II. Razones
Mikasa tamborileó los dedos en la mesa que tenía ante ella, con los papeles entre sus manos, los cuales había estado leyendo durante un largo rato. Necesitaba evaluar las cláusulas establecidas antes de mandarlas hacía Paradise y que Historia las aprobará.
Una tarea demandante y que requería toda su concentración pero en ese momento su mente estaba en otro lado. Observó a través de la ventana que tenía en la pared derecha del cuarto donde estaba, visualizando a los guerreros de Marley en el jardín. Tenía un tiempo en ese sitio y se sentía más cómoda. Podía hablar con normalidad con los titanes o al menos con la mayoría.
Sus ojos se fijaron en la imagen varonil que le daba la espalda, contemplando su cabello peinado perfectamente hacía atrás. Era Porco Galliard, el único portador de titanes que la odiaba de tal manera que no recordaba su voz desde aquel encuentro la primera vez. Aunque de forma normal lo escuchaba hablar con el resto de los titanes, siendo cercano a Pieck, no recordaba cuándo fue la última vez que habían hablado de frente. Se atrevía a suponer que fue en su primer encuentro, fuera de eso no habían tenido mayor contacto que las miradas asesinas que él solía mandarle.
Lo cual llevaba a Mikasa a preguntarse en repetidas ocasiones ¿qué era lo que le había hecho a Porco para que la odiara con intensidad? Se había atrevido a suponer que era un resentimiento de ser enemigos en el pasado y que aún no lograba superar la idea. A pesar que desde el primer momento había dejado en claro que ambos habían hecho cosas por sus naciones. Pero la clase de miradas que él solía dedicarle de vez en cuando parecían indicar mucho más que las decisiones armamentistas de sus naciones, había algo más profundo.
Y esa idea era la que terminaba por despertar muchas preguntas en su cabeza ¿qué era lo que ella había hecho para ganarse el odio personal de Porco? ¡Apenas habían cruzado miradas y unas palabras procedentes de él! Desde ese primer momento él le dedicaba esas miradas cargadas de odio, por lo eso iba mucho más atrás ¡Lo cual era imposible! Esa eran las primeras veces que se veían. En algún momento Mikasa pensó que esa actitud mezquina era representativa de Galliard.
Que era mezquino con todo el mundo, no solo con ella.
No obstante, desechó dicha idea cuando lo vio hablar con Gabi y Falcon de forma fraternal, preocupándose por sus entrenamientos. Dejando en claro que el problema era ella. Tal vez simplemente la odiaba por ser descendiente de la isla Paradise, como tanto les habían enseñado en esa nación.
A pesar de sus suposiciones, Mikasa necesitaba saber la realidad detrás de la hostilidad de Porco. Debía llevarse bien con todos los titanes de Marley y que el masculino estuviera siendo tan mezquino arruinaba esa postura. Necesitaba arreglar aquel asunto para que todo marchara como se supone que debería. Y para eso estaba dispuesta a tomar medidas un tanto desesperadas.
El sonido de los pasos aproximándose la hicieron levantar la mirada de los papeles. La puerta se abrió dejando entrever una cabellera rubia con las ojeras debajo de sus ojos. Parecía estar buscando algo en especifico pero cuando la vio a ella, pareció arrepentido, listo para salir de ahí.
―Reiner, espera, quiero hablar contigo. ―Su voz detuvo al hombre en su camino a salir de la habitación.
Eso era perfecto, era lo que necesitaba. No obtendría nada si iba y le preguntaba a Porco, su actitud le dejaba en claro que solo terminaría hablando sola, totalmente rechazada.
―¿Qué necesitas?―Reiner entró a la sala con la duda presente en su rostro.
El tiempo ahí le había permitido convivir con el acorazado pero no solían hablar en solitario con regularidad, por no decir que nunca lo habían hecho.
―Quisiera preguntarte algo con respecto a Galliard.
Dichas palabras llevaron a Reiner a mirarla fijamente, cuando momentos antes su mirada había estado fija en lo que sucedía al otro lado de la pantalla. Tomó asiento junto a Mikasa.
―¿Qué sucede?
―Puedo notar que es una persona realmente difícil de tratar. ―Mikasa inició yéndose un poco por las ramas, pero quería dejar en claro que lo sabía.
―Ni que lo digas, aún recuerdo cuando me golpeó cuando éramos aspirantes a poseer alguno de los titanes. ―Reiner sonrió de nostalgia, porque en ese entonces todavía no era un titán. ―¿y...?―preguntó con cierto interés.
―Tal parece que no soy de su agrado y quisiera saber si es por el hecho de que soy de Paradise o tal vez.. hay detrás de su desdén.
―Oh...―Reiner miró hacía sus manos, jugando con sus dedos. ―Es algo...complicado.―Pareció perderse entre sus pensamientos durante unos segundos hasta que levantó su mirada. ― Cuando éramos niños y nos enlistamos en la militar, solo seis de los cinco aspirantes a soldado serían los que terminarían con los titanes principales. ―Reiner tenía la mirada perdida, como si estuviera rememorando a la par que contaba su historia. ―Éramos Pieck, Annie, Bertolt, Porco, Marcel y yo.
Mikasa reconoció a cada uno de los mencionados, excepto a uno.
―¿Marcel?
―Él era el hermano mayor de Porco y fue elegido como el titán mandíbula.
Ackerman no entendía nada de lo que Reiner decía, porque el actual portador era Porco, por lo que no tenía el más mínimo sentido.
―Marcel fue junto con Annie, Bertolt y yo hacia las murallas, con la misión de encontrar al titán fundador... ―Reiner jugueteó con sus dedos más nerviosamente y sus labios se curvaron en una mueca perturbada. ― Un descuido mio llevó a que un titán lo devorara, Ymir, creo que la recuerdas.
La fémina recordó a la mujer que siempre solía estar junto a Historia cuando estaban en la academia del ejército, pero aún así no lograba entender a dónde se dirigía eso. Podía entender la actitud más mezquina de Porco hacía su compañero titán, pero no explicaba su odio hacía ella.
―Porco y yo no somos exactamente amigos. ―Al pensar en ellos Mikasa recordaba que ambos no solían hablar mucho y cuando era así, Porco siempre era muy mezquino. ―Pero creo que su resentimiento hacía ti, viene del hecho de que te culpa a ti y a todo Paradise de la muerte de Marcel.
El entendimiento se abrió paso ante la cabeza de Mikasa. Cada gesto, mirada resentida y como solía ignorarla cada que podía, cada una de sus acciones cobró sentido. Era exactamente la misma emoción que ella había sentido ante la muerte de Carla Jaeger y que sabía que el mismo Eren había vivido. Solo que su odio se había dirigido hacía los titanes al creerlos responsables.
En su lugar Porco, con toda la información sobre titanes y lo que habían hecho, podía volcar todo su odio hacía los ciudadanos de la isla. Y ella era la representante de Paradise. Todo tenía sentido aunque le parecía algo injusto, por no decir inmaduro. Ella estaba ahí luego del ataque de su gente a Paradise, donde todo lo que conocía había desaparecido. Él no era el único que había sufrido alguna pérdida en esa guerra, y mucho menos ella.
Tal hecho solo complicaría las cosas sobre llevarse adecuadamente con Galliard, porque su odio estaba realmente justificado y ante eso Mikasa no podía hacer nada.
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―Hey, Galliard, necesito que ayudes a Mikasa a llevar esto al hotel.
El portador del titán mandíbula giró sobre sí mismo, dejando a Pieck con las palabras en la boca, dirigiendo su atención hacía Zeke con una caja en manos y a la habitante de Paradise a su lado. El mencionado torció su boca en una mueca que no buscó reprimir, mientras se acercaba y tiraba de Zeke para alejarse de la fémina en medio de la habitación.
―¿Qué carajos estás diciendo? ―Porco habló con desprecio y sin respeto a su líder.
―Estoy ocupado con un par de cosas aquí, tenemos que ayudarla lo más que podamos.
―Deja de joderme, he dejado en claro que no me relacionaba con esa maldita eldiana de Paradise. ―No se esforzó en bajar la voz y más aún mientras acuchillaba con la mirada a la Ackerman.
Mikasa se quedó en su sitio, resistiendo las ganas de mirar a ver el origen de las voces y la discusión. Vaya, estaba siendo mucho más ruin con su líder de lo que hubiera imaginado. Había sido su idea de sugerir a Porco para ayudarla a llevar las cosas al hotel donde se estaba quedando, con la esperanza de que al ser una orden de su líder titán no protestaría y terminaría cediendo. Eso le daría la oportunidad de estar a solas con él y tal vez pasar tiempo para dejar atrás el ambiente tenso que los rodeaba.
Sabía que Porco era lo suficientemente grosero con Reiner, pero no esperaba que saltara de esa forma con Zeke, lo había subestimado. O más que nada el odio que le tenía.
―Porco tienes que...
―Yo no le debo nada.― Se detuvo en media frase cuando la caja cayó en sus manos. ―Te he dicho.
―Olvidas que soy tu superior, así que obedece o tomaré esto como una falta contra los ideales y órdenes de Marley. ―Sin esperar una respuesta se alejó, dejando al portador del mandíbula con su rostro enfurecido.
Porco contempló la caja en sus manos durante unos segundos para finalmente caminar con fuerza y pasar a un lado de la mujer que estaba de pie a un par de metros.
―Muévete.―Mencionó al pasar a su lado, sin voltear a verla.
Siguió caminando hasta alcanzar la salida sin mirar atrás ni detenerse a ver si estaba siendo seguido. Pudo escuchar los pasos detrás suyo hasta que finalmente caminaba a su lado. El escozor en la boca de su estómago se intensificó al sentir la presencia femenina a su lado. Su rostro estaba forjado en una mueca de fastidio. Odiaba tanto aquel tono autoritario que Zeke solía emplear cuando era necesario y más aún que se había visto arrastrado a hacer algo que había dejado más que claro que no estaba dispuesto a hacer.
Luego de aquella primera reunión, semanas atrás, con la llegada de la Ackerman con el cese al fuego, Zeke los había reunido en las habitaciones para hablar al respecto. Dejando en claro que debían comportarse de la mejor manera con la visitante, que todo eso era para un bien mayor, el reconocimiento de los eldianos y dejar a un lado la fragmentación social que se vivía en Marley. A todos les pareció aceptable, ya que les beneficiaría. Menos a él, que había dejado en claro su posición.
―Pueden hacer lo que quieran, pero yo jamás aceptaré a esa eldiana de Paradise, a ese demonio culpable de todo lo que hemos pasado en Marley.
Había salido de ahí sin esperar la respuesta de Zeke, tampoco es como si quisiera oírla. No estaba interesado. Asistiría a las reuniones que fueran obligatorias, pero fuera de eso, no podían obligarlo a hablar o llevarse bien con la Ackerman. Aunque dejó en claro que era por la discriminación que sufrían en Marley, realmente era algo que iba más allá de su pueblo. Todo ese resentimiento iba de la mano con la muerte de Marcel. Aquella misión de años atrás para recuperar al titán fundador, donde su hermano había muerto. Y todo por culpa de la gente de la isla. No estaba dispuesto a perdonar a ninguno de ellos por quitarle a Marcel.
Caminó por las calles de Marley, con la caja en manos y con la fémina caminando a su lado, sin mirarla en ningún momento. Ella se había mantenido callada a su lado, lo cual agradecía. Visualizó el letrero del hotel que estaba próximo.
―Porco...―Escuchó su nombre salir de los labios femeninos.
Odiaba la forma en que su voz pronunciaba su nombre y tensó los hombros, sabiendo a dónde se dirigía todo esto. Aceleró el paso, dispuesto a salir de eso antes de que todo se tornara peor.
―Espera....quisiera que habláramos―Mikasa intentó seguirle el paso pero sus piernas eran más largas que las suyas. ―Estaré un tiempo aquí en Marley y creo que deberíamos...
Impulsivo como su representativa personalidad dictaba giró sobre sus talones y la encaró, dedicando la mirada más severa que pudo, frenando sus palabras o cualquier cosa absurda que fuera a decir. Frunciendo el ceño.
―Deja de creer cosas o esperar algo que nunca llegará. ―Soltó con brusquedad. ―Te lo dije la primera vez que nos vimos y te lo repito.―Dio un paso más para encararla y que le quedara en claro sus siguientes palabras. ―Mantente alejada de mi, sucia lejana.
Estiró sus manos, dejando caer la casa en las manos femeninas que reaccionaron al ver que era lo que se proponía. Sin más se dio la vuelta para regresar por donde había venido. Odiaba esa insistencia, o la esperanza de que el tiempo pudiera cambiar las cosas. Las cosas estaban hechas, su presencia o el que se llevaran bien no traería a Marcel de regreso.
Estaba en la misma habitación que ella porque era obligado a estar como soldado a Marley y para no entorpecer el tratado de paz que estaba entre manos. Pero fuera de eso, si podía mantenerse lo más lejos posible de ella, lo haría.
Se desquitaría con Zeke por forzarlo a convivir con la Ackerman.
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Había sido la peor idea que se había ocurrido, considerando que era buena en estrategias para combatir a titanes, pero tal parecía que en aspectos sociales era un desastre. Había entrado al hotel, dejando caer las cajas en el suelo.
Era parte su culpa por intentar aquella cercanía sin nadie más rodeándolo, con la intención de dejar en claro que debían dejar toda hostilidad atrás. Sabía que debía jugar de otra forma. Por lo que al día siguiente cuando acudió al centro de entrenamiento donde estaban los titanes, lugar donde solía pasar gran parte de su día, incapaz de recorrer la ciudad en solitario, lo encontró en el sillón del salón central.
Se había dejado caer a su lado, a una distancia prudente, dedicándole una sonrisa cordial cuando él notó su presencia. El efecto había sido inmediato, él había dejado de lado el libro que tenía entre manos y se había levantado, dejándola sola en el sillón. Mikasa se había quedado en su sitio, incapaz de moverse por la vergüenza del rechazo.
Pero no se había detenido ahí, realmente lo había intentado una y otra vez. Encontrándose en los pasillos e interceptándolo, siendo ignorada con todo propósito. O en las ocasiones donde comió junto al resto de los titanes y dirigirse directamente hacía él por cualquier cosa absurda como pasarle la sal o algún bowl, en las reuniones que habían tenido. En cada una de esas ocasiones él la había ignorado descaradamente, dirigiendo su respuesta hacía Zeke o alguien más, sin mirarla o fijarse de su sola presencia.
Era realmente humillante que hiciera eso enfrente de los demás guerreros. Al menos en privado solo ella era testigo. Pero cuando los otros lo presenciaban, sentía un ambiente pesado e incómodo que la envolvía. Era evidente que todos sentían lástima por sus intentos fallidos al acercarse al titán más testarudo de los guerreros.
Luego de la reunión de aquella tarde se dirigió hacía la sala de descanso, estaba vacía por lo que se dejó caer en el gran sillón dejando salir un suspiro fastidiado. Extrañaba las murallas y a Armin y Eren, preguntándose qué estarían haciendo en ese momento. A pesar de que ya se llevaba "bien" con el restos de los guerreros, en varias ocasiones se sentía fuera de lugar. A fin de cuentas ese no era su hogar y esas personas estaban siendo amables simplemente por la alianza que se estaba formando. Al menos eso había iniciado su buena relación. Actualmente podría hablar un poco con Pieck sobre métodos de pelea y habían quedado en practicar la próxima semana. Reiner era alguien más llevadero con él quien podía hablar sobre Paradise y las cosas que había dentro de las murallas. El único que podía entender cuando mencionaba un platillo o un lugar en específico.
Zeke se mantenía al margen, solo hablaba con él cuando era algo oficial con respecto a la alianza.
Extrañaba tanto Paradise. Subió las piernas en el sillón y las abrazó contra su pecho, con aire pensativo. En ese momento la puerta se abrió dejando ver la mirada clara del titán mandíbula. Se irguió un poco al verlo, con un pequeño deje de esperanza. Hasta que lo vio apretar la mandíbula, dar media vuelta y regresar por donde había venido.
Era inútil, no podría desaparecer el resentimiento de Porco y llevarse bien, era un caso perdido.
―Qué deprimente estas. ―Una voz conocida la hizo levantar el rostro y ver al Braun entrando a la sala de descanso.
El rubio se dejó caer a su lado, mientras comía semillas que extraía de una bolsa que tenía entre sus manos. No llevaban demasiado de haber comido pero él parecía con hambre.
―¿Qué quieres?―Indagó aunque realmente no quería saber la respuesta.
―Nada, venía detrás de Porco, lo cual explicaría porque se arrepintió de entrar y el rostro que tienes.
Mikasa presionó los labios en un gesto incómodo y dejó caer el rostro encima de sus rodillas, con aire derrotado. Lo que menos quería era hablar, no con la nostalgia abriéndose paso en su interior. Estaba a nada de salir hacía el puerto y subirse en el primer barco hacía Paradise, intentando pensar que su deber era quedarse hasta que los tratados de paz fueran firmados.
―Extraño los atardeceres en Paradise.―Miraba de forma ausente por la ventana que había en la habitación.
Recordaba cuando de niña solía ir con Eren y Armin a aquel gran campo de césped para observar como el sol iba descendiendo hasta desaparecer, el canto de las aves. Sus pies ansiaban sentir las hierbas en su piel y el aire acariciando su rostro. Paradise tenía tantos lugares abiertos.
En cambio Marley era una nación militar, demasiado urbanizada, no era fácil encontrar un sitio así. No podía asegurar si existía o no, no había recorrido demasiado la ciudad para asegurarlo. Había salido a caminar con Kiyomi en un par de ocasiones pero más que nada para dirigirse hacía alguna cosa. Pero fuera de eso, le faltaba conocer Marley.
―Debo aceptar que eran increíbles. ―Reiner siguió su idea, la mejor decisión al sentir el humor en que la Ackerman se encontraba.
Podía entender la soledad que sentía en una tierra que no era la suya, lejos de los suyos y además de convivir con los que apenas hace un corto tiempo eran sus enemigos. Al menos a él lo trataron bien en Paradise en el ejército, claro, no sabían que era el responsable de la caída de las murallas, pero eso había hecho las cosas más fáciles. Mikasa la tenía más complicada que él. Al menos Braun había tenido a Bertolt.
Él mismo recordaba los atardeceres de los que hablaba, el cielo tiñéndose de aquel naranja agradable a la par que pequeñas partes de morado y azul, era todo un espectáculo, un placer culposo que en ocasiones solía disfrutar, aunque sabía que no debía hacerlo. Era la isla de los demonios que los habían condenado a fin de cuentas.
Había seguido la mirada de Mikasa hacía la ventana y el escaso atardecer que podía verse por la ventana, era deprimente si lo comparabas. Regresó su atención hacía la fémina que tenía a su lado, con aquel gesto vacío y derrotado, como si se hubiera rendido luego de intentar algo demasiado. No habían sido los mejores amigos antes ni en ese momento, pero un golpe de culpa lo abrumó.
La muerte de Marcel era su culpa, por su descuido, por no prestar suficiente atención. Si alguien debía recibir la mezquindad de Galliard debía ser exclusivamente él.
―No puedo soportar ver a la gente con cara lamentable.―Dejó salir con pesar.
―¿Qué dices? ―Mikasa se sentó adecuadamente, mirando al rubio a los ojos.
―Que te ayudaré.
Mikasa levantó una ceja extrañada ¿cómo él podría ayudarla con el portador del titán mandíbula? Pero por alguna razón decidió confiar en el Braun.
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