El camino hacia el Nuevo Orden - Parte 2
—Está hecho —dijo Lenny, uno de los seguidores de Enrique, al ver al joven Joestar siendo apresado.
—¿Qué motivos tiene para verlo preso? No encuentro alguna relación entre ambos —observó su acompañante.
—Ni yo, pero si lo llego averiguar, estaremos en peligro seguramente.
Dieron la vuelta y se marcharon. Se reunieron con Enrique al cabo de un par de horas.
—Todo salió con lo esperado, ¿verdad?
Ambos asintieron.
—Ese sujeto reaccionó como esperaba.
Mientras Lenny hablaba, una mujer llegó. Tenía algunos moretones y heridas.
—Jamás imaginé que lo mataría.
—Ni yo —dijo Enrique, fingiendo no saberlo.
—Aunque ese tipo recibió la peor parte, me duele mucho los golpes —Enrique se acercó a la chica y puso un paño humedo sobre su rostro golpeado.
—Es un paso en nuestro camino al Nuevo Orden.
—¡Sí! ¡Ya quiero ponerme la corona como si fuera un sombrero! ¡Quiero mear en el Big Ben!
Enrique solo sonreía con los comentarios que daba el acompañante de Lenny.
—Tendremos suficiente poder, pero será un proceso lento. Aún nos falta dar un paso gigantesco.
—Llevamos varios años esperando la venida del tal Astaroth —intervino Lenny—. ¿Dónde está?
—Paciencia. No apresuremos las cosas —movió su dedo en señal de negación—. Cada paso debe ser milimétrico. La gente de las villas aledañas están asustadas por la desaparición de sus ganados e hijos. Astaroth necesita esa sangre para venir con nosotros.
Lenny se cruzó de brazos y escupió al suelo.
—¡Hey, Lenny! Ten más respeto por Enrique —le pidió su acompañante.
—Como sea, lo que dices nos tomará años.
—Para ser realistas, falta muy poco.
Enrique se marchó con esas últimas palabras.
En los años venideros, continuaron vigilando a Jonathan en prisión, aunque de manera solapada. Sin que este se dé cuenta. Mientras que Enrique viajaba, buscando la pista de su padre y George. Se demoraba meses y en cada viaje, veía la actitud de las personas. Siempre observando atentamente.
Estaba bordeando los 18 años y se veía muy esbelto. Su cabello plateado ondeaba con el viento mientras se hundía en sus pensamientos.
«¿En dónde está, maldita sea? Llevo años buscándolo y no logro encontrarlo. Si hubiera alguna manera de tener al menos una estrella, no estaría con estos problemas» —su molestia se mostraba en su rostro.
La pista de las estrellas daba señales que su padre sabía algo. Aunque volvió a buscar el diario, no lo encontró, por lo que no estaba enterado de lo que había pasado en los últimos años en los viajes de su padre. Sin embargo, se mostraba compacido al saber que Jonathan estaba encarcelado, como lo había planeado.
En los años siguientes, el miedo sucumbiría en las villas cercanas. Las desapariciones continuaban y el ejército real había comenzado a cubrir toda el área, en búsqueda de los culpables.
La congregación de Enrique, que había comenzado con 10 personas y ahora habían 25, se mostraba asustada e inconforme. Enrique sabía que la situación empeoraría y lo podrían delatar. Si eso pasaba, todo acabaría para él.
—Paciencia, estimados hermanos. Pronto Astaroth vendrá y nos colmará con impresionantes habilidades.
—P-Pero la Armada Real está en esta zona, incluso pueden venir los Agentes de Londres.
—¿Agentes de Londres? —se preguntó Enrique, teniendo un leve cosquilleo sobre ese asunto.
—Sí. Son parte de un escuadrón secreto que trabaja para la Corona. Hacen misiones en secreto. ¡Yo los vi! Suelen usar gabardinas y sobreros oscuros.
—Ellos...
—Bien, Enrique —intervino Lenny—. Es hora de que traigas al tal Astaroth y nos dé los poderes que tú tienes. Con esos poderes podremos acabar con el reino y tomarlo.
—¡Sí! —exclamaron los demás.
—Si tú no puedes hacerlo, tal vez sea hora de que yo tome tu puesto, ¿no creen?
—Sí.
—Pienso que sí.
Lenny miró a Enrique, mientras que este ocultaba su evidente enojo.
—¿Me pasarás el manto para que yo dirija a esta sociedad?
Enrique giró hacia un lado y desapareció.
—¿A dónde se f...? —preguntó uno de los integrantes, mientras que el brazo de Bitter Sweet Symphony atravesaba su boca, pero dicho brazo solo podía verlo Enrique.
—¡Está usando sus poderes mentales!
—Sí... ¡Así es, estúpidos! ¡Soy poderoso!
Otro Enrique y su stand atacó a dos chicos por la espalda, rompiéndoles la nuca y matándolos al instante.
—¡Tomen las antorchas! —exclamó Lenny, cogiendo un bastón para atacarlo.
Enrique saltó nuevamente y desapareció.
—Bitter Sweet Symphony... Ataque segundo por segundo —dijo una voz que los rodeaba.
—¿Segundo por segundo? —se preguntó Lenny mientras los demás estaban armados con las antorchas encendidas.
La primera víctima fue un chico de cabello lacio, quien perdió la mitad del rostro de un solo tajo por la mano de Bitter Sweet Symphony. Al segundo siguiente, dos chicas y un chico se unieron a través de un pedazo de árbol que los atravesó por el estómago.
Lenny pudo ver a Enrique aparecer y aparecer rápidamente.
Otros se defendieron moviendo la parte encendida de las antorchas para evitar que Enrique se acerque. Aunque fue en vano, ya que su stand atacaba brazos y piernas. Otros perdieron la cabeza de una sola patada, mientras que algunos obtenían un agujero en el pecho por la fuerza de Bitter Sweet Symphony.
En solo diez segundos, solo quedaba Lenny. Un agotado Enrique aparecía frente a él, mientras que lo miraba horrorizado.
—Hicimos lo que nos dijiste por varios años...
—Sí, y los recompensé muy bien. ¿Crees que me importa perderlos? Pensé que podía confiar en ustedes. Tuve planeado matarlos desde un comienzo, pero quería creer que podía confiar y negarme a acabarlos.
—Estás podrido, Enrique —lo señaló con la antorcha.
—Tú no te salvas. Ambos iremos al infierno, solo que lo harás... ¡en este mismo instante!
Bitter Sweet Symphony apareció detrás de él y le cortó el brazo, haciendo que la antorcha ruede en los arbustos y encendiendo una llama.
—¡Aaaahhhh! —exclamó Lenny del dolor. Enrique se paró frente a él, viéndolo con desdén.
—Aquella vez te quise ayudar y tú me trataste muy mal a pesar de haber sido muy sincero.
Tomó el brazo de Lenny y lo metió, poco a poco, dentro de la boca de Lenny. Este se retorcía por el dolor, sin embargo, Bitter Sweet Symphony ayudaba a que no se escape.
—¿Te gusta tu brazo? Calculo que tus uñas ya deben estar pintadas con los jugos gástricos de tu estómago. Pronto se descompondrán al igual que tus pulmones que no están recibiendo oxígeno.
Soltó a Lenny y simplemente miró el cadáver.
El fuego había encendido los árboles a su alrededor, pero no se preocupó. Su plan seguía en marcha y no tenía motivos para morir.
En una húmeda noche, Alecto Bunbury balbuceaba palabras indescriptibles. Eran murmullos suaves que parecían quejidos. Aún así, seguía caminando. Su cabello estaba sucio y desordenado, al igual que su ropa.
Su cuerpo se mostraba muy delgado y su mirada se perdía en la nada. Vio una posada y decidió entrar. Pidió una habitación y una cena.
Al entrar, dejó sus pertenencias sobre el suelo y se echó a dormir. Un candelabro iluminaba la habitación. Sus ojos estaban casi secos y abierto, miraban el techo sin pestañear. Había pasado tanto tiempo sin dormir que sus ojeras eran oscuras y su piel se veía más arrugada, dandole más años de los que tenía.
Unos golpes en la puerta rompieron la calma.
—Pase.
La puerta se abrió y entró un muchacho con una gorra holgada que cubría parte de su rostro. Llevaba una bandeja de madera donde había un vaso y hogazas de pan junto a un plato con carne al vapor.
—Su cena, señor.
Alecto se sentó sobre el colchón de paja. Algo en el fondo de él sentía que esa voz se le hacía familiar. Tal vez era el hambre. No había comido por una semana y el agua era muy salada en el mar.
—Si desea más, no dude en pedirlo. Estaré atento a cualquier emergencia —dijo el muchacho con amabilidad.
—Sí, sí. Como sea.
Tomó la bandeja, pero el muchacho no lo soltó a tiempo. El jalón hizo que el vaso caiga y el agua se derrame, mojando el pantalón de Alecto.
—¡Aaahh! ¿Qué hiciste?
—Lo lamento, fue un torpeza mía —dijo el muchacho preocupado y arrodillándose para poner en orden la bandeja.
—¡Apresúrate a dejarlo limpio!
—Perdóneme. Estoy seguro que sus hijos también cometieron errores.
—Yo... Eso no te importa.
El muchacho se puso de pie con la bandeja en la mano.
—¿No tiene hijos?
—¡Te dije que eso no te importa!
—Tiene razón. Me retiraré.
Se dio la vuelta y abrió la puerta. Alecto escupió al suelo.
—¡Hey! Trae un abrigo. Sé que tienen porque acostumbran robárselo a los ebrios que se alojan aquí.
—¿Cómo lo sabe? ¿Es de por aquí? —preguntó el muchacho.
—Sí, soy de por aquí. ¡Tráelo de una vez!
El muchacho se quitó el abrigo y se lo lanzó. Acomodó su sombrero, evitando que sus ojos sean vistos.
—Tómelo como unas disculpas por la bandeja.
—¡Bribón! No recibiré nada de... ¡Aaahhh!
Alecto se llevó las manos a su cabeza, revolviendo su sucio cabello. El muchacho se acercó, pero Alecto rechazó la ayuda.
—¡Lárgate! ¡No te necesito!
—Se ve que tiene ese dolor de cabeza desde hace tiempo. Tanto que no lo ha dejado dormir.
Esquivando las manos de Alecto, logró poner la yema de su dedo índice sobre la yugular de Alecto, tranquilizándolo de inmediato. El mismo Alecto se impresionó al sentir esa calma inesperada.
—¿C-Cómo hiciste eso?
—Fácil. Hice que la sangre circule irregularmente, por lo que calmó el dolor en su cabeza.
—¿Quieres que te agradezca? Porque no lo haré.
—No se preocupe. Llamaré a uno de sus familiares para que lo cuiden.
—Ah... Eso será imposible.
—¿Por qué?
—No tengo a nadie —se acostó sobre la cama y giró hacia un lado.
—¿Lo abandonaron?
—No... Solo que... Tenía a alguien pero lo perdí. Perdí varias personas. Me perdí a mí mismo.
—Si gusta puedo llevarlo a su hogar, seguramente alguien lo estará esperando.
—Sí. Tal vez mi esposa. Aunque a estas alturas no sé si siga viva. No le he mandado cartas desde hace años. Debió pensar que estoy muerto y ahora está casada con otra persona.
—Lo mejor sería que lo compruebe usted mismo, señor.
—¡No quiero! ¡No quiero!
—¿Tienes esposa pero no hijos?
—Es un tema complicado.
—¿Qué tan complicado?
—¡No te importa! —las lágrimas corrieron por su mejilla mientras trataba de reprimirlas—. No sé que hice para merecer esto. Solo quería una familia normal y quedarme en mi hogar hasta envejecer junto a mi esposa y mis hijos. Nunca quise esto.
El muchacho se detuvo al ver a Alecto. Suspiró para luego retirarse.
Anne sopló las velas de los candelabros puestos en el pasadizo. Toda la mansión se encontraba a oscuras y la luz de la luna entraba por los ventanales.
Su pijama de seda estaba ceñida a su cuerpo. Mientras que las canas se le notaban en el extenso cabello que llegaba hasta su cintura.
Con la vela en mano, se dirigió a su habitación, pero un sonido extraño llamó su atención. Provenía del estudio de su esposo, el cual nadie había entrado desde hace años.
Abrió la puerta y entró lentamente. Revisaba el lugar con la vela encendida, sin embargo, esta comenzó a apagarse. Antes que se apague totalmente, logró ver una figura cerca a unos libros.
—¿Eres tú, Alecto?
En medio de la oscuridad, la figura se adelantó a ella y sintió como sus labios eran atrapados por otros, moviéndose sensualmente.
No recordaba los besos de Alecto, pero intuyó que eran de él. Se sentían como si fueran de él. El olor entró por su nariz. Era un perfume extraño. Poco a poco sentía calidez en su entrepierna y sus senos se sentían muy duros. Su vientre aumentaba su temperatura y el ritmo de su corazón se aceleró.
Se dejó llevar por los besos de quien creía era su esposo. Las manos en medio de la oscuridad la desvistieron y procedió a entregarse.
Cuando abrió los ojos, la luz de la mañana le avisaba que era de día. Hace poco estaba en medio de la oscuridad y en un parpadeo, era de día. Incluso estaba en su habitación, acostada con una sábana que cubría su desnudez.
—¿Q-Qué pasó?
Unos golpes apresurados en la puerta hicieron que se ponga de pie, poniéndose su pijama rápidamente. Era uno de sus mayordomos quien se mostraba emocionado.
—Es el señor Alecto. ¡Ha vuelto!
Bajó hasta la entrada y vio a Alecto con un traje impecable sobre un caballo. Descendió rápidamente y fue con su esposa para abrazarla.
Esta estaba helada por la emoción y lloró sobre el hombro de su esposo. Era confuso. No había recibido cartas y recibirlo de pronto fue algo chocantemente inesperado.
Después de cenar, se fueron a la habitación y no salieron en dos días. Mientras estaban acostados, con el cuerpo sudoroso y desnudo. Anne contó a su esposo, entre risas, que había tenido un sueño extraño un día antes de su llegada.
—¿Qué clase de sueños son esos, Anne?
—Creo que era un premonición. Estabas cerca y mi mente voló en medio de fantasías.
Ambos rieron. El aroma de la habitación era peculiarmente familiar para Anne, recordaba olerlo pero no sabía dónde. Aún así, su cuerpo estaba dispuesto a recibir más afecto por parte de Alecto.
Unas semanas después, Anne comenzó a tener náuseas y vómitos. Alecto pensó que era porque comía demasiado. Así que solo comió frutas y verduras cocidas.
Sin embargo, dos meses después se dieron con la sorpresa de que Anne estaba esperando un hijo. Alecto se llenó de felicidad y lloró junto a Anne. Rezó para que el bebé nazca saludable ya que a la edad de ambos era muy peligroso tener hijos.
Hcieron una ceremonia, donde invitaron a condes y duques, junto a gente de la nobleza y comerciantes importantes. La mansión había adquirido vida luego de muchos años.
El banquete fue muy elogiado por su exquisitez. La música hacía que la velada sea muy confortable.
Algunos de los invitados llevaban máscaras ornamentales que sostenían con una varilla. Alecto bailó junto a su esposa e invitadas. Ella hizo lo mismo. Después de mucho tiempo, sonreían a la vez.
Luego de unas horas, Alecto, agotado de comer y bailar, se dirigió a su estudio. Encontró los libros con un manto de polvo que los quitó con una suave soplo. Acarició algunos lomos, buscando cierto libro. Al encontrarlo, tiró de él y la biblioteca entera se hizo a un lado, abriendo un espacio oculto donde se hallaba la Piedra Eterna.
—Hice lo que me dijiste. ¡Vete de una vez! —dijo, arrodillándose frente a la Piedra.
Hubo silencio, pero las respuestas resonaron en su cabeza.
—¿Por qué? ¿Qué quieres hacer con el niño? ¿Solo me hiciste engendrarlo para que lo tomes como sacrificio? —preguntó indignado.
Otra vez, silencio en el estudio.
—¡Basta! ¡Deja de atormentarme! ¡Lo haz hecho toda la vida! ¡Acabaré con esto entonces!
Sacó un revólver de su bolsillo y apuntó su cabeza, sin embargo, al jalar el gatillo, no hubo ningún disparo.
—¿Con quién hablas, padre? —preguntó Enrique, sosteniendo el arma.
—T-Tú... —Alecto giró muy asustado.
—¿Qué pretendías hacer? La muerte no es una opción para nosotros.
Moviendo los dedos, logró desarmar el revólver, dejándolo en pedazos. Alecto estaba frustrado y sus ojos se humedecieron.
—No sé que hice para merecer todo esto.
Enrique se arrodilló y puso su mano sobre el hombro de su padre.
—Pronto las cosas mejorarán, padre. Te lo prometo.
—¡Lárgate! ¡No quiero verte nunca más! ¡Todo esto empezó desde que llegaste a este mundo! ¡Debí haberte matado! ¡Debí matarte cuando eras solo un bebé y tal vez estaría mejor que ahora!
—Esas palabras me lastiman.
—Entonces vete si no quieres salir más lastimado.
El rostro de Enrique mostró su tristeza reprimida y salió. Luego de unos minutos, Alecto se preguntó cómo había llegado a ese lugar.
Durante los siguientes meses las pesadillas fueron más frecuentes. El sudor frio mojaba la ropa de Alecto, por lo que comenzó a dormir desnudo. Pero eso no evito que Anne se enojara por mojar la cama con sudor.
Fue a su estudio y se encerró, echando llave a la puerta. Las pesadillas ahora eran vívidas. Mordía los libros para no gritar. Quería morir pero a la vez no. Después de todo, había llegado para estar al lado de su esposo e hijo.
En el día del parto, Alecto estaba cuerdo y sobrio. Recibió a la bebé de manos de la partera y pudo notar un mechón plateado en el corto cabello de la recién nacida. Ese detalle preocupó a Alecto, sin embargo, tener a su hija entre sus brazos lo colmó de mucho amor y se dispuso a cuidarla durante las siguientes semanas.
Anne estaba feliz al ver la dedicación de Alecto con la bebé. Dormían juntos y caminaban por el campo en carruaje, admirando los árboles y las aves que cantaban.
—Está creciendo muy fuerte —indicó Alecto.
—Salió como su padre —Anne sonrió con su pequeña hija entre los brazos.
Los días pasaron. Alecto recibió una carta de George donde decía que estaba por llegar y le pedía acompañar a Jonathan cuando sea liberado.
La rabia de Alecto se desfogó en el papel, cortándolo en pedazos los cuales los aventó por la ventana.
—Maldito estúpido —resopló.
Abrió la cámara secreta y tomó su diario. Al abrirlo, lo olió, dándose cuenta que tenía un aroma peculiar. Muy parecido al de las flores que adornaban su casa. Revisó un cofre y no encontró lo que guardaba: las dos estrellas.
—¿Q-Quién se las llevó? Fue George seguramente... No, no fue él.
Subió a su caballo y cabalgó raudamente por la oscura noche hasta la casa de su antiguo jardinero. La casucha se veía igual como la había visto cuando dejó a Enrique con ellos.
Tocó la puerta y una mujer envejecida abrió. Esta se sorprendió por la repentina aparición de Alecto. Llamó a su esposo y este se veía asustado y ansioso.
—¿Enrique? Él ya n-no vive aquí desde hace un par de años. Creo que es marinero o algo parecido. No lo hemos visto. Así que no vuelva a preguntar.
Alecto sintió algo extraño en la respuesta de Mike, por lo que volvió al día siguiente, pero no los encontró. No había nadie cerca como para preguntar asi que destruyó la puerta. Un olor pútrido invadió su nariz, a tal punto que quiso vomitar.
—Huele a...
Siguió el olor, soportándolo, hasta llegar a una habitación con un enorme baúl. Quitó el seguro de la cerradura y abrió el baúl, encontrando pedazos de cuerpos desmembrados. Pudo reconocer a las víctimas puesto que las cabezas estaban por encima de los pedazos. Un timbre comenzó a sonar. Alecto se dio cuenta que un circuito unía el cofre con la campanilla así que saltó, evitando ser afectado por la explosión.
—¿Q-Qué demonios? —salió de la casa la cual se incendió en un parpadeo.
Subió a su caballo y regresó a casa donde resguardó a su esposa e hija en una habitación.
—Quédense aquí. Hay alguien peligroso allá afuera.
—¿De quién se trata?
—¡Solo quédense aquí!
Aseguró puertas y ventanas. Un relámpago aumentó su ansiedad, acompañada de una estruendosa lluvia que repiqueteaba en los ventanales. Al volver con su esposa, la cubrió con una gruesa manta y encendió más velas para evitar estar a oscuras.
—¿Es ese hombre que vino hace unos días? ¿Es él quien nos quiere atacar? —preguntó Anne preocupada.
—¿Cual hombre?
—Jagger. Fue nuestro jardinero hace muchos años. Lo recibiste en tu estudio pero salió muy asustado.
—No recuerdo nada de eso —respondió Alecto angustiado.
—¿Cómo? Debe ser porque pasas mucho tiempo ahí. Ves muy poco a nuestra hija.
—¿De qué hablas? Siempre estoy con ustedes. Siempre.
—¡Mentiroso!
—¿Me llamaste mentiroso? ¡Estúpida!
Se puso de pie y alzó su mano para golpearla, pero antes de hacerlo, vio como Anne y la bebé lo veían con un rostro lleno de pavor. Alecto retrocedió unos pasos y luego salió desesperado. Cogió su diario y salió de la mansión rápidamente.
Cabalgó por varios minutos hasta llegar al muelle. En ese momento una pequeña embarcación se preparaba para partir. Se escabulló y abrió uno de los baúles, metiendo el diario en su interior. Luego lo cerró y caminó de largo.
—¿A dónde va este barco, caballero? —preguntó a uno de los marinos.
—Se dirige a Argentina, señor —el marino cogió el baúl y subió al barco. Alecto se sintió aliviado de esconder el diario, pero aun quedaba la incertidumbre del paradero de las estrellas.
Giró sobre sus pasos, escondiendo la cabeza con una capucha oscura. Unos pasos lo alertaron sobre la presencia de alguien. Volteó a ver quien era, pero no encontró a nadie.
—Es un gusto verte de nuevo, padre.
Reconoció la voz al instante.
—¡Tú! —lo señaló.
Enrique se veía tranquilo e impecable, pero parecía incomodarle que lo señale como un objeto.
—Padre, las cosas que crees sobre mí, tienen alguna explicación.
—¡Mataste a esos dos ancianos! ¿Crees que eso es normal? ¡Estaban cortados como si fueran trozos de carne de cerdo!
—Como dije, todo tiene una explicación.
—¿Tú tienes las estrellas, verdad?
El barco zarpó en medio de la torrencial lluvia.
—Te diste cuenta al fin —sonrió—. Tan solo me falta una estrella, el diario y la Piedra Eterna. Como la Piedra es muy pesada, decidí recogerla después.
—¿Cómo sabes la existencia del diario? —preguntó Alecto angustiado—. ¿Lo leíste?
—Hace mucho tiempo, cuando cumplí diez años, tuve la oportunidad de leerlo. Desde ese entonces, he perseguido mi objetivo. El camino que me lleve a reunir los elementos para activar el Bizarre Love Triangle, el estado que me dará el poder que requiero para ser Dios.
Alecto se mostró confundido. ¿Qué clase de pensamientos tenía su hijo?
—Pero, luego vi que eso solo era egocentrismo infantil. Con el tiempo me di cuenta que podía reunir personas para hacer ciertos trabajos, de esta manera, comprendía sus acciones. Lo que hay detrás de uno es lo que nos compone como personas. ¿Qué camino te trazaste, padre?
—Eres un engendro infernal —dijo Alecto asustado.
—Padre, me di cuenta que tu vida era muy infeliz. Aquella noche, yo te di mi abrigo y usé drogas orientales para manipular tu mente. Estas plantas son muy escasas así que lo usé para convencerte a que vayas a tu hogar. Esa noche, las plantas afrodisíacas que puse hicieron que duerman juntos lo suficiente para que creas que preñaste a tu esposa. Pero padre, mi regalo, el regalo de todo mi afecto es que tu sangre no se pierda, aunque la criatura que parió tu mujer no sea de tu semilla, sigue siendo de tu sangre.
—¿D-De qué estás hablando? —Alecto preguntó indigando. Enrique suspiró para luego tomar aire.
—Quería que tu vida deje de ser infeliz, así que embaracé a tu esposa. Como eres infértil, es imposible que puedas procrear, pero no te preocupes, de todos modos esa niña sigue siendo una Bunbury y nadie tiene que enterarse —respondió Enrique con suma alegría y emoción—. Hice que tu vida sea infeliz, pero he tratado de corregirla.
Alecto se llevó las manos a la cabeza y soltó un grito de dolor. Su pecho latía rápidamente y sentía los retumbes en su cabeza.
—¿Que hicisteeee? ¡Haz arruinado mi vida! ¡Lo arruinaste todo! ¡Eres una abominación! ¡Monstruo! ¡Matarte hubiera sido algo noble, debí despedazarte y darle de comer a los lobos con tus pedazos!
Enrique veía conmocionado la rabia de su padre. Sabía que tendría esa reacción, pero no lo estaba soportando.
—Es hora de acabar con lo que no terminé en su momento... ¡Deamon Lover!
Un stand con un cuerno en la frente y cuerpo humanoide se manifestó al lado de Alecto. Este se movió a un lado, dejando a su stand acercarse a Enrique. Pero antes de poder golpearlo, la mano de Bitter Sweet Symphony lo detuvo.
—Esperaba que tuvieras uno a estas alturas —comentó Alecto—. Al menos hiciste que tu stand toque al mío.
Enrique se dio cuenta que su mano comenzaba a petrificarse. Los pequeños destellos eran producidos por diamantes diminutos incrustados en la piedra que se formaba alrededor de su piel.
—¡Ah! —exclamó Enrique, haciendo que su stand suelte a Deamon Lover.
—Usaré tus huesos como bastones y los pondré sobre tu cráneo. ¡Deamon Lover!
El stand de Alecto soltó un rugido, extendiendo sus garras las cuales rasgaron el brazo de Enrique. Un segundo antes, Bitter Sweet Symphony llevó a su usuario al mundo de los espejos, donde saltó al espejo de los dos segundos posteriores, evitando que el rasguño exista.
—¿Se ha duplicado?
—Bitter Sweet Symphony.
El stand de Enrique cortó el brazo de Deamon Lover. La petrificación continuaba en el brazo de Enrique, pero eso no le preocupó.
—El rencor no es un buen camino, padre. Todo lo hice por verte feliz.
—¡Cállate!
Deamon Lover lanzó otro zarpazo que fue repelido por Bitter Sweet Symphony. Antes que Deamon Lover ataque de nuevo, Enrique usó su stand para acercarse a su padre, quien tenía el hombro sangrando. Se posicionó al lado de él e hizo una llave sobre su pecho para que no mueva sus extremidades.
—No hagas que te mate, padre. Sufriré mucho si mueres.
—¡Déjame, asqueroso!
Por el forcejeo, Alecto metió su mano dentro del bolsillo de Enrique, sacando las dos estrellas. Bitter Sweet Symphony quizo cogerlas en el aire, pero Deamon Lover se adelantó, forcejeando unos segundos hasta que una de las estrellas resbaló de la mano del stand de Enrique, clavándose en el cuello de Alecto.
—¡Aaagghhh!
—¡Padre!
Alecto cayó desfallecido mientras que su cuerpo se deshacía rapidamente. Antes que Enrique pueda hacer algo, su padre había desaparecido. Tomó su ropa y secó sus lágrimas, para luego dejarlas a un lado del muelle. Sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas saladas que cayeron debido a la frustracion de perder a su padre, aunque le dolía más haber perdido el control de la situación.
Montó su caballo y se dirigió hasta la casa de su padre. Abrió la puerta con una patada y buscó a Anne y a su hija.
—¿Alecto? —preguntó Anne a la sombra que formaba Enrique. Un relámpago le mostró la identidad de la sombra, el cual preparaba un hacha. Descendió el hacha con fuerza, dando de lleno en el cuello de Anne.
La bebé lloraba y Enrique se impacientó. Fue hasta ella y colocó sus manos alrededor del pequeño cuello de la bebé.
—Tu existencia ha sido inútil. La mía es la única que vale en verdad.
Levantó a la bebé mientras la ahorcaba y cuando vio que había muerto, la dejó caer sobre la cuna. Luego mató a los siervos de la mansión, dejando un río de sangre que manchó todas las paredes.
La lluvia seguía intensa al igual que los rayos. Con el semblante melancólico, fue hasta el estudio de su padre donde encontró algunas cartas. Entre ellas estaba la de George Joestar, anunciando su llegada en unos días.
—Esto fue hace tiempo, él está aquí. Por lo que la última estrella también lo está. ¡Nada está perdido después de todo!
Salió de la mansión y caminó sin rumbo fijo. La lluvia lo empapó por completo, pero seguía caminando. Pronto enfrentaría el último reto para obtener el máximo poder: Bizarre Love Triangle.
—¿Te vas a quedar acostado o vas a venir ayudarme?
JoJo abrió los ojos. La sombra de un árbol cubría su rostro del sol del mediodia. Su cabeza le daba vuelta, pero hizo el esfuerzo de ponerse de pie.
—Al fin despiertas, JoJo.
Era su padre. Vestía con ropa menos ostentosa y tenía las manos sucias.
—¿Papá?
—¿Qué sucede hijo? ¿Tuviste una pesadilla?
Puso su muñeca sobre la frente de JoJo para comprobar su temperatura.
—Siento como si no te hubiera visto en mucho tiempo.
Abrazó a su padre tan fuerte que le impidió respirar con normalidad.
—¡Ah! JoJo, me vas a ahogar —dijo soportando la fuerza de su hijo. JoJo lo soltó y lo miró sonriendo.
—Creo que tuve una pesadilla, pero no recuerdo de qué trataba.
—Bueno, deja de hacerte el flojo y acompáñame a plantar las flores de tu madre.
—¿Madre? —algo en su cabeza le decía que era imposible, pero esa sensación desapareció de inmediato.
—Sí, tu madre me ha pedido que plante sus flores antes que partamos al Nuevo Mundo.
JoJo se sentía confundido y a la vez, aceptaba las respuestas de su padre. Era como si fuera algo irreal. Algo que no estaba en su lugar pero aún así lo veía.
—Claro que sí... papá —respondió JoJo entusiasmado y fue con su padre hacia el jardín.
Próximo capítulo: New Order: Bizarre Love Triangle - Parte 1
Nombre del usuario: Alecto Bunbury
Nombre del Stand: Deamon Lover
Stats
Poder destructivo: C
Durabilidad: C
Velocidad: D
Precisión: C
Rango: E
Potencial de aprendizaje: E
Habilidades
Su habilidad consiste en petrificar algunas partes del cuerpo de su oponente. En realidad, convierte la piel en roca volcánica, aprovechando el calor corporal.
1. Lenny: el nombre hace referencia al cantante Lenny Kravitz
2. Deamon Lover: el nombre del stand hace referencia a la canción del mismo nombre de la banda Shocking Blue.
¡Hola! Les agradezco su paciencia. Este arco ha sido muy díficil de escribir porque resultó ser muy extenso (iba a tener hasta 4 partes) pero solo tenía pensado hacer dos (contando con el anterior) por lo que lo reduje todo lo posible y aún así salió extenso xd Gracias por seguir leyendo y espero que los próximo capítulos también les guste. Quedan como siete capítulos aproximadamente asi que pronto se acaba. (Edit: mientras escribía esto, se fue la luz en mi casa xdd)
Bueno, para variar un poco la dinámica, me gustaría que respondan algunas preguntas. Son relacionadas al fanfic y no son muy complicadas jsjsjs. Estas son:
1. ¿Cual es tu personaje favorito?
2. ¿Qué personaje detestas?
3. ¿Qué capítulo te gustó más?
4. ¿Qué capítulo no te gustó?
5. ¿Stand favorito?
6. ¿Qué pelea consideras la mejor?
Esas son todas las preguntas. Y para ser parejo, pueden dejar preguntas en este párrafo. Pongan cualquier duda que tengan (que no sean tan personales por favor jsjsjs) y las responderé en un siguiente apartado.
¡Hasta la semana siguiente!
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