29. Los atrevidos espíritus de las aguas
Nicolo no respondió de inmediato a la fantasmal propuesta de la mujer, quien lo contemplaba en silencio con la mano extendida, chorreando agua de la cabeza a los pies. Se preguntó si el resto la vería con la misma claridad que él o si desde lejos parecería que estaba parado frente a la nada. Habían visto los fuegos fatuos antes, así que tal vez vieran una sombra luminosa en su lugar, pero para Nicolo, ese espíritu era tan sólido como una persona viva.
—¿Qué está pasando? —preguntó Lisbeth, que se escondía detrás de Lupe, a pesar de ser más alta que ella.
—Me imagino que encontró un espíritu que puede ayudarlo —respondió Lupe, mientras sacaba de su bolso uno de sus aparatos.
—¡Nico, cuando vayas a entrar al lago, pídele permiso! —sugirió Jazz—. ¡Por las dudas!
—Pero no van a dejar que él entre solo al lago de verdad, ¿no? —dijo Lisbeth, con voz trémula.
—Dijo que confiáramos en él —murmuró Zarek, apretando los puños.
Nicolo no necesitó mirar atrás para sentir la tensión de todos, los ojos clavados en su espalda, las ganas contenidas de Zarek de arrancarlo de allí. Enfrentado al frío empantanado del lago, se tuvo que esforzar en no retroceder él mismo, tentado por recuerdos de una calidez que ahora añoraba. Pensó en el suave colchón de la cama donde había dormido junto a Zarek la primera noche, en la seguridad del abrazo que acababa de darle, y estuvo a punto de darse la vuelta.
Sabiendo que si dudaba un momento más no encontraría la voluntad para seguir adelante, Nicolo tomó la fría mano de la mujer que se ofrecía a guiarlo.
El mundo se transformó alrededor de él en el instante en que entró en contacto con el espíritu, como si ese gesto lo hubiera teletransportado a otra dimensión. La noche pasó a iluminarse con la luz del sol de la mañana en que la lavandera se había ahogado, casi dos siglos atrás, poco después de la inauguración de la casa. Ella ya no estaba frente a él, sino unos pasos más adelante, caminando por la orilla hacia otra parte del lago.
Nicolo tuvo que apresurar el paso y esquivar un cesto abandonado de ropa que se cruzó en su camino para seguirle el ritmo.
Iluminado por la luz del día, el terreno alrededor del lago de esa visión del pasado era una fiesta de verdes y flores, un pequeño paraíso primaveral que rebosaba de vida. Al menos, hasta que la mujer se detuvo antes de llegar a una península rocosa que se internaba en el agua.
Allí, todo volvió a cambiar. El cielo pasó por distintas gamas de color, claras y oscuras, soleadas y estrelladas; las flores se marchitaron, volvieron a nacer y a morir; las plantas y el lago se cubrieron de una escarcha que luego se derritió. Las estaciones pasaron frente a los ojos de Nicolo, que sintió en carne propia las ráfagas de calor y frío. Desde donde estaba, él era un observador al margen del tiempo, hasta que el flujo de los años se detuvo en una noche de luna llena.
La mujer se dirigió a la punta de la península y Nicolo fue detrás. No le hicieron falta explicaciones para entender que ese era el lugar desde el que Carlo había arrojado el collar; su teoría se confirmó cuando ella señaló un punto del lago, más adelante, justo donde se levantaba una llama que brillaba con un color distinto a la de los fuegos fatuos que había visto antes: en vez de ser blancuzca tenía un tinte carmesí.
Sin decir palabra, la mujer se hundió en el agua.
Si quería seguir adelante, Nicolo tendría que ir tras ella.
Tomaba valor para hacerlo cuando, a través del cantar de los grillos, a Nicolo le llegó la voz de Zarek:
—Ten cuidado. No estás solo. Eres importante para nosotros. Para mí.
Sonaba como si estuviera parado detrás de él. Nicolo respiró con cierto alivio al entender que el resto había podido seguirle la pista a sus movimientos. ¿Lo vería allí si se daba vuelta? Temiendo que el hechizo se resquebrajara si cedía a la curiosidad, Nicolo no se volteó. En lugar de eso, memorizó las palabras de Zarek para que estas le sirvieran de salvavidas y se agachó junto al agua.
—¿Me dejas entrar? —le preguntó al lago, al recordar la sugerencia de Jazz.
Lo primero que le sorprendió al internarse en el agua fue el frío, a pesar de que creía estar preparado; lo segundo, la profundidad. Le llamó la atención que esa parte fuese tan honda que no pudo hacer pie; tuvo que esforzarse en mantener la cabeza afuera y en nadar hacia el lugar que le había indicado la mujer.
El lago lo recibió con una curiosidad abrumadora. Mientras avanzaba, el agua palpó cada rincón de su cuerpo para deducir quién era, de dónde venía y por qué estaba allí. Nicolo le llamaba la atención.
—Por favor, no me mates —susurró Nicolo—. Solo quiero arreglar las cosas.
A medida que se acercaba a la luz rojiza, el agua se fue volviendo más tibia, sin llegar a ser caliente. La agradable calidez fue un consuelo temporal que aflojó sus músculos. Aunque sin querer relajarse del todo, Nicolo suspiró. Tal vez muriera ahogado, sí, pero no de hipotermia, se dijo a sí mismo mientras respiraba hondo en preparación para sumergirse.
No pudo hacerlo a su ritmo, sin embargo: una mano se cerró sobre una de sus muñecas y tiró de ella para llevarlo hacia el fondo. Bajo las aguas, Nicolo abrió los ojos y se encontró con la silueta del espíritu de la lavandera. A pesar de estar sumergido, la veía con una claridad imposible de conseguir a simple vista en situaciones normales.
Lo mismo pasaba con el resto del paisaje subacuático, un amplio mundo azulado de distintos niveles de profundidad. Allí abajo todo resplandecía con una luz sobrenatural. En el fondo vio cuevas, plantas y objetos de tiempos pasados que descansaban entre las piedras: un zapato que era ahora la casa de algún animal, una guitarra, botellas, un pequeño bote. También una estatua, cuya cabeza Nicolo creyó ver moverse.
A la distancia flotaban también los fantasmas de antes: el soldado y otros más, que intercambiaron susurros al verlo descender. Sus ojos no eran los únicos sobre él, sin embargo.
—Mira, es el que pidió permiso —escuchó decir Nicolo. La voz desconocida, traída por la corriente, sonó con una claridad asombrosa—. ¿Estás seguro de que quieres esa piedra? Es peligrosa.
—Déjalo —respondió otra voz—. Quiero ver qué pasa.
Por el rabillo del ojo, Nicolo captó un vistazo de los dueños de las voces, unas hermosas criaturas de rasgos andróginos que emergieron poco a poco de distintas zonas del lago. Algunas salieron de detrás de plantas o rocas, otras de lo profundo de las cuevas que se formaban cerca del fondo.
Tenían algunas características de pez —como aletas que nacían de sus brazos y piernas— y otras más humanas, pero su piel semitransparente y aspecto etéreo le hizo pensar a Nicolo que se trataban de espíritus acuáticos de la naturaleza. Él no recordaba haber visto nada así antes con sus propios ojos, aunque sabía de su existencia.
No abrían la boca para hablar: el agua se encargaba de transmitir sus mensajes, que retumbaban en todas partes.
—¿Tiene alguna idea de lo que está haciendo? —preguntó la primera que había hablado, mientras se acercaba a Nicolo con el ceño fruncido.
—No creo, pero es lindo —respondió otro de los seres, el mismo que había expresado interés antes—. Podríamos quedárnoslo.
Este último nadó alrededor de Nicolo y acarició su mejilla. Los dedos se deslizaron por su piel, resbaladizos y suaves.
Nicolo se tensó de inmediato.
Intentó apartarse, pero el peso del agua que tenía encima le aplastaba el cuerpo. La desesperación comenzó a apoderarse de él al entender que, además, el aire estaba acabándosele. No le quedaba mucho tiempo.
Apenas a un par de metros de distancia, el espíritu de la mujer se había detenido cerca de una formación rocosa, donde un brillo rojo destacaba entre las piedras, pero para entonces, Nicolo no estaba seguro de tener tiempo de llegar a él y volver a la superficie. El mundo, por más mágico que fuera, empezaba a desdibujarse ante sus ojos, bajo la mirada de los curiosos habitantes del lago.
Continuará.
Siguiente: próximo sábado.
¡Holis! Hoy tuvimos a Nicolo sirenito, vamos a ver cómo le va en esta.
¿Qué pasará allí abajo? 👀
Justo vi el otro día un video de animales que aguantan mucho tiempo bajo el agua y también me enteré de que Kate Winslet entrenó para aguantar la respiración por 7 minutos bajo el agua cuando filmaba Avatar 2 xD El promedio de una persona normal es como 1 y medio y yo no lo pondré a prueba porque NO, GRACIAS.
De hecho, buceo sin oxígeno (freediving, que es un deporte) está entre mi lista de cosas que no haría. Otras cosas que no haría: escalar montañas o meterme en cuevas (peor: CUEVAS SUBMARINAS). Creo que no tengo alma de protagonista (?). ¿Vos lo harías con entrenamiento? ¿Tenés una lista de cosas que no harías, también? xD
Cumpleaños de la semana: fujoshi_lan1203 💞✨ ¡Feliz cumpleee! Y fuerza a la gente que empezó las clases, que sé que hay algunos que estaban de vacaciones y tuvieron que volver.
¿Alguien cumple entre el 14 y 20 de marzo?
Esta semana hay nuevo dibujoooo que me olvidé de poner la vez pasada, llorooo, kxrin_hxryugx hizo a Lupe y Lisbeth, jajaja (referencia al intercambio de hace un par de capítulos), graciassss 💖💖:
Por cierto: Lisbeth no es pelirroja natural, es de peluquería 😌
¡Muchas gracias por sus comentarios, votitos, por recomendar la historia y por estos detallitos! Un abrazote, luego andaré respondiendo comentarios 💖💖💖💖
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