IX. Presentimiento

Mikasa contempló las hojas que estaban ante ella a la par que la voz masculina resonaba de fondo, explicando los siguientes movimientos que deberían tener para la conciliación del tratado de paz. La Ackerman garabateaba lo que escuchaba, sin prestar la atención que sabía que tenía que tener.

¿Cómo diablos podría prestar atención si había besado a Porco Galliard unos días atrás?

Grande había sido su sorpresa al despertar y sentir el brazo masculino rodeando su cuerpo. Perpleja ante esa situación se había levantado súbitamente, en un intento de recordar dónde estaba. A pesar de que ella no tenía una tolerancia al alcohol grande, su maldición era recordar todo lo que había hecho en estado de ebriedad. Tal vez no a la perfección pero lo suficiente para saber qué era lo que había hecho.

Se había levantado de golpe, siendo seguida por un adormecido Porco quien intentó saber qué sucedía. Pero antes de que él pudiera visualizarla con propiedad, Mikasa se excusó diciendo que tenía una reunión y que debía irse, saliendo rápidamente de ahí. Agradeciendo que su excusa era verdadera y manteniéndose ocupada el resto del día con la embajada y sin aparecer en el centro de entrenamiento. Hasta que el tercer día había acudido con el resto de los titanes y había actuado con normalidad con Porco, fingiendo en todo momento aunque su interior estaba en un caos.

¡Lo había besado! ¿qué demonios se suponía que debía hacer? ¿Fingir todo este tiempo que no había sucedido? Por otro lado, Porco no había mencionado nada al respecto y habían salido a comer ese día antes de que él partiera al día siguiente. Por lo que consideró que ese tema había quedado atrás. O al menos el tema entre ellos. Internamente ella era un mar de nervios.

Jamás, nunca en su vida, había sido una persona impulsiva. Solía planear con precisión cada uno de sus movimientos y más en batalla, pero esa noche...ella se había dejado llevar por sus emociones y todo lo que sentía por Porco a pesar de que se negaba a aceptarlo. Porco le hacía sentir tantas cosas y lo externó todo aquella noche. Se sentía tan avergonzada...

Aún así la sensación de sus labios encontrándose por primera vez y como él seguía aquel beso al grado de volverse tan intenso....recordar eso la hacía estremecer hasta la médula y forjar la idea de que tal vez, él igual había tenido tantas ganas de besarla. ¿Eso cómo dejaba las cosas entre los dos? No tenía ni idea y no obtendría una respuesta coherente si no sacaba el tema a colación entre ellos.

No podía hacerlo sin aceptar que recordaba todo lo que había hecho y que había tenido la iniciativa.

¿Qué era lo que debía hacer entonces? No tenía ni idea, siempre llegaba a esa conclusión. Se recordó a ella misma que no era momento de esas cosas. Estaba en Hizuru, con gente importante de la nación y debía prestar atención. Había decidido hacer la visita luego de la insistencia de Kiyomi para conocer el lugar de donde descendía. Era un sitio muy bonito, con altas edificaciones y la riqueza del país era evidente.

Antes de salir de Marley se habían detenido en la frontera Este para dejar una encomienda a las tropas pioneras del sitio. Kiyomi se había enfrascado en una plática con el general de la zona mientras ella se escabulló hasta alcanzar el área de trabajo. Buscando a alguien especial hasta que lo visualizó sonriendo sin poder evitarlo. Lo vio martillar con solo un sport y el calor dejando estragos en su cuerpo, el sudor descendiendo por su cuello y brazos expuestos. Eso había sido suficiente para que el calor ascendiera por todo su cuerpo.

La primera impresión que había tenido con respecto a Porco, meses atrás fue que era un soldado bien parecido pero un completo imbécil conforme a actitud. Aún así había buscado acercarse a él. Después de dicho inconveniente encontró una persona amable y hasta atento. Pero en ese momento, mientras lo veía trabajar arduamente y más cuando él la visualizó y se acercó hasta ella, Mikasa pensó que era bastante atractivo. Aún estando tan desalineado, su apariencia en ese estado era tan varonil.

Y esa imagen no la había abandonado aún en su estadía en Hizuru, regresando a su mente ante cualquier cosa y eventualmente regresaba al sabor de sus labios Maldijo interiormente al considerar que lo había besado en ese estado y que al no estar por completo consciente su memoria no era demasiado justa ni le ofrecía el sabor real del titán mandíbula.

Pensó que esperaba volver a probarlo pronto hasta que se dio cuenta de sus pensamientos y se sintió completamente avergonzada. Que esperaba que se repitiera y si eso era así, significaba que estaba mucho más pérdida de lo que pensaba por Porco Galliard.

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El pico golpeó la gran roca que tenía enfrente originando una fisura, sus brazos temblaban en cada golpe al tener sujeto el instrumento con gran fuerza. El pico se incrustaba en cada golpe hasta romperse y fragmentarse en pequeñas rocas, facilitando su transporte. El masculino se irguió pasando su antebrazo por su frente, limpiando las gotas de sudor que descendían por su frente.

Dejó salir un suspiro profundo mientras algunos de los otros soldados venían para mover los fragmentos de piedra del terreno que estaban limpiando. Era jodidamente grande y parecía que no había un gran avance al respecto. Se estiró, dejando el pico a un lado y dirigiéndose al área de descanso, donde tomó una botella de agua y la ingirió de una sola vez. Se estaba deshidratando. Lanzó la botella vacía y tomó otra.

Respiró profundamente ¿quién diría que un soldado portador de un titán terminaría haciendo el trabajo sucio? Era más sencillo destruir, sin considerar el trabajo que había detrás a la hora de la limpieza.

Observó la botella de agua, desatando un recuerdo involuntario. Aquella primera vez que interactuó con Mikasa por su propia cuenta para no perder su puesto de élite. Que eso era un asunto pasado que no tenía importancia, lo verdaderamente importante era que algo tan banal desatara el objeto de su obsesión en estas semanas o más específicamente la persona que no podía sacarse de la cabeza.

Mikasa Ackerman.

Si alguien le hubiera dicho el primer día que ella llegó a Marley que él, Porco Galliard, un soldado patriota y jodidamente orgulloso terminaría siendo atraído por una eldiana de Paradise, lo hubiera molido a golpes ante lo absurdo de sus palabras. Era jodidamente imposible que algo como eso fuera si quiera fuera considerado considerando la repugnancia que le tenía en el pasado.

Aún recordaba cuando Zeke habló con ellos, antes de la llegada de Mikasa, para informarles cómo serían las cosas de ahora en adelante y que esperaba que se llevaran bien con Mikasa. Él simplemente se había reído y soltado un quejido.

―¡Ni en un millón de años me relaciono con esa maldita eldiana!

Se había comido todas sus palabras, no podía evitar reírse en ese punto, porque no solo se había llevado bien con ella sino que la había besado. Lo correcto era decir que ella lo había besado y él había correspondido. Aunque debía admitir que no lo hizo a desgana, tenía unas ganas de hacerlo desde que la vio llegar con ese vestido y muy posiblemente si ella no lo hubiera hecho, él hubiera tomado la iniciativa. Hubiera preferido que ella estuviera consciente para que no olvidará lo que él le haría, como había pasado. Ella había olvidado todo y eso jodía las cosas.

Él no había tenido el valor de recordárselo mediante acciones y más porque ella no se presentó al día siguiente. Se arrepentía de no haber dicho nada cuando Mikasa salió de su casa rápidamente.

Y dejar ese asunto al aire lo mantuvo pensando una y otra vez en el sabor dulce de los labios de la Ackerman, la suavidad y el aroma que emanaba su piel. La calidez embriagante de su cuerpo... necesitaba regresar a Marley ya y terminar con esa agonía. Necesitaba dejar en claro una cuestión innegable y que el Porco del pasado desacreditaría.

Que deseaba a Mikasa.

No solamente en cuestiones físicas, como las mujeres con las que había estado una sola noche en sus rondas de copas, sino algo más...profundo. No quería terminar en un revolcón y ya. La sensación de despertar a su lado, captar su cuerpo moldeando al suyo, ver su primera sonrisa de la mañana, sus ojos entrecerrados por el sueño y ella pronunciando su nombre...él necesitaba eso.

¿Qué mierda le había hecho Ackerman?

No tenía ni idea, pero esperaba que pronto regresaran a la ciudad. Caminó por las tiendas establecidas para los altos mandos escuchando al general hablar con urgencia y un ajetreo de voces. Se detuvo mientras daba un trago a agua de la nueva botella que tomó para regresar a su trabajo. El sonido del barco acercándose con un nuevo cargamento de materiales para los soldados, estaba bastante cerca y pronto tendrían que descargar. No pude descansar ni un poco.

―¡¿Qué dices?! ―El silencio absoluto llenó la tienda. ―¡¿Cómo que no es uno de nuestros barcos!?

El tiempo pareció detenerse en ese justo momento, las voces alertaron dentro de la tienda. Porco giró el rostro para visualizar el agua y al barco estando a una distancia mínima. Y de pronto un sonido con el que estaba familiarizado por sus batallas defendiendo a Marley. Un sonido que significaba malas noticias.

El sonido de un cañón siendo activado.

Justo en el momento en que sus ojos alcanzaron el mar, la bala del cañón alcanzó tierra, generando una explosión que devoró todo a su paso.

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Depositó la taza de té en la mesa y observó con ojos atentos y con gran escrutinio a la morena que tenía enfrente con aire ausente.

―¿Me dirás qué es lo que ha sucedido en tu cita con Porco?―Pieck decidió ir directo al grano.

Para su atenta observación vio a Mikasa casi escupir el té que estaba bebiendo y como re-huía de su mirada con cierto nerviosismo.

―Habla.

Había esperado pacientemente a que la mujer le contara si había logrado atrapar a Porco con ese maldito y sensual vestido negro. Pero dicha plática jamás llegó por iniciativa de la Ackerman, por lo que se veía obligada a ser directa.

―No ha sucedido nada. ―Mikasa habló con aire ausente mientras veía el liquido de su bebida en la taza.

Debía suponer que nada se le escapaba a Pieck y más aún, el dejar al aire el tema de la cita o salida que ella había tenido con Galliard. Había buscado por todos los medios esquivar ese tema pero la mirada curiosa y firme de la Finger dejaba en claro que no daría su brazo a torcer y que era mejor que hablara. Sin embargo, no significaba que ella debía contarle lo que de verdad había sucedido.

―Solo fuimos a bailar y a tomar un trago, eso es todo.

―¿Crees realmente que me creeré eso? ―Finger sonrió detrás de su taza de té antes de dar un trago y sonreír.

Mikasa se sorprendía lo atenta que Pieck era con respecto a los detalles, considerando su mirada adormilada. No quería hablar del beso con Porco hasta que ella misma no superará la crisis sobre qué debería hacer, aunque tal vez hablarlo con una amiga ayudaría.

Jugueteó con la taza de té que tenía en las manos con aire ausente mientras pensaba en la forma de contar la situación.

―En realidad...―Su voz se detuvo de golpe.

Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo y un latido doloroso llenó su pecho. Aquellas sensaciones la hicieron perder noción de su propio cuerpo y la taza de té cayó al piso, rompiéndose.

―Mikasa ¿estas bien? ―Pieck preocupada la observó desde el sillón, extrañada por ese comportamiento.

La Ackerman salió del trance en el que estaba, sacudiendo ligeramente la cabeza y asintió sin muchas ganas. No sabía que había pasado, pero su pecho seguía presionando inquieto. Intentó seguir el hilo de la conversación con su amiga pero esa sensación no la dejaba tranquila.

Tenía un mal presentimiento.

¿Qué significaba eso? Pensó en Porco pero justo esa mañana había recibido una carta, por lo que desechó esa idea, intentando seguir con su rutina.

Pero aquella sensación no desapareció.

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La luz llenó todo el área de enfrentamiento, seguido de un fuerte rugido liberando por primera vez en mucho tiempo al titán mandíbula. El gigante se movió por el área que había sido alcanzado por la exposición, acercándose a la costa,donde estaba su objetivo. Las balas de cañón resonaban una y otra vez en un intento de alcanzarlo, pero era demasiado rápido por su tamaño, esquivaba cada ataque.

El tiempo se había detenido en un instante con un barco a la vista acercándose a tierra de Marley, sin embargo, luego de ese momento congelado, el tiempo comenzó a moverse con rapidez una vez que la el la bomba alcanzó tierra y devoró a una cantidad considerable de soldados de las tropas de pioneros.

Un jodido ataque de las tropas del medio oriente a soldados que no lo esperaban. Él había actuado antes de que el propio general le pidiera que lo hiciera. Su tiempo como soldado y más aún como miembro de élite le brindaban el conocimiento sobre qué debería hacer, aunque debía aceptar que más que nada había actuado por impulso. Una buena jugada para el ejército enemigo pero algo demoledor para soldados que no estaban preparados. Iban a pagarlo muy caro.

Galliard alcanzó la costa, donde varios barcos estaban a nada de lanzar el ancla, impulsado por la furia monumental de los cuerpos calcinados de sus compañeros saltó hacía el barco más cercano esquivando un par de balas.

Aterrizó en el cañón enemigo, aplastando el metal al poner todo su peso en sus manos, se movió con rapidez golpeando con sus largas manos a los soldados que les disparaban en un intento de lastimarlo, eso era inutil. Nada de eso lograría ni hacerle un rasguño. Devoró algunos a su paso mientras destruía cada cañón y posteriormente saltó al otro barco, no sin antes ocasionar un agujero para hundir el vehículo marítimo.

La cara de sorpresa en los soldados y sus acciones desesperadas dejaban en claro que no esperaban encontrar un titán entre el cuerpo de soldados. Los miembros de élite no se suponía que debían estar ahí y esa era su ventaja.

Siguió desplazándose por los barcos, masacrando a cada soldado enemigo a su paso, hasta que una bala alcanzó a rozarle el costado. El dolor inundó su cuerpo ¿qué demonios? No había arma humana que pudiera causarles un daño significativo. Giró para encontrar al culpable de dicho ataque y saltó hacía el lugar. Justo cuando estaba en el aire, a unos metros de aterrizar las balas de cañón atravesaron su cuerpo. Bramó al sentir el dolor del cuerpo, pero en menos de un segundo otro conjunto de balas atravesaron su cuerpo con tal fuerza que lo hicieron retroceder hasta que alcanzó tierra y su espalda se estrelló contra el suelo.

Escupió sangre, en el interior del titán tal acción fue repetida e intentó levantarse. Quiso levantarse, el estar ahí era lo peor que podría hacer con el enemigo llegando a tierra y desembarcando sus armas. Podía ver de reojo a los soldados intentando salvar a los sobrevivientes y al resto preparándose para el enfrentamiento en tierra. Los barcos tenían armas avanzadas capaces de derribar titanes y ellos tenían rifles o granadas, no tenía oportunidad. Se repitió mentalmente la orden de levantarse. Sin embargo, no sentía sus extremidades, en uno de los ataques le volaron las piernas. La acción a seguir era abandonar ese cuerpo y formar otro.

Pero el titán mandíbula se quedó en el suelo, sintiendo los párpados muy pesados y la energía abandonando su cuerpo. Tenía que moverse, tenía que reaccionar, él era el único titán ahí, era su deber como soldado de élite hacer algo. Se repetía esas palabras hasta el cansancio. Con sus brazos intentó levantarse pero una bala rozó el costado derecho de su rostro, a la par que otro ingresaba en su pecho.

Mientras perdía la consciencia no pudo evitar pensar en aquellos ojos negros y aquella dulce risa resonando en sus orejas hasta que la oscuridad lo engulló.


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