Prólogo.-
Vainilla y canela.
Eso es lo que un Taehyung de diez años huele en el aire aquella tarde en el parque, su pequeña nariz guiándolo en dirección hacia los columpios más retirados del lugar, desde donde proviene el hipnotizante aroma que ha encandilado todos sus sentidos de golpe, dejándole nublado por completo y provocando que su cuerpo se sintiese sobre una nube con cada paso que se acerca.
Se detiene a unos metros, asustado cuando nota que el aroma no viene de una flor o un árbol, sino de un niño que se balancea suavemente en el columpio rojo más lejano.
Su cabello negro cae en rizos delicados sobre su piel pálida, sus pies bailando en el aire porque no alcanza el suelo y se impulsa por sus brazos rechonchos para tomar algo de vuelo. Las facciones de su rostro son redondas, con un aire infantil y mucho menor a los diez años que Taehyung tiene ya. No alcanza a ver sus ojos, pero se pierde en el rosa brillante de sus labios y en sus mejillas abullonadas.
Taehyung quiere acercarse, tenderle la mano, incluso morderle una mejilla para saber si su sabor es igual que su aroma y así poder volver con su abuela a contarle de ello, saber sí se parece en algo a la historia que ella suele decirle cada noche sobre los destinados que la luna escoge sabiamente y que sólo pueden traer paz a tu corazón.
Pero es incapaz de moverse, quedándose largo rato observando al niño, quien no se da cuenta en ningún momento de su presencia.
Está demasiado concentrado en su idea de empujarse hasta tocar el cielo con sus piececitos porque es el lugar donde vive papá y lo extraña tanto que no se da cuenta el aroma que lo envuelve, que lo hace sentir más cerca de una nube, esa donde mamá suele decir que su papá vive desde hace un tiempo. Permanece ahí, sobre el columpio y con ansias de llegar lejos, sin notar al niño de cabello un tanto más claro, de piel un poco más canela y de una sonrisa curiosa que le mira desde lejos.
Quien lo ve por primera vez y que, sin saberlo, lo reconoce como su omega.
Aunque aquello resulte imposible porque, cuando sus caminos vuelven a cruzarse y los ojos grandes, brillantes como un cielo despejado y repleto de sueños escondidos del niño del columpio se encuentran por fin frente a frente con los suyos, Taehyung capta su aroma a vainilla y canela fundiéndose levemente en el aroma ácido de un alfa mayor.
El mismo alfa que lo lleva de la mano en su dirección con una sonrisa que, de niños, a Taehyung siempre se le hizo encantadora y envidiable porque no había nadie como su hermano mayor.
.- Familia, él es Jeon Jungkook. Mi destinado.
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