido de una suave conversación animada entre dos voces. Una pertenecía a Zarek, que hablaba en un susurro; la otra era familiar, también.

—Es que todas estas espadas me dan miedo —dijo la segunda voz—. ¿Por qué esa chica de la carta del Ocho de espadas está atada? No parece que sea porque quiere. El único que me gusta es este chico, el Paje de espadas —agregó, en tono juguetón—, quizás haya alguien con una espada poderosa esperando por mí en esa casa...

Zarek rio.

—El asistente de lady Sarah está bastante bien, aunque esa carta también podría representarte a ti. El Ocho de espadas tiene que ver con sentirse acorralados, sin saber adónde ir, pero también hay cartas positivas en la tirada, y el Paje de espadas es una de ellas.

—Más vale, no quiero terminar convertido en fantasma también. ¿Ese asistente de lady Sarah está soltero? ¿Es buen partido?

—Tuve un par de encuentros cercanos con él en alguna fiesta del pasado, pero está disponible hasta donde sé.

Esa respuesta de Zarek hizo que Nicolo no pudiera evitar dar un respingo que reveló que estaba escuchando la conversación, lo que a su vez llamó la atención de los otros.

—Mira, nuestro bello durmiente despertó —dijo Zarek.

Nicolo emitió un quejido en respuesta y buscó con la mirada al dueño de la segunda voz.

Este estaba sentado frente a él: era un chico de pelo largo, decolorado hasta un tono platinado que iba bien con sus ojos miel, a pesar de verse artificial. Le costó reconocerlo al principio, pero luego entendió que se trataba del cantante de la fiesta, que ahora llevaba solo un poco de delineador como maquillaje visible. Vestía ropa de estilo deportivo, aunque esta era mucho más elegante que la que Nicolo llevaba puesta.

—¿Jazz? —preguntó Nicolo, adormilado.

—¡Ah, qué emoción, te acuerdas de mi nombre!

—Es inolvidable —intervino Zarek desde su rincón, sonriendo.

—Ya sé, lo elegí bien, ¿no? También me gusta el tuyo, Zarek. ¿Es tu nombre real?

La actitud de Zarek, antes relajada, cambió. De un momento a otro su cuerpo se tensó, aunque la sonrisa se mantuvo cuando respondió:

—No, es un nombre artístico.

Jazz entrecerró los ojos, como si estuviera intentando adivinar el verdadero, pero no dijo nada más.

A riesgo de sonar atrevido, Nicolo fue quien le preguntó a Zarek:

—¿Cuál es tu nombre real?

—Hace mucho que no lo uso —respondió Zarek—. Alguien me dijo una vez que si le dices tu nombre completo a una criatura mágica, esta tendrá poder sobre ti. No es que crea en las criaturas mágicas, pero sí tengo razones para guardármelo.

—¡¿Cómo no vas a creer en las criaturas mágicas?! —La voz de Jazz sonó indignada—. Aunque es verdad que los nombres tienen poder, de ahí viene la costumbre de poner un segundo nombre. En el pasado ese no se le decía a nadie, porque decían que podían hacerte un maleficio si lo sabían entero.

—Perfecto, entonces nosotros dos estamos a salvo —señaló Zarek.

Nicolo, que solo tenía un nombre, tragó saliva mientras los otros dos reían, pero un cambio en el paisaje lo distrajo: la camioneta se desvió de la ruta principal y tomó un camino más estrecho y sinuoso. Zarek y Jazz lo notaron también, y pasaron a contemplar en silencio el paisaje, mucho más agreste y lleno de árboles, hasta atravesar un gran portón antiguo.

—¿En qué estaba pensando cuando dije que sí? —se lamentó Jazz.

Lo mismo se preguntó Nicolo cuando la camioneta avanzó a través de un camino rodeado por palmeras que no parecía tener fin. Más allá se adivinaban otros árboles de distintas formas y alturas, un extraño zoológico vegetal poblado por curiosos habitantes. Nicolo se sobresaltó al ver una figura blanca correr entre la vegetación, solo para suspirar de alivio al percatarse de que se trataba de una estatua.

No era la única. Así como esa había otras, desperdigadas entre el verde. Algunas, más viejas y reclamadas por las plantas del terreno, eran menos visibles.

—Nicolo —le llamó la atención Jazz.

Al darse vuelta, se encontró con que él le ofrecía una pequeña piedra negra.

—¿Qué es esto? —preguntó Nicolo, y la tomó para examinarla con cuidado. No brillaba demasiado; se parecía a una especie de trozo de carbón veteado.

—Turmalina, protege de las energías oscuras —explicó Jazz—. Yo tengo una también. Traje varias piedras y elementos para protegernos. No se preocupen, ya me encargué de purificar todo para que esté listo.

Zarek también tenía una de esas piedras. Sonriendo, se la mostró a Nicolo cuando este lo buscó con la mirada.

Luego de guardar la piedra en el bolsillo, Nicolo levantó la vista y se encontró con que la entrada de la mansión era visible al final del camino. Con su entrada custodiada por dos gárgolas en forma de monstruos humanoides de alas puntiagudas, se parecía más a un pequeño castillo que a una casa.

—¿Por qué alguien decoraría una entrada con estatuas así? —murmuró Nicolo.

Zarek se movió hacia el lado de Nicolo para tener un mejor panorama de la entrada, y el aroma a incienso que lo rodeaba se volvió mucho más intenso. ¿Qué hacía aquel tipo, bañarse en agua con hierbas aromáticas? O quizás fuera que el olor de su consultorio se le había pegado en la ropa. Tampoco era que fuese desagradable. Al contrario.

—Una teoría sobre las gárgolas y las quimeras de ese tipo es que se ven así porque son guardianes. La idea es que asusten a los intrusos —dijo Zarek, tan cerca que casi habló al oído de Nicolo.

—Bueno, está funcionando conmigo —declaró Jazz—, me están asustando. Pero se va a ver bien en mi cuenta. —Junto con ese comentario sacó su teléfono del bolsillo para tomarse una foto con la fachada de fondo—. Le voy a poner de título: «Empezando mi era de bruja». Después me pasan sus usuarios.

La puerta principal de la mansión se abrió cuando la camioneta se detuvo frente a la entrada. Del interior del edificio salió lady Sarah, sonriente y acompañada por una mujer de unos setenta años, que vestía ropas largas y coloridas. Su estilo informal y bohemio contrastaba con la elegancia de la anfitriona. Finalmente, detrás de ellas dos apareció un joven alto y de complexión robusta. Al verlo, Nicolo recordó el comentario de Zarek y tragó saliva; definitivamente, le hubiera quedado bien una espada y una armadura de caballero. ¿Era ese el estilo de persona que le gustaba? El solo hecho de preguntárselo lo avergonzó.

—¡Bienvenidos! —exclamó lady Sarah cuando Nicolo y los otros descendieron del vehículo—. Mi asistente va a ayudar con las maletas —agregó.

De inmediato, el joven se movió hacia la camioneta para comenzar a descargar los bultos más grandes, y no aceptó ayuda alguna, para frustración de Nicolo, que intentó ofrecérsela con insistencia. A Jazz también le costó trabajo quitar la vista del asistente, aunque por otras razones.

Zarek, mientras tanto, fue hacia lady Sarah y le besó el dorso de la mano a modo de saludo.

—Es un honor estar aquí —dijo. Luego hizo lo mismo con la segunda mujer, ante quien se presentó—. Soy Zarek, es un placer conocerla.

Nicolo se cruzó de brazos y resopló. Disimulando una risa, Jazz se acercó a él y lo tomó del brazo, para luego susurrar:

—Ay, no te pongas celoso de que Zarek quiera ser gentil con unas señoras.

—No es eso, es que me parece innecesario —respondió Nicolo por lo bajo. Además, ya le había quedado claro que no era del tipo de Zarek.

La mujer de la vestimenta colorida, ajena al intercambio de ellos dos, rio ante el saludo de Zarek y se presentó como Amatista, lo que llevó a Nicolo a suponer que él era el único idiota que estaba usando su nombre real entre los invitados.

—Amatista va a guiar vosotros a través de una sesión de llamar espíritus en la noche —explicó lady Sarah—. Ella tiene más experiencia, creo que va a ser bien tener su ayuda. Y falta la chica de los electrónicos, pero ella viene con su propio automóvil en un rato.

Con un gesto de la mano, lady Sarah los invitó a seguirla hacia el interior de la casa, cuya puerta abierta se asemejaba a las fauces abiertas de un lobo. Empujado por Jazz, que se quejó de que algún error le impedía publicar su foto, Nicolo avanzó hacia la entrada, tratando de ignorar la incómoda sensación de que las gárgolas lo observaban.

Antes de atravesar el umbral, miró atrás y vio las siluetas de las ramas de los árboles que se extendían al cielo como brazos suplicantes. Apretando la piedra que Jazz le había dado, Nicolo avanzó hacia las entrañas de la casa, entre cuyas sombras algo observaba, hambriento, esperando el momento propicio para actuar.

Continuará.

Siguiente: próximo sábado.

¡Hola, gracias por leer! 🥺 ¡Volvió Jazz, para quedarse, y con amuletos! ¿Vos tenés alguna cosa que uses de amuleto? 

Gracias a quienes me desearon feliz cumple esta semana 😭💕¿Alguien cumple entre el 18/9 y el 25/9 para que le desee un feliz cumple la semana que viene? 

Las cartas de espadas en el tarot: Están muchas veces asociadas con conflictos y acciones que sacuden los cimientos. Hay varias relacionadas con temas dolorosos y filosos (claro que no todas, a veces las espadas simbolizan la fuerza, inteligencia y la valentía para llevar a cabo algo).

La entrada a la casona de lady Sarah: Está inspirada en el Castillo Piria, ubicado en Piriápolis (Uruguay). El dueño original de este lugar era Francisco Piria, un conocido empresario y alquimista de principios del siglo XX del que hay muchas leyendas, incluyendo la de que no murió realmente. 

¿Hay alguna leyenda de gente famosa que se diga que eran magos en tu país? 👀

Aunque ahora es un museo, en el pasado este edificio estuvo en manos de distintas personas, incluso hubo un club nocturno donde se hacían bailes xD Y obviamente hay leyendas de fantasmas asociadas a él, y el terreno exterior tiene una colección de árboles de todo el mundo, algunos plantados con propósitos esotéricos.  Aquí está:

En Argentina también hay edificio que pertenecía a él, el Palacio Piria en Punta Lara, que ahora está abandonado:

En el siguiente capítulo conoceremos a un par de personajes más. ¡Llegará la chica de los aparatos! ¿Y será que conoceremos el nombre real de Zarek en el futuro? 👀

PD: Así se ven las piedras de turmalina, que es verdad que es asociada con la protección de la negatividad.

¡Gracias por acompañarme, un abrazo!

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