Livin' la vida loca - Parte 2
—¡Nos mienten! ¡Abran los ojos! ¡Están encubriendo muchas cosas en nuestra ciudad!
Un grupo de gente se reunió alrededor de un pregonero quien tenía diarios pegados en su cuerpo.
—¡Los diarios hablan de la guerra, pero no mencionan nada acerca del incendio del palacio de gobierno ni del tren que apareció de la nada en la calle! ¡Todo tiene relación y lo encubren todo con una guerra que acabó hace mucho tiempo!
Rick, quien aún tenía tiempo para la cita pactada con Miranda, se acercó al círculo de personas que escuchaba atentamente al pregonero. Casi todas las personas reunidas apoyaban los reclamos del pregonero, asintiendo a lo que decía y levantando los puños.
—¡Debemos rebelarnos! ¡El gobierno debe caer!
—¿Y tú serás el nuevo presidente? Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja —Rick se partía de la risa frente al enfurecido pregonero.
—Seguramente apoyas las acciones del presidente Vicentico. ¡Eres su adulador personal!
—Nah —respondió Rick tajantemente—. Solo soy un joven que tiene una cita con una chica muy linda.
—Pues no llegarás con la cara completaaaa —el pregonero sacó un pequeño cuchillo de su bolsillo y se lanzó hacia Rick, moviendo su mano en dirección al rostro del joven.
—Livin' la vida loca... —susurró Rick. En un segundo, su stand se manifestó a su lado. Fue hacia el brazo del pregonero y lo dobló, logrando meter el cuchillo dentro de su ojo izquierdo.
—¡Aaaahhhhh! —el pregonero cayó al suelo y comenzó a llorar por el dolor.
—Como ven, un hombre que se daña a sí mismo no es un garante de liderazgo. Es un hombre transtornado que merece ayuda.
La gente alrededor estaba impactada luego de ver cómo el pregonero había acuchillado su propio ojo. Obviamente, ninguno de ellos era un usuario de stand por lo que el stand de Rick no fue visto.
Unos guardias vinieron y se llevaron al obeso hombre mientras que Rick solamente sonreía. Vio al cielo y calculó la hora con la posición del sol.
—Debo darme prisa, llevo un minuto con cincuenta y tres segundos de retraso.
Miranda se paró en la esquina de la calle Tornasol, una calle llena de tiendas y de vendedores que ofrecían todo tipo de producto. La avenida estaba tan llena de comerciantes que parecía no tener fin por donde se mire. A pesar del olor, el disfraz de Miranda le servía bastante bien. Sin embargo, para JoJo y Cerati no se podía decir lo mismo.
—Parece como si hubieran descuartizado personas —mencionó Cerati, con su sombrero y la barba falsa.
—¿Has olido alguna vez a un cuerpo descuartizado? —preguntó JoJo con curiosidad dentro de dos barriles contiguos que eran cargados por la carreta de Cerati.
—Es sentido figurado, che —Cerati vio hacia los techos de los edificios y pudo notar al mayor García en el lado derecho y a Gabriel en el lado izquierdo de la calle—. Espero que ese borracho haga bien su trabajo, porque sino estaremos perdidos.
—Aunque sería extraordinario ver a esa mosca gigante, ¿no crees? —dijo JoJo sonriendo.
—Sí —Cerati ladeó su cabeza—. JoJo, ¿anoche te dolió la cabeza?
—No, ¿por qué?
—Es que señalaste a Rick como si fuera el Gran Maestro. Por un momento lo creí ya que fuiste vos quien lo hizo.
—Ah... —JoJo no sabía que responder.
—Entiendo. Descuida JoJo, es normal sentir ese tipo de sentimientos, más aún cuando una persona cercana a ti está en peligro constante.
—Gracias por entender, Cerati.
A unos cuantos metros, Rick caminaba tranquilamente hacia Miranda. Con sus manos en sus bolsillos y silbando una tonada muy rítmica. El mayor García hizo una señal con sus manos para que los demás lo vean.
—Ya llegó —dijo Cerati a JoJo.
—Desde aquí puedo verlo —el tono de JoJo se sentía muy ofuscado.
—No comas ansias, JoJo. También quiero partirle la cara a ese tipo. No me da buena espina.
Al ver que Rick se acercaba, Miranda giró para verlo frente a frente. Él se acercó a ella para darle un beso en la mejilla, pero Miranda fue más rápida y con la fuerza de su stand lo agarró del cuello para ponerlo contra la pared de la casa.
—Estás vinculado a ellos, ¿verdad? ¡¿Verdad?!
JoJo y Cerati estaban sorprendidos. El mayor García y Gabriel también lo estaban desde sus posiciones.
—¿Por qué lo atacó? —preguntó JoJo.
—Recuérdalo, nunca te metas con una mujer despechada —respondió Cerati.
Rick, quien estaba perdiendo el aire, tomó el brazo del stand de Miranda y lo apartó de su cuello el suficiente tiempo para hablarle.
—Oculta tu stand o ellos podrán verte.
Miranda reaccionó y Mariposa Tecknicolor volvió a su interior. En su mirada podía verse el repudio que sentía a quien antes era el dueño de su corazón
—Fiuuu —resopló Rick—. Un poco más y la manzana de mi garganta hubiera tocado la pared.
—Y lo hará si no me dices dónde está la Piedra Eterna —dijo Miranda tajantemente.
—Pues no lo sé.
—¡¿Qué?! —exclamó Miranda enfurecida.
—No lo sé. Solo el Gran Maestro y sus tres pilares lo saben. Los de menor rango como yo no tienen acceso a esa información.
—Entonces, ¿por qué me citaste aquí?
Rick extendió su mano como si fuera a invitarla a bailar.
—Para huir de Argentina. —el brillo de sus ojos y de su sonrisa le parecieron muy extraños a Miranda.
—¿H-Huir?
Rick se acercó más a ella. Miranda tensó sus brazos y piernas, listas para golpearlo si es que intentaba atacarla.
—Dentro de algunos días, este país será un infierno. Un barco no esperará esta noche y mañana en la mañana estaremos a mitad del Atlántico. Lejos del Gran Maestro.
Miranda frunció el entrecejo al escuchar las palabras de Rick. Estiró su pierna, golpeándolo en el abdomen y apartándolo unos centímetros.
—¿Crees que voy a confiar en vos? Después de todo lo que me he enterado estos últimos días.
Un tono de resentimiento se escuchaba en la voz de Miranda. Rick tenía un rostro neutro, pero calmado.
—¡Y aún después de haberme dejado sola quieres que me vaya contigo! ¡Por tu culpa ellos me persiguieron por todo el país! ¡Desde hace varios años no he tenido una vida normal ya que ellos siempre me pisaban los talones!
—M-Miranda...
—¡Nada de Miranda! Si estuviéramos en una situación diferente, te arrancaría esos dientes con mis propias manos.
—Escúchame, Miranda.
—No quiero hacerlo.
—Yo no tenía más opción. Si no me separaba de ti, te hubieran sacrificado hace mucho tiempo.
—¿De qué hablas?
—Desde que tengo memoria, fui criado por Cars en un ambiente acomodado y lujoso. Mientras él se hacía con el poder de este país, yo era educado en las mejores escuelas de Europa. Hasta que cumplí los doce años. Fue entonces que Cars me presentó al Gran Maestro. Ese fue mi primer contacto con él y me explicó sobre el sistema que habían montado en este país. Gracias a que Cars es inglés, pudo ganarse la simpatía de la corona inglesa a través de él, por lo que el Gran Maestro solo le ordenaba qué tenía que hacer.
»Al ser el protegido de Cars, mi camino también era el mismo. Desde ese entonces fui discípulo del Gran Maestro y siempre mencionaba que el mundo estaba lleno de sinfonías y caminos. Las sinfonías eran escuchadas por todos sin excepción, sin embargo, los caminos eran los que causaban los problemas que aquejan a la humanidad ya que estos siempre chocaban entre sí. Él mencionaba que borraría todos los caminos y todas las sinfonías para que solo una de ambas sean para la humanidad entera. Yo nunca entendí sus palabras, por lo que solo me bastaba con obedecer sus órdenes.
—¿Eso que tiene que ver conmigo? —preguntó Miranda.
—Fue entonces que cumplí los 18 años y pedí ser parte del equipo que cazaba Marcados para sacrificarlos a la Piedra Eterna.
—¿Q-Qué? —Miranda titubeó y retrocedió unos centímetros.
—Debes entenderme Miranda. Las palabras del Gran Maestro siempre me parecieron una estupidez por lo que me uní al grupo para alejarme de él y Cars y poder explorar el resto del país. Sabía que moriría de apatía si seguía escuchándolo. Durante mi etapa de buscador, hicimos una lista de más de 200 personas que tenían la marca y es así que llegué a ti.
—¿Ese día...?
—Sí, ese día. En la ocasión en la que resbalaste del trapecio y usaste tu stand para salvarte. Yo estaba en el estrado, viéndote y entonces, entendí las palabras del Gran Maestro o al menos lo que quería decir con los caminos. ¡Tú eras el gran ejemplo de ello! A pesar de los maltratos de parte del dueño de la caravana, tú decidiste vivir. Te aferraste al trapecio, sabiendo que si lo hacías, todos podrían ver que algo invisible te jalaba de vuelta al trapecio y aún así lo hiciste. ¡Te aferraste a tu camino! ¡Si una persona desdichada como tú tenía un camino, quería unirme al tuyo! ¡El camino es nuestra libertad de escoger! ¡Las decisiones que tomamos son las que crean nuestro propio camino y decidí unirme al tuyo!
Miranda estaba sin aliento al escuchar dichas palabras.
—Parece que están discutiendo, ¿de qué estarán hablando? —preguntó Cerati.
—No lo sé, pero quisiera saber —dijo JoJo.
—Además, no veo a nadie sospechoso cerca. Ni a Cars ni a los otros.
Cerati giró a todos lados. La calle estaba normal. Personas y comerciantes pasaban de un lado a otro.
—Es por eso que fui tras de ti —continuó Rick—. Sabía que contigo, nuestro camino se alejaría del camino que el Gran Maestro había trazado para mí. Tú salvaste mi vida y yo quería salvar la tuya.
El rostro de Miranda se notaba afligido pero no había enojo ni alegría.
—Es por eso que me sacaste de la caravana —dijo ella.
—Sí. Y te di un hogar al lado de un hermoso valle para que podamos vivir mucho tiempo. Sin embargo, las manos del Gran Maestro aún me tenían agarrado por lo que no quise seguir obedeciendo su última orden:
—Irás a Inglaterra y te ganarás la simpatía de la corona inglesa. He escuchado que hay espías que están verificando que Cars cumpla las órdenes que han pedido que se haga. Y como sabrás, toda la información que se manda a ellos es una mentira elaborada para que no sepan que el que manda este país soy yo.
—N-No puedo, Gran Maestro —dijo Rick ante el hombre que tenía su cara oculta por una capucha, parte de su frondosa túnica blanca.
—¿Sabes que para esto te he educado toda tu adolescencia, verdad? Este es el paso que debes hacer para suceder a Cars cuando él ya no pueda hacerlo.
—Es que yo...
—Si el rey se entera que una de sus colonias es gobernada por mí, mandará a mil hombres por mi cabeza y todo lo que he construido durante estos 35 años no habrá servido de nada —El Gran Maestro se acercó al rostro de Rick, tomando su mejilla con su mano. Aún de cerca, Rick solo pudo ver la mitad del rostro de su líder—. Tú sabes lo que tienes que hacer.
—Fui débil ante él —continuó explicando Rick—. El camino que estaba trazando contigo se deshizo y él me llevó de vuelta al que él mismo había construido. Al estar en el extranjero, no podía tapar tu rastro de los demás buscadores y es por ellos que te empezaron a seguir. Mi mente estaba pensando en ti hasta que a comienzos de marzo de este año, envié una carta para saber los nombres de los Marcados que estaban por capturar. Un mes después me llegó la respuesta que esperaba: ¡tú estabas en Buenos Aires! Al saber esa información tuve que idear un plan el cual nos sirva para salir fuera de las garras del Gran Maestro. Es así que confesé a los reyes todo acerca del Gran Maestro y las mentiras que le habían dicho por muchos años. Puse mi cabeza en bandeja pero era un riesgo que estaba dispuesto a tomar. Para mi suerte, ellos aceptaron y decidieron ayudarme. Obviamente, omití acerca de los stands ya que si decía que todas las personas vinculadas a él tenían poderes sobrenaturales, era más seguro que me ejecutarían. Y es por eso que volví por ti, Miranda...
Rick se acercó a Miranda, llevando su rostro junto al de ella. El testimonio de Rick había hecho un nudo en el corazón de Miranda y continuaba asimilando lo que había escuchado.
—Miranda, volví para salvarnos. Para que nuestros caminos sigan el rumbo que nos trazamos hace muchos años...
Los labios de Rick estaban tan cerca de Miranda que podía sentir su aliento.
—¡La va a besar! —exclamó Cerati—. ¿Debemos hacer algo?
—No —respondió JoJo—. Ella no hace nada para evitarlo, es posible que...
—Volvamos a ir de la mano... por nuestro camin...
—¡Oh! —se sorprendió Cerati. JoJo sonrió.
Miranda esquivó el beso y apartó a Rick de su lado. Este estaba confundido.
—Pensé que habías aceptado a...
—No, Rick. Yo también escogí mi camino así como vos lo hiciste hace años. Y la distancia entre ambos es demasiada —respondió Miranda serenamente.
Rick suspiró y sonrió.
—¿Decidiste quedarte?
—Sí. Decidí que ayudaría a JoJo a encontrar a Cerati y a recobrar su memoria. Y eso involucra vencer a tu padrastro.
—Ja, ja, ja, ja, ja, ja —rió Rick.
—Me parece que se están riendo —comentó Cerati.
—La pregunta es porqué —repuso JoJo.
—Tu sentido del humor es una de las cosas que me gust... —Rick miró al cielo y se sorprendió—. Hemos estado mucho tiempo aquí.
—¿Qué problema hay?
—El Gran Maestro y Cars tienen pequeños ayudantes en la ciudad. Si me ven con una mujer por mucho tiempo, pensarán que estoy conspirando. Vayamos a una tienda para comprarte algo, así creerán que solo eres una chica cualquiera a la que estoy cortejando.
—¿Cualquiera? —refunfuñó Miranda.
—Deprisa. Estaremos unos minutos en la tienda, luego te ayudaré a escapar. ¿Tus amigos vinieron verdad?
—Ellos se quedaron.
—¡Ja! Sí, claro.
—Cerati, ve. Se mueven —dijo JoJo.
—Lo sé, espero que el mayor y Gabriel... ¿Qué?
—¿Qué sucede, Cerati?
—E-Ellos no están en sus posiciones —dijo Cerati.
—Pudieron haberse movido.
—No. El mayor nos hubiera hecho una señal. Es su costumbre hacerlo cuando una tropa o un soldado hará un movimiento. Simplemente no están.
—Suena preocupante, pero si perdemos de vista a Miranda la sacrificarán.
—¡Sí! —exclamó Cerati con convicción. Pero cuando estaba por echar a andar la carreta, un pie lo detuvo. Al darse cuenta, seis hombres con palos y púas los rodeaban.
—¿Y la cuota, che? —dijo un hombre con vellos sobre las mejillas.
—¿Cuota? —preguntó Cerati. JoJo permanecía en silencio.
—Si quieres vender en la calle debes pagarnos una cuota para hacerlo. Sino, tendremos que romperte las piernas.
—¡Qué ridiculez! ¡Soda Stere...! ¡Aaahh!
Uno de los hombres sacó un pequeño revólver y disparó al hombro izquierdo de Cerati.
—Repite lo que dijiste —dijo el hombre velludo.
—¡Sui Generis! —JoJo y su stand salieron destruyendo los barriles. Los hombres se sorprendieron al ver tremendo mastodonte saliendo de un lugar muy estrecho.
—¡Disparen!
—¿Hasta dónde tenemos que ir?
—Esto debe ser un cortejo muy creíble, de otro modo creerán que estamos fingiendo que es una cita —respondió Rick.
—Bah —resopló Miranda—. ¿Qué tal esa tienda de flores? Tiene girasoles y peonías rosas. El regalo perfecto para una chica, ¿no crees? —dijo de forma sarcástica.
—¿No será porque las peonías rosas son tus favoritas? Ja, ja, ja, ja. ¡Auch! —Rick recibió un fuerte codazo por parte de Miranda.
—Entremos de una vez.
La tienda en cuestión era larga y estaba llena de estantes y macetas con diferentes plantas y flores. No tenía un techo, solo una capa traslúcida donde entraba la luz solar. Tan solo en la entrada habían girasoles y peonías rosas, por lo que el suelo estaba repleto de pétalos amarillos y rosas. En la sección izquierda habían peonías azules, rojas, púrpuras. Pequeñas y grandes. En macetas rojas, azules, amarillas, marrones y un montón más que tenían decoraciones distintas relacionadas a la herbolaria.
—Este olor huele muy bien —mencionó Miranda.
—Huele muy familiar...
Unos pasos se escucharon y un hombre alto apareció. Tenía el cabello blanco y una ropa elegante compuesta por un saco blanco con bordes negros y un pantalón con varios bolsillos. En las mangas de sus piernas y brazos tenía una abertura negra con un botón dorado y en su cuello estaba una tela plegada formado líneas oblicuas que daban la impresión de que tenía un cuello muy largo.
—Buenos días, señorito y señorita —dijo amablemente el hombre.
—Buenos días —respondió Rick. Miranda movió la mano.
—Veo que le gustan las peonías, señorita.
—Ah... Solo estoy viendo. Je, je.
—¿Y a usted, señorito? —miró a Rick.
—Solo quiero darle un presente inolvidable.
—Oh. En ese caso venga a ver estas rosas que cultivé hace unas semanas.
El florista llevó a Rick hasta la sección de las rosas, la cual se encontraba a unos metros de las peonías de la entrada. Miranda se quedó viendo a dos peonías en particular. Ambas se veían similares, pero cuando tocó una de ellas, la sintió tan áspera que parecía un roca. La otra se sentía pegajosa y después de rozar sus dedos, comenzó a derretirse. Miranda retrocedió asustada y su espalda se topó con alguien.
Al voltear, no había nadie. Sentía un extraño presentimiento de ese lugar, pero se distrajo viendo las peonías rosas que tanto le gustaban.
—Esta rosa de veinte centímetros será un buen regalo para la señorita —dijo el florista con una sonrisa que acentuaba las pocas arrugas de su rostro.
—Se ve un poco pequeña —comentó Rick observando de cerca a la rosa.
—Si desea puede llevarse la rosa con la maceta incluida.
El florista le dio la maceta y Rick la tomó.
—Vaya, no pesa mucho. ¿Cree que le guste este regalo a ella?
—Claro que sí, señorito. Porque... —el florista acercó su rostro al de Rick y su tono de voz se volvió grave—... tú sabes lo que tienes que hacer.
—Ghh...
Rick soltó la maceta y el impacto llamó la atención de Miranda. Vio como Rick se acercaba a ella y la jalaba del brazo.
—Vamos... —dijo Rick con un tono titubeante y firme a la vez.
—¿Qué sucede?
—Es que... tengo hambre. Hay un restaurante francés a dos calles.
—¿En serio? —preguntó Miranda confundida. Pero por el tono y por la fuerza en que Rick presionaba su brazo sabía que algo andaba mal.
—¿No llevara nada, señorito? —el florista empezó a acercarse a la pareja.
—Tenemos que irnos —dijo Rick calmadamente.
—Sí.
Rick y Miranda salieron de la tienda de flores. Él mantenía un paso lento, lo que confundía a Miranda ya que pensaba que estaba con prisa.
—¿Qué sucede Rick?
—No corras ni camines muy lento. Cuando lleguemos a la próxima esquina, corre sin mirar atrás, ¿está bien?
Miranda pudo sentir cómo la mano que la jalaba estaba temblando. Siguieron caminando y seguía sintiendo una extraña tensión. Ella vio de reojo la tienda de flores que dejaban atrás y vio al florista en la entrada. Viéndolos atentamente y con un rostro enojado.
—¡No lo veas! Si sigue ahí no es una buena señal. Acelera el paso.
Ahora caminaban un poco más rápido que antes. Al llegar a la esquina, giraron para la izquierda y Rick empezó a correr rápidamente jalando a Miranda. Ella trataba de seguirlo pero era muy rápido.
—¡No te detengas, Miranda! ¡La habilidad de su stand es un misterio! ¡Puede estar siguiéndonos!
—¡¿Qué?!
Rick y Miranda corrieron por toda la avenida, hasta que él señaló un pequeño callejón que estaba entre dos avenidas muy apretadas. Entraron y siguieron corriendo hasta que Rick se detuvo y abrazó a Miranda.
—¡Livin' la vida loca!
Su stand creó una esfera-espejo alrededor de ellos.
—¿Quién era ese hombre?
Rick dejó de abrazarla. Miranda se impresionó al ver a Rick sudoroso y temblando. Recobraba el aliento por haber corrido pero además, era por miedo.
—N-No creí que fuera necesario contártelo, pero como decidiste quedarte a luchar, debes saberlo. No sé si sirva, pero tal vez ayude que lo sepas.
—¡¿Qué cosa debo saber?!
—Después de haber contado sobre el sistema que el Gran Maestro tenía en Argentina a los reyes de Inglaterra. Me dispuse a buscar sobre el pasado de él. Lo único que sabía era que creció en Inglaterra. Pero fueron semanas que nadaba en un mar de pistas que no llevaban a ningún lugar.
»No fue hasta el 12 de julio cuando hallé un rastro del camino que el Gran Maestro había intentado borrar. Ese día entré a la biblioteca pues intentaba distraer mi mente después de frustrantes semanas. Cuando escogí un libro sobre Immanuel Kant, un sobre salió de este y cayó al suelo. Lo recogí y lo puse dentro del libro para llevármelo a una mesa distante para que nadie pueda ver lo que leía. Este sobre tenía como remitente a un tal Mike Jagger y estaba dirigida a un aristócrata llamado George Joestar.
—¿George Joestar? Es el mismo del que hablaba Gabriel.
—¿Qué?
—Gabriel averiguó que George Joestar y su hijo, Jonathan, murieron hace cuarenta años en un incendio que devoró su casa. Ninguno de los dos sobrevivió. Por lo que descartamos que ellos sean el Gran Maestro. Tampoco podría serlo Alecto Bunbury ya que el barco en el que subió desapareció y quizás murió. Y como Alecto no tuvo hijos...
—Y estás en lo correcto Miranda. El Gran Maestro no es ninguno de ellos tres. Pero te equivocas en lo último.
—¿Qué?
—En la carta, Mike escribía que tenía mucho miedo del chico que había criado por petición de Alecto Bunbury. Trataba de advertir a George Joestar que su amigo había engendrado a un monstruo y que estaba borrando todo rastro que lo conduzca hacia él o al secreto de las estrellas. Incluso si eso conllevaba matar a su propio padre.
—¿T-Tratas de decir que...?
—El Gran Maestro es el hijo bastardo de Alecto Bunbury. Su nombre es... ¡Enrique Bunbury!
1. Enrique Bunbury: el nombre del Gran Maestro hace referencia al cantante español Enrique Bunbury.
https://youtu.be/nU8Cg35-g08
Próximo capítulo: Bitter Sweet Symphony - Parte 1
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