Danza Invisible - Parte 1
—¿D-Dónde está? Y-Y-Ya no lo veo —señaló Joe con preocupación mientras Treasure corría a velocidad normal.
Luego de varias horas, le había perdido el rastro a Chayanne ya que al no contar con un mapa, debía pisarle los talones para no perderse en el camino. Sin embargo, ahora estaba perdido.
—D-Debo recordar un poco el m-m-mapa. Recuerda. Recuerda —se dijo a sí mismo con los ojos cerrados pero no conseguía recordar ni una raya.
El sonido de galopes llamó su atención y vio que por debajo de la montaña en donde estaba, varios caballos corrían. Decidió seguir la caravana de lejos por seguridad y porque tenía miedo de que lo rechacen en el grupo.
Fue así que el anochecer llegó. Sin saber a cuántos kilómetros estaba de la meta en Pereira, decidió tomar un descanso para calcular algunas cosas.
—S-Si el sol sa-sale de este a oeste y el trayecto p-por donde estaba corriendo era hacia el este. S-Solo tengo que ir hacia donde sale el sol. Aunque no es algo pre-preciso, es lo que tengo por ahora.
Ató una cuerda alrededor de su cintura y alrededor de la pata de Treasure para evitar que lo roben otra vez. Es así que se tapó con una manta y durmió sobre una roca plana.
Durante la mañana, continuó su camino. Al llegar a un riachuelo se acercó rápidamente para beber pues el calor de verano hacía que beba el agua de su cantimplora por lo que debía llenarla constantemente.
—Ven, Treasure. ¿N-No quieres tomar agua? —dijo Joe, jalando a su caballo pero este se negaba—. Bueno, t-t-tal vez ya estás lleno.
Se arrodilló y comenzó a beber el agua directamente del riachuelo.
—Ahm... ¡Está tan fresca! —todo su rostro y sus brazos estaban empapados. Recogió un poco en sus manos y lo bebió. Mientras bebía, el agua cayó de sus manos pues vio a un hombre envuelto en una capa sobre una roca puntiaguda y un arco de agua saliendo de la altura de su cintura hacia el río.
El hombre vio de reojo a Joe. Tenía una barba frondosa y un sombrero cosaco oscuro, que tenía el mismo color que su barba y que incluso, parecía ser una extensión de esta. Dejó de orinar y se quedó parado, viendo a Joe.
Joe escupió el agua que tenía en la boca y subió a su caballo rápidamente para salir de ahí. Su corazón latía por la situación humillante por la que pasó así que luego de varios kilómetros comenzó a masticar hojas de árboles.
—E-Esto solo queda entre tú y yo, Treasure, ¿e-entendido? —su rostro estaba rojo de la vergüenza pese a que nadie más lo había visto.
Cuando llegó el mediodía, no vio a ningún jinete cerca. Tampoco sabía a dónde ir por lo que empezó a preocuparse.
«No he visto al señor Chayanne por ningún lado. ¿Y si ya llegó a Pereira? ¿Y si me desvié del camino? ¿Me habré muerto?» —la angustia de Joe llamó la atención de un hombre con un largo penacho de plumas sobre la cabeza y que dejó de ver el horizonte. Joe se sobresaltó ya que solo había visto en fotos a alguien como él.
—P-Perdón, no q-quería incom-m-modarlo —suplicó Joe.
El hombre se puso de pie. Su piel bronceada se podía ver en sus robustos brazos y su altura fácilmente llegaba a un metro con ochenta.
—¿Estás perdido? —dijo el hombre.
Joe asintió rápidamente.
—Todos lo estamos, amigo mío.
El hombre se mostraba amable, pero Joe seguía nervioso, por lo que solo atinó a sonreír tímidamente.
—¿También estás en la carrera? —preguntó el hombre.
—S-Sí.
—También yo, pero me puse a descansar y admirar estas tierras.
—¿Usted es un indio a-apache, verdad?
—Sí, algo así.
—E-Es un placer co-conocerlo, señor Apache.
—No me digas así —dijo el hombre seriamente—. Llámame por mi nombre, el cual es Redbone.
—Li-Lindo nombre, señor Redbone. Y-Yo soy Jo-Joe Arroyo-yo.
—¿Qué sucede contigo, Joe Arroyo? —señaló Redbone—. Te ves muy joven para estar en la carrera. Solo mayores de edad están permitidos.
—Ya tengo 18. Los cumplí en enero —respondió Joe en voz alta.
—Perdona mi equivocación, pero te ves muy frágil para estar en esta competencia.
Joe se apenó por las palabras de Redbone, aunque no fueron para hacerlo sentir mal, sabía que era sincero.
De pronto, una especie de zarpazo levantó el polvo del lugar donde estaban.
—¿Q-Qué fue eso? —la respiración de Joe empezó a agitarse.
—Seguramente son los dioses de estas montañas —respondió Redbone.
—¿D-Dioses?
—En mi pueblo decimos que la tierra tiene vida y se manifiesta de maneras diferentes. Estas montañas no son tan distintas a las que hay en mi tierra.
—E-Entonces debo i-irme.
—Ten cuidado, Joe Arroyo. Los dioses son muy recelosos con sus dominios. Además, pueden ser sanguinarios y crueles.
—S-Santo Di... —Joe no terminó su oración pues una fuerza invisible lo empujó de su caballo, lastimándose su hombro al caer.
—¡Ponte de pie, Joe Arroyo! Demuestra que eres digno para estar de pie en sus tierras.
—¿A quién?
—¡A los dioses de estás montañas!
El dolor que sentía paralizaba su cuerpo, no tenía la voluntad suficiente para ponerse de pie. Pero mientras estaba en el suelo, sintió pasos cerca de él.
—¡Los dioses están yendo por usted, señor Redbone!
Redbone vio a todos lados, pero no veía nada acercarse. No fue hasta que sintió unos pasos a un lado de él cuando reaccionó, pero fue muy tarde ya que un cuchillo que salió de la nada se incrustó en su hombro.
—¡Aaahhh! —exclamó Joe al ver la gran cantidad de sangre saliendo de la herida.
Redbone cayó de rodillas al suelo, mientras presionaba la abertura con el cuchillo adentro.
—Perdón, Joe Arroyo. No se trataban de dioses. ¡Nos ataca un hombre común y corriente!
Próximo capítulo: Danza Invisible - Parte 2
Redbone: hace referencia a la banda de rock, Redbone, conformada por nativos americanos de Estados Unidos.
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