Lamento Boliviano

NOTICIAS DE ÚLTIMO MINUTO

La carrera Andes Speed Run ha tenido un considerable recorte para su trayecto final. Luego de lo acontecido hace dos días en la línea de meta en la ciudad de Puno, la familia Joestar ha decidido acortar el tramo de la carrera para que finalice en la ciudad de La Paz en Bolivia. Esto debido a que el anfitrión principal de Andes Speed Run, Ruben Blades, perdió contacto con la familia Joestar. Una de las representantes de la gran familia Joestar, la señora Joselyne Joestar, fue la que comunicó esta decisión a la prensa global. No solo ha sido por el incidente de Puno, sino también por más noticias y rumores acerca de eventos sobrenaturales en las ciudades y pueblos por donde pasaba la carrera. Una comitiva esta dirigiéndose hacia La Paz para premiar al ganador de la carrera y dar por terminada esta escalofriante carrera a través de los Andes.

Las gotas de agua que humedecieron sus labios, le dieron fuerza a sus párpados para poder abrirlos y ver un pequeño destello de luz. Pero luego estos destellos se multiplicaron. El brillo colmaba los ojos de Joe por lo que cerraba sus párpados nuevamente.

¿Horas? ¿Días? ¿Semanas? No sabía a ciencia cierta la fecha ni dónde estaba, pero de lo que estaba seguro es que no ganaría la carrera ni se llevaría el premio.

Ese pensamiento nubló su mente y comenzó a soltar lágrimas de sus ojos hasta quedarse dormido.

Así como el cielo de verano, su mente se encontraba despejada. Cualquier estímulo externo era ignorado por su mente. Era él y la soledad eterna. O eso creía hasta que un cubetazo de agua fría hizo que sobresalte de la camilla.

—¡Mierda! —exclamó Joe, cubriéndose el cuerpo con sus manos al descubrir que estaba desnudo. No paraba de temblar pues al igual que el agua, el viento estaba frío.

Se encontraba en la terraza de una construcción de piedras, con un techo hecho de paja de tal manera que se veía tan compacto como un piso de concreto o de roble.

—¿D-D-Dónde estoy?

Fue lo primero que preguntó a la persona que estaba a su lado, pero luego reaccionó al ver a ese hombre alto con un traje colorido lleno de espejos. Su rostro parecía una máscara demoniaca con un enorme sombrero. En sus manos llevaba lo que parecían ser cuchillos tan filosos que brillaban por sí solos.

Joe estaba por manifestar a su stand, pero el hombre enmascarado hizo una señal para que se calme. Lentamente se sacó la máscara, mostrando su rostro.

Se trataba de un adolescente con rasgos duros, una nariz maciza y su piel era como el cobre.

—Ya era hora de que despertaras, muchacho.

—¿Muchacho, yo? Pero...

El chico hizo girar sus cuchillos dorados hasta colocarlos cerca del cuello de Joe formando una especie de tijera gigante.

—No abuses de la hospitalidad del caporal mayor. Si veo que tienes malas intenciones, ataremos tu cuerpo en un mástil en medio del campo y te prenderemos fuego, ¿haz entendido?

A pesar de que Joe podía derrotarlo fácilmente, optó por asentir. Quería evitar lastimar a más personas.

—Mi nombre es Tupay, el caporal mayor de estas tierras —dijo guardando la tijera en su bolsillo.

—G-Gracias por salvarme, p-p-p-pero ahora me muero de f-f-f-frío.

Tupay hizo una señal con la mirada y otro hombre vestido igual que él solo que sin espejos, se acercó y cubrió el cuerpo de Joe con una manta gruesa y pesada.

—Estabas a punto de morir en medio de los cerros, felizmente te encontré cuando venía de paso luego de comprar comida para mi pueblo —dijo haciendo girar las dos mitades de las tijeras.

Joe estaba hipnotizado o simplemente quería dejar de pensar en sus problemas.

Se encontraban frente a una chimenea improvisada dentro de aquella construcción de piedras.

—¿Había alguien más conmigo? —preguntó afligido.

—No exactamente —dijo fríamente—. Estabas acostado sobre lo que parecía ser una tumba.

Joe asintió y cubrió su rostro entre sus rodillas.

—¿No mataste a nadie, verdad? —acercó las tijeras a Joe de forma amenazante.

—No, no. Para nada. Era un amigo que murió en medio del camino. Creo que todos mis amigos están muertos —respondió Joe.

Tupay sintió sinceridad en su voz por lo que guardó las tijeras dentro de su traje.

—He conocido a hombres malos y hombres buenos, todos trataban de esconder algo, pero tu sinceridad a sido tan fuerte que he podido verte como si fueras una lámina de hielo del grosor de un hilo.

Se sacó el enorme sombrero dorado y lo dejó a un lado.

—Como caporal de estas tierras, debo proteger a mi gente de gente con malas intenciones, pero también debo ayudarlos. Tu no eres de por aquí, pero te ayudaré a buscar una solución a tus penas.

Joe no entendía nada de lo que decía.

Antes que pueda hablar, la cortina de la entrada fue abierta, dando paso a un hombre con traje dorado.

—Caporal, caporal. ¡Es urgente su presencia!

Tupay asintió.

Joe se puso de pie.

—¿Puedo ir contigo? Te aseguro que seré de ayuda.

—Entonces, ven conmigo.

Ambos descendieron por una pendiente llena de césped amarillo hasta llegar a unas vallas donde estaban varios caballos.

—¡¿Treasure?! —exclamó Joe, abrazando a su caballo.

Reconoció a los otros caballos que estaban detrás: Runaway Baby, Frijolero, Wovoka y Último Beso.

—¡Me alegra saber que están vivos! —exclamó llorando de alegría.

—Estaban deambulando por los cerros... al igual que tu. ¿Acaso son tuyos? —señaló Tupay.

—Solo uno. El resto le pertenece a mis amigos.

Tupay frunció los labios.

El otro caporal vino con otros caporales que cargaban una camilla y sobre esta se encontraba un hombre de unos cincuenta años que tosía fuertemente.

—Dice que vio al demonio volador por su pueblo. ¡Ya está en Bolivia!

Tupay apretó su puño con enojo.

Joe atendió las palabras del caporal, surgiéndole una enorme curiosidad.

—¿Qué pasa Tupay? ¿Hay un demonio volador cerca?

Tupay quedó en silencio. Se acercó al anciano y sacó unas hojas verdes de su bolsillo, metiéndolo en la boca del viejo.

—Mastícalo, anciano. Te dará fuerzas para decirme lo que viste.

La boca del viejo se abría y cerraba, moliendo con los dientes las hojas verdes que estaba sobre su lengua. De un momento a otro, la tos se desvaneció y tuvo un mejor semblante, además que la palidez de su cara se había desaparecido, cambiando a un color más rosado.

—Gracias, señor Caporal.

—Ahora dime lo que viste. ¿Hacia dónde se fue ese demonio? —dijo de forma calmada.

—Se fue hacia el sur, señor caporal. Estaba en la cantina y apareció con una caja. Dentro de esta había un ser monstruoso y luego comenzó a desmayar a la gente. Sus enormes alas tenían picos y con eso pinchaba a los otros, quitándoles el alma.

—Ya veo —suspiró Tupay—. Coincide con los otros informes.

Joe quiso preguntar pero vio a Tupay tan concentrado que decidió posponerlo.

—Caporales, lleven al anciano al sagrado recinto y cúrenlo —ordenó Tupay.

—¡Sí, caporal mayor! —exclamaron los otros caporales.

Luego de que se retiraran, Tupay giró y avanzó con prisa.

—¿Qué sucede, Tupay?

—No te incumbe —respondió fríamente.

—¡Espera! Mis amigos y yo nos hemos enfrentado a una mujer de agua y a un hombre cocodrilo. Un demonio volador no será problema.

—Es un trabajo para un caporal. Vuelve a casa.

—Dime JoJo —dijo Joe—. Gracias a ti sigo con vida al igual que los caballos. Si me explicas, puedo serte de ayuda.

—No confío en las personas que ofrecen ayuda de forma repentina, además, te siento muy difuso. Hablas con sinceridad pero estás inseguro. Eres un manojo de nervios —señaló Tupay.

—Y-Yo... perdí a un amigo y creo que a los demás también. Esto me hará sentirme valorado otra vez.

Tupay hizo una mueca con la boca.

—En mi cultura es habitual preguntar a los ancestros sobre nuestras dudas e inquietudes ya que ellos pueden verlo todo. Hay un lugar en especial que podrá conectarte con el ancestro que necesitas ver.

—¿Ancestro?

—Sí —respondió Tupay—. Si sobrevives del trance, vendrás conmigo. De otro modo, seguirás sumergido en ese mar tenebroso donde estás ahora.

Joe pasó saliva. ¿Vería a su ancestro? ¿No lo había visto antes?

—De acuerdo, ¿a dónde tengo que ir?

Tupay silbó y un caballo color marrón salió de un pequeño cerro hasta llegar a él.

—Sube a tu caballo, iremos al lugar donde el cielo se conecta con la tierra.

Cabalgaron día y medio. Joe evitaba bajar de Treasure pues lo había extrañado mucho.

Al llegar a una llanura donde el viento era salado, Tupay le dio una venda a Joe.

—Cúbrete los ojos y camina de frente.

—¿Eso es todo? ¿Qué pasará?

—Si tu voluntad es fuerte, entrarás al limbo del cielo y la tierra, de otro modo te convertirás en sal.

Tupay recogió un poco de la arena del suelo, pero Joe se dio cuenta que no se trataba de arena sino de sal.

A pesar de la amenaza que representaba ese lugar, vendó sus ojos.

—Abre la boca, Joe Arroyo.

Hizo lo que Tupay dijo. Este puso tres hojas de coca en la boca de Joe.

—Concéntrate en masticar esas hojas de coca —dijo Tupay—. Será importante para la conexión. Estás a punto de entrar al Valle del Lamento Boliviano.

Joe asintió y caminó sin un rumbo fijo. Estaba desorientado, además que las hojas de coca tenían un sabor particular que no había probado antes. Se sentía amargo como el café que tomaba en Barranquilla pero luego se volvía dulce como el té de Ecuador.

Sentía el viento rozar su rostro. El gusto salado lo sentía hasta en la nariz, por lo que evitaba respirar de vez en cuando.

A pesar de llevar masticando la coca por varios minutos, no sentía nada especial.

—¿En qué momento debo quitarme la venda?

No obtuvo respuesta.

Siguió caminando por un tiempo desconocido. El viento seguía rozando su cuerpo, llenando sus fosas nasales de un olor salado como el mar frente a su casa. Sintió algo de nostalgia y los tristes recuerdos de su madre inundaron su mente.

—Perdóname, madre —dijo con pesar—. Te traje amargura a tu vida como al señor Chayanne y los demás. Sino me hubieran conocido, tal vez seguirían vivos. La ruta que está trazada para mí es solo de sufrimiento y penas.

Las lágrimas corrieron por sus mejillas, reuniéndose en su mentón para caer como una gota. El impacto contra el suelo se escuchó como un profundo eco alrededor de Joe.

El viento se había detenido y el aroma salado había desaparecido, hasta el aire que respiraba se sentía distinto.

Se sacó la venda de los ojos, quedándose impactado con lo que veía.

El cielo y la tierra parecían uno solo. Las nubes esponjosas que estaban arriba también estaban en sus pies. Joe quedó maravillado, girando para ver alguna montaña o a Tupay, pero todo lo que veía era el cielo azul y nubes.

—E-Es hermoso...

Durante su recorrido por los Andes había visto paisajes majestuosos, cerros que estaban por encima de las nubes y precipicios tan inclinados que parecían desafiar la gravedad, pero ese lugar tenía una magia de otro mundo.

—No fue fácil, ¿verdad?

Joe escuchó la voz de un hombre. Se escuchaba familiar pero con tono más jovial.

Al voltear, vio a un robusto hombre de cabello azulado viéndolo con admiración.

—¿Usted es...?

—Soy Jonathan Bruford Joestar, gracias a que me invocaste en este lugar, he podido volver a mi forma joven cuando aún podía ver —dijo sonriendo y viendo el cielo—. Extrañaba ver el cielo... realmente lo extrañaba.

—¿Cómo es posible que sea ancestro mío? ¿O también llegó aquí como yo?

—Tal vez seamos un poco distintos, Joe, pero mi sangre corre por tus venas.

—Eso quiere decir que mi padre es un hombre blanco... ¡Un Joestar! —exclamó Joe conmocionado.

—Te he estado acompañando desde tu encuentro con los alemanes —comentó Jonathan—. Antes de morir usé el Hertz para hacer que mi alma siga vibrando en este plano y vigilar a mis descendientes, pero con el pasar de los años esa vibración ha estado disminuyendo, terminándose casi por completo cuando reconstruí tu cuerpo cuando Yoshikage Kira te destruyó.

—¿Usted es el anciano? ¡Ahora tiene sentido!

—Sin embargo, sin tu fuerza de voluntad, no hubieras vuelto a tu formar original y seguirías siendo jugo plasmático para siempre.

Joe pasó saliva.

—Entonces usted sabe quién es mi padre, ¿verdad? —dijo con pocos ánimos.

—Sí, no estaba muy seguro antes, pero ahora sé quién es y solo te diré que está viniendo por ti.

Los ojos de Joe se abrieron como platillos.

—A pesar de sus errores, mi nieto es un hombre noble y espero que haya perdón en tu corazón para él.

Joe cerró los ojos y suspiró.

—No le será fácil. Tendrá que hacer méritos para que le diga "padre".

Jonathan sonrió y puso su mano sobre el hombro de Joe.

—Haz crecido sano y fuerte, Joe. Con el destino en contra, haz llegado a este punto con la cabeza en alto. Eres un auténtico Joestar.

—No lo hubiera logrado sin mis amigos, ahora ellos pagaron con su vida —respondió afligido.

—Ellos están vivos, pero se acercan a un peligro mortal.

—¿Están vivos? —preguntó Joe entusiasmado.

—Tienes que ir a ayudarlos, Joe. Tu gran aventura aún no ha terminado. La gran prueba está más cerca de lo que crees.

Joe estaba confundido. Al poco tiempo, el cabello de Jonathan comenzó a volverse gris y sus ojos desaparecieron.

La piel de su rostro y sus manos se arrugaron al igual que la ropa que llevaba hasta convertirse en el anciano que Joe había conocido.

—¿A-Abuelo?

Jonathan carraspeó la garganta y siguió apoyado en Joe.

—Las pérdidas son parte de nuestro camino, Joe. Es parte de la vida y de la travesía de nuestras vidas. Sin embargo, lo que queda en nosotros es lo que hemos aprendido. No solo de nuestros aliados sino también de nuestros enemigos. Ese es lo que debes analizar, querido Joe. Esa será la clave para que puedas salvarlos a todos.

—Aprender... de mis enemigos —recitó Joe.

—Desde este punto ya no podré acompañarte, ni a ninguno de mis descendientes.

Se apartó de Joe y caminó unos segundos para girar.

—Gracias por permitirme ver el cielo una vez más, Joe. Ahora me reencontraré con mi esposa y mis amigos —agitó suavemente su mano mientras sonreía y se alejó tan lento como una tortuga, pero su figura se hacía cada vez más pequeña hasta desaparecer por completo.

Joe soltó un suspiro hondo y se sentó sobre el suelo. Notó que el suelo era blanco y no tenía ningún parecido con el cielo que estaba encima.

El trance había terminado.

Los pasos de dos caballos se acercaban a Joe. Este se dio cuenta que se trataba de Tupay.

—¿Encontraste la respuesta, Joe Arroyo?

Joe se puso de pie con la mirada seria y una sonrisa confiada.

—Por supuesto que sí. Lo he visto todo.

Tupay asintió y se puso la máscara de demonio.

—Ten —le lanzó una bufanda—. Estaba sucia cuando te encontramos, pero la lave con el agua del nevado y está como nueva.

Joe la tomó y se la colocó alrededor de su cuello, lanzando un extremo con fuerza para terminar de envolverlo.

—Vayamos por los caballos.

Próximo capítulo: The Chain - Parte 1

1. Lamento boliviano: el nombre del valle es una referencia a la canción Lamento Boliviano de la banda argentina Enanitos Verdes.

https://youtu.be/oZQhKgvUyYE

2. Tupay: hace referencia a la agrupación musical folclórica de Bolivia formada en 1996 en Cochabamba por Edwin Castellanos y Fernando Torrico.

3. Caporal: el término hace referencia al encargado del ganado, como también a la danza folclórica proveniente del altiplano peruano-boliviano, además, hace referencia a la canción Soy Caporal interpretado por el grupo Tupay.

https://youtu.be/KY0_vMk2BX0

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