El club de los Andes
En las laderas de un río, detuvieron sus caballos y se bajaron para poder entrar en las frescas aguas. Aprovecharon el sol del mediodía para secar sus prendas que colgaron en las ramas de un árbol mientras conversaban semidesnudos.
Excepto por Chayanne, su cuerpo seguía entre tieso y entumecido por lo que estaba vestido para que no se resfríe.
—Imaginen un dragón volador que nos lleve directitito a la meta final. ¡No'mbre! Definitivamente, ganamos —dijo Juan Gabriel abanicándose el rostro con una hoja del tamaño de su cabeza.
—Pienso que sería trampa —respondió Joe—. Es una carrera de caballos, ¿no? Si usas otro medio, serías descalificado.
—Que aguafiestas —repuso Juan Gabriel.
—¿Por qué? Estoy siendo objetivo. ¿No? ¿No? —vio a todos lados pero solo se reían.
Dolton también se reía, pero dejó de hacerlo cuando notaron que lo hacía. Se puso de pie y se fue con su caballo para darle de comer.
Cuando llegó el atardecer, avanzaron unos kilómetros para poder acampar y dormir en un valle. Buscaban uno con poca humedad pues de otro modo, amanecerían mojados.
Al día siguiente, esperaron en el punto que Emmanuel había indicado días antes.
—Eeeh... L-Los buscaré en este punto rojo del m-m-mapa. T-Tal vez tarde más de l-lo esp-perado, pero estaré ahí.
Buscaron por todos lados a Emmanuel pero no estaba. Solo veían a los cerros colindantes y árboles sin fruta. Detalle que Juan Gabriel notó porque tenía hambre.
—¡Ahí está! —señaló Joe con sus binoculares.
Emmanuel salía por un peñasco y descendía por una pendiente que conectaba con el lugar donde estaban los demás.
—P-Pensé que se habían ido sin mí —dijo Emmanuel con sus ojos llorosos.
—Casi, casi, güerito. Pero ya que te uniste, ¿qué trais?
Chayanne interrumpió la conversación adelantándose con su caballo.
—No le hagas caso. Se cayó de chiquito —guiñó el ojo mientras sonreía.
Pese a ello, Emmanuel se sintió mal y metió su mano en su bolsillo, sacando varios caramelos de limón.
—T-Tomen. Es lo menos que puedo d-d-darles por esperarme.
Los cinco cogieron un caramelo, excepto Juan Gabriel que cogió dos más. El sabor era ácido pero agradable. Su paladar estaba contento y el hambre que tenía Juan Gabriel desapareció.
—¡Están deliciosos! —exclamó Joe. Dolton también estaba satisfecho así que solo levantó el pulgar. Redbone asintió con la cabeza y Chayanne brincó de felicidad, aunque luego lo lamentó ya que empezó a dolerle la espalda.
—¡Ni más que decir! ¡Eres bienvenido al club! —dijo Juan Gabriel.
—¿Club? —preguntó Joe.
—¿C-Club? —preguntó Emmanuel.
—¡Claro que sí! —levantó el pulgar mientras sonreía con el caramelo en la boca—. ¡El club de los Andes!
—¿Cuándo acordamos el nombre? Ponerle nombre a algo solo hace que le agarres cariño y yo no los quiero. Solo quiero el dinero—Dolton se acercó y le tapó la cara, bajándole su enorme sombrero. Chayanne se rió y luego miró a Emmanuel.
—Por lo visto haz sobrevivido muy bien solo, pero ahora te acompañaremos hasta la meta. Aunque sobre el dinero no te prometo nada, ya está repartido para los cinco.
—N-No se preocupen —respondió Emmanuel—. S-Solo quiero llegar a Chile y demostrarle a mi padre que soy un hombre de verdad.
Joe asintió y palmeó su espalda, mirándole a los ojos.
—Estoy seguro que lo enorgullecerás.
Emmanuel sonrió, estaba contento por el cumplido de Joe.
—Antes que nada —intervino Juan Gabriel—. ¿Cómo se llama tu caballo?
—Ah... su nombre es White America.
—¡Eres gringo! ¡Todo tiene sentido ahora! ¡Ja, ja, ja, ja!
Chayanne codeó el brazo de Juan Gabriel haciendo que se calle. Emmanuel estaba avergonzado.
—Para hacer más sencillo esto, te lo diré de manera sencilla: mi nombre es Chayanne. Aquel chico de ojos azules es Joe Arroyo, pero llámalo JoJo. El del sombrero gigante es Juan Gabriel. Es un poco grosero pero buena persona. El de piel recia y penacho es Redbone. Y el que está a su lado es Dolton Bryce, un angurriento de primera. Te trataremos bien en la medida que tu lo hagas —ofreció su mano y Emmanuel estrechó la suya tímidamente.
Joe recordó el día que conoció a Chayanne. Gracias a él su vida cambió rotundamente. Sin él, no hubiera terminado el primer tramo. Se propuso en ayudar a Emmanuel como Chayanne lo hizo por él.
—G-Gracias. Se los agradezco mucho. Por cierto, a unos kilómetros hay un hombre con una huerta llena de mangos que necesita ayuda. Tal vez si lo ayudamos, nos de manguitos.
—¡Mangos! —dijeron los cinco.
Luego de dos horas, las cajas estaban llenas de mangos que el señor Osvaldo vendía a otros países. Cuando terminaron el trabajo, les dio una de las cajas que contenían 50 mangos como pago por su ayuda.
Por lo que mientras se dirigían a la meta en la ciudad de Cuenca, comían su mango.
Redbone había cortado en partes su mango, desechando la dura pepa. Dolton le había hecho un agujero y lo succionaba, haciendo un sonido sugerentemente extraño. Chayanne se puso un pañuelo en el cuello y en la pierna y devoraba el mango con todo y cáscara. Juan Gabriel había hecho una abertura, hundiendo toda su cara para masticar el interior del mango. Aunque su cara estaba empapada del jugo, no le importaba y seguía comiendo los mangos.
Solamente Joe y Emmanuel comían pacientemente los mangos. Los habían pelado por completo y mordían de manera ocasional, evitando mancharse la ropa y la cara.
—Ya te acostumbrarás —dijo Joe.
Emmanuel miró hacia otro lado, soltando su mango.
—¿Qué sucede?
—A-Alguien está pi-pi-pidiendo auxilio.
Agarró las riendas e hizo girar su caballo hacia la derecha, entrando en un peñasco con piedras esparcidas. Los demás lo siguieron hasta que llegaron junto a él.
—¡Por allá! —señaló Juan Gabriel al escuchar el grito de auxilio.
Se acercaron al origen del llamado y lo rodearon. Se trataba de un rostro blanco como la nieve. Sin pestañas y cejas. Estaba con los ojos húmedos y los mocos en la barbilla.
—¡Auxilio, por favor! ¡Ayúdenme! ¡Estaba llevando comida hasta que hubo un derrumbe y me aplastaron junto a mi hijo!
Redbone y Chayanne se bajaron rápidamente. El resto lo siguió al instante. Comenzaron a excavar con sus manos hasta que finalmente pudieron sacar al individuo.
Su ropa estaba sucia y llevaba un poncho marrón, mientras cargaba un bebé.
—Agradezco su ayuda, hombres de bien.
Notaron que aquella persona no tenía cabello, incluso, tenía una hendidura en medio de la cabeza.
—Señor Chayanne, no podemos abandonarlo. Está anocheciendo y le puede pasar algo a él y su bebé —pidió Joe.
Chayanne lo meditó y aceptó.
—De acuerdo, pero subirá a tu caballo.
Joe asintió y ayudó al individuo a subir sobre Treasure. Salieron de aquella zona y acamparon en un bosque de algarrobos.
Estaban tan agotados que, luego de comer, se acostaron y durmieron.
Juan Gabriel roncaba cuando Joe le dijo al individuo que se cubra con su manta.
—Puedo aguantar el frío. Usted tápese.
—Eres muy amable, chico negro.
Cogió la manta y se acostó, cubriéndose por completo.
El fuego de la fogata se extinguió, dejándolos en una densa oscuridad. En medio de la oscura noche, unos pequeños ojos rojos brillaron de forma amenazante.
Próximo capítulo: Baby Rasta y Gringo - Parte 1
1. White America: el nombre del caballo es una referencia a la canción del mismo nombre de Eminem.
https://youtu.be/xF40kn_pJHA
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top