En las montañas de la locura - Parte 2
—¡Santa cachucha! ¿Qué fue eso? —exclamó Juan Gabriel luego de brincar por el fuego.
—Solo... algo que debemos respetar —dijo Redbone. Se agachó y prendió el fuego con un par de palos que cogió.
—P-Parece q-q-que fue algo se-se-serio.
—Lo fue.
Luego de prender la fogata, volvieron a sentarse, pero esta vez para calentar sus manos.
—Ehmmm... aún no tengo sueño —dijo Juan Gabriel—. ¿Qué tal si cuentan la razón de entrar a la carrera? La mía es para ser rico, comprar haciendas y tener muchas mujeres comiendo de mi mano. No importa si son chaparras, gordas, flacas, güeras, morenas o amarillas, cualquiera es bienvenida.
—Qué mocoso para más calenturiento —mencionó Chayanne riéndose.
—Ajá, pero es un buen objetivo. Además, ya me entró la curiosidad por ver a esa pelirroja del bar que me contaron que les armó pleito hace días.
—Mala elección, niño. JoJo ya le echó ojitos —indicó Chayanne, a lo que Joe se sonrojó, notándose pese a la escasa luz.
—Yo estoy en la carrera por mis tierras —intervino Redbone—. Los hombres blancos se están apoderando de las tierras que fueron cedidas a mi pueblo hace mucho tiempo. Con el premio de la carrera, podré comprar las tierras robadas y mi pueblo volverá a tener más espacios para desarrollarse.
—Agg, esos gringos molestando a todos —mencionó Juan Gabriel. Vio a Dolton el cual se limpiaba las encías con un mondadientes.
—¿Mi turno? Pues yo solo quiero el dinero. Ustedes me prometieron que el premio sería repartido así que les creo, aunque si no cumplen su promesa, los molestaré cuando vayan al baño o mientras duermen —Dolton dijo las últimas palabras en un tono siniestro.
—¿Y tú, JooJoo? —preguntó Juan Gabriel, picando a Joe con el codo.
—P-P-Pues... mi madre está enferma y ne-ne-necesito dinero para medicamentos y para pagar algunas deudas con el banco. S-Solo eso.
—Es una noble cruzada, Joe Arroyo —Redbone se tocó el pecho en señal de respeto.
—Su me-me-meta también lo es, señor Redbone —Joe hizo lo mismo.
—¡Oohh sí! Ahora es turno de Chaya...
Cuando Juan Gabriel volteó a ver a Chayanne, este lanzó tierra al fuego para apagarlo.
—Ya es hora de dormir. Que descansen —giró hacia a un lado y se acostó.
—Tienes razón.
—Mucho, mucho sueño.
—S-Sí.
Entre bostezos se fueron a dormir, mientras que Juan Gabriel estaba estático en su asiento, sin haber reaccionado a lo rápido que fue.
Un par de días después, descansaron cerca de un arroyo. Joe entró al agua y comenzó a bañarse. Aunque casi se ahoga ya que Juan Gabriel saltó sobre él, haciendo que el agua se desborde con las olas creadas por el impacto.
—¡Bombaaazooooo!
Aprovecharon el calor del sol para secar su ropa y se vistieron con prendas más ligeras. Una playera de mangas cortas y un pantaloncillo que les cubría hasta las rodillas.
Chayanne descansaba pacientemente, con una manzana en la mano la cual hacia brincar.
—Prepárate, Joe.
—¿P-Para qué?
Como una estrella fugaz, la manzana de Chayanne se dirigió hacia Joe. Por poco se le iba de las manos debido a la velocidad. Cuando escuchó los galopes de un caballo acercándose, supo de qué se trataba.
—¡Ja, ja, ja! El caballo lo está siguiendo —señaló Juan Gabriel.
Runaway Baby corrió hacia Joe con muchas ansias de devorar la manzana. Joe tomó aire y comenzó a correr para alejarse del caballo, pero tropezó a medio camino y la manzana rodó un par de metros.
Chayanne y Juan Gabriel se golpearon sus frentes con una palmada.
—L-Lo siento, se-señor Chayanne —dijo avergonzado.
Chayanne bajó de la vaya donde estaba sentado y se acercó a Joe. Acarició a su caballo para luego dirigirse a Joe.
—Estoy seguro que lo lograrás, solo debes esforzarte, JoJo.
—S-Sí, señor Chayanne.
—Una vez que domines el Hertz, también podrás dominar el Hamon.
—¿Jamón? ¿Hablan de comida? —intervino Juan Gabriel.
—No, no es comida —respondió Chayanne—. Si dominan ambas técnicas, pueden usarlas para crear un rayo con la misma potencia que los truenos.
—¡Woooow! —exclamaron ambos muchachos.
—Sí, wow. Pero es demasiado mortal ya que implica absorber todas las pulsaciones que crean tus órganos del cuerpo al funcionar, lo que resultaría en una muerte inmediata. ¡Kaboom!
Joe y Juan Gabriel se sobresaltaron pues el tono que usó Chayanne se notaba que era un tema muy serio.
—«El se-se-señor Chayanne es increíble» —pensó Joe—. Es una pe-pe-persona increíble, se-se-señor Chayanne.
Los ojos de Chayanne brillaron por un momento hasta que este giró para acomodarse el sombrero.
—Gracias por el cumplido, Joe —agradeció seriamente.
—Sí, bueno. Como digan. Yo iré al baño —agarró una pequeña pala y un trozo de papel—. Con su permiso.
Una vez que se fue Juan Gabriel, Chayanne agarró a Joe de los hombros y lo giró, colocándole boca abajo.
—¡Pon fuerza en tus manos y respira, JoJo! ¡La presión atmosférica es menor en las alturas, eso afecta a la respiración!
—A-Aaaaahhh
Joe se mordía los labios al aguantar su propio peso sobre sus manos. Aunque sentía las manos de Chayanne en sus rodillas, sabía que no lo estaba sujetando.
—Inhala y exhala, JoJo. Inhala y exhala.
Joe hizo el ejercicio de respiración, pero rápidamente vino un mareo que lo hizo caer sobre su espalda.
—Ja, ja, ja, ja.
—¿P-Por qué s-s-se ríe, se-se-señor Chayanne?
—Me recuerdas a mí cuando estaba aprendiendo el Hertz. Aunque mi maestro tenía los ojos vendados, sabía esquivar los golpes y devolverlos con fuerza. A pesar que era un anciano, se notaba que en su juventud fue alguien muy robusto.
—Lo que dice suena p-p-poco creíble, pero con todo lo que ha pa-pa-pasado, creo que cu-cu-cualquier cosa es posible.
—Está bien que pienses así, JoJo. Este mundo es impredecible, si eres consciente de ello, sabrás como vivir.
Chayanne ofreció su mano y Joe la tomó para ser levantado y puesto de pie.
—¿Sabes pelear?
—N-No, nun-nunca he pe-pe-peleado —respondió Joe nervioso.
—Ponte en guardia entonces —Chayanne levantó los puños, a lo que Joe lo imitó pero sin el mismo aplomo.
Encima de un peñasco, Redbone vigilaba el área, tratando de prevenir un ataque sorpresivo de Rasputín. Dolton dormía la siesta al lado de su caballo y Juan Gabriel subía la montaña tratando de conseguir un lugar privado para hacer sus necesidades.
Llegó hasta una planicie llena de rocas redondas enormes, giró hacia atrás y vio a Chayanne y Joe lanzando puños.
—«Todavía pueden verme. No queda de otra que hacerlo detrás»
Rodeó la enorme roca que tenía por delante. Caminó por el lado izquierdo hasta que notó que no se veía a nadie más.
—¡Ahora sí!
Cavó con la pala hasta que hizo un hoyo de 30 centímetros. Cuando estaba por bajar sus pantalones, sintió una sensación extraña. Fue ahí que notó algo en el suelo.
—¡Qué carajos! Uno, dos, tres...
El suelo tenía un patrón de rayas blancas que se separaban por 5 centímetros entre ellas. La tierra era marrón y las rayas le daban una apariencia atigrada.
Mientras que Juan Gabriel contaba las rayas, una sombra pasó fugazmente, levantando el polvo.
—¿Eh? ¡Aaahhh!
A lo lejos, en el horizonte, Juan Gabriel vio cientos de montañas, pero no eran cualquier tipo de montañas. Estas brillaban como el oro, brillaban tanto que iluminaban el lugar donde Juan Gabriel estaba.
—¡Es... hermoso!
Estaba tan impresionado por el brillo que no se dio cuenta que el suelo se movía. De movimiento lento, el suelo pasó a moverse rápido, haciendo que Juan Gabriel se caiga y se arrastrado por el suelo que parecía una alfombra siendo jalada por algo invisible. Unos metros más allá, Juan Gabriel vio que el suelo se movía hacia el abismo.
—¡Café Tacuba!
El stand apareció y estiró sus brazos para sostenerse de la roca. Juan Gabriel se sostuvo de las piernas de su stand y fue impulsado hasta llegar a la enorme piedra.
Volvió al suelo y corrió lo más rápido posible, dirigiéndose por el lado derecho de la roca, sin embargo, lo que encontró fue la misma vista del horizonte lleno de montañas doradas y el suelo arrastrándolo hacia el abismo.
—¡Aaaahhh! ¡Ayudaaaa!
Llamó a los demás pero nadie vino ayudarlo. Se agarró de la roca con ayuda de su stand, pero el paso de una sombra gigante alada provocó una ráfaga de aire que lo hizo caer al suelo. Se puso de pie y corrió, pero el suelo se arrastraba tan rápido que Juan Gabriel parecía moverse en el mismo lugar.
Café Tacuba lo agarró de los hombros y volvieron por el mismo camino, sin embargo, la situación era la misma. El suelo seguía arrastrándolo hacia el abismo.
—«¡¿Qué sucede aquí?! ¿Dónde está el camino hacia abajo? En ambos lados de esta roca esta ese abismo. Aunque...»
Juan Gabriel vio hacia el lado por donde había rodeado a la roca al principio e hizo el esfuerzo junto a su stand de volver. Activó la habilidad de Café Tacuba en sus brazos para columpiarse en la roca hasta lograr rodearla y llegar a la planicie de rocas.
—¡Ahí están! —exclamó y suspiró aliviado al ver a Chayanne y Juan Gabriel lanzando golpes al azar.
—Ya no volveré por aquí, roca mala.
Golpeó a la roca con su stand, pero no le hizo ningún daño. Buscó otro sitio e hizo lo que tenía que hacer.
—¡Gente de todo el mundo! ¡Nos encontramos en la ciudad de Pasto donde se encuentra el segundo y último banderín de este tercer tramo que termina en la ciudad de Quito en Ecuador! Ya que las condiciones actuales evitan una perfecta visibilización debido a la espesa neblina, hemos puesto faroles en todas las calles de la ciudad para que los corredores se guíen y puedan evitar accidentes! ¡Será muy emocionante saber quién será el que coja el banderín en medio de la niebla!
El eco de la voz del presentador resonaba entre las montañas que rodeaban a la ciudad. No había rastro alguno de la gente de la ciudad, algo que Oliver Jiménez notó.
—¿Y dónde está el público? No hay nadie que aclame mi nombre cuando consiga el banderín. ¡Oye, tú!
Regañó a un hombre con sombrero que sostenía un farol y una canasta.
—¿Dónde están los demás? ¡Esta es una carrera! ¡Debe haber público!
El hombre sonrió, mostrando sus podridos dientes y un oxidado diente de metal.
—Yo que tú, parce, me voy de aquí. La gente de la ciudad sabe que la Madre de Agua provoca esta neblina para llevarse bebés y ebrios.
—¿Madre de Agua?
El hombro escupió un cúmulo de saliva marrón y tronó su nariz chueca para seguir hablando con Oliver.
—Vete de aquí, parcero. Esta neblina huele a muerte y desolación, solamente. Dios los bendiga —dicho lo último, desapareció en medio de la espesa niebla.
Pero la mayoría de los corredores desconocían estas creencias y seguían cabalgando a toda velocidad. Varios de ellos resbalaron por las lomas y peñascos, algunos hasta quedaron en coma sin poder ser salvados.
Respecto a Joe y sus acompañantes, Chayanne usaba el Hertz para localizarse en el terreno. Iban cautelosamente en el desfiladero que llevaba hasta una vía directa al centro de Pasto.
—S-Señor Chayanne, ¿n-n-no cree que Ra-Ra-Rasputín ataque en un momento así?
—Claro que lo creo, Joe —exhaló vapor de su boca, al igual que Juan Gabriel, Redbone y Dolton.
Al llegar a terreno llano, siguieron su marcha con los caballos trotando hasta llegar a la ciudad, donde se guiaron por los faroles puestos al costado de las calles.
—P-P-Parecen luciérnagas —dijo Joe emocionado.
Los galopes de los demás caballos les advirtieron la cercanía de otros corredores, por lo que apuraron el paso.
Desde lo alto de una casa, uno de los asistentes de la carrera trataba de ver a los corredores más cercanos para que el presentador pueda anunciar los resultados en tiempo real, pero la niebla era tan densa que no lograba ver nada.
—¡No veo nada! —gritó.
—Demonios... —reclamó el presentador—. No se preocupen, oyentes. ¡Dentro de poco tendremos más noticias de los corredores!
Clint Eastwood cruzó la neblina como un meteoro, llegando a despejar la niebla del camino.
—«Ninguno de estos debiluchos podrá ganarme» —la boca de Clint exhalaba vapor al igual que el hocico de Dirty Harry. Se veía en ambos la tenacidad que los hizo campeones de Norteamérica y Europa cinco veces consecutivas.
El camino que tomó parecía estar despejado hasta que vio a escasos dos metros a Chayanne junto a los demás.
—¡Cowboy! —exclamó Chayanne.
Clint expulsó vapor hasta de sus narices al escuchar la voz de Chayanne. Agarró fuertemente la rienda de su caballo y este esquivó con gracia y velocidad a los cinco.
—¿Q-Qué fue eso? —se preguntó Chayanne. Cuando giró a ver a Clint, este ya estaba muy lejos. Tan lejos que Clint vio el banderín a dos metros de él.
—¡Creo que está cerca! —señaló Juan Gabriel.
Rápidamente se pusieron en marcha y los demás caballos retumbaron la ciudad con sus galopes al escuchar el grito de Juan Gabriel.
Sujetado perfectamente en su caballo, estiró su brazo para tomar el banderín y obtener cinco puntos, sin embargo...
—¡Akkkggghhh!
—¿Qué pasó? ¿Y el banderín? —reclamó Clint.
—¡¿Qué ocurre, señores y señoras?! ¡El corredor Clint Eastwood estaba a punto de tomar el banderín pero algo se lo arrebató! ¡Además hubo un grit...! ¡Santo cielo! ¡Una estaca ha perforado la garganta de uno de los asistentes! ¡El banderín está clavado junto a la estaca!
En ese momento, una risa estruendosa y agria rodeó a Joe y al resto.
—Es él.
Chayanne preparó una onda Hertz y la iba a lanzar al lugar donde provenía la voz, pero se contuvo al ver a decenas de Rasputines rodeándolos.
—¡Ja, ja, ja, ja! —reían los Rasputines—. ¡Finalmente han llegado al evento prrrincipal!
Próximo capítulo: En las montañas de la locura - Parte 3
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