Prólogo: Paraíso en el Infierno
Prólogo: Paraíso en el Infierno.
Un hombre va corriendo con emoción por las calles. Toda su vida había sido una miseria, padres que abusaban de él y lo obligaban a sobrevivir por su cuenta, haciendo lo necesario para sobrevivir. Cualquier cosa. Y a los 40 años, ¿Qué tenía para mostrar? Una cabeza calva, un cuerpo famélico, y ni una sola noche sin pesadillas en toda su vida, casi sin poder permitirse dormir porque siempre debía estar alerta, no sé qué le quitasen lo poco que tenía, incluyendo su vida. Pero hoy parecía ser un día de suerte. Se había arriesgado más de lo normal, estaba harto de todo, ya no temía ni las consecuencias, total, ¿qué tanto peor podría ser? Fue al local de apuestas más arriesgado, donde las pérdidas dejan pobre al rico y, si no tienes suficiente aunque sea por unos centavos, te las cobran en órganos, varios como mínimo. Apostó en todo, tuvo una racha que ni él se la creía y que, de algún modo, no logró llamar la atención, y fue listo, pues salió de allí de forma rápida pero discreta una vez tuvo suficiente para nunca más preocuparse por comida y agua en su vida. Ese momento de esperanza y felicidad, el más grande y único en su vida, nacido de haber sobrevivido hasta el momento, de haber robado y matado incluso a aquellos en peores condiciones que él, de violar incluso a ancianas, embarzadas y niñas para no perder la cordura por la falta de contacto físico y relaciones humanas en cualquier nivel, de matar a sus padres en un ataque de ira antes de que estos le matasen a él al fin, todo lo que hizo para sobrevivir y para entretenerse, todo habría valido la pena, nunca más tendría que mirar atrás, nunca más tendría que volver a eso, esa era su mayor esperanza. Eso puso su cabeza en las nubes. E hizo que, por primera vez en su vida, se descuidara.
Sangre.
Pestes.
Drogas.
Podredumbre.
Fuego.
Caminando por las calles, estos elementos eran solo unos cuantos de lo que habitaban en el ambiente, no solo de la vida de este hombre, no solo de esta ciudad, sino del planeta entero. Casas mal hechas y al borde del derrumbe, desperdicios de basura, caca, orina, vómitos y entrañas en todos lados, el olor del perfume nauseabundo pero intoxicante de las prostitutas, hecho así para resaltar, el olor de alcohol y drogas y los consumidores de ambas, gritos de todo tipo, como los de niños maltratados llorando de hambre y dolor, siendo estos mezclados con los sonidos de placer y dolor de los adultos. Y más que nada, cadáveres viejos en todos lados, y otros nuevos cada momento, como el de este hombre, que de pronto era apuñalado en una esquina repetidas veces con un odio inimaginable por parte de un completo desconocido, solo para que, justo antes de irse, se agachara y recogiera el dinero que tenía en una bolsa, casi como un objetivo secundario, un pensamiento pasajero a último segundo, incitado por la misma razón por la que mató en un primer lugar: porque podía. ¿Y la gente alrededor? ¿No intentaron detener a tal lunático, no reaccionaron con temor ante tal acción? No, por supuesto que no. ¿Por qué lo harían? El panorama era tétrico, el mundo estaba tan manchado de rojo sangre que parecía cubrir hasta el cielo, creando un ambiente oscuro y bestial. Y aún así, era simplemente el pan de cada día para todos. No había gobierno, policía o leyes, era simplemente imposible mantener tales instituciones en un mundo en que todos son guiados por sus impulsos negativos individuales, ni siquiera se había podido crear un sistema de electricidad accesible a la población. Sangre, pestes, drogas, podredumbres, fuego. Estos elementos eran solo unos cuantos de lo que habitaban en el ambiente. Pero abarcando y superando a todos, había uno que era más fundamental que la vida misma.
Muerte.
Pero incluso en un mundo así, había ciertas reglas que todos conocían instintivamente para seguir garantizando su vida. En un mundo así, la gente no quiere trabajar, pero saben que, sin ningún tipo de trabajo, sin alguien para hacer labores, se habrían muerto hace mucho, especialmente en una isla tropical como Cuba a la cual ya se le habían acabado muchos de sus recursos, los cuales habían explotados mucho antes de que nacieran, cualquier cosa que se trajera del exterior valía la pena. Es por este tipo de cosas que el dinero aún existe y funciona, porque la idea de cambiar unas piedras normalmente inútiles por algo verdaderamente útil es algo que todos les gusta, especialmente cuando puedes robar el dinero de otro en vez de trabajar por ello. Sí había un tipo de persona en este mundo a la que se la daba cierto pase, era a los mercaderes, al menos los que traían productos de otras tierras, pues si te enemistabas con ellos nunca más vendrían, perderías la posibilidad de obtener lo que traigan y el resto de la población no tardará en culparte por ello de manera violenta. Por supuesto, esto se sustentaba en un entendimiento mutuo debían ser de confiar hasta cierto punto, pues si estafasen a un cliente, no habría razón para dejarlos vivos. Y el mejor lugar para conseguir productos novedosos y útoles en un mundo tan poco avanzado es cerca de las costas y puertos, y afortunadamente para la Habana, pero desafortunado para el resto de la isla, este puerto era el más importante y visitado.
Y justo en frente de un puesto peculiar, había alguien, un adolescente cualquiera de 16 años en este mundo, dispuesto a darse un lujo por una vez, alguien a punto de tener su mundo cambiado por completo.
???: ... Entonces, ¿cómo decías que se llamaba la pinga esta?
Mercader: Manzana. (Isleño ignorante.)-Pensó para su interior el mercader anciano pero duro de roer, a pesar de ser él mismo también un isleño.
???: Manzana, manzana ... ¡ah, sí, la fruta esa! Ya decía yo que me sonaba de algo. Había oído de ellas, pero es la primera vez que veo una. ¿Y está rica la cosa?
Mercader: Si quieres saber, compra.
???: Ya, ¿con estos precios? Hazte el loco si quieres, que tu madre namás va a ser la que lo esté comprando.
Mercader: A mí me da igual. Tú compra o no si te sale o no te sale, yo te digo que a mí verdaderamente no me es ningún lío.-Dijo, con una mirada resignada pero severa que revelaba su experiencia y que perder una venta no sería el fin del mundo para él.
???: ... Mira mira, no nos pongamos espacialitos aquí. Yo lo único que tengo es curiosidad de esto, pero tú eres el que necesita vender esto antes de que se pudra, que esta fruta no parece ser de aquí y dudo que vaya a aguantar este clima. Así que, me lo dejas a la mitad y trato hecho.
Mercader: Je, hazte el gracioso. Todo o nada.
???: ¿Tres cuartas partes?
Mercader: me sorprende que te sepas un término así. Pero no.
???: ¿La mitad de la mitad?
Mercader: ¡Eso es incluso menos, singado!
???: Ok, ok, ya basta de juegos. Me das dos, y te las compro por el precio completo de una y la mitad de la otra. Última oferta.
Mercader: ... Muéstrame el dinero.
El chico procedió a sacar el dinero de un bolsillo interior de su abrigo sin mangas.
Mercader: ... Eh, me sirve. Toma, tus dos manzan-
???2: ¡No tan rápido!-Gritó de pronto un niño con aire de impotencia.
Incluso en un mundo como este, o tal vez precisamente por ser un mundo así, la fuerza lo es todo. Cualquiera entiende eso. Y la fuerza de la mayoría siempre va a superar a la del individuo. Por eso, por una combinación de intereses personales, independientemente de cuanto duren y como terminen, aún existen alianzas en este mundo, grupos que se juntan para imponerse sobre el resto como mafias o gangsters, algunos incluso reciben el nombre de punchistas, porque su labor apalizar a la gente con golpes (punches). Muchos grupos tenían ciertos detalles que los caracterizaban para distinguir a sus miembros, pero el más poderoso de la Habana y gran parte de la zona occidental de la isla, el único lo suficientemente organizado para tener subgrupos, tenía un detalle característico particular: gafas de sol oscuras. Podrá parecer simple, pero para muchos, ver esas gafas era una sentencia de muerte e incluso lo último que veían en sus vidas. Y ahora, muchos hombres con esas gafas y armados hasta los dientes con armas blancas y de fuego acompañaban al niño de once años que acababa de hablar, uno de piel negra y regordete, usando sus gafas de sol sobre su cabeza mientras mostraba una sonrisa arrogante.
???: ... Bernadito (el singadito). ¿Qué se le ofrece hoy a su majestad?-Dijo, con tono sarcástico y de mal humor pero fingiendo respeto al hijo de uno de los subgrupos de esa organización, más específicamente el que controla el área de Luyanó donde vivía.
Bernardito: Oh, nada nuevo, solo que hoy me apetecen manzanas, JaJaLoLo.
???: ... Te he dicho mil veces que es Janier, hijo de ... ¿y? Sí quieres comprar, compra, ni hacía falta gritar.-Dijo, calmándose justo a tiempo para no antagonizar innecesariamente al hijo de alguien importante.
Bernardito: Ya, el punto es que quiero comprar todas las manzanas en este puesto.
Janier: Sí, ya. (Sigue así que vas a salir rodando, fiñe malcriado.) Bueno, pues con permiso me retiro.
Bernardito: No tan rápido. Escucha bien, que creo que tienes problemas del oído, a lo mejor simplemente eres un guanajo. Dije que las quiero TODAS.-Dijo, indicando claramente también las dos en la mano de Janier.
...
Bernardito: Oh vamos, no me mires así, ni mi padre me perdonaría si hiciese algo tan banal solo por joder o comer. Hoy estoy aquí en cuestión de negocios, reuniendo recursos para la organización, y a mis hombres les gusta esta fruta, ¿a qué sí?
Todos los hombres asintieron al unísono, ya sea para aprovechar y obtener una fruta rara, o simplemente para seguirle el juego al hijo del jefe.
Bernardito: ¿Ves? Y como somos muchos, obviamente necesitamos bastante. Así que, sé listo y dánoslo. No querrás entorpecer a nuestra organización, ¿verdad?-Dijo, con una sonrisa y una actitud que daba a entender que no iba a aceptar un no como respuesta.
Janier: ... Hey, ¿me devuelves el dinero?
Mercader: No devoluciones. Esa es mi primera y mayor regla.
Bernardito: Ya lo oíste.-Dijo, completamente consciente de que eso era lo que iba a ocurrir desde un principio.
Janier se quedó quieto por unos segundos. Analizó la situación todo lo que pudo. Y finalmente, llegó a la mejor decisión que se le ocurrió, una que ya llevaba un tiempo pensando.
Janier: ¿Sabes? Se me hace como que no me da la gana perder esto. Y sé me hace como que me sale de la pinga mandarte pa la pinga.
Bernardito: ... Ya lo oyeron.-Dijo, con una sonrisa como si hubiese deseado oír eso para tener una excusa.
Automáticamente, todos los guardias rodearon a Janier y le apuntaron sus pistolas, ametralladoras, escopetas y rifles.
Janier: Oye.-Le dijo al mercader.- Un consejo. Asegúrate de no moverte de donde estás ahora mismo. De lo contrario, no creo que pueda garantizar tu seguridad.
Bernardito: ¿Listos? ... ¡FUEG-
Antes de que terminase de hablar, Janier murmuró unas palabras. Dos sencillas palabras:
Janier: Gangsta's, Paradise.-Murmuró, con una sonrisa confiada y siniestra.
Antes de que los guardias terminasen de apretar el gatillo, de pronto la visión de todos se oscureció un poco y la piel de todos empezó a palidecer, y todos los que estaban más cerca de Jaime cayeron al suelo. Los que estaban más lejos reaccionaron y dispararon, pero de algún modo las balas parecían ser cortadas antes de alcanzarle, y al cabo de unos segundos, hasta sus armas eran cortadas de la nada. Los que quedaban sacaron sus armas blancas, nudillos, bates, cuchillos, martillos, incluso una sartén, pero de nada sirvió. Muchos parecían ser golpeados o cortados de la nada por algo invisible, pero incluso los que no, caían derrumbados al suelo, como si la vida hubiese escapado de sus cuerpos.
¿Y Bernardito? Él estaba paralizado. Sentía que sus fuerzas se desvanecían, incluso sin el miedo ante la incapacidad de comprender lo que ocurría, sentía que no podía moverse aunque quisiera, a base de pura voluntad estaba evitando caerse derrumbado en el suelo, aunque eso no evitó que sus riñones le fallaran en ese momento. Y todo era demasiado antinatural, incluso sobrenatural. Por eso se quedó ahí de pie, sin poder hacer nada, ni siquiera hablar, a medida que veía acercarse a la persona que acababa de dejar en el suelo a todos sus hombres, al que había hecho enojar cuando no debía hacerlo. Sin misericordia, Janier lo agarró por el cuello con fuerza con una sola mano y lo levantó en el aire hasta tenerlo contra una pared. Que le ahorcase con una mano era creíble, pero incluso si estaba apoyado contra la pared, que le mantuviesen levantado en el aire aún con lo gordo que era con una sola mano debería ser imposible, y hablando de imposibles, aunque solo veía a Jaime, sentía que había una segunda mano agarrándole también por el cuello, así como algo filoso justoso debajo de su mandíbula que estaba dejando un hilo de sangre.
Janier: Escúchame bien, porque solo lo voy a decir una vez. A partir de ahora, la cosa va a cambiar un poco. Yo no me voy a meter contigo, ni tu territorio, ni tus asuntos, ni ningún otro lío tuyo. Eso es, claro está, siempre que seas listo y te mantengas alejado, porque si te vuelvo a ver enfrente mío, te aseguro que no volveré a ser tan compasivo. ¿Entendido?
Bernardito movió sus pupilas de arriba hacia abajo en señal de afirmación, pues era lo único que aún podía mover, incluso si ya no podía ni ver a Janier por estar llorando de terror.
Janier: Bien. Me alegra que hayamos llegado a un entendimiento.-Dijo con una sonrisa macabra y lo soltó.- Ahora lárgate. Ah, pero buenas noticias, sin tus guardias, ahora mismo tendrás una buena oportunidad para hacer ejercicio y bajar de peso.
Bernardito no tardó en comprender lo que acababa de decir. Era el hijo de alguien importante, pero eso precisamente lo hacía un objetivo valioso, e incluso sin eso, su actitud había hecho enojar a muchos en un mundo donde cualquier cosa podía significar el fin de tu vida. Aún cuando sintió la mayor parte de sus fuerzas volver mientras recuperaba el aire, casi las sintió irse de nuevo al sentir la mirada de las personas a su alrededor, los desesperados, los calculadores, los rencorosos, y los simplemente dementes, todos cazadores que ahora veían a una presa enfrente, un ángel caído listo para ser descuartizado por los demonios. Salió corriendo a más no poder, y todos los demás alrededor le siguieron a sus propios ritmos por diversas razones.
Janier: Je, buena suerte hijo de puta.-Dijo, sin ninguna preocupación mientras sonreía con maldad. Sentía que todo al fin estaba resuelto.
Mercader: ¡Oye, pero serás desgraciado!-Dijo mientras le agarraba fuertemente del hombro.
Janier: Hey, ¿de qué te quejas ahora? ¿Es por qué perdiste clientela? Vamos, no me puedes culpar por eso, esto era un asunto privado, ya sabes cómo funciona esto.
Mercader: ¡Los clientes me importan un huevo, es mi mercancía lo que me importa! No sé que clase de arma, gas, o lo que sea usaste, ¡pero mira como dejaste mis productos!.-Dijo, apuntando a su puesto con todas las manzanas ahora completamente podridas, y no hacía falta mirar para saber que lo que hubiera dentro de las cajas debajo y alrededor del puesto, si era un alimento, muy probablemente estaba podrido también.
Janier: ... (Oh mierda.)
Mercader: ¿Y? ¿Cómo me vas a pagar todo esto?
Janier: ... Tch, como sea.-Dijo y empezó a caminar para irse.
Mercader: ¡Alto ahí! ¡Ni creas que te puedes marchar así sin más sin pagar, o juro que me aseguraré de que más nunca te vuelvan a vender nada!
Era una buena amenaza. Incluso alguien tan incomprensiblemente poderoso como Janier vivía en una sociedad y necesitaba formar parte de esta para sobrevivir. Pero eso ya lo tenía calculado.
Janier: No te preocupes, ya ties tu pago ahí. Está por todo el suelo.
El mercader comprendió lo que quería decir. Los guardias caídos formaban parte de la mejor organización de la zona, sin duda les pagarían decentemente, y si cada uno llevaba algo de dinero encima, probablemente sería suficiente para compensar al menos la mayor parte de sus pérdidas.
Mercader: Y-ya sabes que no puedo hacer eso. No soy tú, no tengo el as bajo la manga que usaste para rivalizar con ellos, no puedo simplemente robarles.
Janier: ¿Por qué no? La mayoría de los que estaban aquí se fueron por Bernardito, y los que no igual tienen su atención puesta en él. Sin nadie para verte, no hay nadie para culparte, ¿verdad? Eso sí. Yo que tú me apuro antes de que llegue alguien más o se despierten.
Mercader: ¿Eh? ¿Siguen vivos?-Preguntó, pero sin obtener respuesta, pues Janier una vez más se estaba retirando.- ¡Espera! ... Mierda, ya que de que.
Al final, decidió que intentar seguir demandándole a alguien capaz de hacer esto era inútil y se puso a robar a los caídos, para luego salir corriendo, dejando atrás incluso su puesto y su mercancía vencida prematuramente.
Janier: (Hm, esto fue una lección, aún necesito aprender a ser más preciso con este poder. Pero bueno, al menos logré salvar estas.)-Pensó mientras se tocaba los bolsillos en los que llevaba sus dos manzanas aún perfectamente maduras, habiéndolas puesto ahí durante el combate.
Tras un tiempo caminando, finalmente llegó al destino al que se había estado dirigiendo.
???3: Hey, Janier, que bueno vert-AUCH. ¿A qué vino eso?-Dijo, confuso y un poco asustado ante la repentina bofetada en la parte de atrás de la cabeza.
Janier: Mira, no te hagas al guanajo conmigo, que ahora por tu culpa todo el mundo me está llamando JaJaLoLo. ¿Qué te había dicho de llamarme así?
???3: Ahm, no-no sé a que te
Janier: Mira, hazme el favor Julián, ¿quién pinga sino tú me llama así? ¿Quién pinga aparte de ti se le ha ocurrido esa comemierdad? Come lo vuelva a escuchar de ti o alguien más fijo que te despingo, ¿entendido?
Julián: S-sí, perdón.-Le respondió Julián, un negro malnutrido de 16 años, vistiendo solamente un short negro y unos espejuelos que necesitaba para ver bien, que también era el mejor y único amigo de Janier.
Janier: ... Muy bien entonces. ¿Y cómo te va trabajando pa los gafas negras? ¿Extrañas cargar cosas como yo?
Julián: Me va bien la verdad, llevar sus cuentas no está mal, parece un negocio seguro, y siento que al fin estoy aprendiendo a leer de verdad, antes apenas podía entender los libros que me había encontrado tirados.
Janier: No no, la barbaridad es que pudieses leerlos cuando apenas ahora es que te están enseñando. Gracias a mi padre apenas y sé escribir mi nombre. Falta hace que me enseñes a ver si me consigo un trabajo de estos también que he oído que pagan bien. Y hablando de paga, ¿ya has cobrado?
Julián: ... No.
Janier: Pero bueno, ¿cuántas veces te he dicho lo mismo? No seas tan basura carajo, hazte valer que sí no más nunca.
Juliánr: S-sí lo sé.
Janier: E imagino que tampoco tienes para almorzar.
Julián: Ni de desayunar.-Murmuró, con el rugido de sus tripas sonando más alto que sus palabras.
Janier: Ja, está bien. Por suerte para ti, hoy me dí un lujo y estoy a compartir. Toma.-Dijo, y le dio una de las manzanas.
Julián: ¿S-seguro?
Janier: Por supuesto, si no, no te lo habría dado.
Julián: ... No me estás usando solo para comprobar que no esté envenenada o algo, usándome solo como catador, ¿verdad?
Janier: Come o calla. Última vez que te lo digo.-Dijo, con un tono más severo y sin negar lo que Julián acababa de sugerir.
Julián: Estábien, estábien.-Dijo rápido con miedo y, tras unos segundos más de duda, probó un bocado.- ... Hm, está delicioso.
Janier: Que bueno.-Dijo, y dio un bocado él mismo.- ... Neh, prefiero un mango la verdad.
Julián: Tal vez, pero me agrada que esto no embarre.
Janier: En eso tienes razón. Pero ahora mismo la verdad es que se me antoja más un mango. Ya le tumbaré uno a la mata de alguien después.
Julián: ... Ahm, sí te vas comer un mango de todos modos, ¿entonces?
Janier: Sí, sí, ya quedaste esta también, total, pa lo que pagué, ni valía la pena.
Julián: Y eso que conociéndote seguro que te las arreglaste para pagar menos.
Janier: Je, ya me conoces.
Y así siguieron conversando un poco más hasta que terminó el breve descanso del almuerzo de Julián. A pesar de que Janier aceptaba trabajos por encargo o cuando le mandaban a buscar y, por tanto. Este era esencialmente un día libre, ya no tenía nada más que hacer y no consideraba volver al mercado de la costa una buena opción, así que decidió volver a su hogar. Era un hogar maltrecho y pequeño, como casi todos en este mundo, pero era un poco más seguro que muchos, tenía hierros con púas cubriendo las ventanas y las paredes eran de piedra, que era más de lo que muchos podían permitirse, algo logrado por que su padre, un hombre corpulento con algo de panza, calvo y con una barba tupida y sucia, había trabajado duro en su vida, como un asesino a sueldo más de los cientos en el negocio. Y aún así:
Janier: Ya llegué.
Carlo: ... Hm, volviste más temprano de lo que esperaba. ¿No dijiste que ibas a pasarte el día en el mercado de la costa?-Dijo mientras se limpiaba las manos y una camisa de la sangre que tenían en un agujero que funcionaba de fregadero, usando agua de la tinaja que se había llenado gracias a la lluvia y que debían verificar constantemente para asegurar que no la hubiesen envenenado.
Janier: Sí, no vi nada que valiese la pena. Aparte hubo un lío, pero me las arreglé.
Carlo: ... ¿Qué hiciste exactamente?
Janier: Nada, nada, si acaso ellos fueron los que buscaron pelea. Pero no te preocupes, me aseguré de que nunca más vengan a buscarla.
Carlo: ... Sí vienen a por ti vas a ser tú el que se encargue. Lo recuerdas, ¿no?
Janier: Por supuesto.
Carlo: ... Muy bien. Te lo iba a dejar pasar hoy, pero como volviste temprano, prepárate ya para cocinar, que hoy es tu turno.
Janier: ... Ah, cierto. (Mierda. Si me hubiese acordado habría vuelto más tarde. Bueno, ya que más da. Al menos sirve para entretenerse, total, ni que hubiese más nada para hacer. Ni dormir en paz se puede.) Ah, y hablando de comida, hoy probé una manzana.
Carlo: Hm, sí, la fruta esa. No está mal, pero prefiero más los mangos.
Janier: ¡¿Verdad que sí?! Eso mismo dije yo.
Muerte.
Este es un mundo donde la muerte acecha en todo momento por cualquier razón, y en este mundo, la mente de Janier llegó a una conclusión radical un día. Solo existen dos tipos de persona en el mundo, la escoria y la basura. La escoria, que trata a la basura como tal, y la basura, que no tiene otra opción que dejarse tratar así.
Y Janier se había asegurado bien de no ser una basura.
Este mundo es peligroso, no existe tal cosa como la paz. O así sería normalmente. Pero Janier ya no es alguien normal. Recientemente se dio cuenta de que poseía un poder especial, uno capaz de cambiar por completo las tornas del juego, uno capaz de asegurarle que nunca más estará en peligro, uno capaz de asegurarle que, incluso en este infierno de gangsters, vivirá como si estuviera en el paraíso.
Esta es la historia de Janier Javier Lorenzo López. Bienvenidos al paraíso e infierno.
To Be Continued |/|
Referencias:
-Gangsta's Paradise es una referencia a la canción del mismo nombre del rapero Coolio.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top