The Chain - Parte 5

Nunca fui feliz.

Desde niño siempre me quiso moldear a su antojo, pero por alguna razón eso no funcionaba.

Me despertaba por las madrugadas para correr un kilómetro, aunque esté lloviendo, yo estaba corriendo por mi vida pues hacía que dos galgos me persigan. Una vez me atraparon, rasgándome la pierna.

Cuando llegó, en vez de auxiliarme, alimentó a los perros y los acarició mientras que me partía del dolor y sangraba.

—Aguanta el dolor como los hombres. Al ser un Blades, heredarás mi legado, como yo lo heredé de mi padre. Pero para eso debes ser un verdadero hombre.

Un Blades es un verdadero hombre. Y los verdaderos hombres son varoniles, fuertes y audaces. Hechos para dominar el mundo. Dicha idea la impuso el abuelo Ruppert Blades, aquel hombre que se volvió rico luego de ese fenómeno extraño. Y yo debo convertirme en ese ideal. O eso pensaba.

Para entrenar mi resistencia, me lanzaba ladrillos. Era difícil esquivarlo, por lo que terminaba con el cuerpo morado. Mi madre apenas me veía de reojo. Si mi cuerpo estaba tirado en el suelo, ella levantaba los pies y seguía su camino.

Un Blades mantiene la clase. Evitaron que hable con los que ellos consideraban "indeseables". Como los sirvientes, el chofer o los hijos de estos. La única forma de hablarles era dándoles órdenes. Pero casi siempre se me salía un "gracias". Y si eso pasaba, mi boca recibía un litro de limón, del más ácido que se pueda haber. Luego de eso, me daban agua y pan, mientras estaba encerrado en mi habitación.

Un Blades es un semental. Debemos tranpirar virilidad, por ello es que a los 15 años, contrataron prostitutas y las metieron en mi habitación. En lugar de disfrutarlo, me sentí usado. Tocaban partes de mi cuerpo que ni yo había tocado y los lamían y acariciaban. Solo me daba asco y cerraba los ojos. Al finalizar, ellas se iban y yo me quedaba temblando. Desnudo y con las marcas de los roces en mi piel. Quería llorar pero pensaba que eso es lo que hace un hombre de verdad.

Un Blades no muestra sus sentimientos. Jamás recibí un abrazo ni un beso. Las únicas veces en la que estaba al lado de mis padres, eran para fotos de diarios donde nos retrataban como la familia perfecta. La fingida sonrisa que hacía solo ocultaba mi tristeza al ser parte de esa mentira.

Nunca supe explicarlo pero dentro de mí sentía nacer algo que quería salir, pero de alguna manera nunca sucedía.

Con los 17 años cumplidos, mi padre me ve como un trabajo echado a perder. No soy robusto como él, ni viril, ni fuerte, ni inteligente, ni audaz. Una noche escuché que planeaban tener otro hijo. No dejé de llorar hasta la madrugada. Mi padre se dio cuenta y me golpeó diciendo:

—¡Los verdaderos hombres no lloran!

Siempre hacía eso. En especial cuando me regalaron un cachorro a los diez años. Me dieron los recursos para criarlo. Fueron los días más felices de mi niñez. Y lo seguiría recordando con cariño sino fuera por lo que pasó cuando el perrito cumplió un año.

—¿Le pusiste nombre, Emmanuel? —preguntó Ruben Blades con una cálida sonrisa en los labios.

—S-Sí —respondió Emmanuel tímidamente.

Blades lo tomó en sus manos y lo levantó para observarlo.

—Está sano y rechoncho. Eres un buen cuidador —dijo sonriendo. Se lo devolvió y el perrito movió la cola en señal de alegría.

Emmanuel también sonrió y tenía los ojos brillantes de la emoción.

Por un momento, pensé que había cambiado. Imaginé una vida llena de abrazos, afecto y días interminables de juego con mi perro Cesar.

Sin embargo, mi sonrisa se desvaneció al ver el destello de la hoja de un pequeño cuchillo.

—Sácale el corazón y cómelo —ordenó Blades fríamente.

Estaba confundido. ¿Quería que lo mate de verdad? Me puse tan nervioso que mi corazón se aceleró tanto que no podía pensar. Sin embargo, su pesado puño cayendo sobre mi cabeza me hizo reaccionar.

—Hazlo o yo lo haré contigo. Ese animal verá tu cadáver y se lo comerá. De eso estoy seguro, basura.

Volvió a golpearme sin piedad, mientras que Cesar le ladraba.

Todavía recuerdo sus aullidos cuando acercaba el cuchillo a su pecho. Con lágrimas en los ojos, trataba de no hacerlo. Miraba sus ojitos tristes y se me partía el corazón. No quería hacerlo. No quería hacerlo. No quería hacerlo, pero la punta ya había atravesado su pecho. Cesar se retorció pero el severo grito de mi padre hizo que lo atraviese por completo. No quería hacerlo. No quería hacerlo, pero la sangre estaba manchando mi ropa y sus aullidos perdían fuerza con cada gota que salía de su cuerpo.

Aquel día lloré más que todo lo que lloré en mi vida hasta ese entonces. No dejé de llorar cuando hurgaba en su cadáver ni cuando hallé su corazón perdiendo temperatura. Ni tampoco cuando comence a comerlo, manchando mi boca y mi mentón con su sangre.

—Bien hecho, Emmanuel —dijo Blades sin ninguna emoción en su voz y luego se marchó.

Nunca fui feliz. Incluso una alineación de planetas era más común que una sonrisa en mi cara.

Pero ahora... tengo el poder de romper la cadena que me une a los Blades.

En medio de un lobby destruido, con la oscuridad cerniéndose sobre el cielo. Las barrocas alas de The Real Slim Shady se desplegaban mientras su usuario apuntaba a un adolorido y confundido Ruben Blades.

Chayanne también estaba confundido, pero llegó a la conclusión de que se trataba de un usuario de stand. Fue Redbone quien supo la identidad de aquel hombre rubio.

—«Ese debe ser Emmanuel» —se apoyó en una pared para ponerse de pie.

Ruben Blades también se reincorporaba luego de que volviera la sensibilidad a sus extremidades.

—¿Quién cojones eres tú? —preguntó enojado.

La sonrisa de Eminem caldeaba sus nervios.

—Parece que soy tan atractivo que ya no me reconoces —acarició sus mejillas mientras posaba.

Blades ajustó los ojos, notando algo familiar en ese muchacho.

—¿Eres tú, Emmanuel?

—Mi nombre es Eminem —dijo suavemente—. Y te patearé el trasero, pero antes...

Estiró su brazo lanzando una telaraña que atrapó a Chayanne contra la pared. Blades se dio cuenta que estaba a punto de sacar la reliquia que estaba en su bolsillo trasero.

—No sé qué hacen vivos, pero si no están muertos, disfrútenlo. El destino les ha dado otra oportunidad —dijo Eminem.

Rápidamente juntó sus manos y las separó, creando un torbellino que aumentó su tamaño hasta envolver a Blades. Este pisó firmemente el suelo, impidiendo que el torbellino lo levante como lo hacia con los muebles y el decorado.

A pesar de la velocidad del torbellino que rasgaba su chamarra y su sombrero, pudo mantenerse en su ubicación sin moverse un centímetro.

El torbellino desapareció. Blades se irguió y caminó hasta Eminem. Sin embargo, este saltó para atrás, mostrando la moharra y la guadaña de oro.

Blades se sorprendió. Comprobó que las reliquias no estaban en su bolsillo trasero al llevar su mano a esa zona.

—Todo lo que yo creo, responde a mi. Es así como funciona la habilidad de The Real Slim Shady.

Antes de moverse, Blades sacó un mechero de su bolsillo, encendiéndolo pero Eminem lanzó un kilo de nieve que terminó humedeciendo el mechero. Blades corrió como un bolido alocado, embistiendo a Eminem hasta hacerlo escupir.

Lo siguió empujando por todo el pasadizo hasta estrellarlo contra la puerta de la cabina de control.

Chayanne se quitó las telarañas y ayudó a Redbone a ponerse de pie.

—Ese muchacho está muy resentido con su padre —indicó Redbone—. La batalla que tendrán será hasta la muerte.

—Sí, pero tenemos que llevarnos esa cosa. ¿Cuál era? Vi que tenía dos.

—Creo que la guadaña es lo que Blades ha estado buscando. Una pista que lo lleve al tesoro que su familia ha buscado desde hace años —dijo Redbone mientras escuchaba los destrozos de Blades y Eminem.

The Real Slim Shady se manifestó, golpeando a Blades en el pecho, lanzándolo unos cinco metros hacia la izquierda y destruyendo una habitación.

—Ningún Blades obtendrá ese tesoro. Todo lo que han hecho habrá valido nada cuando yo reclame el oro y lo reparta a todo el mundo.

Blades se puso de pie y, tomando un paño, lo encendió con unos cerillos.

—Esto ya no será un castigo... esto será una ejecución.

Men at Work apareció como una sombra alargada detrás de Blades hasta condensarse en una figura humanoide y tenebrosa. Sacó sus manos de su gabardina, extendiendo sus afiladas cuchillas que hizo piquetear en el aire.

—Ese truco ya me lo sé, Ruben Blades. ¡The Real Slim Shady!

El stand de Eminem extendió sus alas y fue hasta Men at Work. Este no se quedó de pie y corrió como una liebre, con sus cuchillas frente a él para protegerlo y atacar. Al llegar con The Real Slim Shady, movió sus brazos en forma horizontal, tratando de rebanarlo, pero el stand alado encogió sus piernas y luego las expandió, golpeando el rostro de Men at Work.

Sin embargo, este se movió rápidamente y atrapó la mano de The Real Slim Shady entre sus cuchillas. En un parpadeo, había rebanado su mano en cientos de pedacitos.

Eminem soltó un jadeo de dolor mientras veía preocupado dicha escena.

—Las manos son importantes, ¿verdad... Eminem? —sonrió Blades.

—¡Ah!

Mientras Eminem veía los restos de la mano de The Real Slim Shady caer al suelo, Men at Work había atrapado su otra mano con sus mortales cuchillas.

—Ahora tengo la otra mano —dijo Blades—. Eso pasa por no tener buenos reflejos, bastardo.

The Real Slim Shady apenas pudo mover su brazo cuando su última mano fue cortada en picadillos.

—¡Es hora de darte tu última lección, imbécil! —exclamó Blades.

En lugar de enojarse, Eminem sonrió.

—Buena observación, Blades —dijo—. Pero te haz olvidado de mis manos.

The Real Slim Shady voló de vuelta a su usuario, integrándose a su cuerpo y extendiendo las alas desde su espalda.

Men at Work no esperó más tiempo y fue hasta Eminem, colocando sus cuchillas en su cuello y muslos, con un solo corte, lo haría desangrar hasta la muerte, pero Eminem no mostraba miedo alguno.

Logró tomar las cuchillas de Men at Work hasta romperlas.

El stand de Blades retrocedió confundido.

—Mientras mis manos estén intactas, podré usar la habilidad de mi stand por siempre —dijo levantando sus manos y mostrando sus guantes de diamante.

—¡¿Guantes de diamante?! —exclamó Blades—. ¡Eso es físiciamente imposible!

Eminem comenzó a reírse sin dejar de ver a aquel hombre que le dio vida.

—De eso se trata la libertad de The Real Slim Shady... ¡ya no hay límites para mí!

Eminem expulsó nubes grises y pequeñas que rodearon a Blades.

De estas salieron truenos que electrocutaron a Blades, mientras que Men at Work era encerrado en una esfera de diamante.

—¡Soy capaz de romper las reglas! ¡Inclusive las de la naturaleza!

Blades sentía el cuerpo entumecido por las potentes descargas eléctricas. Pese a los mil voltios que recorrían su cuerpo, se mantenía de pie aunque haciendo bastante esfuerzo.

—¿Me atacas con nubecitas? Por lo visto he engendrado a un completo marica —dijo Blades con la voz más profunda que un pozo sahariano.

Viendo que los rayos caían sobre Blades, Eminem se sorprendio bastante cuando él corrió hasta cogerlo de cuerpo entero, sintiendo un poco de las descargas que aún recorrían su cuerpo.

Blades abrazó a Eminem con fuerza, hasta romperle las costillas y tronarle la columna.

—Si eso es todo tu potencial, me haz decepcionado. Un hombre común ha vencido al rompedor de reglas —pronunció Blades, aplastando a Eminem. Este sentía que sus entrañas estaban por estallar.

—S-Siempre esperé un abrazo t-tuyo, padre —dijo Blades con poco aire en los pulmones—. Pero este fue el peor momento para hacerlo.

Las alas de The Real Slim Shady se expandieron y, con las púas, atravesaron los hombros de Blades para levantarlo sobre el suelo.

Eminem pasó sus manos por su cuerpo, regenerando sus huesos y sus órganos. Al final, soltó un suspiro de alivio.

—Ja, ja, ja —soltó una perezosa carcajada—. Si tan solo mamá viera esto... Un momento. ¡Si puede!

Formó la cabeza de su madre entre sus manos y movió sus labios mientras fingía su voz:

—¡Ay, santo cielo! Me case con un inepto que fue vencido por un mocoso con alas. Mejor me divorcio y me iré a vivir con diez hombres de El Congo. ¡Ay, no! ¡Ay, no!

Cuando terminó, la cabeza de Olga se deshizo como la avena malograda.

—Antes de matarte, dime cómo consigo el tesoro. ¿Esa guadaña apunta hacia el lugar?

Blades esbozó una sonrisa en sus labios.

—¿Hablas de esto? —dijo sacando la guadaña de su bolsillo. Rasgó su mano con la punta hasta sangrar.

—¡¿Cómo?!

—Ya está activado, pero solo el que fue rasguñado por la guadaña se salvará —dicho esto procedió a partir la guadaña hasta que esta perdió su brillo dorado y se oxidó—. Yo viviré, tu morirás. En cualquier momento serás asimilado.

Eminem en un arranque de cólera, lanzó a su padre contra el suelo y lo clavó en este con ayuda de estacas de metal que atravesaron brazos y piernas.

—Vivirás hasta que obtenga ese tesoro —dijo Eminem y recorrió el pasadizo hasta el lobby.

Al llegar, encontró a Chayanne y Redbone, saludándolos con dos enormes mazos de madera que impactaron en sus rostros.

—¡Activa tu stand, Rednex! ¡Liberalos a todos!

—¡Oye, Emmanuel! —exclamó Chayanne, siendo atacado por Eminem.

—¡Ese ya no es mi nombre!

—Como sea, debes escucharme. Dame esa moharra y te podré conseguir ayuda. No tienes que matar a tu padre. Conozco gente que puede hacer vencerlo.

Eminem apretó los dientes y apartó a Chayanne de una patada.

—¿Recibir ayuda? Ya tengo el poder para solucionar mis problemas solo. Ve a cuidar a ese estupido negro y a los demás monos.

Redbone se escabulló para quitarle la moharra, pero lo detuvo, embarrándolos con un enorme cubo de mantequilla que los envolvió. Pasó una ráfaga helada y endureció la mantequilla hasta volverla sólida.

—Si sobrevivieron a Thrift Shop, aprovechen en seguir viviendo porque no podrán salvarse de lo que viene —sentenció Eminem con un tono siniestro.

—¿Qué es lo que viene? —preguntó Chayanne.

En el lago Titicaca, la oscuridad ya no permitía ver de forma adecuada el dirigible. Ni siquiera con los binoculares.

—¿Qué está pasando? ¡Quiero ver! ¡Quiero ver! —reclamaba Juan Gabriel al lado de Blondie quien hacía el esfuerzo por ver con los binoculares.

—No se ve nada.

—Debemos esperar —dijo Mack—. Si fallan, lo notaremos.

—Ah, sí. Está tan oscuro que veo las estrellas moverse —indicó Juan Gabriel señalando el cielo.

Nadie le iba a prestar atención, sino fuera porque Hall notó el extraño movimiento de las luces.

—No son estrellas, mi mexicano compañero —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Un potente reflector colocado al frente del imponente dirigible iluminó el dirigible de Blades.

Gracias a las luces que se encendieron en el dirigible, se pudo distinguir el logo que estaba en los laterales del dirigible. La Fundación Speedwagon había llegado.

Próximo capítulo: The Chain - Parte 6

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