Mosca Tse-Tse - Parte 1

JoJo abrió los ojos. Lo primero que vio fueron los rostros de Gabriel y Miranda que lo veían muy preocupados.

—Parece que funcionó —dijo Miranda.

Es entonces que JoJo recordó lo que había pasado con su brazo. Rápidamente, su vista se fijó en su extremidad, dándose cuenta que estaba como si no se lo hubiera cortado.

—No te preocupes JoJo —comenzó Gabriel—. Tu brazo se encuentra bien. Logré unirlo gracias a mi stand y al de Miranda.

—¿Q-Qué día estamos? —fue lo primero en preguntar. Su cabeza aún le daba vueltas por lo que la percepción del tiempo se le hacía difícil.

—Solo ha pasado un día desde que nos escapamos de Dio —concluyó Gabriel.

JoJo se sentó sobre la cama y movió sus dos brazos. No sentía dolor ni algún punzón que indicara que estaba fuera de lugar.

—JoJo —comenzó Miranda—. Exactamente, ¿qué pudiste recordar?

Ambos se vieron a los ojos y JoJo pudo darse cuenta que la pregunta era muy seria. Tanto que su vida estaba en peligro.

—Solo recordé a mi madre —dijo JoJo—. La vi, estábamos en un jardín muy hermoso.

—¿Cómo te llamó ella? —preguntó Gabriel.

—Me llamó JoJo. Al parecer era mi nombre.

—¿Seguro? —interrogó Miranda—. Pero también  recordaste algo relacionado a tu padre, dijiste que no te gustaba que te dijera JoJo.

—No recuerdo muy bien, solo lo escuché mas no lo vi, no lo visualicé como lo hice con mi madre.

Gabriel, quien estaba de pie, comenzó a analizar las palabras de JoJo.

—Es posible que JoJo no sea tu nombre exacto, sino mas bien tu apodo. Un apodo familiar que tu padre y tu madre lo usaban afectivamente. Sin embargo, el misterio está en la marca de tu hombro izquierdo.

—¿Marca? —dijo JoJo confundido.

—La marca que tienes en tu hombro solo lo tienen aquellos que descienden de un Joestar. Pero los últimos Joestars murieron en 1829, por lo que es imposible que tu desciendas de ellos.

—¿Joestar? ¿De qué hablas? —preguntó JoJo.

—¡JoJo! ¡Haz el esfuerzo por recordarlo tú mismo! ¡De otro modo tendremos que usarte como carnada para atraer el Gran Maestro! —exclamó Gabriel.

—¿Qué estás diciendo? —dijo JoJo.

—Lo que dice Gabriel es una posibilidad —comenzó Miranda—. Pudiste recordar ya que el Gran Maestro estaba cerca, por lo que llegamos a la conclusión de que la única manera de que recuerdes todo es atrayendo al Gran Maestro y hacer que recuerdes todo tu pasado. De esa manera, podríamos derrotar al Gran Maestro.

—Eso tiene cierto sentido —respondió JoJo.

—Sin embargo —dijo Gabriel—, sería muy arriesgado. Con el poco tiempo que queda, el Gran Maestro y sus discípulos están dispuestos a matar por esa maldita estrella. Así que hay una posibilidad que al acercarte a él, pueda matarte.

JoJo se conmocionó. En ese mismo momento entraron Cerati y el mayor García. Ambos tenían ropas nuevas y botas relucientes. El mayor García tenía una chaqueta amarilla que pertenecía a Gabriel por lo que podía verse parte de su abdomen. Mientras que Cerati tenía una ropa que lo cubría por completo, con algunos cierres y bolsillos.

—Me alegra verte de nuevo, JoJo —dijo Cerati.

JoJo solo atinó a sonreír, aunque le parecía extraña la presencia del que antes vio como un hombre obeso.

—Como decía —continuó Gabriel—, acercarte a él sería tu fin si no tenemos una estrategia.

—¿Por qué no nos enfrentamos en conjunto al Gran Maestro? —preguntó Cerati.

—Es una idea válida si sabes cómo funciona la habilidad del stand del Gran Maestro. Sin embargo, teniendo ese conocimiento podría ser arriesgado. Tengan en cuenta que el GM lleva años usando su stand por lo que sabe usarlo a la perfección. En cambio ustedes, casi mueren ya que no llevaban más de un día de usarlo. Aún así, pudieron mantenerse con vida hasta que los salvé.

—Es algo de lo que estoy agradecido —mencionó el mayor García con los brazos cruzados.

—De nada —contestó Gabriel—. Recuérdenlo, si no saben la habilidad del usuario de stand enemigo, cada segundo que pasan dentro de su rango, es un segundo más cerca de que mueran. Sin estrategia alguna, están muertos.

JoJo, Miranda, Cerati y el mayor García tomaron las recomendaciones de Gabriel muy personales. Algo que no olvidarían jamás.

—¿Qué tenemos que hacer? —preguntó Miranda.

—No será una tarea sencilla. Solo tenemos cuatro días si contamos con el actual. El plan es el siguiente:

»El santuario del Gran Maestro se encuentra en Buenos Aires, en algún lugar de esta ciudad está. ¿Exactamente en dónde? Eso es lo complicado. Uniendo cabos, he reducido las opciones solo a cuatro. Estas son el Palacio de gobierno, la mansión de Cars, la Catedral y el manicomio de la ciudad. En alguno de estos lugares se encuentra el Gran Maestro.

—Eso quiere decir que están debajo de alguno de esos lugares —dijo Cerati.

—Exactamente. Cuando lo ubiquemos, debemos quitarle las dos estrellas y destruir la Piedra Eterna, solo así el mundo se librará de ese peligro.

—¿Nos dividiremos o iremos todos? —preguntó el mayor.

—Dividirnos sería peligroso. Somos los más buscados en toda la ciudad. Prácticamente estamos enjaulados en Buenos Aires ya que la milicia está en los puertos y en todas las salidas que tiene la ciudad. Por lo que no hay manera de escapar más que pelear contra el que dirige todo esto.

—Lo más sensato es no dividirnos —dijo Miranda.

—Sí y no —respondió Gabriel—. Al no tener conocimiento alguno sobre la estructura de estos cuatro lugares, sería como buscar en la nada. Además que nos tomaría tiempo. Por eso he pensado que dos de nosotros deberían ser los que busquemos la entrada a ese Santuario mientras que los otros tres se enfrentarán a los usuarios de stand que ataquen.

—¿Lo mismo haremos en todos las alternativas? —preguntó Cerati—. Porque yo he estado en el manicomio, pude ir por todo el edificio y ver todo lo que oculta.

—Y yo conozco todo el Palacio —continuó el mayor—. Podemos comenzar por esos dos lugares.

—Opino que comencemos por el manicomio, ya que el Palacio debe estar muy resguardado ahora más que nunca —dijo Miranda.

—Tiene sentido —dijo Gabriel.

—Encabezaré la búsqueda del Santuario —dijo Cerati, dando un paso al frente y en posición firme—. Ese manicomio tiene calabozos y máquinas de tortura de la Inquisición en su sótano. Quizás esté ahí el Santuario.

—Iré con él —dijo el mayor, dando un paso al frente y quedando junto a Cerati—. Ambos somos militares por lo que podemos manejar esta situación.

—¡Excelente! —exclamó Gabriel, formando un círculo con su pulgar e índice—. Entonces Miranda, JoJo y yo resguardaremos sus espaldas.

—Así será —dijo Cerati con pocos ánimos—. Por cierto, la comida está lista.

—¡Haberlo dicho antes! —exclamó Miranda, corriendo hasta la cocina.

—Que bueno, tengo mucha hambre —dijo JoJo, poniéndose de pie.

El mayor García salió de la habitación y se dirigió a la cocina. Gabriel y Cerati esperaron a que JoJo salga, pero antes de llegar, JoJo le hizo una pregunta a Gabriel.

—¿Qué escribiste en ese papel que me entregaste? Estaba escrito en otro idioma

—¿Qué? Lo escribí en el idioma que hablas, el español —respondió Gabriel.

—¿Español? No lo entiendo. Si hablo español, ¿por qué no entendí esas palabras?

—Tal vez tu cabeza se golpeó en ese momento —intervino Cerati—. Mi madre murió de una enfermedad que afectaba su cabeza. En su último estado, empezó a hablar un idioma parecido al inglés. Era raro ya que ella sabe perfectamente italiano porque ella nació en Italia.

—Hmmm... —masculló Gabriel—. ¿Por qué cada vez que dicen algo, es otro enigma para mí? Pensaré en ello después de comer.

—Sí —respondieron JoJo y Cerati.

Cuando llegaron a la cocina, encontraron a Miranda comiendo varios platos de ensalada junto a tajadas enormes de carne asada y morcilla. El mayor García solo comía papas y un pedazo de pierna de pollo asado que había cogido antes que Miranda se lo devore.

—Me impresiona el voraz hambre de esa mujer —mencionó Gabriel.

—Digo lo mismo —dijeron JoJo y Cerati.

Los cinco comenzaron a comer muy a gusto. Compartiendo ensaladas y postres tan dulces que matarían a un diabético. Se limpiaban la grasa que las carnes escurrían al morder y ese sabor salado se impregnaba en sus paladares. Al final, terminaron bebiendo mate y chocando los envases.

—¡Por el fin del Gran Maestro! —exclamó Gabriel.

—¡Por su fin! —exclamaron los demás.

—¡Sí! ¡Que se muera! —añadió Miranda. Los cinco bebieron a la vez hasta la última gota.

A dos mil metros de la residencia de Gabriel, Cars, Doppio y los ministros Girán y Spinetta estaban en un coche que los llevaba por la ciudad. Los cuatro caballeros veían por la ventana por si encontraban a JoJo, pero Cars sabía que era inútil.

—No hubiera perdido mi brazo de no haber sido por tu cobardía, Doppio —dijo Cars con voz neutral.

—No fue mi culpa —respondió Doppio—. Sentí como si me hubiera pasado lo mismo, sin embargo, no recuerdo nada parecido.

Girán y Spinetta seguían buscando. Aunque Girán solo pensaba en Illya por haberlo dejado con la quijada partida y su imposibilidad de hablar nuevamente.

—Es inútil buscarlo de este modo —comenzó Cars—. No hay un punto por dónde empezar.

—¿Y qué tal si seguimos a Mosca Tse-Tse? Esa cosa ve toda la ciudad en un instante —dijo Spinetta.

—No —respondió Cars, tajantemente—. Además, él trabaja solo y buscarlo sería imposible.

—Pues yo lo veo desde aquí ahora mismo —dijo Spinetta, sacando su rostro por la ventana.

Cars activó a Slipknot y de un zarpazo abrió el techo del coche donde estaban, permitiéndole ver a la enorme mosca a veinte metros sobre ellos.

—¡Kukukuku! —rió Mosca Tse-Tse—. Ya son casi las dos de la tarde y no he encontrado alguna pista sobre ellos. Estoy igual que esos inútiles de abajo —miró por un momento al coche de Cars.

Es en ese momento que empieza a sentir un tirón. Una fuerza que lo jalaba hacia ninguna dirección específica.

—¡Maldicióóóón! —gruñó con su desesperante voz aguda—. Pero si acaba de quedarse dormido, ¿cómo es que ya está despertando?

Mosca Tse-Tse volvió a sentir un tirón más fuerte que el anterior que lo hizo avanzar unos diez metros.

—¡La mosca está moviéndose! —exclamó Spinetta.

Cars se dio cuenta de lo que pasaba y ordenó al cochero detenerse.

—Esto lo haré yo mismo —dijo Cars, haciendo que Slipknot empuje al cochero al suelo, provocándole un fuerte dolor en la espalda. Cars tomó las riendas de los caballos con su única mano y su brazo y dio marcha.

El tirón se intensificó más, jalando a Mosca Tse-Tse rápidamente.

—¡Aaahhhh! —gritó—. ¡Maldito ebrio! ¡Maldito ebrio!

El cuerpo entero de Mosca Tse-Tse se dirigía hacia la zona de casa pequeñas de la ciudad, donde su usuario estaba por despertar.

Próximo capítulo: Mosca Tse-Tse - Parte 2

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