6
A diferencia del resto de los mortales, Javi luce su mejor cara al levantarse.
Se viste mientras se programa el día de la mañana a la noche.
Esta tarde ha quedado con alguien. Sonríe frente al espejo. Sabe que no debe hacerse ilusiones, pero a esas alturas es inevitable.
Sus ojos vivos y redondos, como aceitunas negras, se mueven de un lado a otro del cuarto de baño buscando una maquinilla de afeitar.
Al fin encuentra una, es de Jota, pero no le importa. Se afeita concienzudamente dejando su cara suave y limpia.
El pelo tiene poco trabajo. Lo lleva rapado al dos. Se pasa rápidamente la mano de adelante hacia atrás perfumándolo ligeramente con un poco de colonia.
Javi tiene el rostro castigado. Antes debió ser inocente, ingenuo y aniñado, pero los últimos años le han pasado factura. Pese a todo, hay un punto divertido en su serio rostro capaz de conmover al corazón más duro.
Físicamente es flaco como una caña de bambú, pero extraordinariamente fuerte. Su atuendo no realza precisamente las cualidades de su físico: Una cazadora preferiblemente oscura, vaqueros y deportivas forman la parte más extensa de su vestuario habitual.
En cambio, la naturaleza le ha dotado con otra cualidad más práctica que una protuberante musculatura; en la periferia, Javi es conocido como "el Patas", le llaman así por su flexibilidad y por su rapidez. Incluso pudo haber sido un atleta de éxito si se lo hubiese propuesto. Algunos ojeadores acudieron al centro de menores donde había pasado gran parte de su adolescencia para verle correr. Pero todo aquello no quedó más que en un sueño inalcanzable cuando consiguió salir de ahí.
Jota es el único que le llama por su verdadero nombre. Para él es como un hermano. Ambos se encontraron hace años, en momentos difíciles de sus vidas y juntos decidieron volver a empezar. La inteligencia de Jota y la rapidez de Javi les sirvió de mucho para ganarse un respeto entre los delincuentes más jóvenes de la ciudad. A esas alturas cuentan con un buen número de seguidores, dispuestos a hacer cualquier cosa por ellos si se lo piden.
Javi extrae del cajón de la mesita un billete de cincuenta euros y se lo mete en el bolsillo.
Mientras se encamina hacia la puerta, tiene tiempo de mirar de reojo a Jota.
Frunce el ceño extrañado al ver que ha vuelto a desempolvar su vieja guitarra. Hace más de dos años que la había dejado aparcada, alegando que no es más que una mariconada absurda. Sin embargo, Javi sabe que tocar le hace ponerse sentimental, y si hay alguien que huye de demostrar públicamente sus sentimientos y emociones, ese es Jota.
La avenida por la que se encamina está abarrotada de transeúntes. Es hora punta y el sol brilla con intensidad tras haber pasado dos días de incesantes lluvias.
Javi camina a paso ligero esquivando un grupo de japoneses que hace fotos frente a la casa Batlló. Cuando por fin llega a Plaza Cataluña, asciende por el pequeño montículo de césped y se coloca delante de la fuente, dejando El Corte Inglés a su izquierda.
Pamela luce un minivestido negro y unos leggings grises a juego con sus botas y su pañuelo.
Su cabello resplandece con intensidad y se alborota ligeramente cuando gira la cabeza buscándole.
Javi desciende dando un salto y silba para llamar su atención.
—¿Cómo estás, preciosa? —La rodea con los brazos y le da un espontáneo beso en la mejilla.
—¿Lo has traído? —pregunta Pamela con urgencia.
—Sabes que sí —saca una pequeña bolsa de marihuana del bolsillo de su cazadora y se la entrega.
—Ya que estamos aquí, podemos ir a tomar algo. ¿Te apetece?
Pamela arruga la nariz.
—¿Puedo escoger yo? —contesta al fin.
—¡Por supuesto!
—Pues acompáñame ―le incita―. Por cierto, ¿cómo está Jota? —continúa fingiendo un vago interés.
—Bien, supongo... bueno, ya conoces a Jota, tiene sus momentos.
Ella gira el rostro con desdén.
—¿Y en qué momento está ahora?
—Está en una de esas etapas suyas: ausente. Hace días que apenas habla conmigo y eso que vivimos bajo el mismo techo.
—¿Crees que está planeando algo?
Javi niega con la cabeza.
—Creo que está reflexionando sobre algo, pero ¡a saber! Estar en su mente es muy difícil.
Pamela cambia su expresión. Sus ojos brillan esperanzados.
Javi parece intuir por dónde van sus pensamientos y la hace bajar rápidamente de las nubes:
—No te hagas ilusiones... no creo que tú tengas algo que ver en su cambio de actitud.
Pamela le mira con severidad.
—No sé a qué te refieres... —comenta con indiferencia, pero sus mejillas la delatan al enrojecer.
—Creo que sí lo sabes... de todos modos, deberías centrarte un poco más en mí. Él es él y yo soy yo, y ahora estás conmigo.
Pamela alza su mirada azul para toparse con la de él; Javi no le pasa ni una, no es como la mayoría de chicos que conoce, él va de frente y no se anda por las ramas.
Entran en Ethniko, un moderno bar restaurante del centro conocido por la decoración atípica de sus platos y su excelente café.
Las robustas paredes de piedra, las mesas de madera tratada simulando cortezas de árbol y las lámparas de hierro forjado que cuelgan del techo, los traslada a otro lugar: un mundo mítico e inexplorado.
Se sientan en las sofisticadas sillas de madera y caña y piden un café.
—Estoy planeando una importante carrera en el descampado. Eres la primera a la que se lo digo. ¿Vendrás?
—¿Quién corre?
—Yo.
—¿En serio? —pregunta con incredulidad—. ¿Jota te deja el coche?
—¡Ni hablar! —Ríe—. Voy en mi propia chatarra.
Pamela sonríe. Javi piensa que es la sonrisa más bonita del mundo, pero no se lo dice.
—Seguramente estás pensando que mi coche es incapaz de recorrer tres metros sin que nadie lo empuje, y es verdad. Pero esa es la idea, que esos tíos se dejen guiar por las apariencias, tengo preparado un truco final para dejarlos a todos boquiabiertos.
—¿Qué es?
—No te lo pienso decir, ¿vendrás a verlo?
—¡Claro! ¿Por qué no? Tú avísame cuando sea el encuentro.
Javi ríe ilusionado. Ahora tiene un motivo más para ganar la carrera.
—Me gustaría que apostaras por mí, esta vez gano fijo.
—Si estás tan seguro... —arrastra las palabras, poco convencida de que pueda conseguir algún triunfo.
—¿Lo dudas?
—No sé, no he visto a tus contrincantes...
—Son unos pijos de la zona alta. Llevo picándome con ellos más de un mes.
Pamela resopla y da un pequeño sorbo a su café.
—Hacemos una cosa, apuesta por mí y si no gano, te devuelvo lo que hayas invertido.
—¿Eso en qué te beneficia a ti?
—Si gano la apuesta... —mira el profundo mar de sus ojos claros y sonríe para sí—, me conformo con un beso de recompensa y si la pierdo... ¿con uno de consolación?
Pamela ríe de nuevo y mira al chico de esa forma tan especial, que únicamente ella sabe.
—¿Aceptas? —insiste él, sintiéndose algo intimidado.
—Ya veremos...
Pero su apretada sonrisa demuestra que acepta sus condiciones.
La cita se prolonga más de lo que esperaban. El coqueteo entre ambos se hace cada vez más evidente y los temas de conversación, dispersos y amenos surgen con facilidad.
Con Javi es sencillo conversar. Si solo nos hubiésemos dejado llevar por su apariencia física, seguramente hubiésemos pasado por alto su habilidad para relacionarse con los demás.
Pamela se siente a gusto con él, pero el asunto de Jota sigue latente en sus pensamientos y no está dispuesta a abandonar. Establecer contacto con Javi no dejaba de ser más que una táctica para acercarse más a Jota. Hace semanas que no sabe nada de él y la intriga la reconcome por dentro.
A pocos kilómetros de ahí, Jota limpia y afina su guitarra. Desde el momento que vuelve a tenerla entre las manos, no puede creer que haga más de dos años que no la toca. Ni siquiera recuerda por qué la escondió en el altillo del armario.
Las horas pasan rápidas cuando se concentra en sacar acordes nuevos de sus canciones favoritas.
Desde su habitación escucha las llaves de Javi metiéndose en la cerradura y aparta rápidamente la guitarra para no ser descubierto. Sale discretamente al recibidor para saludar a su compañero.
—¿Cómo te ha ido? —pregunta como quien no quiere la cosa.
—Bastante bien, la verdad. He quedado con Pam.
Javi apenas se atreve a mirarle a los ojos por si percibe el más leve atisbo de reproche.
—¿Con Pam? ¿Nuestra Pam?
—Sí... —contesta con aspereza por su reacción—. ¿Te molesta?
Jota se encoge de hombros.
—No me molesta en absoluto, simplemente no sabía que te gustaba...
—Bueno, es que Pam... —hace un gesto de grandeza con ambas manos—, le gusta a todo el mundo.
Jota pone los ojos en blanco.
—Ten cuidado con ella —le advierte con seriedad—, no me gustaría que te ilusionaras y luego te llevaras el chasco.
Javi ríe.
—No te preocupes por mí, sé lo que hago... y también sé que está colada por ti, no soy estúpido. Pero es una chica que me gusta de verdad y quiero intentarlo, aunque soy consciente de que la cosa no pinta bien.
Jota asiente. No quiere desilusionarle diciendo lo que realmente piensa de ella.
—Porque... —continúa Javi—, ¿tú sientes algo por Pam?
Jota le dedica media sonrisa irónica.
—No, no te preocupes.
—Puedes decírmelo —insiste—, no quiero picarme contigo por una tía, así que deberías ser claro conmigo desde el principio.
Jota ríe con ganas y le da una ligera palmadita en la espalda.
—Jamás he sido tan claro como en este momento. Te aseguro que no siento nada por ella y que sepas que a partir de ahora, sabiendo que te gusta, no me interpondré en vuestro camino.
—Te lo agradezco de veras. Te parecerá una tontería, pero estoy ilusionado, llevo varios días intentando que me dé una cita, hoy al fin lo he conseguido.
—Entonces ya has hecho lo más difícil, ahora te será pan comido volver a quedar.
—Quedar sí... pero hacer que deje de fijarse en otros hombres, incluyéndote a ti, será complicado.
Jota sonríe. Al menos Javi es realista y sabe de sobras a qué se enfrenta.
—Por mí no debes preocuparte. Me mantendré al margen.
—Ya lo sé—Javi asiente con picardía—. ¿Y qué me dices de ti? ¿No hay nada que quieras contarme?
Jota empieza a jugar con la cremallera de su cazadora, gesto que evidencia su nerviosismo. Teme que Javi haya visto su guitarra y piense que es un blandengue.
—No —contesta con toda la tranquilidad que puede—,en lo que respecta a mí, todo sigue igual...
—¿Estás seguro? —pregunta con desconfianza.
—Sí.
—Ya... —Javi percibe enseguida la mentira de su amigo, pero no dice nada.
—Bueno, será mejor que vaya a recoger un poco... y tú deberías hacer lo mismo, ya sabes lo mucho que me molesta que te dejes cosas tiradas por ahí. No lo soporto.
Javi resopla y se vuelve con hastío.
—¡Jo, macho! ¡Siempre estás igual! Deberías hacerte mirar tu delirio por el orden, pareces una puta vieja maniática de noventa y cinco años —masculla entre dientes con expresión sombría.
—¿Has dicho algo?
—¡No!—se apresura a responder y se aleja.
—Bien. Recuerda que si no fuera por mí tú no encontrarías ni tu propio culo en esta casa, así que ni se te ocurra quejarte.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top