Enanitos Verdes - Parte 1

—Bienvenido, Nito

El Gran Maestro se encontraba sentado al costado de una fría placa de metal que solía servir como una mesa. Sobre esta habían varias herramientas como martillos, alicates y sacapuntas. Todas estaban manchadas con sangre y tenían un olor a podrido.

—Me da gusto verlo de nuevo, Gran Maestro —dijo Nito con una sonrisa mientras hacía una respetuosa venia.

El Gran Maestro se puso de pie y se bajó la capucha. Su cabello blanco le daba una apariencia ucrónica, pero la edad ya pesaba en su rostro.

—Es un honor ver su rostro, maestro. Soy afortunado en ser privilegiado.

Se encontraban en una habitación cerrada por una puerta metálica oxidada. Unas cadenas colgaban con antorchas encendidas, las suficientes para iluminar al cuarto como si fuera un brillante atardecer.

—Que bien, Nito. Es importante que reconozcas mi rostro, pues el procedimiento que haremos necesitará de uno, en este caso, el mío.

—¿En qué consistirá el procedimiento?

El Gran Maestro caminó un poco, llevando la vista de Nito hacia una hilera de macetas con unas plantas con pétalos rosas.

—He llamado a estas plantas Obladi-Oblada, en realidad, las creé yo a base de variar los factores que intervienen en la germinación y crecimiento de las plantas antecesoras.

—¿Quiere decir los padres de esa planta?

—Exacto. Pero este resultado ha sido de casi diez años de investigación, una constante de prueba y error que dieron frutos. Sin embargo, los resultados me dieron la razón al fin y al cabo.

—¿En qué sentido?

—Las plantas tienen vida. Así como los animales. ¿Sabías que también somos animales? Solo que nosotros podemos razonar, aunque en algunas personas dudo que hagan uso de ese razonamiento.

—Tengo entendido que Charles Darwin afirmó que venimos del mono.

—Exacto. Provenimos de un animal o eso es lo que dice él. A menos que haya viajado en el tiempo, es imposible saberlo. Pero, cogiendo con pinzas sus palabras, lo que rescato es que somos como animales.

—Pero pensamos. Eso es lo que nos diferencia.

—Por eso mismo, salte mi investigación de las plantas a animales. Al ver que la variación de factores podía crear un tipo de planta diferente, lo extrapolé con el crecimiento de un humano. ¿Por qué hay humanos que destruyen y otros que crean? Maquiavelo decía que el hombre es malo por naturaleza, mientras que Rousseau afirma que el hombre nace bueno, pero son las instituciones sociales lo que termina corrompiéndolo. Si vamos al inicio de los tiempos, a los primeros humanos, ¿quién comenzó a corromperlos? ¿Qué institución social corrompió al primer hombre sobre la tierra?

—Eso... eso no se puede saber a ciencia cierta, Gran Maestro. Pienso que Maquiavelo tenía razón.

—¿Acaso mataste a alguien cuando eras un niño? —increpó el Gran Maestro.

Nito quedó callado.

—Claro que no —contestó luego de unos segundos.

—Entonces no naciste con maldad.

—Eso quiere decir que Rousseau tenía razón.

—Ambos estaban en lo correcto y a la vez estaban equivocados —caminó hacía un montículo cubierto por una gruesa manta, para destaparla.

—Son ratones, pero...

Uno de los ratones se acercó a los barrotes de la jaula y comenzó a chillar, pero esos chillidos salían de su boca como si fueran ladridos. Incluso, su postura parecía la de un perro cuando ve a un desconocido. El ratón de la jaula contigua vigilaba al ratón de al lado, mostrando los dientes y gruñendo como un gato. Encima de ellos estaba un ratón sobre un pequeño trapecio, sostenido con sus patas traseras como si fuera un ave.

—¿Qué pasó con esos animales?

—Descubrí que este experimento se podía realizar en un menor tiempo con ratones que con gorilas. Además que estos últimos no soportaban un tiempo largo de cautiverio y la mayoría murió en el proceso de la investigación.

—Es lamentable.

—Lo fue, pero eso hizo que lleve a cabo mis experimentos con ratones. Teniendo mejores resultados en corto tiempo.

—Pero, ¿cómo se relaciona con el hombre?

—Sabes, en realidad Maquiavelo y Rousseau tenían un poco de razón. Pero Locke es el que se acercó más a la verdad: la tabula rasa.

—¿Tabula rasa?

—Se dice que cuando venimos al mundo somos una tabla en blanco y conforme vayamos creciendo, adquirimos sensaciones a través de nuestras experiencias. Es por eso que el hijo de un pobre se vuelve un ladrón y el hijo de un rico se vuelve en dueño de un banco.

—Eso es cierto —dijo Nito.

—¡Falso! —exclamó el Gran Maestro—. En verdad, la tabula rasa es solo un componente más en nuestro caótico mundo. ¿Y sabes por qué? Por que tanto Locke, Rousseau y Maquiavelo tenían razón, pero estaban equivocados en que ellos tenían la verdad absoluta. La verdad es no nacemos malos, pero tenemos preconceptos desde antes de salir del vientre. Es por ello que algunos bebés son agresivos y egoístas. ¿Cómo un bebe es egoísta si ni siquiera ha aprendido a hablar? Eso quiere decir que hay algo en la sangre de todos los humanos. Algo que heredamos de hace cientos y miles de años atrás. Pero también la sociedad misma corrompe al hombre, ya que la sociedad esta compuesta de hombres y todos son egoístas. Una sociedad egoísta crea hombres egoístas y estos hombres egoístas engendran niños egoístas, y estos cuando crezcan serán parte de la sociedad y engendrarán más hombres egoístas. ¿Entiendes? Es un maldito círculo vicioso. Y el culpable aquí es algo llamado libre albedrío.

—¿Pero Dios no existe o sí?

—Si existe o no, la verdad es que nos ha olvidado —dijo el Gran Maestro—. Nos ha maldecido con la libertad perpetua y esta libertad es lo que nos condena a buscar nuestro propio beneficio. Y cuando los hombres se juntan en una sociedad buscando su propio beneficio, pelean contra los que no están interesados en ese beneficio. Y se crean guerras, hambrunas, envidia, muerte. ¿Cómo corregir eso? Desde aquí —señaló su cabeza.

—¿Desde la mente?

—Si todos somos una tabula rasa que ha sido llenada con sensaciones y experiencias, solo hace falta blanquearla nuevamente. Pero cómo hacerlo. Estos años he investigado el cerebro y el comportamiento de los seres vivos. Plantas, animales y humanos. Si las plantas pueden transformarse al variar algunos factores de su crecimiento, lo mismo pasa con los humanos y animales. Sin embargo, hacerlo con un pequeño grupo de personas ha sido catastrófico.

—¿Qué fue lo que pasó, Gran Maestro?

—Algunas cosas no salen como crees —sonrió—. La masa gris que compone nuestro cerebro conduce energía, eso es lo que presenta cuando pensamos.

—¿Pudo verlo de frente?

—Sí. Vi la reacción del cerebro en niños, bebés, adultos, ancianos y en todos presentan energías que viajan por el cerebro. La tecnología actual me impide ahondar en ello, pero con los resultados obtenidos pude saber que la única manera de cambiar a la humanidad, es borrando conceptos y preconceptos. En otras palabras, vaciar su cerebro por completo.

—¿Eso es lo que hará conmigo? —preguntó Nito con incertidumbre.

—Si, para eso te he llamado. Controlar los impulsos de energía de un cerebro es una manera útil, pero tarde o temprano falla ya que la persona se ve rodeada de los demás, lo que hace que el plan falle. Hacerlo a toda la humanidad tomará años, cientos de años, lamentablemente no viviré los años necesarios para verlo cumplido, pero hay una manera, sin embargo, el elemento faltante está desaparecido.

La vista del Gran Maestro se había posado en la nada, viendo de forma taciturna una pared gris.

—Gran Maestro, haga lo que sea necesario para reformar a la humanidad.

—Es un buen inicio tu muestra de confianza —Bitter Sweet Symphony apareció para darle un golpe en la nuca y desmayar a Nito—. Espero que tú si sobrevivas lo suficiente para comprobar que tenía razón, porque yo...  siempre tengo razón.

—Todo sea por usted, Gran Maestro —dijo Nito en un tono neutro y sin vida, mientras que de su cuello y de sus ojos salían más de esos seres—. ¡Enanitos Verdes!

—¿Qué le pasa a su cuerpo? —señaló Miranda.

JoJo se sorprendió al ver como el cuerpo de Nito se deformaba, abriéndose la carne mientras que los Enanitos Verdes escapaban.

El Gran Maestro fue el primero en huir, pero antes que JoJo y Miranda reaccionen, el cuerpo de Nito se consumió por completo por la colonia de Enanitos Verdes que escaparon rápidamente en una onda expansiva hacia todos lados.

—¡Yaaaaa-hooooooooo! —exclamaban mientras se esparcían rápidamente.

—¡JoJo!

—¡Sui Generis! —JoJo activó su stand, lanzando golpes para repeler la marea de Enanitos Verdes que estaba por cubrirlos—. ¡Overdrive Punch! ¡Ora! ¡Ora! ¡Ora! ¡Ora! ¡Ora! ¡Ora! ¡Ora! ¡Ora!

Pese a los golpes, los Enanitos Verdes continuaban extendiéndose. Eran miles, millones, tan pequeños y verdes que era imposible detenerlos con puños.

—¡Mariposa Tecknicolor! —aunque Miranda activó su stand, no pudo hacer nada.

—¡Son demasiados! —indicó JoJo mientras que Sui Generis seguía golpeando a los stands, creando un vértice libre de ellos mientras que detrás de ambos los Enanitos Verdes habían invadido la casa y el patio.

Desde el cielo, una pequeña ave sobrevolaba la ciudad, como tenía las alas cansadas decidió descender para tomar un descanso, pero cuando estaba por llegar, sintió el suelo vibrar y movimientos en el aire que lo asustaron. Batió sus alas y continuó volando.

—¡Ganamos! —gritaron los subversivos en la Casa Rosada.

—¡Sí!

—Je, je —dijo uno—. Celebran tanto que el suelo esta vibrando.

—Es cierto, gritemos más fuerte para que se oiga en todo el continente.

—¡Síííí!

Pero lo que no sabían es que los Enanitos Verdes estaba expandiéndose por toda la ciudad. Entrando a casas y edificios, empujando personas, pero...

—¡Aaah!

—¿Quién me empujó? ¡Aaahhh! —el hombre tirado en el suelo se hizo una herida en la cabeza y esta perdía mucha sangre.

—¡Se está volviendo gris!

Aunque no lo veían, una gran marea de Enanitos Verdes estaba por aplastarlos y al hombre del suelo, estaba siendo absorbido por unos stands que llegaron antes.

Los faroles vibraron y se torcieron. Algunas ventanas se rompieron. La gente empezó a correr, algunos eran alcanzados por los millones de stands que arrasaban todo a su paso.

—¡Yaaaaa-hoooooooo! —gritaban los Enanitos Verdes mientras continuaban invadiendo las calles.

—Tenemos un barco listo para zarpar a altamar —dijo Fito mientras movía el timón de un barco que pusieron para conducir el auto de vapor.

—Bien, estaremos más tranquilos cuando hundamos esta piedra al fondo del mar —dijo Gabriel, secando su sudor con un pañuelo—. Espero que Jonathan nos invite un poco del té.

—Espero lo mismo, me imagino que en Inglaterra tienen fuentes de té en vez de agua, ¿verdad? —dijo Cerati, lustrando su bota.

—Eh... creo que sí —respondió Gabriel, apoyado en la Piedra Eterna.

Parecía estar en calma, sino fuera por las bandadas de aves que comenzaron a sobrevolar la ciudad. Eran tantas aves que casi ocultaban el cielo nocturno.

—¿Qué pasa con las aves? ¿Será el ataque de un stand?

—¡¿Quién es él?! —exclamó Fito al voltear por casualidad.

Sobre un monociclo, estaba Calamaro con los brazos cruzados y dirigiéndose hacia el carruaje a toda velocidad.

—¡¿Qué es eso?! —exclamó Gabriel al ver una avalancha que estaba a cien metros de ellos—. Es una avalancha verde, ¿qué es exactamente?

—¡Yaaaaaaa-hoooooooo! —se escuchó fuertemente en la avenida por la que iba el coche.

—Pensé que estaba muerto —dijo Cerati poniéndose de pie.

—Es su stand —comenzó Gabriel—. Esas llaves que tiene su stand le permiten regresar el área circundante en donde se clava a unos segundos o días inclusive. Cuando te puso la llave sobre tu cabeza, esta giró. Al parecer te regresó al tú de hace días, por ello es que no podías ver los stands ni manifestar a Soda Stereo.

—Suena... suena aterrador.

—Sí, lo mismo hizo con los pétalos de Obladi-Oblada sobre nosotros y los escombros del túnel. Tal parece que hizo lo mismo con las partes dañadas de su cuerpo y por eso sobrevivió al choque del tren y al disparo de sus llaves. En otras palabras, es casi invencible.

—Invencible tal vez, indestructible no lo creo —dijo Cerati con convicción mientras sonreía maliciosamente.

—Cualquier plan que tengas, debe tomar en cuenta a esa avalancha de atrás.

—¡Yaaaaaaa-hoooooooooooooo!

Calamaro estaba cada vez más cerca. Sin embargo, Cerati estaba esperándolo con paciencia.

—¿No manifestará su stand? —preguntó Cerati.

En un abrir y cerrar de ojos, Calamaro manifestó su stand y lanzó una llave que Soda Stereo ni Torre de Babel pudieron detener. Esta se clavó sobre el motor de vapor y comenzó a girar en sentido antihorario.

—¡Destruirá el motor! —exclamó Gabriel.

El motor de vapor comenzó a descomponerse y las partes saltaron a todos lados. El vapor salió expulsado, nublando la vista de los cuatro.

—¡Soda Stereo! —con la fuerza de las manos de su stand, hizo que el vapor se disipe, pero eso solo hizo que vea el puño de Mil Horas cerca de su cara.

—¡Torre de Babel! —aunque se manifestó a tiempo, no pudo ver el pie de Calamaro aproximándose a su mejilla.

Tanto stand como usuario los golpearon a ambos, destruyendo parte de la carroza del coche.

—¡Estamos perdiendo velocidad! —alertó Páez, tratando de que el auto mantenga la velocidad que tenía.

Calamaro ajustó el cuello de su camisa, al igual que el resto de su cuerpo, estaba cubierto por su ropa.

—Tardarán mucho en llevar eso a su destino, ¿por qué mejor no me lo quedo yo?

—¡Soda Stereo! —el stand de Cerati lanzó un golpe a Calamaro, pero su stand lo atajó para dar una patada giratoria a Soda Stereo, haciendo que Cerati se tambaleé en el borde del coche. A penas pudo sostenerse del borde, pero la parte superior de su cuerpo estaba colgando.

Torre de Babel, escribe sobre su ropa.

Aprovechando su cercanía, Torre de Babel escribió rápidamente, pero Calamaro utilizó las llaves de cuerda y retrocedió el tiempo de su ropa, borrando las palabras escritas por el stand de Gabriel. Mil Horas lanzó una patada a Gabriel, quien no pudo defenderse ya que el stand de Calamaro era más fuerte. Para asegurarse que Torre de Babel no haya escrito, colocó las llaves en su pantalón y sus zapatos.

—La velocidad está disminuyendo... —alertó Fito.

—¡Usen el plan B! —exclamó Gabriel con el ojo derecho entrecerrado. Calamaro tomó precauciones y se dirigió a los gemelos, pero Cerati cogió sus piernas con las suyas a través de una llave, haciendo que caiga del mismo modo en que el estaba.

—Uno, dos, tres —dijeron Fito y Páez, desmantelando parte del coche y liberando un mecanismo de pedales. Colocaron sus pies en cada pedal y comenzaron a girarlos con toda la fuerza de sus piernas. Esto hizo que el coche recobre la velocidad que había perdido, tomando distancia de la avalancha de Enanitos Verdes.

—¡Yaaaaaa-hooooooo! —gritaban los millones de stands mientras destruían puertas y ventanas a su paso y remeciendo el suelo.

—¿Crees que podrás hacerme daño, Andrés Cerati? —dijo Calamaro seriamente.

—Sí —dijo Cerati muy confiado—. Y solo necesito un dedo —señaló su dedo índice.

—Torre de Babel —el pequeño stand escribió en el piso del coche. La temperatura de este comenzó a descender, creando cristales que cubrieron toda la superficie. Calamaro resbaló pero su stand hizo que vuelva al coche, aunque resbaló. Cerati aprovechó eso y lanzó a Soda Stereo para que lo golpeé, colocando su puño de lleno en su pecho, haciendo que este escupa unas gotas de saliva.

—¡Ahora! —exclamó Cerati—. ¡Soda Stereo!

—¡Torre de Babel!

Pero un fuerte sobresalto hizo que Calamaro tome distancia, colocándose en el borde del coche.

—El pedal se ha roto —alertó Páez.

—En realidad, se está oxidando.

—¿Qué? —preguntó Gabriel.

—Cuando estuve fuera del coche, lancé una llave de Mil Horas, adelantando el tiempo de vida del metal de los pedales a 30 días, por lo que la fricción hecha por ambos terminó rompiendo el oxidado y descuidado mecanismo metálico que ha estado 30 días sin limpieza —señaló Calamaro—. Además, ya gané. Tienen heridas corporales y eso es lo que le gusta a esa colonia de stands que se aproxima.

—¡¿Stands?! —exclamaron Cerati y Gabriel a la vez.

—Bueno, viéndolo bien, era obvio.

—Sin más que decir...

—¡Aún no! —gritaron Fito y Páez, con cuerdas alrededor de sus cinturas y brazos—. Aún tenemos piernas.

Aprovechando la velocidad que tenía el coche por los pedales, pusieron todas sus fuerzas en sus piernas para jalar el coche. Ganando la velocidad suficiente para alejarse de los Enanitos Verdes.

—¡Soda Stereo! —Cerati y su stand saltaron sobre Calamaro, pero Mil Horas se interpuso, recibiendo el golpe del stand de Cerati. Sin embargo, el stand de Calamaro colocó una llave sobre la pierna de Cerati.

—¡A giraaaaar! —exclamó Calamaro mientras la llave giraba en sentido horario.

El coche perdía velocidad ya que Fito y Páez estaban agotados, pese a ello, seguían avanzando.

—N-No dejaremos de avanzar —dijo Páez.

—Nunca nos detendremos —continuó Fito, haciendo fuerza al hablar.

—Esas cosas verdes están aquí —señaló Gabriel.

Mil Horas expulsó varias llaves sobre el coche, giraron en sentido horario y los componentes del coche comenzaron a desmoronarse.

—¡Nooo! —exclamó Gabriel.

—Sin una superficie, no podrán sobrevivir a Enanitos Verdes. Absorberán su sangre hasta matarlos, así que yo he ganado.

—¡Yaaaaaaa-hooooooo!

Cerati estaba sentado ya que la llave le había producido un infernal calambre.

—Nadie ha ganado aún —dijo Cerati enfurecido—. Porque la Piedra Eterna sigue aquí, así que por lo tanto, tengo todo para ganar.

Soda Stereo golpeó el piso debajo de la Piedra Eterna y Cerati saltó hacia la piedra, sosteniéndose de esta.

—Escapar no te servirá de nada —comenzó a decir Calamaro.

El piso del coche se desmoronaba, pero el que estaba debajo de la Piedra Eterna comenzaba a moverse, comprimiendo el agua que estaba por salir.

—¡Mil Horas! —Calamaro sacó una llave de su stand y lo lanzó hacia Cerati.

—¿Quién dijo que voy a escapar?

Cerati inclinó la Piedra Eterna a unos 30°, desviando la erupción del agua hacia la llave y Calamaro, lanzándolo a la avalancha de Enanitos Verdes que estaba cerca al coche.

—¡Cerati! ¡Fito! ¡Páez! ¡Acérquense rápido! —gritó Gabriel. Los tres chicos se reunieron junto a él—. ¡Agárrense de la Piedra Eterna!

Torre de Babel comenzó a escribir sobre el piso del coche que estaba por desmoronarse, y escribió sobre los asientos, extendiendo el forro de cuero que los envolvía para endurecerlo y convertirlo en el nuevo piso.

—Tenemos que elevarnos —indicó Gabriel.

—¡Soda Stereo! —con un solo golpe, creó una erupción de agua que levantó el piso del coche hacia unos diez metros sobre el suelo, en el momento exacto en que la avalancha de Enanitos Verdes estaba pasando.

—¡Yaaaaaaaa-hooooooo! —siguieron gritando.

—Parece como si estuviéramos en el mar —indicó Gabriel al estar sobre millones de Enanitos Verdes. Estos se movían en grupo, teniendo los mismos movimientos que las olas de mar.

—Evitemos chocar con las casas, podríamos caer.

—Ese hombre sigue vivo —Fito señaló a Calamaro quien buceaba en la superficie de los Enanitos Verdes cubierto enteramente por una tela oscura.

—Cualquier daño que le hagamos, podrá curarlo —dijo Cerati—. Es hora de cumplir mi palabra —levantó el dedo índice y Soda Stereo hizo lo mismo al manifestarse.

Calamaro alzó la mano y lanzó varias llaves que cayeron en el nuevo piso del coche.

—¡Quiere hacer lo mismo! —exclamó Gabriel, pateando las llaves pero caían más y más.

—No se detendrá —señaló Cerati, cubriendo su rostro con un pedazo de tela—. Tendré que detenerlo yo mismo.

De un salto, se lanzó hacia la marea de Enanitos Verdes.

—¡Ceraaatiii!

—¿Está flotando? —preguntó Páez—. ¡Sí! Está flotando.

—¿Eh? —es entonces que Gabriel recordó que Fito y Páez no eran usuarios de stand, por lo que podían ver a Cerati sin que los Enanitos Verdes interfieran—. Entonces también pueden ver a Calamaro.

—¡Está justo ahí! —Fito señaló a un punto cercano a Cerati.

—Maldición, yo no puedo ver y ya no hay nada que pueda usar.

—¡Se acerca a Cerati!

Cerati pateaba y lanzaba manotazos para poder mantenerse a flote. Sentía a los Enanitos Verdes recorrer su cuerpo sin afectarlo, pero aún así, sentir sus piecitos y manitas se sentía extraño.

—¡Mil Horas! —el stand de Calamaro apareció para tomar la cabeza de Cerati y hundirlo entre los pequeños seres.

—¡Lo tiene agarrado de la cabeza! —gritó Páez. Gabriel no podía hacer nada y la corriente los alejaba de Cerati.

A lo lejos, Gabriel pudo observar una ventana abierta y una cortina flameando por el viento.

—¿Todavía hay cartuchos de pólvora?

Soda Stereo manifestó sus manos y tocó las botas de Cerati. Este se propulsó con la fuerza del chorro de agua, saliendo a la superficie.

—¡Ja!

Calamaro sonrió, pues habían dos llaves en las botas de Cerati. Lo que produjo que comiencen a podrirse.

—¡Maldito!

—Solo tenías que hacerte a un lado, Cerati. Eso te pasa por meterte en asuntos que no te conciernen.

Las botas se desmoronaron y sus pies quedaron expuestos. Como aún estaba en el aire, buscó una manera de cubrir sus pies o los Enanitos Verdes podían atacarlo desde esa zona.

—¡Ten uno! —exclamó Calamaro, lanzando Enanitos Verdes a Cerati.

Soda Stereo apareció, golpeando a los stands, pero Calamaro seguía lanzando más Enanitos Verdes. Hasta que Cerati cayó, pero su stand sostuvo sus piernas por encima de los Enanitos Verdes, sin embargo, su cabeza estaba sumergida.

—¡Oye, Calamaro! —exclamó Gabriel—. ¡Toma!

Lanzó un bollo de tela encendido hacia Calamaro, este lanzó una llave de Mil Horas, cayendo en el centro.

—¡Aahh! ¡Qué terrible! —exclamó Gabriel preocupado pero luego sonrió.

El bollo de tela se desató liberando un pequeño bollo de tela que se encendió en un instante.

—¿Qué es eso?

Al estar en llamas, activó la pólvora que contenía, explotando cerca al rostro de Calamaro.

—¡Sííí! —exclamaron Fito y Páez.

—Aún no canten victoria —advirtió Gabriel—. Lancen más bombas.

Fito y Páez cogieron los bollos y lo lanzaron hacia Calamaro. Este no pudo detener el sangrado que había dejado la explosión, además que tenía la mitad de la cara quemada. Los Enanitos Verdes olieron su sangre y saltaron hacía él, pero Mil Horas se manifestó, atacando a cada pequeño stand.

—¡Aaaahhhh!

Las explosiones hacían que más Enanitos Verdes se dirijan a Calamaro. Mientras tanto, Cerati cogía la tela que sobraba para cubrirse los pies.

—¡Vamos a chocar! —alertó Fito, señalando el edificio que estaba en frente.

—Solo tenemos unos segundos, si dejamos que Calamaro llegue a ese edificio, sobrevivirá y seguirá atacándonos.

Gabriel estaba determinado a acabar con Calamaro, pero este se aferraba a su stand, quien se deshacía de los Enanitos Verdes.

«No tenían tela al principio —pensó Calamaro—. Debieron sacarlo de algún lugar, ya que sus vestimentas están intactas. Así que...»

—¡Mil Horas! —el stand se desprendió de todas las llaves que cubrían su cuerpo y recogió los pedazos de tela. A cada retazo, le colocó una llave y los pegó, haciendo girar las llaves en sentido antihorario, logrando reconstruir la larga cortina que Gabriel había sacado de la ventana.

—Bien, creo que no podemos estar peor —Gabriel mantenía el equilibrio.

Calamaro se cortó la mano y puso una llave, haciendo que gire en sentido antihorario de manera pausada. La ató a la cortina e hizo un nudo extenso.

—¡Vayan por esto!

Agitó su mano con la cortina, esparciendo la sangre que la llave de Mil Horas regeneraba. Esto llamó la atención de cientos de Enanitos Verdes. De un tirón, lanzó su mano ensangrentada, siendo seguido por los Enanitos Verdes que se incrustaron en la mano. Aprovechando la fuerza del empuje de los pequeños stands, Calamaro logró llegar hasta el coche nuevamente.

—Te dije que los acabaría —dijo imponente frente a Gabriel.

—No recuerdo que lo hayas dicho.

Mil Horas se manifestó, mostrando un estado similar al de su usuario. Es entonces que Cerati se agarró del borde derecho del coche y Soda Stereo se manifestó.

—Yo sí dije algo y eso es que te derrotaría con un solo dedo.

—¡Mil Horas!

—¡Soda Stereo!

El stand trazó una raya invisible en el piso, en un solo parpadeo.

—¿Qué trata de hacer? —se preguntó Gabriel.

El agua que expulsó aquella raya salió con tanta potencia que alcanzó los veinte metros. Pero era una raya tan fina que funcionó como un cuchillo gigante que partió a Calamaro en dos de forma horizontal.

—Un dedo —dijo Cerati, levantando su dedo al cielo.

El cuerpo de Calamaro cayó del coche y fue devorado por los Enanitos Verdes que se saciaron con su sangre.

Fito y Páez ayudaron a Cerati y Gabriel sacó los Enanitos Verdes que tenía en la ropa.

—Vamos a chocar —indicó Páez.

—Ya me encargué de eso, agárrense de donde puedan.

Un chorro de agua salió de uno de los laterales del coche, desviando su dirección a la derecha.

—Estuvo cerca —dijo Fito. Pero su voz se silenció para siempre cuando la mano de Bitter Sweet Symphony cortó su cuello.

—¡Fiiiitooooooo! —exclamó Cerati.

Detrás de una pequeña ola de Enanitos Verdes, aparecía el Gran Maestro, manteniendo el equilibrio sobre una larga tabla de madera.

Próximo capítulo: Enanitos Verdes - Parte 2

Nombre del usuario: Comandante Calamaro

Nombre del Stand: Mil Horas

Stats

Poder destructivo: C

Durabilidad: A

Velocidad: A

Precisión: B

Rango: D

Potencial de aprendizaje: C

Habilidades

Posee llaves de cuerda en todo su cuerpo, estas llaves puede utilizarlas para hacer que un objeto o persona regrese o avance su condición a un límite de mil horas hacia el pasado o el futuro. Además, puede usarse como proyectiles.

1. Enanitos Verdes: el nombre del stand proviene del nombre de la banda argentina de rock "Enanitos Verdes".

https://youtu.be/08MosmIEWZY

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