Hertz
—Este parece un buen lugar —indicó Chayanne, bajándose de su caballo.
Joe hizo lo mismo. Descargó su alforja y comió un pedazo de pan. Estaba exhausto pero complacido por el resultado. Había valido la pena, aunque todo fue gracias a la tenacidad de Treasure al cual premió con una jugosa manzana.
—Buen chico —dijo acariciando el cuello del caballo. Este relinchó en forma de agradecimiento.
—Vale, Joe Arroyo. Acércate a mí —Chayanne estaba parado firmemente sobre el suelo. Joe se acercó tímidamente y luego irguió la espalda.
—Lo que harás en estos momentos es de vital importancia, niño.
—¡Sí!
—Si lo haces mal, habrán consecuencias...
—¡De acuerdo!
—...como la muerte.
—Espera, ¿q...?
Joe no pudo terminar de hablar pues todo el aire de sus pulmones salió expulsado cuando Chayanne golpeó fuertemente el vientre de Joe con su dedo meñique.
—¡Respira, niño! ¡No te detengas!
La primera reacción de Joe fue respirar. Mientras lo hacía, sentía que faltaba mucho para llenar sus pulmones a pesar de que tenía la sensación de dejar de tomar aire.
—¡No pares de respirar! ¡Si te detienes, te dará un paro cardio respiratorio y morirás al instante!
Joe no tuvo otra elección más que seguir respirando. Su pecho estaba hinchado pero aún así sentía que tenía los pulmones vacío. Su rostro colorado de púrpura y sus labios apretados entre sí daban cuenta del monumental esfuerzo que hacía por primera vez.
Su nariz dejó de inhalar cuando llegó al límite. Joe parecía una olla a presión a punto de estallar.
—¡Mantenlo diez segundos y luego exhala cuidadosamente! Si expulsas todo el aire de golpe, tus vasos y alveolos pulmonares estallarán y morirás ahogado en tu propia sangre.
La advertencia no atemorizó a Joe, sorprendentemente. Esto solo hizo que se contuviera y permanezca en ese estado, aunque por dentro sentía que estaba por reventar sus pulmones.
—Uno, dos, tres, cuatro... —contó Chayanne.
Seguía aguantando con firmeza. Las venas de su cuello se empezaban a notar pero Joe seguía soportando. Recordó la vez en que un ventarrón se llevó un barco de papel e imaginó que ahora llevaba el ventarrón dentro de su pecho y no lo soltaría por nada del mundo.
—...cinco, seis, siete, ocho...
Su boca estaba lista para soltar el aire. Su cabeza daba vueltas pero sus piernas estaban separadas como las de Chayanne, evitando caer rápidamente.
—Nueve... ¡Diez! Expúlsalo cuidadosamente.
Sus labios temblaban al querer expulsar el aire. Puso ambas manos en sus mejillas, evitando que su boca se abra de par en par. El aire comenzó a salir despacio, la lentitud del proceso irritaba a Joe que sentía comezón en su tráquea.
Luego de dos minutos, Joe había expulsado todo el aire de sus pulmones.
—Ahora puedes respirar normalmente.
—Al fin... Ahhh.
Se tiró al suelo con algunos espasmos en su pecho. Tenía mareos y veía al mundo girar a su alrededor. Cerró los ojos, pero un chorro de agua lo despertó.
—¡Ah!
—Ya dormiste suficiente, niño. Levántate.
—¿Q-Que fue eso? ¡Casi muero!
—Lo que pasó es que finalmente tus pulmones tendrán una capacidad sobrehumana.
—N-No lo entiendo —dijo Joe poniéndose de pie.
—El Hertz solo se domina con la respiración, pero esta debe ser sobrehumana. ¡Usarás el doble de oxígeno que tus pulmones aguantan!
—¿C-Cómo es que ocurre e-eso?
—Normalmente las personas apenas usan el 40% de la capacidad pulmonar y eso les basta para poder vivir. Pero si quieres ser un usuario del Hertz, tus pulmones deben almacenar el doble. ¡Es como si tuvieras cuatro pulmones!
—¡E-Eso es una barbaridad!
—Lo que hice fue desbloquear tus pulmones. Imagina que tus pulmones son como una gran mansión la cual tiene cien habitaciones y tan solo 40 de estas estaban abiertas mientras que el resto tenían cerrojo. Al golpear tu diafragma, hice que todas las puertas se abran y para que esa condición se mantenga, solo tenías que inhalar y exhalar lentamente al principio. Ese ritmo brusco pudo haberte matado, pero felizmente estás vivo.
Joe no podía creerlo. En menos de una semana había sobrevivido a más peligros que en todo lo que llevaba viviendo.
—¡Oh, dios mío! P-Pude morir —exclamó Joe llevando sus manos a sus mejillas y haciendo una mueca de espanto.
—¡Ay, ya! No seas tan dramático, niño. Yo también pasé por lo mismo. Mi maestro también me golpeó con su meñique en todo mi vientre y lo sorprendente es que él no podía ver...
—¡G-Gracias Dios! —Joe seguía llorando de felicidad por haber sobrevivido.
—Deja el drama, niño. Ahora escúchame con atención.
Joe se limpió las lágrimas y dio toda su atención a Chayanne.
—Controlar el Hertz tomará su tiempo. Debes controlar tu respiración y tu ritmo cardiaco. Esto es porque el principio del Hertz parte del Hamon...
—¿Qué es el Hamon? Suena a comida —intervino Joe.
—¡Ja, ja, ja! También dije lo mismo. ¡Venga esos cinco!
Ambos golpearon las palmas de sus manos a la vez.
—El Hamon es un arte marcial muy antiguo. Con el control de la respiración puedes crear energía parecida a la del sol. Y como lo dice su nombre, esta energía se transmite a través de ondas al igual que el Hertz.
—¿Cómo que o-ondas? ¿No son di-di-discos los que sa-sa-saca de sus manos?
—Hasta a mí me sorprendió lo que dijiste aquella vez. Tal parece que los que no son usuarios del Hertz ven solo simples discos, pero la verdad es que estoy emitiendo pulsaciones constantemente y esas ondas se expanden con una frecuencia que puedo alterar a mi conveniencia. Dependiendo de la energía que produzca con mi respiración, esta puede ser grande o pequeña, potente o débil respectivamente.
—A-Asombroso. Aún así no me queda claro c-c-cómo hizo todas las cosas que hizo.
—Porque ahí está la diferencia del Hamon. El Hertz actúa atómicamente.
—¿A-qué?
—Las ondas Hertz son producidas por pulsaciones. Yo puedo absorber pulsaciones de mi corazón, la cual es el único órgano autónomo que produce vibraciones. Como la respiración tiene estrecha relación con la circulación de la sangre, esto me permite absorber las pulsaciones del corazón y llevarlas hasta la yema de mis dedos. En otras palabras, tengo el efecto de los latidos del corazón en mis dedos.
—¡I-Increíble! P-Pero eso no expli...
—Paciencia, niño. El Hertz puede actuar de maravillosas maneras. En serio, muy maravillosas —Chayanne se acomodó el sombrero mientras que la sombra del dirigible los cubría momentáneamente.
—¿Q-Q-Qué tan maravilloso es?
—¿Recuerdas el disparo en los humedales? Gracias a la suerte que tuve de dar en el blanco, lancé una onda Hertz a la bala, haciendo que los átomos se separen disminuyendo su densidad, lo que hizo que perdiera velocidad. Aunque no tanta ya que igual me alcanzó, pero ya que disminuí su densidad, el metal del que estaba hecho perdió su consistencia y pasó a tener la misma que la de una pequeña piedra, aunque a esa velocidad pudo traspasar mi brazo, felizmente no pasó nada grave, aún así el brazo de dolió por varias horas. ¡De recordarlo me duele otra vez!
—¡P-Pudo haber muerto, señor Chayanne!
—¡Ja! La vida es un riesgo, niño. A veces hay que ser intrépido para conseguir nuestros objetivos.
Esas eran las palabras que Joe necesitaba oír. Desde muy pequeño le tenía miedo a las cosas, pero sentía que con Chayanne podía superar sus temores.
—Eso no e-e-explica lo que pasó en la m-m-montaña.
—Fácil —dijo Chayanne con una sonrisa abrumadora—, como el Hertz es una onda de vibración, lo lancé al suelo haciendo que las moléculas de agua se comiencen a moverse, esto hizo que se evapore en cuestión de segundos y secando la tierra húmeda hasta volverla tan seca como si fuera un desierto.
—¡E-En serio es maravillos-s-o!
—Bueno, es hora de seguir con nuestro viaje.
—E-E-Entonces... —intervino Joe—, ¿usó el Hertz para ver a Dolton con los ojos cerrados?
—Sí. Lo dedujiste rápido —felicitó Chayanne subiéndose a Runaway Baby—. Expulsé el Hertz a través de mi cuerpo y se expandió por lo menos unos cinco metros. Pude ver todo lo que había alrededor, incluso a ese idiota. Leí sus movimientos y bloqueé su ataque.
—¡Usted es b-b-bastante asombroso! —exclamó Joe.
Chayanne se conmovió por el inocente asombro de Joe. Por un momento, volvió a ver a su hijo en Joe, recordando su asombro cuando le mostró un truco de magia.
—¿S-Señor Chayanne? ¿Se encuentra bien, s-s-señor Chayanne?
—Ah... sí. Todo bien. Súbete a tu caballo.
En un instante, Joe estaba sobre Treasure, al lado de Chayanne.
—¿C-C-Cuál será el primer ejercicio? ¿Expulsaré d-discos de mis dedos? ¿M-Me golpeará en el estómago o-otra vez?
—No —respondió fríamente—. A partir de hoy debes hacer dos cosas sencillas...
—¡¿Cuales?!
—Inhalar y exhalar.
—¿Q-Qué?
—Sí, eso es lo que harás. Empieza de una vez, niño. ¿Recuerdas la mansión de cien puertas? Pues si no inhalas y exhalas, esas puertas volverán a cerrarse y eso te provocará un dolor tan intenso que tú mismo querrás reventar tus pulmones.
—P-Pero...
—Mira, niño. La vida no es fácil. El Hertz no se puede regalar así que si quieres llevarte la victoria, debes aprenderlo.
—Y-Yo no deseo la victoria, solo quiero el d-dinero.
—Ah... Jovenzuelo avaricioso. Seguramente irás de viaje con tus novias, ¿eh?
—N-No, señor Chayanne —respondió acongojado—. No he tenido novia. La verdad es que necesito el dinero para salvar a mi madre.
La sonrisa de Chayanne se desvaneció y una expresión de desconcierto apareció en su rostro.
—¿Se encuentra mal?
—Por ahora no, pero el tratamiento para mantenerla con vida es muy costoso. Tuvimos que endeudarnos para poder salvarla cuando cayó enferma, aunque está bien, los doctores dijeron que no sobrevivirá si no recibe el tratamiento y eso es demasiado caro —las lágrimas de Joe comenzaron a correr por sus mejillas, trató de evitar que salgan pero era imposible—. Tengo miedo de perderla. No quiero perderla. Por eso entré a la carrera. Aunque los cien millones de dólares suena algo excesivo, con un millón basta para mí. Si gano la carrera, le daré los 99 millones restantes. Es todo suyo. Con un millón me basta para el tratamiento y para vivir cómodamente por varios años.
Chayanne estaba enmudecido al escuchar a Joe. Puso su mano sobre el hombro del muchacho y lo miró a sus ojos azules que parecían el cielo despejado.
—Olvida ese millón, niño. Si uno de los dos llega a ganar, nos repartiremos el premio en mitades iguales. Así que tú te irás a casa con 50 millones en el bolsillo y yo con el resto.
—P-Pero es d-d-demasiado.
—No lo creo. Nos espera un largo camino. Estoy seguro que tú me ayudarás tal como yo lo hice, así que el esfuerzo tiene que ser recompensado, ¿no es así?
—C-Claro que sí.
—Ahora cambia esa cara, JoJo. No muestres tu debilidad ante tus oponentes, eso solo hará que quieran pisarte como un insecto.
—S-Sí, señor Chayanne —respondió Joe secándose el rostro con un pañuelo.
Chayanne sujetó las riendas de su caballo y dio la señal de avance, Joe hizo lo mismo y ambos siguieron su viaje hacia el sur.
La primera lección no fue como lo esperaba a Joe pero estaba decidido a inhalar y exhalar como nunca antes, solo para llegar hasta Santiago de Chile y llevarse el premio a casa.
Próximo capítulo: Pedro Juan Gabriel Vicente se presenta
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