1: Proditor

Había que aceptar que todos amamos la noche de brujas, y más sí es en una ciudad como lo es Salem.

Toda mi vida se basó en ayudar a mis padres a organizar las decoraciones en casa, mientras ellos tenían que hacer patrullaje por las calles de la ciudad en las noches festivas y no festivas. En Halloween, mis padres tenían que hacer arduas rondas ya que algunos adolescentes se excedían con respecto a las fiestas. También porque muchas veces los pedófilos y personas de gran ocio salían el día de noche de brujas para engatusar y robar niños, así que mis padres estaban alerta junto a sus otros compañeros.

Yo la verdad, prefería estar en casa, viendo cualquier película de terror, atrapada entre mis sábanas. Pero si hablábamos de mi hermano mayor Oliver, no había límites para describir todo lo que quería hacer en solo una noche. Él solía ir a muchas fiestas junto con sus amigos de la universidad, y era por esa razón que él ya no venía a casa tan seguido, como el día de hoy.

—Frankie, baja los pies de la mesa— Habló mi madre, mientras caminaba detrás de nosotros con una cesta de ropa en brazos.

Frankie era mi hermano menor, el cual había cumplido hace poco doce años. Era bastante odioso y astuto, muy parecido a Oliver, solo que esos dos no podían llevarse bien por nada en el mundo. Por otro lado, mi relación con Frankie era buena, no peleabamos mucho y él solía acompañarme siempre. Yo no era una persona muy sociable, y era por ello que prefería la compañía de mi hermano que de algún desconocido. Aunque tampoco era el tipo de persona que no tenía ningún amigo, solo que era selectiva, y era por eso que mantenía una buena relación con mis dos mejores amigos—Ava y Wyatt— desde que éramos unos niños del jardín de infantes.

—Ginger, deberías decirle a tu hermano que los pies van en el suelo.

Y ese era mi nombre. A decir verdad, era bastante irónico ya que tanto yo como Frankie éramos un par de pelirrojos.

—Le he dicho y no me ha prestado atención— Me defendí.

Frankie me miró con el ceño fruncido y falsa indignación.

—¡Mentirosa!

—¡Basta!— Gritó mamá, detrás de nosotros— Solo baja los pies de la mesa— Ella llegó a nuestro lado, y señaló a Frankie, para luego pasar su dedo de él a mí— Y tú, Ginger, hoy en la noche te quiero dispuesta a llevar a Frankie a recoger dulces. Éste año Oliver no podrá llevarlo, y él aún no tiene edad suficiente para salir solo.

Mi frustración era bastante notable, ya que los días festivos para mí eran todo un ritual, dónde veía películas hasta más de la media noche y comía dulces de sobra.

—Frankie ya tiene doce, mamá.

—Exactamente porque tiene doce años debe ir acompañado.

Mi hermano, quién miraba la televisión a gusto, no mostró ningún signo de negación ante lo que decía mi madre. Yo por mi parte, rodeé los ojos y decidí no responderle a mi madre. A veces la creía injusta, pero ese era su trabajo; como madre y como policía.

☀️

Las horas habían pasado con rapidez, y Frankie y yo ya nos encontrábamos saliendo de casa a pedir dulces. Mi hermano menor había optado por un traje de Jack Sparrow, ya que últimamente se había obsesionado fuertemente con las películas de piratas del Caribe.

—Entonces, ¿Por dónde empezamos?— Le pregunté, mientras él llevaba una canasta en forma de calabaza para recoger dulces.

—Tu eres la adulta aquí— Dijo él con poca sutileza. La verdad era bastante mala con las direcciones, y Oliver solía llevarlo a recoger dulces todos los años. Frankie al ver mi reacción de desconcierto, me miró con obviedad— Empecemos con nuestros vecinos.

—Bien.

Nos dirigimos a cada casa a nuestro alrededor pidiendo dulces, y hasta algunas personas habían decidido no abrirnos la puerta. Caminamos toda nuestra cuadra, y algunas siguientes. Cuando nos dimos cuenta que en nuestro vecindario no habían tantas personas participando en la tradición de noche de brujas, preferimos acercarnos más hacía el centro de la ciudad, dónde sin dudas había más acción.

—Pensé que tus amigos vendrían a recoger dulces contigo.

Frankie alzó una ceja en mi dirección con ironía, y yo le devolví el mismo gesto.

—Ellos organizan una fiesta hoy, a la cual tu me llevarás— Ordenó el pequeño diablillo.

—Te equivocas. No lo permitiré.

Frankie me hacía pucheros, mostrando sus ojos suplicantes. No podía llevarlo y dejarlo solo, tenía que quedarme con él a recoger dulces y luego largarnos a casa, o sino mamá nos mataría.

—Mamá no tiene porqué enterarse.

Él juntó sus manos mientras suplicaba.

—Ya he dicho que no— Repetí— Mamá me mataría si se entera que estás en una fiesta sin su permiso.

—Vamos, Gin. Será hasta las diez.

Me sorprendía como a mi hermano menor lo invitaban a más fiestas que a mí en fechas festivas. Sabía que no harían nada malo, ya que eran apenas niños, pero mi madre era bastante desconfiada con respecto a Frank. No permitiría que le pasara algo.

—Frankie, si mamá llega a enterarse.

Pero no me dejó terminar.

—Mamá no se va a enterar, Gin. Te lo prometo.

Asentí, aún con un miedo incesante. Sabía el miedo que podía sentir nuestra madre al saber que alguno anda sin supervisión, y eso porque ya le había pasado una vez y terminó muy mal.

Frankie y yo caminamos a casa de su amigo, mientras que yo seguía pensando que nos podían descubrir. Él iba por todo el camino hablando sobre el nuevo videojuego que Ryan—el anfitrión de la fiesta— había comprado, y sobre cuánto había deseado jugarlo.

—...Y mira el lado positivo. Puedes ir a tomarte una malteada con Wyatt y Ava— Terminó de hablar, mientras yo reía.

—Eres igual de manipulador que Oliver— Dije entre risas, viendo cómo mi hermanito se colerizaba por la comparación.

—Oliver es un adoptado.

Habíamos llegado a casa de el tal Ryan, el cual ya había tenido el placer de conocer ya que siempre se le podía encontrar en mi casa con Frank. Cuando llamamos a la puerta, varios niños aparecieron recibiendo a Frankie. Mi hermano al verlos, se despidió de mí con su mano, y me dejó en manos su canasta de dulces.

—¡No olvides que pasaré por ti antes de las diez!— Grité, pero ya los chicos me habían cerrado la puerta en cara.

Derrotada, volví a la plaza de la ciudad. Me había pedido una malteada de chocolate en un kiosco ambulante de la esquina, decorado con cosas de halloween. Me senté en una banca de la plaza tratando de pasar el tiempo, pero me sentía tan aburrida.

Decidí llamar a Wyatt y parecía colgar mis llamadas. No entendía porqué, pero cuando intenté llamar a Ava me ocurrió lo mismo.

—Maldita malteada sabrosa— Dije enojada.

No podía creer que en plena fecha donde todos hacían algo para festejar, yo seguía preocupada por el bienestar de mi hermano, quién se encontraba divirtiéndose más que yo en este justo momento. También era seguro que Ava y Wyatt estuviesen haciendo algo ocurrente, porque así eran ellos, bastante impredecibles. Y aunque quería seguir maldiciendo, una voz interrumpió todo pensamiento de aburrimiento en mí.

—¡Deja de maldecir, pequeña monja!— Esa había sido la voz de Ava, mi mejor amiga.

Giré mi mirada, y justo detrás de mí se encontraban las dos personas que más falta me hacían en éste momento.

—¿Qué hacen aquí?— Pregunté con mi rostro lleno de incredulidad.

Ava llevaba un disfraz de vampiresa, el cual era bastante chistoso ya que le quedaba un poco grande, y los colmillos y sangre se veían demasiado falsos. Ella solía ser alguien espontánea y llena de idea nuevas, siempre era demasiado ocurrente y vivez. Por otro lado, Wyatt se encontraba vestido como cualquier otro día. Él no era tan espontáneo, pero le seguía cada paso a Ava como si no hubiese un mañana.

—Frankie nos llamó para decirnos que te hiciéramos compañía— Mencionó Wyatt, sentándose a mi lado en la banqueta.

Ava hizo lo mismo y se sentó junto a nosotros.

—¡Es imposible que ese mocoso ya vaya a más fiestas que nosotros!— Se quejó Ava.

Sus cabellos castaños se escondían tras la peluca de color negro que traía consigo, y aunque su cabello natural le favorecía enormemente, el negro no le sentaba nada mal a mi amiga.

—En unos años se casará más rápido que nosotros tres— Bromeé yo.

Wyatt miraba hacia el frente, divertido por todo lo que hablábamos. Él era de pocas palabras, pero muy inteligente. Ava, por su parte, decidió robarme dulces de la canasta que me había dejado Frankie.

—¿Por qué no nos dijiste que estarías recogiendo dulces con Frankie?— Preguntó Ava, con la boca llena de chocolates.

Yo me encogí de hombros, restándole importancia al asunto.

—Oliver no está, y mamá no quería dejar solo a Frankie justo ésta noche.

Wyatt se acomodó en su sitio y respiró profundo. Sabía que eso aún le mortificada un poco.

—Es entendible. Sabiendo lo que pasó aquella noche de brujas es lógico que quiera mantenerlo a salvo.

No seguí ahondando más en el tema, ya que era algo que no me gustaba tocar y mucho menos en una ocasión así.

Luego de hablar un poco y mantenernos al día, yo terminé mi malteada. Los chicos habían terminado comiendo los dulces junto a mi, dejándole solo unos pocos a Frankie. Pasaron aproximadamente unos quince minutos, cuando escuché como un chillido provenía de la boca de Ava.

—¡Mi gran y dulce amor!— Exclamó ella con exageración. Se levantó de la banca y observó un punto fijo.

Al observar lo que a ella la tenía sin aliento, me helé por completo. Oliver caminaba por la acera de enfrente junto a un grupo de chicos de su universidad. Y lo sabía porque algunos ya eran conocidos para mí, sobretodo Reginald Leeds, el mejor amigo de mi hermano. Él había sido mi primer y único amor platónico en la vida, y lo peor del caso era que Reginald no correspondía, ni sabía sobre mis sentimientos.

—¡Oliver!— Volvió a gritar Ava, llamando su atención.

Oliver, para Ava, siempre había sido su crush, igual que lo mío por Reginald. Ava había conocido a Oliver por mí, y desde que éramos niñas siempre soñó con ser su novia, aunque eso era algo casi imposible considerando que ella era como de la familia prácticamente.

La atención de mi hermano mayor se desvío hacia nosotros, y en cuánto nos visualizó, él nos regaló una sonrisa llena de alegría y se aproximó hacia donde nos encontrabamos. Yo, por mi parte, sentí miedo. Oliver podría contarle a mamá que dejé a Frankie solo con los chicos, o que simplemente yo decidí salir con mis amigos y dejarlo.

Mi hermano se acercó junto con sus amigos. Cuando mi mirada recayó en Reginald algo en mí se sintió bastante bien. Me gustaba verlo, aún si él no tenía sentimientos hacia mi o algo parecido.

—Hola Gin. Y hola, amigos de Gin— Saludó mi hermano.

Ava estaba prácticamente babeando por Oliver, así que carraspeé un poco y ella recompuso su postura.

—Hola— Dije, algo incómoda.

Oliver me miró con los ojos entrecerrados, ya sospechaba que algo, o mejor dicho alguien faltaba. Sus amigos, quiénes estaban a espaldas de él, se mantenían a unos cuantos metros. Lo suficientemente lejos como para que no tenga que enfrentar a Reginald de frente.

Hasta que algo atrapó mi atención. Un chico rubio, el cual nunca había visto en mi vida, me sonrió con jactancia y con su mano libre me saludó en el aire. Arrugué mi entrecejo, ya que no conocía a ese chico en lo absoluto. Y yo conocía a la mayoría de los amigos de mi hermano.

—Espera, Ginger. Mamá dijo que estabas con Frankie. ¿Dónde está él?

Mis nervios volvieron a apoderarse de todo mi cuerpo. Oliver nos iba a delatar.

—¡No nos delates!— Salté a decir.

—¿Qué harías por mí si no lo hago?— Preguntó mi hermano mayor, cruzandose de brazos.

—Lo que sea, Oliver. Solo no nos delates.

Quizás fue mi expresión seria y asustadiza la que hizo ablandar un poco a mi hermano, pues su mirada dejó de ser una amenazante y pasó a ser divertida.

—Entonces, ven con nosotros a tomar algo— Pidió, y yo solo negué seguidamente. Oliver entornó sus ojos, y me sostuvo por los hombros— Puedes traer a tus amigos. La pasaremos bien, Gin.

Oliver y yo solo teníamos un año de diferencia, y era por ello que él se preocupaba en hacerme encajar en cada grupo en el que él se encontraba. Yo siempre me negaba rotundamente, pero ésta vez, Ava le pasó un brazo alrededor del cuello a mi hermano y le sonrió con picardía.

—¡Claro que si! ¿A dónde iremos?— Preguntó mi amiga.

Mi vista recayó en Wyatt, quién no parecía muy disgustado con la idea de salir. Él me miró y se encogió de hombros, dejándome sin opciones.

—Tengo que esperar por Frankie, Ava. No puedo irme como si nada.

—No seas aguafiestas. Solo será un momento, y cuando te des cuenta te habrás divertido igual o más que tu hermanito.

—Punto para Drácula— Rió mi hermano en apoyo.

—Está bien, pero nos regresaremos temprano.

☀️

Los amigos de Oliver no se molestaron en voltear todo ese rato mientras caminábamos hacia un bar local, ni siquiera Reginald. El único que había notado nuestra presencia era el chico nuevo, no paraba de girar su mirada hacía mí con sonrisas llenas de picardía. Me parecía bastante enigmático con su cabello ondulado como rizos de oro, y ojos color plomo. Admitía que era guapo y más, pero era demasiado extraño como para decir que era un cien completamente.

Entramos a un bar del centro, que contaba con karaoke y una larga barra. Todos nos sentamos en una mesa larga que había al final del local. Éramos ocho personas en total: Oliver, Reginald, Sam, Tobias, el nuevo, Ava, Wyatt y yo. El muchacho rubio no había parado de mirarme con aquella fuerza intrigante, y más porque justo se encontraba sentado frente a mí.

—¿Ava?— Llamé la atención de mi mejor amiga con un susurro, pero ésta se veía enrollada en las conversaciones de los chicos— ¡Ava!— Susurré más fuerte y ella pareció molesta porque le había interrumpido— ¿Algo no te parece extraño?

Ella miró a todos por la mesa y se encogió de hombros.

—Muy extraño— Habló— No puedo creer que Wyatt hablé con naturalidad con los chicos.

Yo rodé mis ojos con fastidio, y la atraje un poco más hacía mí para poder hablar con más privacidad. El chico no quitaba la mirada de encima, tanto que quería preguntarle que era lo que le llamaba la atención.

—¡No eso! Sino el chico nuevo.

—Bastante enigmático para mi gusto.

—¿No sientes que ha estado viéndome?

—No me he dado cuenta de ello. Pero si lo hace podrías hablarle. Quizás él te ayude con tu problemita— Bromeó ella.

Sentí mis mejillas arder por las bromas tan inapropiadas de Ava. No quería tener una aventura, y mucho menos con un amigo desconocido de mi hermano. Solo me causaba inquietud.

—Mira y aprende— Dijo Ava, mientras me guiñaba un ojo para luego mirar al frente, dónde se encontraba el chico— Tú, amigo de Oliver.

El muchacho pareció prestarle atención a Ava, y ella siguió hablándole.

—¿Cómo te llamas?

La mirada del muchacho era flameante. Te permitía sentir tantas cosas en una sola ojeada. Definitivamente era un chico dominante.

Por otra parte, Oliver saltó a hablar:

—Se llama Judas, y es todo un maldito traidor— Mi hermano lo miró retante, y el tal Judas soltó una risa burlesca. En todo lo que llevábamos de noche no lo había escuchado hablar— Jugó poker en el Voila Club sin nosotros, el muy bastardo.

Ava y yo nos miramos un poco asustadas al principio de lo que había dicho Oliver, pero luego sonreímos más aliviadas.

—Vaya nombre de mierda— Dijo Ava, por lo bajo, o eso ella creía pues Judas logró escucharla.

—Presiento que mi nombre es mucho más significativo que tres letras juntas.

Punto para Judas. Pensé.

Su voz era muy gruesa y grave. Parecía la voz de un actor de películas. Era masculina y elegante a la vez.

Las cervezas que Reginald había pedido llegaron justo a tiempo para cortar la guerra que podía empezar entre esos dos. Porque conociendo a Ava como lo hacía, ella era especialista en contraatacar.

—Uh, un chico rebelde que se burla de nombres normales— Replicó Ava.

—Preferiría entonces burlarme de que eres la peor Drácula que existe.

Touché.

Basta, por favor— Pedí a Ava, y ella al ver mi expresión de seriedad decidió erguirse en su lugar y darle un largo trago a su cerveza.

—Y tú, ¿Cómo te llamas?— Me preguntó Judas , inclinando su cabeza a un lado.

La mirada de Wyatt recayó en mí y supe exactamente lo que pensaba sobre eso. El chico quizás intentaba coquetear, y aunque para mí solo existía Reginald, tenía que soltarme un poco.

—Ginger— Respondí un poco cortada.

—¡Vaya! Que maravilloso. Tu madre y la mía sí que saben de perfectos nombres para bebés.

Lo miré extrañada de su comentario.

—Entonces, es cierto que eres un traidor como yo una pelirroja— Me atreví a afirmar.

Él se encogió de hombros, viendo cómo Ava mantenía la boca un poco abierta por mi atrevimiento y el de él.

—Depende de quién lo pregunte. A veces solo me la juego por mi propio pellejo.

Mis brazos se apoyaron instintivamente en la mesa, acercándome más hacía él para ahondar en el tema. Me sentí muy bien compartiendo pensamientos con alguien que no fuera de mi entorno, así que, ¿por qué no seguirle el juego?

—Eso se llama egoísmo.

—Para mí sería una de mis tantas cualidades. Pensar en mí siempre es importante.

—Entonces tu narcisismo y alta autoestima llegan a halagarte mucho más de lo que se espera.

Él rió y yo sentí como mis piernas flaqueaban un poco de lo incitante que se veía. Era tan extraño y cautivador, era algo nuevo para mí. Completamente distinto.

—Algún día debería impartirte clases de alta autoestima— Se atrevió a decir.

La boca de mi mejor amiga se convirtió en una o mayúscula. Ella nos miraba con completa incredulidad. Yo, por otro lado, me sentía desafiada por él, así que no dejé que me contestara de aquella manera sin llevarse su merecido.

—¿Cómo podrías siquiera imaginar que no tengo autoestima?— Inquirí, saliendo de mis cabales.

—Nunca dije que no la tuvieras. Simplemente te falta emoción.

—Según tú, me falta emoción. Pero según yo, a ti te sobra bastante egocentrismo.

—¿Qué te puedo decir? Es una de mis cualidades— Judas tomó de su cerveza, dándole un trago profundo. Luego dirigió su mirada a Ava, quién aún seguía impactada— Está rica, deberías darle una probada.

Su odiosidad me hizo llegar al límite, y robándome las miradas de todos me levanté, furiosa. Ese Judas era un completo idiota y prepotente. Ni siquiera me conocía como para decir que me faltaba emoción, si yo era una persona repleta de emociones. No tenía el mas mínimo derecho de avergonzarme de tal manera, y más aún porque ni siquiera nos conocíamos cordialmente.

Idiota, idiota, idiota...

Me acerqué con premura a la barra y le pedí al joven cantinero un vaso de agua. Necesitaba bajar los humos.

Cuando el vaso de agua llegó hasta mis manos, lo bebí con desesperación. La furia me llenaba el pecho, y aún más porque cada segundo que pasaba me preguntaba porqué mi hermano tenía a un amigo tan petulante y fastidioso como lo era ese chico.

—¿Por qué huyes de nuestra discusión?— Escuché decir a la misma voz profunda— Dime que no te excita discutir tan ferozmente.

Mi garganta se atoró con el líquido que pasaba por ella. Comencé a toser como una idiota y mis mejillas empezaron a acalorarse más. Lo quería matar.

—¿Qué es lo que pasa contigo? ¡Ni siquiera te conozco!— Exclamé.

Él me miró con una sonrisa ladina.

—Entonces, conozcámonos mejor.

—No quiero conocer a alguien tan fastidioso.

—Fastidioso porque así lo crees— Dijo, mientras guardaba sus manos en los bolsillos de su pantalón con galantería— Mejor olvida que soy un egocéntrico, un fastidioso y un narcisista.

Yo lo miré recelosa. No me agradaba en lo absoluto y habíamos comenzado con el pie izquierdo.

—¡Vamos! No seas una aguafiestas.

Ya comenzaba a sonar como Ava.

—No soy aguafiestas.

—Pues, demuéstralo.

No sé que pasó conmigo en ese momento, pero una chispa se encendió en mí y disfruté toda la noche con los chicos. Olvidé cada una de mis responsabilidades. Olvidé todo lo que me incomodaba. Olvidé cada más mínimo detalle. Y lo más importante, olvidé a mi hermano menor en lo absoluto.

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