The Chain - Parte 1

Sobre las llamas ardientes de una fogata se encontraba una tetera de lata hecha de forma sencilla. En su interior el agua estaba moviéndose debido al calor que recibía. La temperatura del material iba elevándose, calentando todo el utensilio.

Alcanzado el calor necesario, el agua del interior comenzó a burbujear, expulsando el vapor hasta que este finalmente salió disparado de la boquilla.

Tupay preparó un cálido té de coca y le invitó a Joe.

Estaban de camino al lago Titicaca, donde habían recibido reportes del demonio volador y de un globo flotador.

A Tupay le interesaba el demonio y a Joe aquel conocido dirigible.

Habían cabalgado un día entero, cuando pudieron ver la parte sur del lago Titicaca. Desde esa ubicación, el enorme lago parecía una parte del océano. Con sus islas y el horizonte que no acababa.

—Es aquí donde nuestros caminos se separan, Joe Arroyo.

—Igualmente.

Se estrecharon las manos con un sonoro golpe de sus palmas mientras se veían a los ojos. Luego de eso, Tupay se puso la máscara de demonio y dio la señal a los otros caporales para que lo sigan.

Por su parte, Joe silbó y los caballos de sus amigos lo siguieron.

A varios kilómetros de ahí, Chayanne y los demás estaban cruzando el lago Titicaca sobre una enorme balsa de totora que consiguieron gracias a Mack y Blondie.

—Cuando trabajábamos con Kira, aprendimos a conseguir lo que queríamos de formas poco honestas —justificó Blondie con una sonrisa.

Con la ayuda de Mack, lograron hacer una brújula artesanal con la cual podían guiarse y dirigirse hacia La Paz.

—No te preocupes, Chayanne —dijo Oates—. Una vez que tenga contacto con la Fundación Speedwagon iniciaré una campaña de búsqueda sin precedentes en la historia para buscar a esos dos chicos. Así tenga que levantar montañas o sacudir el cielo, te aseguro que los encontraremos.

Chayanne estaba pensativo.

—Espero que lo cumplas.

Un día antes, el dirigible de Blades fue visto en la zona peruana del Titicaca. Justo por donde pasaban Wham, Archie y la pequeña Rita.

—¿Ese no es el dirigible de Blades? —señaló Wham.

Archie asintió rápidamente mientras que Rita comía el brazo frito de un oso que cazaron entre las montañas.

En su largo trayecto, habían encontrado las cosas de Hall en medio de un sendero. Por la forma en que estaban intuyeron que fueron lanzados desde una gran altura. Trataron de encontrar a Hall, pero no lo hallaron. Lo que hizo ese hallazgo algo productivo fue el videófono de Hall pero estaba roto por la mitad.

Desde ese día, Wham se enfrascó en reparar dicho aparato y mandar su ubicación para ser rescatados, sin embargo, no logró más que encender unos cuantos foquitos.

—No nos queda de otra que dirigirnos a la capital de Bolivia y mandar una carta. Pero no tenemos tanto dinero para esperar meses.

Rita, quien curioseaba las cosas que hacia Wham, observó el videófono que se encontraba sin su cubierta, viendo transistores, resistencia y cables coloridos.

Antes de dormir preguntaba a Wham que hacían cada componente. Él respondía amablemente hasta que se hartaba y la mandaba a dormir. Pero durante el día, dibujaba el sistema sobre la piel seca de una cabra con ayuda de un pedazo de carbón.

—¡Oooohhhh! ¡Ya sé lo que pasa! —exclamó Rita mientras esperaban una balsa para cruzar el Titicaca y seguir la ruta de Blades.

—¿Qué dices, niña? —preguntó Archie confundida.

Rita tomó la piel de cabra y mostró el plano que había hecho. Archie apenas entendía los garabatos pero para Rita estaba más claro que el agua.

—Se supone que esta pieza cuadrada sirve para recibir señal, ¿cierto?

Asintió Archie.

—Pero tal vez esté fallando. Hacer uno igual es imposible con lo que tenemos, por lo que debemos reemplazarlo con algo de gran altura.

—¿Cómo una antena?

—¡Sí! Es como un pozo. Cuando queremos reunir agua de los ríos subterráneos, creamos pozos para encausar el agua y que esta se eleve hasta una altura que podamos sacarla cuanto queramos —explicó Rita.

—Hmmm... creo que vi un pedazo de metal cerca de aquí.

—¿No entendiste? Esto es como un pozo. Haces un pozo para reunir agua de un lugar concreto. Si lo haces aquí, no escucharás nada. Sin embargo... —señaló Rita a un cerro enorme.

—¡Ah, no! No subiré hasta allá —refutó Archie.

Wham llegó luego de hacer la compra. Escuchó la idea de Rita y aceptó.

—Si eso funciona, ya no tendremos que bajar de esa montaña, ¿verdad? —dijo viendo a Archie.

Esta se cruzó de brazos y puso una expresión de cansancio.

—Peeeero como dije, esto es como un pozo. Esa cosa llamada antena debe ser hueca para poder reunir el agua suficiente y poder usarla a nuestro favor.

—Si es así, solo podremos escuchar el sonido, mas no el video. Eso ya es algo —dijo Wham luego de analizar la idea de Rita.

Con la ayuda de una llama del lugar que cargó el pesado videófono, subieron la elevada montaña hasta llegar a la cima donde el frío era severo y el aire escaso.

Wham había aplanado una plancha de metal y enrolló una parte para hacer la antena. Dicha antena tenía una altura de diez metros.

—Que funcione, que funcione —decía Wham, conectando los cables dentro del videófono.

La antena se movía por la fuerza del aire. Cuando estuvo por caerse, la ruda y fuerte mano de Rita lo detuvo y volvió a enderezarlo.

—¡Enciéndelo!

Wham mantuvo la calma y terminó de conectar la antena al videófono. Las luces rojas se encendieron, pero por lo menos que una cambie de color amarillo era suficiente para establecer conexión con un videófono cercano.

—¡Vamos! ¡Debe funcionar!

Archie ayudó a Rita a mantener firme la antena pues el viento soplaba con mayor brutalidad.

La espera se hizo eterna. Wham solo veía ambos focos destellar un tono rojo hasta que uno cambió a amarillo. Rápidamente, tomó la bocina y apretó el botón para mantener la conexión.

—¡Soy George Wham! ¡Necesito apoyo! ¡Necesito apoyo! ¡Todo mi equipo fue aniquilado! ¡Tengo la pista de una reliquia de la Atlántida! ¡Vengan por nosotros! ¡Escaneen mi ubicación, pero rápido!

Escuchó un poco de estática y luego una voz conocida.

—¡Hey, Wham! Pensé que habías muerto ja, ja, ja.

Aquella voz familiar hizo que sus nervios se calmen y la tranquilidad vuelva a su corazón.

—Eres un idiota, JoJo.

Surfin Bird regresó al dirigible luego de vigilar el área para alertar de la llegada de la Fundación o cualquier otro enemigo que venga.

Habían decidido sobrevolar el Titicaca para que quien sea que venga a atacarlos, fuera visto volando.

Blades apreciaba aquella pieza de metal, tratando de descifrar la forma de romper el penúltimo sello.

Eran las cuatro y media de la tarde cuando su castillo de naipes comenzó a caer.

Mientras Blades analizaba la pieza en el interior del dirigible, su esposa Olga tomaba un delicioso té en el lobby. Estaba sentada cómodamente en aquel sofá que acostumbraba usar para dormir. Era de piel de un oso que ella misma cazó, por eso lo apreciaba tanto.

El sorbo que estaba en su boca se mantuvo ahí, ya que escuchó unos golpes en la puerta principal del dirigible.

Podría ser un vendedor o alguien que quería una tacita de azúcar, pero eso era imposible a más de 300 metros de altura.

Olga llevó su mano a un plátano que estaba sobre la mesa y apuntó a la puerta, disparando un proyectil con la fruta.

El agujero que se creó en la puerta solo dejó ver el cielo con nubes, pero nada más.

Surfin Bird, revisa qué está afuera.

Pero Griffin estaba durmiendo luego de pasar toda la mañana vigilando.

Sin más rodeos, ella misma se acercó a la puerta y la abrió, revisando de que no hubiera nada. Tal vez había sido un ave tonta que chocó por no ver al frente o quizá fue algo más.

Luego de asegurarse de que no fuera nada peligroso, cerró la puerta y regresó a su sofá. Pero antes de dar un paso, la puerta estalló, lanzándola hasta el otro extremo del lobby.

Una jaula se deslizó en el suelo hasta llegar a su ubicación. Por poco la aplasta, pero ella giró evitando quedar como una moneda.

Apuntó a la puerta, pero el humo no le dejaba ver de quién se trataba.

Escuchó unos pasos y disparó todo lo que podía con el plátano hasta que este se derritió.

El humo se disipó, dejando ver la imponente figura de un hombre rubio.

—Gracias por la bienvenida, mamá —dijo Eminem—. Es el saludo más cálido y afectuoso que he recibido de ti en toda mi vida.

Próximo capítulo: The Chain - Parte 2

1. The Chain: el título hace referencia a la canción del mismo nombre interpretado por la banda británica Fleetwood Mac.

https://youtu.be/7-sdTVW1rM8

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top