22. Nicolo en el país de las maravillas tenebrosas
Nicolo ya no estaba en la habitación oscura de instantes antes, sino en un corredor amplio y repleto de muebles y objetos de distintas épocas. Reconoció algunas cosas propias de la casa, tal como los enormes ventanales y un televisor de tubo igual al que Nicolo había visto en el sueño de 1990, que descansaba sobre una mesa de té.
A diferencia de la dimensión de los pasillos vacíos, este lugar se sentía vivo, aunque de una manera muy peculiar. Desde los altos techos descendían, como copos de nieve, partículas brillantes que iluminaban el ambiente con un resplandor sutil. Mientras estas bajaban, otras cosas subían. En el aire flotaban algunos libros, monedas y copas de oro, un viejo teléfono de rosca con el tubo descolgado.
Nicolo mismo se sentía ligero, como si en ese lugar la gravedad no funcionara de la misma manera que en el mundo real, como si un paso en falso o un estornudo pudiera terminar haciéndolo flotar.
—¡¿Qué es todo esto, una visión?! —exclamó una voz familiar detrás de él—. ¿Es esto lo que viste la vez anterior?
Nicolo se volteó y dio un respingo al ver a Jazz.
—¿Cómo es que estás aquí? —le preguntó, y al caminar en su dirección el suelo se hundió bajo sus pies, cual si fuese un colchón de agua.
—¡Tú dime! —replicó Jazz—. ¿Dónde están los otros? ¿Qué voy a poner ahora, storytime de cómo visité el país de las maravillas? ¿Y por qué hay un león al lado tuyo?
—¿Un qué...? —comenzó a decir Nicolo.
Su mano derecha, la que Zarek apretaba en el mundo real, se sentía tibia incluso allí; pero, al bajar la vista, Nicolo entendió a lo que se refería Jazz. En esa dimensión sus dedos no estaban entrelazados con los de Zarek, sino enterrados en la melena de un enorme león, el mismo que había visto antes en sueños.
El animal levantó la cabeza y le dirigió una mirada serena. Sus ojos no eran del tono dorado claro típico de los leones, sino de uno oscuro y profundo, muy cálido: demasiado similares a los de un humano.
—¿Zarek...? —preguntó Nicolo, dubitativo.
Por un segundo creyó que el animal le contestaría, pero este solo movió las orejas y pestañeó. Aun sin tener la respuesta directa, Nicolo tuvo la certeza de que aquella criatura sí era Zarek, de alguna forma que no podía explicar.
—¿Me estás diciendo que eso es Zarek? —preguntó Jazz, animándose a acercarse un poco.
—Creo que sí —respondió Nicolo, y se inclinó un poco frente al animal, para quedar a su altura—. Creo que lo representa.
—Bueno, no sería lo más raro de la situación, supongo —Jazz levantó la vista y apuntó con la mano al techo, donde un cardumen de peces volaba sobre su cabeza—. Y, mira, ¿esas no son las gárgolas de afuera?
Jazz señaló dos estatuas monstruosas que custodiaban un gran espejo oscuro colocado unos metros detrás de ellos, en el lugar donde nacía el pasillo.
—Creo que por ahí es que entramos a este lugar —murmuró Nicolo.
—Pero recién estábamos en la sesión espiritista. ¿Esto es otro mundo o una visión? Se siente tan real...
Jazz tenía razón. Ese mundo se sentía tan sólido como el suyo. Nicolo podía palpar cada hebra de la esponjosa melena del león, aunque su presencia allí no tuviera sentido; sentir el aire, cargado con el aroma decadente pero nostálgico de las cosas antiguas; escuchar su corazón palpitando, agitado, desesperado por entender. ¿Estaba allí en mente y cuerpo, acaso? Ya no tenía certeza de nada.
—Queríamos hablar con alguien que nos dé respuestas —murmuró, tomando una bocanada de aire—, supongo que aquí podríamos encontrarlas.
—¿Dónde está Lupe con su esquema de dimensiones cuando la necesitamos? —suspiró Jazz.
Apenas terminó de decir eso, el tubo del teléfono que flotaba más adelante se ajustó en el aire hasta encajar con el resto del aparato. En ese momento, un penetrante ruido de campanillas brotó de él, haciendo eco en el pasillo. Era el timbre de una llamada entrante, que hizo que tanto Nicolo como Jazz retrocedieran.
El sonido no dio tregua, a pesar de que ninguno de los dos atinó a responder, demasiado paralizados por el miedo.
—¿No pueden mandar un mensaje de texto o algo? —se lamentó Jazz.
Nicolo agradeció el comentario jocoso, que dispersó un poco la tensión, aunque los dos sabían que no tenían alternativa más que atender. Con precavida lentitud, se acercaron al teléfono flotante e intercambiaron una mirada de angustia hasta que Nicolo descolgó, por fin, el auricular.
Se lo llevó al oído temiendo lo peor, a la espera de oír el llanto de un espíritu o el sonido gutural de algún monstruo antediluviano. Su inquietud no hizo más que acrecentarse cuando escuchó ruido blanco del otro lado.
—¿Hola? —preguntó Nicolo, con voz trémula. Jazz pegó la oreja lo más que pudo a la suya, para poder escuchar también la respuesta.
Del otro lado de la línea llegó una voz distorsionada, que sonaba como si el hablante estuviese a miles de kilómetros de distancia y en el medio de una tormenta eléctrica. A pesar de todo, tenía un tinte reconocible.
—Tranquilos —dijo.
Nicolo se aflojó al escucharla, aliviado. Era Lupe.
—¡¿Lupe?! —exclamó Jazz—. ¿Dónde estás?
—¿Qué estás diciendo? —respondió ella, a través de la estática—. Estoy aquí.
Jazz miró a Nicolo, quien a su vez dio un vistazo a su alrededor. Los únicos humanos en aquel lugar imposible eran ellos dos. El león no contaba.
—¿Aquí dónde? —preguntó Jazz.
—¿Cómo... dónde? —dijo la voz entrecortada de Lupe—. Sentada... lado tuyo.
—No —intervino Nicolo—. Estamos en un lugar distinto. Es como un mundo alternativo, se parece a la casa, pero no es. Hay un espejo y un león y otras cosas raras...
Del otro lado se hizo un silencio que fue rellenado por la estática, hasta que la voz de Lupe volvió a sonar desde el tubo, aunque no del todo clara. A juzgar por lo que decía, le hablaba a otra persona:
—Creo que la conciencia de Nicolo... y Jazz están en... dimensión distinta... aunque sus cuerpos sigan aquí. Supongo... Nicolo potenció... poderes de Jazz.
—¿Qué clase... dimensión? —dijo otra voz. Era la de Zarek, y sonaba aún más lejana que la de Lupe.
Nicolo apretó el tubo contra su oreja, en un esfuerzo por escuchar mejor.
—No sé... quizás... mundo de... espíritus. Quizás... el alma de la casa...
Para frustración de Nicolo, la estática terminó por comerse el sonido de las voces hasta volverlas incomprensibles.
—¿Hola? —preguntó Nicolo.
No hubo respuesta. La frágil comunicación se había cortado, de momento.
—Hay que ver lo positivo, entonces nuestros cuerpos están del otro lado con Zarek y Lupe, y aquí estamos solo en espíritu —le dijo Jazz a Nicolo—. Y tenemos un león.
Nicolo colgó el tubo del teléfono y asintió, con una sonrisa melancólica. Adelante de ellos se podían adivinar las sombras de otros objetos y estatuas a lo largo del pasillo que se adentraba en lo profundo de aquel mundo extraño. De entre lo oscuro surgió una gran ave robusta de curioso pico que caminó hacia el televisor antiguo y se paró junto a él.
—Eso es un dodo, un animal extinto —susurró Jazz, señalándolo—. Como en Alicia en el país de las maravillas, pero de verdad. ¿Es un dodo fantasma o apareció porque mencioné el libro?
Nicolo caminó hacia el ave, que no reaccionó ante su presencia, y se detuvo frente al televisor. Su mirada fue hacia la perilla de encendido, y en un impulso, la movió.
Dadas las circunstancias no le sorprendió que el aparato se encendiera, aunque sí lo que vio en la pantalla. En blanco y negro, algo borrosa, estaba la imagen del cuarto donde se realizaba la sesión espiritista, en el mundo real.
Allí pudo verse a sí mismo y a Jazz sentados en el suelo, con la cabeza baja y los ojos cerrados, y a Zarek y Lupe, que completaban el círculo. Estos últimos dos tenían los ojos abiertos.
—¿Por qué ya no responden, van a estar bien? —preguntó Zarek, mientras acariciaba la mano de Nicolo con el pulgar, sin soltarla.
—Tenemos que dejarlos trabajar —respondió Lupe—. Aunque sus cuerpos estén aquí, sus mentes están en otro plano que nosotros no podemos percibir. Si tenemos suerte, allí van a conseguir hablar con espíritus que nos ayuden a salir de la casa, o conseguir alguna pista sobre el colgante.
Zarek asintió, dubitativo, y se acercó al oído de Nicolo para susurrar:
—No sé si puedas escucharme, pero estoy contigo. Puedes usarme como tu ancla, ¿recuerdas? No estás solo.
Desde la singular dimensión donde observaba la pantalla que le mostraba la escena, Nicolo sonrió y murmuró, aunque el Zarek del otro lado no pudiera escucharlo:
—Lo sé.
La imagen se deformó de un instante a otro, como si algo hubiera interferido con la transmisión. Cada tanto, la estática blanca que quedó en su lugar amenazaba con volver a mostrar algo: formas humanas que apenas se distinguían, voces agitadas, canciones viejas.
—Esto dejó de ser romántico, ya me empieza a dar miedo —dijo Jazz.
Nicolo y Jazz se alejaron unos pasos del aparato.
—Tenemos que seguir avanzando —dijo Nicolo mirando al pasillo en penumbras que les esperaba más adelante.
—Correcto —dijo una voz que salió del televisor—. Si no encuentran la salida antes de que termine la noche de la ceremonia, quedarán encerrados para siempre.
Aquella voz no pertenecía a Zarek ni a Lupe, y la imagen de la persona era imposible de distinguir, pero el mensaje cargaba una urgencia escalofriante.
Continuará.
Próximo: siguiente sábado.
¡Hola! ¿Qué tal? Entramos en esta dimensión extraña donde todo puede pasar, así que Nicolo y Jazz tendrán que tener cuidado.
¿Quién será la voz que les dijo que se apuraran? 👀
Cumpleaños de la semana: Feliz cumple a Thesunflowerhappy y Nombrerandom3, que cumplió en diciembre, pero ahora se puso al corriente 🎂💝
¿Alguien cumple entre el 23 y 30 de enero (o un poco antes y se puso al día ahora)?
Continuando con el capítulo, ¿has visto un teléfono de disco en vivo? Aunque se usaban en décadas pasadas, ahora hay algunos que se siguen produciendo para la gente a la que le gusta lo vintage.
Aquí van un video que se muestra cómo se marca y con el sonido del timbre, para recordar cómo es:
https://youtu.be/9a9wO2zHK_0
El dodo: era amigable, medía un metro y se extinguió en el siglo XVII (el real no tenía manos humanas, jajajaja). Creo que lo había mencionado en El alma del volcán, también 🤔 Seguro que hay uno en el museo de la familia de Amado (y Jazz y Amado son amigos, él sí le creería su storytime 😌)
Y un dodo, como aparece dibujado en la clásica edición de Alicia en el país de las maravillas (1865):
¡MUCHAS GRACIAS POR ESTAR! Luego estaré respondiendo comentarios aquí y donde me haya faltado ❤️❤️
Me despido con un video de un televisor de los viejos funcionando:
https://youtu.be/bhNme_G3qg4
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