Dímelo-Dímelo - Parte 3

Como si estuviera en una maratón, Johana recorrió media universidad hasta llegar a la Facultad de Derecho. Subió las escaleras a zancadas, como quince escalones; al llegar al último, tomó impulso con ayuda de Arena Hash hasta llegar a la puerta.

—¡Dímelo-Dímelo!

—¡No me jodas!

Los cabellos castaños de Johana se movieron como las llamas del infierno y sus ojos estaban igual de rojizos que una antorcha.

El pequeño stand se acercaba hacia Johana. Ella sabía que Arena Hash no era impedimento contra Dímelo-Dímelo, por lo que abrió su mano, mostrando una tiza.

—¿Contento?

Dímelo-Dímelo cogió la tiza de la mano y se la tragó, desapareciendo frente a los ojos de la muchacha. Suspiró tan fuerte que sintió sus pulmones volverse tan pequeños como las pasas.

Se sacudió la mano del polvillo de tiza que quedó y abrió la puerta, sorprendiendo al profesor Copérnico que sacaba un grupo de hojas de su maletín.

—Muy tarde, pero al menos cumpliste. Dame la tiza

—Ya se lo entregué —contestó Johana.

El profesor expulsó aire de su nariz como un toro.

—Señorita, déjese de juegos y entrégueme la tiza.

—¡Se lo entregue a su stand! ¿Qué más quiere?

—¿Stand?

Johana volvía a enojarse. Sus puños estaban apretados, con ganas de aterrizar en la suave tes de su profesor.

—¡Sí! Esa cosa que grita Dímelo-Dímelo.

El profesor quedó en silencio. Con una mirada confundida, mientras que el resto de la clase cuchicheaba de tal manera que parecía un concierto de grillos.

—No sé de qué hablas.

—¡No se haga el idiota! —exclamó Johana—. Su stand ha estado jodiéndome toda la mañana regresándome en mis pasos. Pídaselo a esa cosa o váyase a la mierda.

El salón entero se volvió en un silencioso cementerio.

—No permitiré que me hable de esa forma —dijo de forma contundente—. Queda expulsada de mi clase. Nos veremos el próximo año, señorita Arroyo.

Johana soltó un profundo suspiro y preparó sus puños para golpear al profesor. Antes que sus nudillos aterricen sobre la nariz chata del docente, Dímelo-Dímelo salió de la camisa de Copérnico y se agarró del puño de Johana para mostrar un diez mil de su pecho.

—¡Arena Hash!

Con su stand trató de agarrarse de la pizarra o hasta del suelo, manchándose con el polvo de tiza, pero en menos de lo que dura un parpadeo, estaba fuera de la universidad de nuevo.

—¡Aahhh! El stand me tendió una trampa —golpeó la pared hasta desmoronar las capas de pintura.

Sus ojos ya no estaban rojos de la furia, sino mas bien, por tratar de aguantar las lágrimas. Se había dicho así misma nunca volver a llorar en público otra vez, pero estaba a punto de romper su promesa. Cuando quiso secar las lagrimillas que salieron de sus ojos, se frustró pues algunos pedazos de pintura seca se habían quedado en su cara.

—¡Tampoco puedo llorar en paz!

Se sacudió la cara, pero no pudo deshacerse del polvillo de tiza, lo que provocó que estalle en estornudos que hicieron que sus mocos se salieran.

—Que asco —dijeron unas chicas que pasaban al lado de ella. Arena Hash apareció y metió su mano en la mochila de una de ellas, sacando un pañuelo.

Johana agredeció y se limpió la cara, viendo el pañuelo notó que habían restos de polvillo y cáscaras de pintura.

Sus ojos se iluminaron de tal manera que pegó un grito de alegría.

—¡Eso es! Pero tengo que llegar lo más rápido posible.

Vio a todos lados buscando a alguien con casco. Un chico que venia escuchando música en su walkman no se dio cuenta de Johana y recibió una tacleada por parte de ella. Arena Hash lanzó un poco del polvillo en sus ojos para distraerlo.

—Préstame tus patines, luego te los devuelvo, darling —lanzó un beso volado y corrió tan rápido como las ruedas de los patines le ayudaron. Cruzó la puerta, pese a la advertencia del guardia de seguridad quien pedía ver los carnets de identificación.

—Esa chica se llevó mi lapicero —dijo el guardia.

En el salón de clases, el profesor Copérnico trataba de calmarse. Su frente sudaba tanto que parecía que llovía en su calva. Algunos compañeros trataron de calmarlo, pero él seguía empapado.

—Por favor, siéntense. Estoy bien.

Sus latidos aumentaron cuando, a lo lejos, notó que Johana venía a toda velocidad sobre unos patines.

—¡No cierren la puerta! —exclamó Johana impulsándose ferozmente.

Dímelo-Dímelo apareció a unos metros de ella. Johana sonrió y luego puso sus dos puños cerrados y cruzados al frente.

—¡Elige una mano y la que escojas te dirá tu destino!

Pese a sus palabras, el pequeño stand llegó hasta su puño derecho y mostró su pecho el numero resultante: un enorme 999999.

—¡Dímelo-Dímelo!

Habían pasado dos segundos y Johana seguía deslizándose.

—¿Dímelo-Dímelo? ¡¿Dímelo-Dímelo?!

El rostro de Johana mostró una sonrisa tan siniestra que la sombra de su cara se proyectaba sobre el stand de Copérnico.

—Estoy deslizándome, pequeño estúpido —. Mostró su mano y en ella estaba escrito: UN PESADO PUÑETAZO.

—¿Dímelo-Dímelo? —dijo el stand con una voz aguda.

—¡Arena Hash!

El stand de Johana apareció a su lado, enviando un puñetazo a la velocidad de un torpedo atómico. El impacto fue tan fuerte que rompió la pantallita que Dímelo-Dímelo tenía en su pecho, además de estrellarlo contra la pared.

—Era hora de que tu también dependas del azar. Solo de esa manera podías verte afectado.

Johana abrió su otra mano y en ella estaba escrito: UN HÚMEDO BESO. No hizo más que pasar saliva y prepararse para entrar, pero una de las ruedas del patin falló. Era Dímelo-Dímelo quien lo ocasionó, mandando fragmentos de su pantalla para averiar el patín.

—¡Con uno será!

Arena Hash partió el patín izquierdo y abrió la puerta para que su usuaria entre al aula. Aún con el estado en que estaba, Dímelo-Dímelo corrió con todas sus fuerzas para alcanzar a Johana.

—¡DÍMELO-DÍMELO!

Johana se agachó, colocando todo su peso sobre el patín derecho y estirando la pierna izquierda, a la vez que estiraba su mano derecha que atravesó el piso inferior a la pizarra la cual estaba llena de polvillo de tiza.

—¡Arena Hash!

Arena Hash estiró su brazo izquierdo, pasándolo muy cerca de los compañeros de Johana. Tanto usuaria y stand iban a la misma velocidad, en dirección al profesor que veía alarmado a esa jovencita venir como un autobús sin frenos.

—Las tizas normales botan residuos de polvo que pueden provocar alergias y estornudos compulsivos, mientras que las tizas antialérgicas hacen todo lo contrario, pero al ser nuevas en el mercado, no hay muchas y aparte son costosas —dijo Johana—. Sin embargo, la solución estaba frente a mis narices todo el tiempo.

»Cuando me senté en el pupitre, mi trasero se manchó con el polvo y me di cuenta que los demás también pasaron por lo mismo. Eso quiere decir que esta aula no fue limpiada desde hace varios días, incluso semanas. Por lo que este polvo que estoy recogiendo no es más que residuos de tizas normales, pero para acabar con la persecución de Dímelo-Dímelo debo entregarle una tiza antialérgica. ¿Entonces qué debo hacer? Justamente, envolver cada molécula del residuo con pegamento, pero ese tipo de cosas debe hacerse con un residuo del mismo tamaño pues el pegamento o la goma solo arruinaría la mezcla. Es por ello que, con los residuos de sudor y piel muerta de mis compañero que tambien estoy recogiendo más el polvo de tizas, podré hacer la formula perfecta...

—¡DÍMELO-DÍMELO!

Johana se levantó y unió su mano derecha con la mano izquierda de Arena Hash. Al cerrar las manos, se escuchó un BONG tan profundo que hizo temblar las ventanas del aula.

—He aquí... ¡UNA TIZA ANTIALÉRGICA!

Próximo capítulo: Dímelo-Dímelo - Parte 4

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