El discurso - Parte 3
—Sí
—No
—¿Sí o no? —preguntó el mayor García a dos de sus subordinados.
—Aaahh... —dijo uno de ello, alargando la "ah" buscando una respuesta—. Lo siento mayor, pero no recuerdo el nombre de las calles.
—Lo que dice el sargento Paez es cierto, mayor. Hubo varias explosiones y según algunos residentes, era el capitán Brando el que estaba ahí junto a un hombre musculoso y una señorita muy blanca y sensual.
—Hmm... —meditó el mayor, sin antes poner su dedo sobre su barbilla—. Tal vez sea él. Pero si no sabemos a dónde se lo llevó Brando, será inútil.
—No se preocupe mayor, iremos a los calabozos a preguntar sobre ellos.
—No, ese lugar es controlado por Brando, es muy peligroso que hagan preguntas.
El mayor sacó un pañuelo crema de su bolsillo y secó su sudorosa papada y frente.
—En todo caso, será mejor que patrullen los alrededores de la Plaza, tal vez esté ahí.
—¡Sí, señor! —respondieron los dos subordinados.
—Cualquier actitud sospechosa que haga, deberán reportármelo de inmediato.
—¡Sí, señor!
—Y si ven al tipo grande, también me avisan.
—¡Sí, señor!
El mayor vio a sus dos subordinados que parecían dos gotas de agua, aunque el rostro lo tenían diferente, en todo lo demás se parecían, incluso en las orejas semipuntiagudas.
—¡M-Mayor! —exclamó Cerati, trotando hacia los tres militares.
—¡Cabo Cerati! —exclamó el mayor, acercándose hacia el exhausto joven—. ¿Qué es lo qué pasó?
Cerati se apoyó en su rodilla hincada en el suelo y se sostuvo del brazo del mayor.
—M-Mataron a los bandidos, bueno, solo vi el cadáver de uno. Pero lo peor es que mandaron aviso al director del manicomio.
—¿Al director? ¿Al señor Doppio? —dijo el mayor con cierta extrañeza en su voz.
—Sí —Cerati tomó aire—, tal parece que está aliado con Cars y Brando en toda esta locura.
—¿Hablan de sir Cars? —preguntó uno de los subordinados—. Lo vi hace una hora junto a un hombre alto de rasgos finos y cabello rosado.
—Es Doppio —dijo el mayor—. Espera, ¿por qué no me dijiste eso?
—Ah... —el subordinado sonrió—, creo que lo olvidé je, je. No se enoje mayor.
—Mayor —dijo Cerati—, debemos ocultarnos. Les dieron aviso sobre la ubicación de la estrella, tal vez ya están en camino.
Cerati se puso de pie pero el mayor tomó su hombro para mirarlo a los ojos.
—Yo no me ocultaré Cerati, huye con la estrella, yo me quedaré aquí para que ganes tiempo y puedas salir del país. Ve al puerto y pregunta sobre el barco Fanky, el capitán de ese barco es amigo mío y te ayudará con tu escape.
—Mayor... —Cerati no tenía palabras.
—El sargento Fito y el sargento Páez te llevarán hasta allá.
—¡Señor! —dijeron los dos sargentos a la vez.
—Es una orden, sargentos. Me quedaré aquí a esperar a los secuaces de esos bribones —habló directamente a los hombres que lo miraban con respeto. Cerati y los dos sargentos veían a un hombre acabado y gordo pero con la voluntad de un veinteañero.
—¡Mayor García! —exclamó Cerati con un brillo en los ojos—. No permitiré que se enfrenté a ellos usted solo, los que vendrán serán usuarios de stand y solo yo puedo detenerlos.
Las palabras del mayor sonaban muy parecidas a lo que habría dicho su padre, por lo que se le hizo un nudo en la garganta. No permitiría que alguien se sacrifique por él.
—¡Me quedaré con usted a pelear! —exclamó Cerati.
El mayor García avanzó hacia él y le dio un fuerte bofetada que lo tiró al suelo. Él también tenía un brillo en los ojos pues había visto, por un momento, la figura de su hijo en Cerati.
—¡Es una orden, Cerati! —exclamó—. Además, esa estrella pone en peligro la seguridad nacional. ¡Huye de aquí! ¡Ve! ¡Ponte a salvo!
El mayor trató de no soltar una lágrima. Pensó que esas mismas palabras las hubiera usado con su hijo.
—Mayor... —Cerati se tocó la mejilla, tratando de aliviar el dolor. Los dos sargentos lo ayudaron a levantarse.
—¡Ya váyanse! —gritó el mayor, cogiendo su rifle y preparándolo para disparar. Estaba solo en ese punto, tomaría la biblioteca como su trinchera contra los enemigos que vendrían.
—Vámonos muchacho —dijo el sargento Fito.
—Sí —contestó Cerati.
—Cerati —dijo el mayor, sacando la estrella de cinco puntas de su bolsillo.— Toma.
El mayor le lanzó la estrella, pero un hombre salió del suelo. Era Kuryaki con su stand, Coolo, que lo hacia traspasable a cualquier material.
—¡Ah! ¡Ja, ja, ja, ja, ja! —gritaba mientras descendía al suelo con la estrella de cinco puntas en su mano.
—¡Ese hombre está volando! —gritó el sargento Páez.
—¡Es uno de los Valderrama! —exclamó Cerati.
El mayor, sin demorar, apuntó al criminal y disparó dos veces con su rifle, pero las balas no hacían nada.
—¡Si cae al suelo, huirá! —exclamó Cerati—. ¡Soda Stereo!
El Stand de Cerati avanzó hacia el criminal pero solo para golpear la superficie en la que caería. En un segundo, todo el camino se destruyó con una erupción de agua que mandó a todos hacia arriba.
—¡Aaaaaahhh! —gritaron los militares.
Toda el agua caía en forma de lluvia torrencial, combinada con piedras y barro.
—¡Mayor! ¿Dónde está? —gritó Cerati cuando llegó al suelo. El agua seguía cayendo, por lo que no podía escuchar nada. Su stand estaba a su lado para defenderlo de cualquier ataque.
—¡Ceeeraaaatiiii! —exclamó Kuryaki carraspeando su garganta y saliendo de entre las aguas por detrás de Cerati.
—¡Maldito! —gritó Cerati, pero no pudo detener a Kuryaki. Este se había acercado tanto a Cerati metiendo su mano dentro de él y cogiendo su corazón con sus manos. Lo sentía latir fuertemente por la agitada situación.
—Te dije que volvería —dijo Kuryaki, susurrándole en los oídos—. Si haces un movimiento, presionaré tu corazón hasta reventarlo.
Cerati mantenía la misma posición en la que estaba, tratando de pensar en algo para derrotarlo. El agua ya había caído y un enorme cráter adornaba el camino. Todo estaba húmedo y los dos sargentos escapan de un charco, pero el mayor no estaba por ningún lado que Cerati pueda ver.
Entonces, el sonido de recarga del rifle sonó por detrás de Kuryaki. Era el mayor García apuntando con su rifle al trasero de Kuryaki.
—No sé si lo sabés, pero tu arma no me hará daño —dijo Kuryaki, cínicamente.
—Tu no eres el blanco —dijo el mayor, disparando. La bala traspasó a Kuryaki e impactó con el suelo.
—Estás tan viejo, soldado.
—Tan viejo que sé que debajo de donde estamos, se encuentra el sótano de la biblioteca que ves detrás de mí.
—¿Qué? ¡Es cierto! ¡Ese sótano en donde me impulsé hacia arriba! —exclamó Kuryaki, dándose cuenta de su situación.— ¡Ja! Si caemos, haré explotar el corazón de Cerati con mi mano.
El suelo comenzaba a vibrar pues la bala había ocasionado una fisura en el suelo que poco a poco debilitaba la estructura por debajo de ellos.
—Mayor, huya —dijo Cerati, sin hacer algún movimiento.
—Estamos a diez segundos de caer, por lo que te hago un trato —dijo el mayor, tirando su rifle a un lado.
—¿No me disparará? ¿Y eso qué? —contestó Kuryaki.
—Te daré esto —dijo sosteniendo la estrella por una de sus puntas—, si dejas a Cerati. Prometo que te dejaré ir.
—¡La estrella! Se me escapó cuando toda esa agua salió del suelo
Kuryaki miró a Cerati y luego al mayor. El suelo estaba a punto de desplomarse.
—Dame la estrella entonces —dijo Kuryaki, estirando su mano libre.
El mayor le entregó la estrella al criminal y este sacaba lentamente su mano del interior de Cerati.
—Salgamos de aquí antes que nos caigamos —dijo el mayor, pero se dio cuenta que Kuryaki no pretendía lo mismo pues este lo veía con unos ojos llenos de odio.
—No lo creo —dejó de sacar su mano y lo subió hasta la faringe de Cerati, impidiendo que respire.
—¡Aghaghaghagh! —dijo Cerati, llevando sus manos a su cuello.
—¡Cerati! —exclamó el mayor García.
—¿Qué harás, panzón? —preguntó Kuryaki con mucha sorna.
El mayor veía con impotencia como el criminal ahogaba a Cerati sin poder hacer nada ya que le era imposible atacarlo.
—¡Dije qué harás panzón! —gritó Kuryaki mientras seguía ahogando a Cerati. Sonrío mirando al mayor que sudaba como si estuviera en un día soleado.
Pensó por unos segundos con la mirada sombría para luego ver a Kuryaki directamente a los ojos con una expresión de felicidad en los ojos.
—¡Soy un estúpido! ¿Por qué no me di cuenta? —dijo el mayor García mientras reía a carcajadas.
—¿Qué? —dijo Kuryaki confundido—. ¿Te das cuenta que estoy ahogando a tu amigo?
—¡Lo sé! —gritó el mayor.
Los dos sargentos que veían la escena desde una distancia cercana también estaban confundidos al ver al mayor reírse de manera estridente en una situación así.
—¿Te has vuelto loco? —dijo Kuryaki escupiendo las palabras.
—No... —dijo el mayor, moviéndose lentamente hasta Kuryaki. Este presionó un poco más la faringe de Cerati quien perdía la conciencia—. Todos estamos locos —alzó su mano y la bajó tan rápido, traspasando el interior de Kuryaki hasta chocar con la estrella que lo sostenía en su mano.
—Hmmmm... ¡Aaaaahhhh! —gritó el mayor cuando sintió una de las puntas incrustada en su mano.
—¡Maldito gordo demente!
El mayor, sin pensarlo más, jaló su mano, sustrayendo la estrella de las garras de Kuryaki. Pero su sorpresa fue cuando la estrella se metía en su mano, provocándole un dolor insoportable.
—¿Qué caraj...? ¡Aaaahhhhh! —se tiró al suelo, presionando la zona por donde la estrella estaba metiéndose. Kuryaki también estaba sorprendido.
Cada vez que la estrella se metía en la mano del mayor, sus huesos sonaban como si se trituraran. El mayor mordió sus labios para soportar el dolor que sentía en su mano.
—¡Si sobrevive tendrá un stand! —exclamó Kuryaki, soltando por dos segundos la faringe de Cerati. Gran error. Pues Cerati seguía consciente y usando a Soda Stereo, cogió la mano de Kuryaki que seguía dentro de él. Cerati giró la cabeza, viendo a Kuryaki con una mirada amenazante.
—¡Pensé que ya te habías muerto! —exclamó este, tratando de alejarse de Cerati.
Cerati no contestó y solo soltó la mano de Kuryaki. Este se dio cuenta de lo que él pretendía.
—No pasará lo mismo. ¡Coolo!
Su stand se activó por unos segundos y con un zarpazo, Kuryaki se cortó la mano tocada por Soda Stereo.
—¡Ya no podrás tocarme por nada del mundo! —dijo Kuryaki mientras su muñeca sangraba.
—No hace falta —Soda Stereo apareció junto a él—. ¡Porque ya estoy dentro de ti! —exclamó Cerati haciendo una pose junto a su stand.
—¿Quéééé? —exclamó Kuryaki justo cuando las venas y arterias de su brazo se volvían negras y se hinchaban hasta que todo el brazo mutilado estalló en agua y sangre.
—Metí una burbuja de agua dentro de tu torrente sanguíneo, ya que sabía que recordarías la última vez que te vencí —dijo Cerati—. Sin embargo, esta es mi rev... ¡Aaaah!
El suelo se desplomó justo cuando Cerati estaba por dar el golpe final a Kuryaki. Este se alejó del enorme hoyo que se produjo, hasta llegar a las escaleras de la entrada de la biblioteca.
—Estuvo cerca —dijo Kuryaki, con su brazo ensangrentado y su stand a un lado. Este también estaba afectado por el ataque de Cerati.
—¡Aaaahhh! —gritó el mayor García. Los dos sargentos trataban de calmar su dolor pero era imposible. La estrella ya había entrado por completo a su mano.
—Mayor, ¿cortamos su mano? —preguntó el sargento Fito.
—N-No —dijo el mayor con su rostro enrojecido y sudoroso—, deben de huir de aquí.
El dolor se acrecentaba con cada segundo que la estrella estaba dentro de su mano. Por su parte, Kuryaki se alejaba del lugar, tapando la hemorragia.
—M-Maldito Cerati, la próxima vez sí te mataré —dijo Kuryaki, la falta de sangre en su organismo empezaba a afectarlo. Empezó a alucinar con estrellas que flotaban a su alrededor. También en nubes rosadas que se acercaban a él, pero pronto se dio cuenta que una de ellas se acercaba hacia él. Cuando estuvo tan cerca, pudo percatarse de que se trataba de un hombre alto con cabello largo y rosado con motas negras.
—¿Quién es usted? —preguntó Kuryaki. El hombre no respondió, solo se acercó para examinar el muñón en donde estaba su brazo hace unos minutos.
—Si me dices qué pasó, te daré un brazo nuevo, ¿aceptas? —dijo Doppio, cogiendo fuertemente el hombro de Kuryaki.
—No me lastime —respondió Kuryaki con enojo.
—Respuesta equivocada, hijo —en cuestión de segundos, el rostro de Doppio se desfiguró hasta convertirse en un rostro de facciones duras y gruesas.
—¡¿Qué demonios?! —dijo Kuryaki antes de ser tragado por la enorme boca que Doppio abrió para tragarlo entero. Movió sus labios, degustando del sabor de la sangre de Kuryaki y volvió a su forma original—. Es una habilidad muy interesante la que tenías —dijo para sí mismo, observando su mano.
—Ahí están —dijo Cars a su tras. Frente a ellos estaban el mayor García aguantando el dolor de la estrella dentro de él.
—No está solo —dijo Doppio, acomodándose su elegante traje color vino—. Cerati debe estar ahí.
—Debería —dijo Cars—. No lo sabremos si no avanzamos.
—Falta poco, siento que ya están casi listos —dijo Doppio, poniendo su mano en su estómago.
—Deprisa, Doppio.
—¿No iremos al discurso? —preguntó Doppio.
—Tenemos asuntos más importantes.
Ambos hombres caminaron en dirección al mayor García que sufría el dolor producido por la estrella de cinco puntas dentro de su mano.
1. Fanky, el nombre del barco del amigo del mayor García hace referencia a una canción de Charly García.
2. El apellido de los sargentos hace referencia al cantante Fito Páez.
https://youtu.be/8OcKBa9QYaI
Lamento la demora en estos días, por la situación en la que pasó, tuve dificultades con la conexión a internet pero felizmente se ha solucionado. Espero que se encuentren bien y que puedan disfrutar de los capítulos que vendrán.
Próximo capítulo: El discurso - Parte 4
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