La Piedra Eterna - Parte 1
La noticia de la muerte de Cars se esparció como pólvora por toda la ciudad. Pero las consecuencias se verían en la madrugada del día siguiente.
En la noche del 12 de septiembre, el presidente Vicentico pondría a la ciudad de Buenos Aires en Alta Emergencia debido a los actos terroristas propiciados por JoJo, Cerati, Miranda Lafourcade, Gabriel Tres y los hermanos Fito y Páez junto a un hombre a quién no se le conoce nombre.
Las fuerzas militares haciendo uso de su poder entraron casa por casa y revisaron los sótanos y espacios vacíos buscando a los fugitivos. Hubieron ciudadanos que se negaron y fueron asesinados. Durante las 3 de la mañana hasta las 7 del mismo día, las calles se llenaron de sangre de personas que se oponían a la intervención de los militares.
En forma de protesta, los opositores de Vicentico incendiaron edificios públicos y tomaron por asalto uno de los cuarteles, tomando armas para enfrentar a los soldados.
Desde las 8 hasta las 12 del mediodía, civiles con armamentos robados se enfrentaron al ejército y la Guardia Civil, esto desencadenó caos y saqueos. Los incendios aumentaron y no solo en edificios públicos, sino en casas y avenidas enteras.
Los cadáveres se contaban por montones. Las paredes estaban ensangrentadas. El único sonido que se escuchaba eran de disparos y explosiones.
En una de las avenidas principales, un grupo de soldados acorralaron a subversivos quienes se escondían dentro de un banco. Eran 50 soldados con armamento militar contra 24 personas con pistolas y pólvora.
—¡Disparen! El dueño del banco permitió que disparemos —dijo el capitán de esa brigada.
Los soldados prepararon sus armas y cañones para acabar con los rebeldes, sin embargo, una repentina explosión llamó la atención.
—¿Qué fue eso? —preguntó el capitán.
Entre el polvo y los escombros, una figura imponente se alzaba sobre ellos. Con el cabello rubio y suelto moviéndose por el aire, Dio los veía con superioridad.
—E-Es... ¡el capitán Dio!
—¡Así es! ¡Wrrryyyyyyyy!
Fabuloso Cadillac lanzó un proyectil de cañón por encima de los soldados.
—¿Qué pretende? Ese proyectil no hace dañ...
La distancia recorrida por el proyectil hizo que la explosión alcance 20 metros de distancia, matando a los soldados y dejando heridos de gravedad a los que pudieron alejarse.
—¡Salgan de ahí! —exclamó Dio a los subversivos.
Ellos vieron a Dio con cierto miedo al ver lo que hizo.
—No me teman. El poder que tengo es el mismo que nuestros enemigos están usando contra nosotros.
—¿Ah, sí? ¿Qué poder es ese? —preguntó uno de los subversivos con arma en mano.
—El poder de las masas.
Los subversivos quedaron atónitos al ver a cientos de personas detrás de Dio con pistolas, rifles, trinches e incluso dinamita.
—Únanse —dijo Dio sonriendo—. Seamos uno solo contra Vicentico y su amo.
La mirada impaciente de Vicentico hacía desesperar a Nito quien se encontraba sentado frente a una mesa.
—Dejá de caminar... —pidió Nito.
—Sí... No... No te haré caso, che —repuso Vicentico.
La puerta se abrió, dando paso al Gran Maestro quien entraba muy calmado.
Vicentico y Nito se arrodillaron frente a él.
—¿Qué sucede? —preguntó—. ¿Ya los encontraron?
—N-No, Gran Maestro. No hay noticias de ninguno de ellos, sin embargo, hay reportes que Dio está liderando a los rebeldes.
—Era de esperarse. Usará a toda esa gente en mi contra para dominarlos cuando cumpla su objetivo.
—Eso no pasará, Gran Maestro —dijo Nito un poco ansioso.
—Claro que no, Nito —el Gran Maestro se acercó al joven, tomando su barbilla con suavidad—. Tú eres mi arma secreta.
—Gran Maestro —interrumpió Vicentico, viendo una expresión de molestia en el rostro del Gran Maestro—, estamos a puertas de una guerra civil. Y el trofeo de guerra será mi cabeza.
—¿Te di permiso de preocuparte? —cuestionó con un acento indiferente—. Uno de los dos vendrá y cuando lo haga, el otro también estará. Ambos quieren las estrellas, Dio lo quiere para conseguir poder mientras que JoJo solo lo quiere para deshacerse de ellas. Diferentes objetivos, mismo destino: hacía mí. Y una vez que tenga las estrellas en mi poder, podré activar la Piedra Eterna.
—Pero Gran Maestro, ya pasaron dos días y nadie ha visto a JoJo y sus amigos. Solo Dio está presente, usando su stand a diestra y siniestra. ¡Destruirá la Casa Rosada!
—Eres muy estúpido, Vicentico —repuso el Gran Maestro—. Este es el último lugar que Dio destruiría. Él sabe que quien esté en la Casa Rosada, tiene poder legítimo sobre este país. Si lo destruye, será un rebelde más de los que han habido durante toda la historia. Es por eso que estamos en el lugar más seguro de Buenos Aires, además que hay más de 200 soldados protegiendo este lugar.
Nito asintió mientras que Vicentico continuaba angustiado. Era cierto que habían 200 soldados alrededor de la Casa Rosada, protegiendo al presidente, pero eran pocos comparados a las cientos de personas que estaban enfurecidas por la sangrienta medida que dictaminó aquella noche.
—Sí, Gran Maestro. Tiene razón —respondió Vicentico sonriendo y haciendo una venia—. Estamos seguros aquí.
—Es por esto por lo que ellos vendrán —dijo el Gran Maestro mostrando la única estrella que estaba en su poder.
Vicentico solo miró la estrella con desgano.
—V-Vendrán, estoy seguro que vendrán —dijo Nito muy nervioso.
—¿Quieres tenerlo en tus manos, Nito? —preguntó acercándose.
—C-Claro que sí, Gran Maestro. Si es que me lo permite —hizo una reverencia.
—No, es por tu bien —respondió el Gran Maestro, mirando la estrella—. ¿Sabes por qué es peligroso? Porque si te haces una herida con una de las puntas, la estrella te matará si es que tienes un stand.
—Entonces, ¿lo usará como arma? —preguntó Vicentico.
—Claro que no —repuso el Gran Maestro—. Solo es una observación. ¿Sabes como supe sobre ese detalle?
El Gran Maestro esperó unos segundos para que uno de los dos pregunte el porqué, pero ninguno lo hizo.
—Lo descubrí ya que fue con esto que maté a mi padre. Fue un accidente lo que pasó. Simplemente la estrella se clavó en su cuello y mi padre se deshizo en trozos diminutos. Tan diminutos que parecía arena.
La habitación se quedó en silencio hasta que un repentino toque de puerta rompió el hielo.
—¿Qué sucede? —preguntó Vicentico.
—¡Señor presidente, es JoJo!
—¿JoJo? —exclamaron los tres.
Más de 200 hombres con rifles, escopetas, cañones y dinamita apuntaban a un solo hombre quien se acercaba a ellos con paso firme en medio del atardecer.
—¡He venido por ti, Enrique! —gritó JoJo.
—¡No se acerque o disparamos! —advirtió uno de los soldados, pero JoJo siguió avanzando.
—¿Quieres la estrella? Aquí la tengo. Deja tu escondite, cobarde, y quítame la estrella. ¿O es que te faltan pelotas para hacerlo?
—¡Le advierto que no se mueva! —gritaba el soldado sin saber lo que decía, pero JoJo siguió avanzando.
—¿No vas a venir? ¡Patético!
Vicentico acudió hasta JoJo, acompañado de veinte guardias.
—No quiero verte a ti, quiero a Enrique —repuso JoJo.
—Sea quien sea el que mencionas, lo trataremos adentro. Sin que nadie más vea.
Vicentico hizo una señal y los guardias le colocaron candados y cadenas, junto a herraduras alrededor del cuello.
—Estás rodeado, JoJo. Cualquier movimiento o ataque con tu stand, abrirán fuego y se acabó. Ahora dame la estrella.
—Púdrete, Vicentico. Quiero ver a Enrique y solo a él se lo daré.
Vicentico se mostraba incómodo, pero aceptó.
—Bien, vamos de una vez que te está esperando.
Por uno de los balcones, el Gran Maestro observaba lo sucedido, cubriéndose con la penumbra del atardecer y el comienzo de la noche.
—Enciende el faro, Ramírez —ordenó un guardia a otro.
—¿Por qué no lo hacés tu, pelotudo? —respondió.
—Deprisa, hoy te toca a ti hacerlo —repuso el primer guardia.
—Pues no lo haré.
—¡Ah! ¡Maldito! Sabés bien que yo no alcanzo por eso me hacés esto, ¿verdad?
El otro guardia se rió en su cara.
—Eso te pasa por no comer a tiempo, boludo. Pero está bien, encenderé ese estúpido faro.
Los pasos de un caballo acercándose llamó la atención de los dos hombres que vieron al jinete tambalearse sobre el animal.
—¡Está ebrio!
El jinete se tambaleó de un lado a otro y cayó del caballo cuando pasó cerca a los guardias.
—¿Está bien, señor?
—S-Sííí... Sholo quiero mormir —dijo arrastrando las palabras.
—Póngase de pie para que lo subamos a su caballo.
Los guardias tomaron los brazos del hombre y lo levantaron.
—Muchas gracias, caballeros —dijo el hombre volviendo en sí—. Han sido de mucha ayuda.
—¿Quééé? —mientras exclamaban, los uniformes de ambos guardias se extendieron por todo su cuerpo, tapando sus bocas y sus ojos, hasta dejarlos caer al suelo.
—Salió bien —hizo un movimiento con los dedos. Dos extendidos, puño cerrado, las dos manos arriba y luego pulgares cruzados, moviendo las palmas como si fueran alas de aves. Era la señal que le daba Gabriel a Cerati quien estaba escondido detrás de un buzón.
—Muy bien, Gabriel.
—Sí. Nadie salió herido. Entremos de una vez.
—Sí.
Ambos hombres saltaron la verja y entraron al enorme patio de la mansión de Cars. Al no haber nadie adentro, se encontraba a oscuras y la noche no ayudaba a su misión.
—Maldición, debimos traer ese faro —repuso Cerati cuando entraron al vestíbulo.
—Es mejor estar a oscuras. Siendo este lugar una entrada al Santuario, es posible que haya alguien cuidando la entrada y la luz le indicaría al enemigo nuestra posición —dijo Gabriel en voz baja.
—A este punto creo que ya somos invencibles —dijo Cerati, extendiendo sus brazos y flexionándolos.
—No te confíes. Siempre habrá alguien que se aproveche de tus debilidades. No digamos más, hay que buscar esa entrada y llevarnos la Piedra Eterna antes que el Gran Maestro descubra las intenciones de JoJo.
Mientras caminaban por los pasadizos, Cerati se dio cuenta que las paredes estaban llenas de cuadros de diferentes tamaños. Grandes, medianos, pequeños. Horizontales, verticales. Rectangulares, cuadrados. Era notorio el gusto de Cars por el arte pictórico.
—¿Qué clase de pintor dibuja el cielo rojo? —preguntó Cerati al ver de cerca el cuadro que tenía por delante—. O mejor dicho, ¿qué pensaba Cars al comprar estos cuadros? El cielo es rojo, el mar es verde y las montañas son azules.
—Vamos, Cerati. No estamos en una exposición de arte —repuso Gabriel.
—Mira, este cuadro también tiene estos colores, ¿o es mi imaginación? Y ese también —indicó.
A pesar de la oscuridad, las pinturas parecían emitir su propia luz. Una luz débil y tenue.
—No hay tiempo, Cerat...
—¿Gabriel? ¿Estás ahí? —preguntó Cerati al dejar de escuchar a Gabriel. Su stand se manifestó de inmediato, dispuesto a luchar, pero al sentir unas manos por detrás, Soda Stereo no pudo hacer mucho... ¡ya que no había nadie!
—¿Qué carajos sucede? ¡Gabriel!
La presión de unas manos sobre su espalda lo sobresaltaron y Soda Stereo apareció para atacar, pero tampoco encontró a alguien. Sin embargo, las manos lo tomaron del cuello y otras más que aparecieron en ese momento, jalándolo hacia la oscuridad.
Próximo capítulo: La Piedra Eterna - Parte 2
¡Hola nuevamente! Espero que se encuentren bien. Si han llegado a este punto y les ha gustado, estoy seguro que les gustarán los memes que JJBA-STR0HEIM ha hecho sobre el fic. Lo pueden encontrar en su perfil, el título del libro es "Título llamativo" con la imagen de un perrito. Así también encontrarán memes del fanfic de DScore que también es sobre JoJos.
Espero que sigan disfrutando de esta extravagante aventura. ¡Hasta luego!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top