La universidad - Parte 2

José cogió la botella de Inca Kola y la bebió con tantas ganas pues sentía un desierto en su boca.

—¡Oye! Se supone que íbamos a compartir —reclamó Diego tratando de quitarle la botella, pero José lo hizo a un lado mientras seguía bebiendo.

Glup, glup, glup. José bebió todo lo que pudo y le dio la botella con solo unos cuantos mililitros de gaseosa.

—No pongas esa cara. Te estoy ayudando a conocer la universidad. Podrías perderte y terminar en otro distrito. Ja, ja, ja.

Diego se tomó las últimas gotas y dejó la botella en la mesa de la cafetería.

—Quiero que me lleves a la biblioteca —dijo.

Sin embargo, los ojos de José iban de una mesa a otra, revisando el cuerpo de las pocas chicas que habían en el comedor.

—«Hmm... esa chica tiene buena cintura, pero tiene muchos granos en la cara. La de allá está de espalda, pero me encanta como su cuerpo se realza en esa posición. Esa chata de allá también está buena. ¡Parece que voy a comer bien en esta pocilga!»

—¡Oye! —exclamo Diego.

—Ah, sí, sí. También creo que la universidad es grande —respondió José sin dejar de mirar a una chica de cabello ondulado que entraba a la puerta.

Diego giró y su cara se iluminó al ver a esa chica.

—¡Es mi vecina Tania!

La voz de Diego se escuchó tan fuerte que Tania se dio cuenta y corrió para abrazarlo como un peluche.

—¡Dieguitooooo! Que bueno que te veo. Sabía que ibas a ingresar.

—Luego de cinco intentos, pude ingresar —una lágrima rodó por la mejilla de Diego. Tania se apresuró a limpiarlo con un pañuelo.

—¿Ustedes se conocen? —preguntó José asombrado.

Ambos asintieron.

—Vive al lado de mi casa. Ella me ayudó a ingresar —dijo Diego—. Quería darte la sorpresa en la biblioteca.

—¡Ay, que lindo!

José se paró y le cedió el asiento a Tania.

—Mi nombre es José Joaquín. Un gusto señorita —tomó la mano de Tania y la besó viéndola a los ojos—. Estaba ayudando a Diego a encontrar la biblioteca.

—Eso no... —rápidamente José le puso un bizcocho en la boca.

—Y ya veo porqué tenía prisa. Yo también estaría ansioso de ver a mi guapa vecina.

Tania se sonrojó.

—G-Gracias por la apreciación, José Joaquín.

Esos rizos se movían tan gloriosamente frente a los vivaces ojos de José que se impresionaba por lo frondoso de ese exótico cabello.

—¿No crees que José Joaquín es muy largo? —sonrió—. Mejor llámame...

—¡JOOOOOOOJOOOOOOO!

Todos voltearon a ver a la furiosa chica que había abierto las puertas del comedor de par en par. La luz que entraba extendía su figura en una siniestra sombra que llegaba hasta la mesa donde estaba José.

—Ya se dio cuenta —dijo José para sí mismo.

—¿La conoces? —preguntó Tania.

—Es mi hermana. Está loquita —dio giros con el dedo al lado de su cabeza. Al ver acercarse a su hermana, tomó un bizcocho y salio corriendo.

—¿A dónde crees que vas, estúpido?

Johana agarró una silla y la lanzó hacia José antes de que salga por la puerta del otro extremo del comedor.

El sonido que hizo la silla con la espalda de José hizo que todos los que veían la persecusión se sobaran a la vez.

—Eso debió doler —dijo uno de los comensales.

Johana caminó y vio con su mirada de fuego a Tania y Diego.

—¿Para esto querías venir? ¿Para hablar con tipas como esta? —señaló a Tania.

—¡No me digas así!

Tania estaba por avanzar hacia Johana, pero esta la miró y sintió algo jalándola de las pantorrillas, haciendo que caiga sentada sobre el asiento.

José se puso de pie rápidamente y corrió como alma que se lleva el diablo.

—¡No te vas a escapar! —dijo Johana haciendo retumbar el comedor.

—¡Esooo! ¡Haz que aprenda la lección! —dijo una chica desde la esquina del comedor.

Tania quedó boquiabierta con lo que pasó y Diego inhaló sus medicamentos contra el asma como si su vida dependiera de ello. Porque de verdad dependía de eso.

—Eso fue muy bizarro —comentó Tania—. Ahora que recuerdo, la cara de esa chica me parece conocida.

—¿En serio?

—Creo que en alguna foto de la biblioteca. ¡Ah, sí! En la galería de fotos de la Andes Speed Run.

—¡Oooohh! —exclamó Diego—. ¿Y qué es eso?

Con el pulso a mil, José corría por su vida. Subía la escaleras y luego saltaba hacia otros pisos con tanta destreza como uno de los G.I. Joe. Al menos así se imaginaba pues se le gustaba esa serie.

Johana lo perseguía con la misma destreza. Sin ningún referente, pues el enojo la enfurecía y aumentaba sus habilidad a niveles sobrehumanos. Eso es lo que notaba José.

Al voltear a una esquina, José vio una puerta y entró por ella. Esperó unos segundos para que su hermana se fuera. Cuando estaba por asomarse para verificar, una mano rosa con pliegues amarillos hizo un hoyo por donde Johana puso su cara.

—¡Aquí está Johana!

José corrió por el pasadizo llegando a un auditorio donde un hombre mostraba unos fotogramas con el proyector de la universidad. Dicho proyector hacía tanto ruido al girar las películas que nadie escuchó los pasos apresurados de José.

Al llegar a la segunda puerta, José siguió su camino hasta ver unas escaleras que formaban un laberinto. Se escabulló y esperó a que Johana no lo encuentre.

Escucho unos sonidos pegajosos. Se volvió tan molesto pues lo sentía cerca de su oído. Al voltear, vio una pareja besándose con sus lenguas. Parecían babosas rosadas apareándose, pues esos movimientos solo lo había visto en el canal de Animal Planet después de la medianoche.

A José se le antojó besar así, pero solo había besado a una chica. Ese beso fue tan inocente que apenas lo recordaba en sus labios.

—¡JoooJooo!

La pareja se dio cuenta de José y el chico empujó a José al suelo.

—Anda a otro lado, causa —dijo enojado.

Ese atropello. Esa injuria. Sin ningún tipo de decencia. A José le hirvió la sangre sentir el suelo en su cara luego de ese empujón.

Sus ojos se llenaron de raíces rojas que parecían ser las mismas llamas del infierno.

—Oe, ¿sigues aquí? —dijo el chico separándose de su novia y mostrando su playera de Kiss con Gene Simmons sacando su enorme lengua.

José no dijo nada. Su mirada sombría asustó a la chica, pero el fan de Kiss se paró y cogió a José de la camisa blanca que usaba.

—¡Que te largues, huevón!

—Suéltame —dijo José despacio.

—Ahora te saco la mier...

Antes que su boca termine de articular otra palabra, esta se desfiguró por el potente golpe de un brazo plateado que salió de la espalda de José. Pero ninguno de los dos lo pudo ver.

—No me gusta que me toquen —dijo severamente.

La chica asintió y se marchó, dejando a su novio tirado en el suelo y con el trasero apuntando a las nubes del cielo gris.

—¡Te encontré! —exclamó Johana señalando a José. Tenía los ojos enrojecidos y su rostro era un tomate jugoso.

—¡Ah! —exclamó José mientras escapaba.

—¡No huyas cobarde!

Por la pista pasaba el bús que traía a los estudiantes de toda Lima a la ciudad universitaria. José extendió su mano para detener el bús. Cuando las puertas se abrieron, José entró y salió por una de las ventanas, siguiendo su recorrido.

—Estos cachimbos salen cada vez más raros.

El chofer estaba por avanzar cuando vio a Johana correr. Ella se subió y salió por la misma ventana por donde su hermano había salido.

Había poca salida. Frente a José estaba una estructura piramidal de casi 40 metros de alto. Pensó que una ruinas antiguas podían ser un gran escondite así que saltó el muro y entró al complejo arqueológico que tenía un enorme letrero donde decía "Huaca San Marcos".

Caminó por unas rampas de tierra hasta que la voz de su hermana lo tomó de sorpresa.

—¡Arena Hash!

El stand de Johana salió de su espalda, con su potente puño dirigiéndose hacia José.

—¿Quieres pelear? Pues que así sea.

José formó una equis con sus brazos y estos se inflaron, bloqueando el puño de Arena Hash.

—¡The Psycho!

El stand de José se alzó por detrás de él, lanzando una rápida patada a Arena Hash. Johana pudo sentir los cinco dedos del stand de su hermano en su hombro, pero eso no la detuvo. Simplemente sonrió.

—Veo que te bañaste. No siento ningún residuo tuyo en tu cuerpo.

—Cuando voy de conquista tengo que estar presentable.

Ambos hicieron una pose junto a sus stands, sonriendo y esperando el siguiente movimiento de su oponente.

—¡¿Pero me tenías que traer a mí para que puedas hacer tus cochinadas?!

Arena Hash volvió a la carga, raspando el suelo y levantando la arena hacia la cara de José. Hubiera caído en sus ojos, de no ser porque el rostro de José se hinchó hasta cubrir sus ojos. Pero eso solo hizo que no vea el siguiente movimiento de Johana quien vino con su puño listo, estampándolo en su estómago.

—Ahora estamos a mano —dijo Johana.

—En tus sueños, mongola.

The Psycho preparó su puño y lo lanzó hacia Johana, pero Arena Hash se adelantó y bloqueó con su puño, creando una onda expansiva que apartó el polvo en una circunferencia perfecta.

—Le diré a mamá de esto.

—Dícelo, pero tu cara estará tan maltratada luego de no ir al spa.

—¡Aaaahhh! Pensé que dejaríamos esto aquí.

Johana lanzó una patada en los muslos de José y se apartó. Tomó un respiro profundo y de sus manos salieron ondas destellantes. Mientras sonreía, se los pasó por el cuerpo hasta desaparecer.

—Aún puedo ver tus pasos en la arena, idiota.

Con la fuerza de un martillo, José cayó de rodillas luego de que Arena Hash lo golpeara por la espalda.

—Lo sé, pero tampoco puedes ver a Arena Hash.

José sonrió y se puso de pie, pero fue derribado de nuevo por el stand de su hermana. Antes de recibir otro golpe, su espalda se hinchó como inflable y, cuando recibió otro golpe de su hermana, rebotó sobre la superficie hacia la ubicación de Johana, quien sintió el duro puño en el rostro de su stand.

Eso no la detuvo y retrocedió. Seguía sin poder ser vista, pero ahora haría ataques diagonales para que José no vuelva a usar el mismo truco.

—Pensé que luego de pelear tantos años, me tendrías respeto.

—¿Respetar a un pajero? No, thanks —dijo Johana terminando la oración con una sonora carcajada.

José y The Psycho saltaron hacia la zona donde provenía las risas de Johana, pero no había nadie.

—Detrás de ti, imbécil.

El puntiagudo codo de Arena Hash se hundió en la parte baja de la espalda de José como si fueran pies sobre la arena de playa.

Ese dolor recorrió el cuerpo de José hasta sentirlo en el cabello. Apretó los dientes y tomó un profundo respiro.

Su mano derecha expulsaba ondas pequeñas. Se llevó la mano cerca de la boca e hizo un círculo con el dedo pulgar e índice.

—¡AH!

Soltó el grito y varias ondas salieron expulsadas del círculo de su mano, revelando la ubicación de Johana. Ahora podía verla cara a cara.

—¡THE PSYCHO!

José reunió el dolor y el enojo en el puño de su stand y se lanzó sobre su hermana quien estaba apoyada contra la pared con una cara de miedo.

Estando a escasos centímetros, Johana se apartó del puño de The Psycho y este impactó en la antigua pared de piedras amarillas.

Aunque se hizo una enorme grieta, lo que los asustó fue que luego del golpe contra la pared, comenzara un temblor.

Pensaron que las ruinas se caerían sobre ellos, pero lo que pasó después no pudieron prevenirlo.

Las sirenas de la universidad sonaron y los estudiantes salieron de las aulas hasta el patio como una feroz estampida de ñus en la sabana africana.

Un ventarrón enorme expulsó a Johana y a José de la huaca hasta mandarlos a la entrada. Luego de eso, el suelo dejó de temblar. Johana sostenía su boina mientras que José se quitaba la arena de la cara.

—Espero no tener una cicatriz. No quiero que me digan Al Pacino por tener la cara cortada.

Sus stands los ayudaron a ponerse de pie y salieron del complejo, viendo a varios estudiantes volviendo a sus facultades.

Caminaron por la vereda con la señalización de SALIDA hasta notar la puerta de salida que remarcaba un tres enorme dentro de un círculo.

Después de haber caminado por varios minutos en silencio, José rompió el hielo con una pregunta:

—¿Molestamos a Chris como esa vez?

—¡Sííí! Esta vez yo le lanzaré el papel.

—¡Hecho!

Corrieron entusiasmados y cruzaron la salida hasta llegar a la calle. Vieron para todos lados buscando el auto del señor Meier, pero no lo encontraron.

—¿Dónde está? —se preguntó Johana.

—Seguro se fue a ver a esas bailarinas buenotas de la avenida Argentina.

Johana calló a José con un codazo en el hígado.

Decidieron caminar unos cuantos metros para visualizar el auto, pero luego se percataron que era muy temprano para la hora de salida.

—¡Ya lo ves, imbécil! ¡Ahora tenemos que tomar el transporte público! —exclamó Johana soltando arcadas al imaginarse dentro de un bus lleno de personas.

Johana buscó una caseta de telefonía para llamar a la residencia Meier. Al encontrarla en la otra esquina, cruzaron la pista al ver que no venía autos por ningún sentido. Excepto uno que venía a una velocidad que no los alcanzaría, pero antes de pisar la vereda, sintieron unos brazos cogiéndolos de los hombros y metiéndolos al interior del auto, atravesando las puertas del mismo.

Una vez dentro de los asientos, se asustaron por lo que pasó y estaban por golpear al anciano que estaba frente a ellos.

—¿Quién eres tú? —preguntaron ambos.

El anciano tomó su bastón y se apoyó en este para hablar frente a Johana y José.

—Perdonen la forma en que los traje a mi auto. Quería hablar con ustedes de forma personal. Pensé que de esta manera llamaría su atención. Así que disculpen a su abuelo —dijo Joe Arroyo sacándose el sombrero.

Próximo capítulo: La residencia Meier

1. Arena Hash: el nombre del stand hace referencia a la banda de rock y pop peruana del mismo nombre.

2. The Psycho: el nombre del stand hace una referencia fonética a la banda peruana Los Saicos.

1. Mongolo(a): tonto, bobo.

2. Chata(o): persona de baja estatura.

3. Inca Kola: bebida gasificada con sabor a chicle. Se produce en Perú.

4. Oe: oye (coloquial)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top