El capitán Dio Brando

Corría el año 1869. Argentina se había vuelto en una pequeña potencia en la región sudamericana luego de adquirir las redes de telégrafo y crear vías ferroviarias. Sin embargo, las guerras con los países vecinos a principios de año mermó la población militar, por lo que tuvieron que reclutar a más jóvenes, de diferentes estratos sociales.

Es así que muchos jóvenes adinerados se encontraban en las filas de la milicia junto a chicos de escaso dinero.

—¡Hey! Despertá, JoJo —dijo Andrés Cerati, echándole agua en la cara a JoJo.

—N-No... ¿Q-qué? ¿Dónde estoy?

—Estás en mi casa —dijo Cerati mientras preparaba el desayuno con un delantal algo coqueto.

—¿T-Tú... quién eres? —preguntó JoJo, con la mirada sombría.

—Soy Andrés Cerati, nos conocimos en el desierto JoJo, ¿ya no recuerdas, che? Toma, te dará energías aunque por tu masa muscular supongo que necesitarás más que esto —dijo Cerati, entregándole un vaso de leche y morcilla.

—Gracias, Andrés —dijo JoJo de manera cálida.

—Dime Cerati— respondió fríamente.

—Está bien, Cerati.

JoJo bebió toda la leche, el fresco líquido fluyó por toda su garganta hasta llegar a su estómago. Sintió como las fuerzas regresaban a su cuerpo, luego comió la morcilla. La grasa de la carne hizo que se estremeciera por el impresionante sabor que tenía.

—Uhmmm... Esto es... delicioso —dijo JoJo, feliz de haber llenado su estómago.

—¿Te gusta, no es así? —dijo Cerati sonriendo.

—Sí, Cerati.

—Pues que bien. —Cerati lanzó el vaso y el plato de las manos de JoJo y lo cogió por el cuello—. ¡Ahora dime de dónde sacaste esa estrella de plata! ¡Maldito! ¡Casi muero por esa pelotudez!

JoJo estaba confundido por las palabras de Cerati. No recordaba en absoluto lo que había pasado. Ni siquiera sobre esa estrella de plata que él mencionaba.

—T-tranquilo Cerati, no sé de lo que hablas.

—¡Ah! Te hablo de... ¡esta estrella! —Cerati mostró la estrella plateada, con mucho cuidado de no herirse con las puntas.

Al verlo, JoJo empezó a recordar.

Una luz blanca.

Una voz de auxilio.

Rayos por todos lados.

Una mano extendiéndose.

Oscuridad.

—Yar... Ya creo recordar —dijo JoJo, cubriéndose el rostro con las manos. Cerati se alejó de él.

Luego de unos segundos, JoJo se puso de pie. En silencio. Avanzó hasta Cerati y lo miró con una mirada fría.

—No me vuelvas a tocar así —dijo JoJo y le plantó un puñetazo a Cerati, quien era diez centímetros más bajo que él.

—¡Aaagh! —gritó Cerati, mientras caía sobre unos muebles polvorientos.

—Dame un respiro —dijo JoJo con semblante serio. Pero luego abrió los ojos, sorprendido.— P-perdón Cerati, no sé lo que me pasó.

—No sabés nada, JoJo. De todas formas ya no me haré cargo de vos, iremos al cuartel e informaré al capitán Brando sobre lo que pasó ayer en el desierto —dijo Cerati, enojado mientras se sacaba el delantal y se ponía el uniforme militar. Este consistía en un saco azul y rojo con chapas doradas a los costados. El pantalón color beige y las botas negras.

—¿Brando? ¿Por qué ante él? —preguntó inocentemente JoJo.

—Él es quien lidera las tropas del ejército —explicó Cerati.

»Hace años, era un soldado como yo pero poco a poco pudo escalar hasta ser capitán. En las batallas que ha tenido Argentina con Paraguay y Brasil, él siempre salía ileso cuando iba al frente de las tropas. No se sabe cómo sobrevivió a todas las batallas, siendo estas las más cruentas de la historia de Argentina.

—...Hasta hoy es un misterio, pero cuando lo veas te darás cuenta porqué es un gran militar— concluyó Cerati.

—Ya veo —dijo JoJo, sonriendo.

—Sí... —Cerati tomó la estrella del suelo y lo guardó en su ropero de madera—. Vámonos.

JoJo seguía con la chaqueta ligera negra y el pantalón de cuero azul con el que apareció el día anterior. Su cabello largo atemorizaba a las conservadoras personas que estaban en las calles argentinas.

—Tsk... Mejor tomemos un carruaje.

Los dos hombres llegaron al cuartel y salieron del carruaje con un salto. Entraron a la institución y Cerati preguntó por el capitán Brando.

—Está en su despacho, che. Justo está preguntando por vos, boludo —dijo un soldado con bigote gracioso. JoJo quería reírse. 

—Gracias, pelotudo —dijo Cerati sonriendo y se dirigió hacia el despacho junto a JoJo.

—¿Qué significa pelotudo o boludo? —preguntó JoJo.

—Che, para ser tan grande, sos muy inocente —dijo Cerati con cara de aburrido.

Cuando llegaron vieron que el mayor García salía por la puerta, bastante nervioso y alterado. Al ver a Cerati, lo tomó de los hombros.

—Cerati, ¿no me estás ocultando nada sobre lo que pasó ayer, verdad? ¡¿Verdad?! —La respiración agitada del mayor daba cuenta que lo de ayer no le gustó para nada al capitán. Cerati se dio cuenta de ello por la manera en cómo se encontraba ese hombre regordete y de bigote gracioso.

—Le he dicho todo lo que vi, no hay nada que ocultar, mayor —dijo Cerati, con una calma espectral. JoJo los veía a ambos con una mirada confundida.

—B-bueno... Seguro tenés razón, muchacho. Solo te digo que frente al capitán, no hay verdad que se oculte —dijo el mayor, tocándole el hombro antes de marcharse.

La tranquilidad de Cerati ahora era un nudo en el estómago. Todos sabían que el capitán Brando era una persona despiadada. Tener problemas con él, no era un lujo en absoluto.

—Entremos de una vez, quiero acabar con esto, no menciones nada sobre la estrella plateada, JoJo, ¿entendiste? —dijo Cerati, en susurros antes de entrar.

—Sí —respondió JoJo.

Al entrar al despacho, la puerta chirrió un poco. Toda la oficina se encontraba con las ventanas cerradas y solo un poco de luz proveniente de una lámpara de pared, iluminaba el rostro del capitán Dio Brando. Que se encontraba recostado sobre su asiento, con los pies sobre la mesa y su cabeza sobre su mano. Pese a la oscuridad, su cabello dorado era visible desde la posición de Cerati y de JoJo.

—¡Ho! Soldado Cerati, me contaron sobre su extraña faena el día de ayer con esos bandidos —dijo Dio Brando, con una voz aletargada y sin interés.

—Le aseguro que vencí a esos bandidos en nombre de la madre Argentina —dijo Cerati, en una posición estática y dura. Miraba a los ojos del capitán sin mostrar un atisbo de nerviosismo.

—Entonces, el mayor García no exageraba cuando me dijo que usted embarazó a un hombre con un beso en los labios, ¿verdad?

—Para nada, mi capitán.

—¡Ho! Ya veo... —Dio se puso de pie. Su uniforme dorado con chapas doradas, su camisa negra y su cinturón verde, junto a su estatura y su musculatura, le daban una imagen imponente y poderosa—. ¿Cómo te llamas realmente, JoJo? —dijo a JoJo, quien no había mostrado algún interés en hablar.

—No recuerdo nada más, señor Brando. —Respondió—. Solo recuerdo que me llamo JoJo, no tengo más memoria sobre mi pasado ni lo que hacía en el desierto.

—Tsk... Pobre, debió haber sido víctima de otros bandidos. Analizando la situación, puedo concluir que ha sido muy extraña. No es normal que un hombre lance un gas tóxico que haga que las personas vomiten huevos, ¿se da cuenta, soldado Cerati?

—Sí, mi capitán

Dio caminó por su despacho y comenzó a ver el espejo polvoriento que tenía. Dándole la espalda a JoJo y Cerati pero viéndolos a través del reflejo.

—Entonces, ¿no pasó otra cosa que yo deba saber? —preguntó Dio. Sonriendo cínicamente.

JoJo se sorprendió, pero rápidamente volvió a tranquilizarse. Dio sonrió al ver su expresión. Cerati estaba confundido nuevamente.

—Como repito, mi capitán, no vi nada más, esos bandidos aparecieron luego que JoJo vino a mí por ayuda. Que yo sepa, los bandidos tienen tratos con demonios, tal vez por ello tengan esos extraños poderes.

Dio ignoró las palabras de Cerati. La situación se tensaba más ya que JoJo estaba muy intranquilo. El capitán se acomodó el uniforme y volteó a verlos.

—Soy muy amigo de sir Thomas Cars, él me contó que hace muchos años unos piratas españoles robaron a su abuelo unas reliquias antiquísimas. Él, como último descendiente, ha seguido la labor de buscar una reliquia en particular. Hablo de una estrella de plata.

Cerati aguantó la conmoción, sabía que el capitán leía las expresiones faciales, cambio de respiración y hasta latidos. Si presentaba alguna anomalía, era hombre muerto.

—Me parece una honorable labor el querer honrar a los ancestros. Pienso que sir Thomas Cars es un excelente caballero.

—Pienso lo mismo, soldado Cerati —dijo Dio mientras caminaba por el despacho, alrededor de los dos.

JoJo dejó de estar nervioso. Ahora se encontraba con una expresión dura en el rostro y una determinación en los ojos. Dio seguía caminando lentamente.

—¿Eso cómo se relaciona con lo sucedido ayer, capitán? —preguntó Cerati ingenuamente.

—¡Ho! Son bandidos, soldado Cerati. Todos han sido cortados por la misma tijera, quizás esos bandidos tengan la estrella de plata o quizás no. Se da cuenta que todas las posibilidades son posibles. Tan solo piense en cómo un hombre hizo para defenderse con ese gas de huevos, ¿tiene algún sentido? Claro que no, nada en este mundo tiene sentido. Pero, como todo está aclarado ahora, puede marcharse, soldado Cerati. Tenga muy bien protegido a su nuevo amigo.

—P-pero señor...

—¿Acaso no cumplirá las órdenes de su capitán, soldado Cerati? —dijo Dio con el rostro ensombrecido.

—Disculpe capitán, haré lo que usted diga.

—Márchese de una vez, mañana lo espero en el cuartel —dijo el capitán, girando sobre sus pies y yendo hasta el espejo. A través del reflejo vio como Cerati y JoJo salían del despacho.

—Maldito inútil... —resopló Dio.

Cerati y JoJo salieron del cuartel rápidamente, cuando vieron que estaba lo más lejos posible, se sintieron más tranquilos.

—¿Qué es lo que pasó adentro, JoJo? —preguntó Cerati con cierto enojo.

—Tú capitán también tiene un espíritu protector.

»Cuando giró para verse al espejo, de su espalda salió un espíritu muy corpulento, era dorado y tenía franjas rojas en los brazos y piernas. Y volteó a verme, por eso me sorprendí —concluyó JoJo.

—Che, aguantá, ¿de que espíritu protector me hablas? ¿qué sucede aquí? ¿por qué el capitán mencionó a esa estrella plateada? —preguntó Cerati. Se encontraba muy alterado después de la tensión que sintió en el despacho.

—No recuerdo nada Cerati, ni siquiera sé que tenía esa estrella plateada conmigo. Solo recuerdo que mi espíritu protector estuvo conmigo desde el desierto hasta que caí inconsciente al lado tuyo. Parece ser que tú capitán sabe algo sobre mí, Cerati.

—¿Ese espíritu protector solo lo viste vos? Si solo lo viste vos, es porque también tienes uno. Eso quiere decir que solo los portadores de ese espíritu pueden ver a otros espíritus. ¡Por eso nadie vio al Huevo de Sandro! —dijo Cerati, sorprendido por el descubrimiento.

—¿A qué te refieres con el huevo de Sandro? —preguntó JoJo de forma inocente.

—La única manera en que yo pueda ver a esos espíritus es clavándome esa estrella en el cuerpo. De esa manera podré adquirir un espíritu y una habilidad —dijo Cerati, ignorando a JoJo—. Regresemos a mi casa cuanto antes, JoJo.

Hizo parar un carruaje y subieron lo más rápido posible.

El atardecer cayó como agua sobre la ciudad de Buenos Aires. En la mansión Cars, tan imponente y gloriosa, solo se veía una luz en una de las habitaciones. En la más profunda de la mansión. Ahí se encontraba Dio Brando, hincando la rodilla a Thomas Cars.

—Así que... ¿Ese tal JoJo es también un usuario de Stand? —dijo sir Thomas Cars, con la voz más elegante y grave que se pueda escuchar en una habitación. Alrededor, las velas encendidas le daban un aspecto tenebroso.

—Sí, sir Cars, activé a mi Stand frente a ellos y el único que reaccionó de manera extraña fue JoJo. Cerati solo estaba nervioso por si descubría su mentira —dijo Dio, con un tono seco.

—Hmm... Tienes a unos soldados tan estúpidos, entonces, ¿la estrella de plata está en manos de Cerati o de los bandidos?

—Según la información de García, fueron tres los bandidos que atacaron a Cerati, pero solo se capturó a dos. Por lo que puedo suponer que Cerati o el bandido prófugo es quien tiene la estrella de plata.

—Recuerda Dio que el día esperado está cerca y si no tenemos las tres estrellas para entonces, no habrá otra oportunidad hasta dentro de cien años —dijo Cars, con un tono enojado.

—No se preocupe, sir Cars. Ya envié a mis agentes a que investiguen a Cerati. Si Cerati tiene la estrella plateada, él y JoJo morirán. Pero si mis agentes mueren, sabremos que es Cerati quien tiene la estrella. De todas formas, obtendrá la estrella sin más aspavientos —explicó Dio, sin dejar su tono seco.

—Espero que así sea, Dio Brando, o tu cabeza adornará mi pared junto a los demás seres inservibles que estuvieron en mis manos.

Cars hizo un ademán, mostrando la pared en la que cien cabezas humanas estaban colgadas como trofeos.


1. Dio Brando: el nombre de Dio hace referencia al cantante de heavy metal llamado Ronnie James Dio.

2. Thomas Cars: el apellido de este personaje hace referencia a la banda de rock The Cars.

*Ambos son personajes canónicos del manga JoJo's Bizarre Adventure, creado por Hirohiko Araki.

Próximo capítulo: Soda Stereo y Sui Generis

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