II. Shikata ga nai
Shikata ga nai: deja ir lo que no puedes controlar
Dije un:
Sálvame
y mi respuesta fue un:
deja de exagerar.
Lo afirmó
mirándome
a los ojos,
tan suplicantes y rotos,
lo dijo
escuchando
mi voz quebrándose
y mi garganta partiéndose.
Por... favor...
Volví a repetir,
Sentí que mis pulmones
se ahogaban
con su propio jugo gástrico
y se reliaban entre sí,
como una función
en el que mi cuerpo
era el títere de plastilina...
y me tendrían que partir en dos
con una sierra
para el placer del montón.
Ataban mi estómago,
a mi corazón le costaba caminar,
la cinta eléctrica
estaba teniendo una avería.
Refunfuñando
y con el ceño fruncido,
ella asintió, regañándome,
me llevó.
No sólo ese día me desgajé, resquebrajé,
ese día y más,
sufrí y conviví
con la congoja
como una peonza.
Los moretones y el espejo
me ayudan a recordar,
los pinchazos
rojo intenso
también,
y aunque quería que desaparecieran
prefiero que se hospeden ahí,
forman parte de mí
al igual que los demás.
Todos me ayudan a rememorar
y puede que llore
toda la nieve derretida de Suiza...
Pero no dejaré que se marchen,
uno parece un patito,
otro un arcoíris
y los otros simples puntos
vacíos
sin sentido
pero con infinitos
significados,
capaz de arrollar elefantes
y abrir agujeros negros.
Pero aunque debilite
mi delicado cuerpo
y sea una muñeca de trapo,
sino lo he dicho
lo repito ahora
que soy estoica
y epicúrea,
toda experiencia la empapelo,
etiqueto,
guardo en una carpeta
y la almaceno.
Diógenes
quizá estaría
orgulloso de mí.
— Janny.
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