17. Fiesta de fantasmas

Aguantando la respiración, todos se congregaron alrededor de Jazz para mirar la pantalla de su teléfono. El mensaje de auxilio de Paulo yacía allí, solitario. Jazz se apresuró a preguntarle dónde estaba, pero para entonces no quedaba rastro de la señal, y su intento quedó varado, acompañado de un indicador de error en rojo.

—¡Se conectó solo por un momento! —se lamentó Jazz, sin dejar de mirar la pantalla—. Empiezo a pensar que todo esto es culpa mía, siempre me pasan las cosas más ridículas y después van y me acusan de inventarlas para ganar likes. ¿Quién me va a creer este storytime? ¿Visité una casa embrujada y perdí a mi crush en el tiempo? ¡Sí, claro!

El dramatismo con el que Jazz habló tenía, a pesar de todo, un dejo cómico que hizo sonreír a Nicolo.

—No te preocupes, creo que soy yo, yo soy el problema —murmuró Nicolo—. Tengo la peor de las suertes.

Desde siempre, Nicolo atraía cosas oscuras. En realidad no era cuestión de mala suerte, sino una consecuencia de la habilidad que le complicaba la vida y la razón por la que una y otra vez terminaba solo.

Jazz hizo un mohín y rodeó los hombros de Nicolo con un brazo mientras negaba con la cabeza.

—¡No digas eso, seguro que soy yo!

—Bueno, bueno, no creo que nadie sea responsable —intervino Zarek, apoyando una mano sobre la cabeza de Nicolo—. Excepto, quizás, ella —agregó, mirando a Lupe—. Ella trabaja con este tipo de fenómenos y parece saber mucho del lugar.

El comentario oscureció el ambiente.

Por el tono de Zarek, a medio camino entre humorístico e inquisidor, era difícil discernir si aquello era una broma o una acusación real, pero Lupe apretó los puños y respondió, con voz grave:

—¿Estás diciendo que yo tengo que ver con lo que está pasando? Lo que sé es porque investigo y me tomo mi trabajo muy en serio —dijo, levantando su libreta para que todos pudieran verla—. Tú eres el Señor Misterio, ¿seguro que no sabías nada antes de venir? No sabemos nada de tu vida.

Zarek respiró hondo antes de responder:

—Porque no es importante en absoluto.

Ninguno de los dos levantó la voz al intercambiar las palabras, pero el aire entre ellos se volvió tan denso que a Nicolo se le cerró la garganta. A pesar de eso, tenía que admitir que el apodo de Señor Misterio era adecuado.

Siguiendo un impulso, Nicolo se paró en el medio y dijo:

—¿En serio vale la pena esta discusión? Estamos de acuerdo con que queremos salir, ¿o no? Eso es lo que importa.

La presencia de Nicolo dispersó un poco la tensión.

—Está bien, disculpa —dijo Zarek—. Es verdad. Sí, tenemos que enfocarnos en salir. La cosa es cómo.

Como si nada hubiera pasado, Lupe se ajustó las gafas y dijo:

—Si estamos en un lugar donde las energías de diferentes épocas están interfiriendo, tal vez hubo un momento de conexión con la época correcta, y fue allí que se pudo mandar el mensaje de Jazz.

—Entonces voy a seguir mandando mensajes —respondió Jazz—. Por las dudas. Puede que Paulo vuelva a responderme, y también le pedí a un amigo que mande a la policía a la casa, por si se llega a activar la conexión.

Dadas las circunstancias, Nicolo dudaba que eso hiciera la diferencia. De momento su mejor oportunidad era encontrar información del colgante, aunque una parte de sí seguía temiendo que su certeza no fuera más que la influencia de los espíritus que se habían metido en su mente.

Dubitativo, se acercó a la baranda de la escalera que conducía al primer piso. A esa altura no tendría que haberse sorprendido de que la sala de entrada del nivel inferior no estuviera vacía, pero aun así se le erizó la piel con lo que vio, aunque la imagen era hermosa.

A través de la puerta entraban personas vestidas con atuendos de distintas épocas. Ya no eran solo las chicas con estilo flapper de los años 20, que dejaban sus abrigos de piel en manos de mayordomos que atendían la entrada. Entre los presentes había también mujeres con el pelo batido de los 60s, que llevaban puestos vestidos de colores atrevidos.

También vio hombres de galera alta que vestían ropa del siglo XIX, similar a la de Zarek, hacia quien Nicolo se volteó luego de creer haber visto a alguien que se le parecía entre la multitud.

Zarek se acercó al borde de la escalera, con el ceño fruncido.

—¿En qué época estamos ahora? —preguntó Nicolo.

—A no ser que sea una fiesta de disfraces en el presente, es como si fueran todas a la vez —respondió Zarek.

—Entonces, quizás sí podamos encontrar al dueño original o a su nieto —dijo Nicolo, y con Zarek pisándole los talones, bajó las escaleras.

Era fácil pasar desapercibidos entre una multitud tan diversa como la que recorría la sala, pero a Nicolo se le ocurrió que, de la misma forma, era fácil perderse en ella, así que buscó agarrarse del brazo de Zarek.

—Ah, ves, quizás sí estoy soñando —dijo Zarek, cuando Nicolo hizo contacto con él.

—No digas bobadas —respondió Nicolo—. Pero si estás soñando, intenta despertarte de una vez, no quiero estar aquí.

—Podríamos intentarlo con un beso, como en los cuentos.

Nicolo se detuvo en seco y se dio la vuelta para quedar frente a frente con Zarek, que lo contemplaba con los ojos enormes y una sonrisa de lado. Su melena estaba otra vez fuera de control, y Nicolo tuvo que aguantarse las ganas de ponerla en su lugar con los dedos, aunque no tenía la seguridad de que volver a ordenarla fuese a funcionar. Parecía tener voluntad propia.

Estaba listo para regañarlo cuando consideró la propuesta con cuidado. Tal vez fuera porque la situación no tenía sentido a esas alturas, o porque estaba cansado de luchar contra sí mismo para mantener a raya la curiosidad de saber qué se sentiría ir más allá. ¿Qué más daba? No tenían nada que perder.

—No sé, podría ser —murmuró Nicolo, atreviéndose a extender la mano para peinar los mechones más desordenados del pelo de Zarek, sorprendentemente suave a pesar de su rebeldía.

—¿Sí? —Zarek cubrió con su mano el dorso de la de Nicolo, animándolo a seguir adelante.

Nicolo se encogió de hombros y dio un paso adelante. Llevaba tanto tiempo sin besar a alguien que no estaba seguro de recordar cómo hacerlo. La situación le sonaba irreal, al punto que la teoría del sueño empezaba a parecerle posible, porque incluso más irreal era estar viviendo aquello en el medio de una fiesta de fantasmas.

Lo que lo detuvo fue saber que tenían compañía. A solo unos metros, Lupe estaba tomando notas —que Nicolo esperaba que no fueran sobre ellos dos—, mientras que Jazz tenía su teléfono en una mano y en la otra una copa, cuyo contenido olfateaba con la nariz arrugada.

—¿Alguna novedad sobre Paulo? —preguntó Lupe—. ¿Qué dice tu teléfono sobre el día?

—A lo primero, ya quisiera; a lo segundo, no se decide... —respondió Jazz. 

—Igual que esos dos —susurró Lupe, mirando por unos segundos en dirección a Zarek y Nicolo, que pudo sentir el calor de la vergüenza acumularse en sus mejillas.

Como un ladrón atrapado a punto de perpetrar un crimen, Nicolo retrocedió. Al menos, nadie más parecía tener interés en ellos. El ambiente era de celebración, similar al de la fiesta que lady Sarah había organizado en su momento: repleta de figuras elegantes, el brillo de las joyas y el tintineo de las copas de champán chocando entre sí.

—Espero que no hayas tomado de esa copa —le advirtió Zarek a Jazz—. Las leyendas dicen que no hay que comer en el reino de las hadas, porque podrías quedarte atascado allí. ¿Qué tal si es lo mismo con este lugar?

—Sí, igual no es como que tenga sed. Ni hambre. —Con una mueca de desagrado, Jazz echó un vistazo a los bocadillos que un camarero ofrecía a los invitados.

La comida olía raro. No era un aroma del todo desagradable, pero sí con el dejo rancio de las cosas viejas. Nicolo agradeció no sentir hambre tampoco, y luego de pensarlo mejor, eso le extrañó. ¿Cuándo había comido por última vez?

La incómoda sensación volvió a poner en orden sus prioridades, desbaratadas minutos antes por la idea del beso. Tenían que encontrar información sobre el colgante y ayudar a Paulo, donde fuera que estuviese. No era el momento de dejarse distraer por cosas brillantes, por más tentadoras que fueran.

—Tenemos que encontrar al maestro Vitale —dijo Nicolo en voz alta, mientras se abría paso entre la gente.

—¡Espera! —exclamó Zarek detrás de él.

Una mano se cerró con una firmeza inusitada sobre la muñeca de Nicolo, que esperaba ver a Zarek al darse vuelta, aunque esa brusquedad no era típica de él.

En lugar de Zarek, Nicolo se encontró ante los ojos severos de un hombre joven, engominado a la antigua, al mejor estilo de los antiguos galanes de Hollywood. Sus facciones afiladas y su pelo, rubio oscuro, le recordaban a Carlo. ¿Podía ser que fuera él con algunos años menos o solo se le parecía?

A pesar de su juventud, el desconocido habló con autoridad cuando le dijo:

—¿Adónde crees que vas? Tú no perteneces aquí.

Continuará.

Siguiente: Probablemente no pueda publicar el sábado porque es el día de Nochebuena y actualice el domingo 25. Pero dependerá de cómo esté la cosa.

¡Hola! En este capítulo todavía no sabemos qué pasó con Paulo, pero el misterio se resolverá (¡ya me dejaron unas teorías, veremos cuál se cumple!).

ESTUVIMOS MÁS CERCA DEL BESOOOO 👀👀👀

¿Quién es el desconocido y qué pasará con él? 👀 En el próximo lo descubriremos. 

Cumpleaños de la semana: Maleb83michy_1220Lisbeth14garcia y 14Stranger. ¡Feliz cumpleee! 💝💃💖

¿Alguien cumple entre el 20/12 y el 26/12?

Con respecto a la apariencia del desconocido, cuando dije que tenía aire de galanes del antiguo Hollowood estaba pensando en el estilo de pelo engominado que usaban muchos actores y cantantes de la primera mitad del siglo XX.

Como referencia dejo esta foto de Douglas Fairbanks Junior, una estrella de Hollywood que empezó su carrera en los años 20 (que aquí se parece bastante a la imagen mental que tengo del desconocido):

Esta foto es de cuando tenía unos 20 años, alrededor de 1930.

¿Hay algún actor/actriz de épocas pasadas que te enamore? Jajaja xD

¡Un abrazo y gracias por sus votitos, comentarios y leídas! Luego andaré respondiendo comentarios, como siempre 💖

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top