24. Cosas que hay que hacer antes del amanecer

Nicolo luchó contra la corriente que lo empujaba hacia atrás en un esfuerzo por acercarse al collar, pero el agua le impidió avanzar. Encerrado en un remolino barroso, vio con impotencia cómo el brillo de la piedra se apagaba, y al tratar de moverse una vez más, se dio cuenta de que tenía algas enredadas en las piernas y los brazos.

Intentó gritar, pero no tenía sentido. El agua estaba en todas partes, incluyendo dentro de él: no podía siquiera respirar.

¿Era así que iba a morir, después de todo? El miedo dio paso a una mórbida curiosidad. ¿Pasaría él también a embrujar la casa, a intentar comunicarse con algún nuevo vidente que lady Sarah trajera, a advertirle que escapara, como había hecho la chica de la escalera con él?

O quizás se convertiría en un fantasma de ese lago, que tenía que ser el mismo lago que recordaba haber visto desde su ventana el primer día, detrás de la capilla abandonada. Esperaba, al menos, que Jazz hubiera podido escapar. También había perdido de vista al león en el caos de la inundación. Allí, atrapado bajo el peso del agua y los brazos viscosos de las algas, estaba solo.

—No es real —dijo una voz femenina que sonó cerca de él—. Respira.

Le recordaba a su madre.

Sin entender el origen, Nicolo volteó la cabeza, solo para encontrarse con el mismo paisaje subactúatico que tenía delante: algunos peces perdidos, agua barrosa, los tétricos brazos de las ramas de árboles muertos.

Al mirar hacia la zona de donde venían las algas que lo retenían, sin embargo, consiguió orientarse. Allí estaba el fondo de aquel lago maldito, un pozo de negrura infinita. Ahora, al menos, entendía hacia dónde era arriba, y al volverse en esa dirección vio algo distinto: un área más clara y la forma distorsionada de lo que parecía ser la luna, que brillaba afuera con una intensidad singular.

—Respira —repitió la voz.

Contra toda lógica, Nicolo abrió la boca y una bocanada de aire le llegó a través del agua, recordándole que aquello era en realidad una visión. Desde el fondo vio aparecer a Zarek en su forma de león, y consiguió agarrarse a su melena cuando este nadó cerca de él.

El nuevo impulso le permitió liberarse de las algas enredadas en sus piernas y brazos, por fin, y así fue que avanzó hacia la luz del exterior.

Ya cerca de la salida, cerró los ojos para protegerse de una última corriente de agua que se esmeró en devolverlo al fondo, y al abrirlos se encontró de nuevo en la habitación de la sesión espiritista, sentado en el suelo y rodeado de Lupe, Jazz y Zarek. Este último ya no sostenía la mano de Nicolo, sin embargo, sino que lo rodeaba con los brazos para que no cayera hacia adelante.

Allí no había agua ni dodos ni leones, aunque Nicolo, atragantado, tuvo que esforzarse en volver a respirar con normalidad. Sí, estaba seco, pero su cuerpo se sentía frío y su ropa pesada, como si de verdad se hubiese empapado.

—¿Estamos... de vuelta en el presente? —preguntó Nicolo, luchando contra una tos que no le dejaba hablar con claridad.

—¡No te esfuerces! —urgió Zarek, acariciándole la espalda—. Lo importante es que estés bien.

—Estoy bien —replicó Nicolo con voz temblorosa.

—Eres el peor mintiendo. —Zarek entrecerró los ojos y sonrió—. Es parte de tu encanto, pero no esperes que te crea.

Nicolo chasqueó la lengua en protesta, pero no se resistió cuando Zarek lo acomodó sobre su pecho para moverlo hacia la cama. Al contrario, se apoyó contra él y se aferró a su saco, deleitándose en la suave sequedad de la tela y el dejo de aroma dulce que desprendía.

Ya sobre el colchón, se permitió cerrar los ojos por unos instantes, no demasiados, mientras volvía a ajustarse a la realidad y ordenaba sus pensamientos. La sensación de humedad se resistía a irse. Era la misma molestia persistente de cuando la lluvia se las ingeniaba para colarse bajo la ropa un día de tormenta.

Al menos, Jazz también había vuelto a la realidad. Lupe ya no era un teléfono y Zarek ya no era un león, aunque lo miraba con la misma intensidad preocupada que su versión felina.

Luego de encender las luces, Lupe se acercó también a la cama y dijo:

—Este no es nuestro presente. La situación de la casa es la misma de antes, estamos en varios tiempos a la vez.

—Pero al menos estamos todas juntas —intervino Jazz—. ¡Me asusté tanto cuando te perdí de vista! ¡Sé que suena a exageración, pero en este tiempo ustedes se han vuelto muy importantes para mí, tienen prohibido morirse!

Jazz, resultó, había despertado de la visión con la primera llegada del agua. No sabía de la piedra en el lago, pero mientras Nicolo se recuperaba, le contó al resto acerca de su propia experiencia: sobre aquel lugar insólito, con sus peces voladores, dodos y otras curiosidades, sobre cómo Carlo había sido la última persona en contacto con el collar, sobre la advertencia del mago fundador de que debía devolverlo a su tumba antes del amanecer.

—¿Antes de qué amanecer? —preguntó Lupe, apartando la mirada de su libreta de notas—. El tiempo no tiene sentido en este lugar y ni siquiera sabemos dónde está la versión más reciente del collar, la que tenía Carlo. ¿Estamos seguros de que no la tiene lady Sarah?

—No —dijo Nicolo, con la voz más clara—. Carlo tiró esa versión del collar antes de morir, pero sé dónde lo hizo.

Los otros se callaron al escucharlo. Había un algo imponente en su forma de hablar, una nueva seguridad. Jazz asintió con la cabeza y Lupe anotó algo en su libreta, a la vez que Zarek sonreía, impresionado.

—Bien, ¿dónde fue? —preguntó Lupe, con sincera curiosidad.

—Hay un lago dentro del terreno, más allá de la capilla. Tiene que ser ese —respondió Nicolo. Y luego de pensarlo unos momentos, se corrigió—: Sé que es ese.

—¡Es verdad! —exclamó Jazz—. Se ve desde mi ventana. Pero no me entusiasma demasiado la idea de ir a buscar el collar allí a ciegas...

—No tenemos alternativa. —La voz de Nicolo ardió con un nuevo fuego de resolución—. Y no sería a ciegas.

La palma de su manó palpitó al recodar la calidez de la piedra. Después de haber tocado la que Francesco llevaba puesta en los años 20, Nicolo tenía la sensación grabada en la piel. Sabía con certeza que podía encontrar el camino hacia ella en el lago, aunque primero tenían que llegar a él. Empezaba a entender cómo era que su madre ayudaba en investigaciones policiales en el pasado, cómo encontraba lugares y objetos a través de visiones. Le dolía no poder contar con ella, pero estaba seguro de que ella lo acompañaba, a su manera.

—Entonces tenemos que ir al lago lo antes posible —dijo Lupe.

—¿Estás bien como para eso? —le preguntó Zarek a Nicolo, tomando su mano.

—Estoy mejor —respondió él.

Más allá del cansancio derivado de la visión, era verdad. A pesar de todo, no tenía hambre ni sueño, como si existir en ese espacio sin un tiempo definido hubiera detenido sus necesidades corporales. Considerando que Jazz había mencionado lo mismo antes, suponía que todos lo sentían así.

A pesar de eso, Zarek lo escudriñó con la mirada antes de sonreír y acercarse a su oído para susurrar:

—Si estuviéramos solos, haría una inspección más profunda, pero por ahora, te creo.

Nicolo volvió a atragantarse al escuchar eso, esta vez por razones distintas. Su imaginación se desbocó, creando en su mente un escenario en que Zarek hacía justamente eso: revisar cada rincón de su cuerpo con la excusa de asegurarse de que estaba listo para emprender la misión. Lo tocaba con la misma habilidad con la que manejaba las cartas y se demoraba en palpar todo lo que le resultara sospechoso.

Aunque lo último que necesitaba era distraerse con una ridícula fantasía, las imágenes sí le sirvieron para algo: todo residuo de frío húmedo que quedaba en su cuerpo se evaporó y fue reemplazado por calor. ¿De verdad podría aquello volverse realidad, si lograban salir de la casa? La mirada de Zarek le decía que sí. Le costó apartar la vista, pero era necesario.

—Tenemos que ir al lago —dijo Nicolo, poniéndose de pie para ir a la ventana. Allí descorrió la cortina y echó un vistazo hacia afuera.

La gente seguía llegando a la capilla y la iluminación que la decoraba hacía brillar los atuendos de los congregantes, que vestían de fiesta. Algunos traían sus propias lámparas o velas. El bosque de en derredor, en contraste, se veía oscuro, denso como una pared; si aquello era una misa, se trataba de una muy peculiar. Algo en la imagen no terminaba de cerrar. Tendrían que tener mucho cuidado al rodear el edificio para no ser descubiertos en su camino al lago, pero no podían seguir demorándolo.

Era hora de actuar.

Continuará.

Próximo: siguiente sábado (podría ser el otro si no se me mejora una mano que tengo medio mal, pero espero que sí mejore, manden buenas vibras 😭).

¡Holaaa! Gracias por estar ahí, nos acercamos a momentos CLAVE 👀 ¿Cómo les irá a nuestros chicos cuando vayan al lago? 

A propósito, ¿alguien se acordaba del lago? Si querés chusmear, está en el capítulo 7 y se puede ver desde la ventana del cuarto de Nicolo, como él mismo dice.

Aquí un mapa del terreno, la flecha roja es el cuarto de Nicolo (el mapa está bien chueco porque por algo no soy diseñadora gráfica ni dibujante, JAJAJAJA):

¿Por dónde irías al lago? ¿Por el camino de la capilla, donde te puede identificar Francesco (que cree que sos un ladrón) o por el bosque sospechoso y oscuro? Jajajaja 🤧

Cumpleaños de la semana: ¡Feliz cumple a La_Tinti! 🎂💖 Y a la prima de Quiero_Un_Callum 🤣

¿Alguien cumple entre el 7 y el 13 de febrero (o cumplió antes y se puso al día)?

¡Y hoy también hay dibujo! 🤧 ¡Con Jazz, la tele vieja y EL DODO, amoooo! Gracias a Lady_Nightmares_x por este adorable regalo💖

Imagina mostrarle esto sin contexto a alguien que te pregunte de qué trata Juego de fantasmas 🤣🤣

Estaré respondiendo comentarios hoy o mañana, abrazoteeees, gracias por acompañarme en este viaje loco y apoyarme con sus comentarios, votitos, lecturas y recomendaciones 🥺💖

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