Chayanne - Parte 1
Están escuchando Radio Poder ¡La radio de México! Las últimas noticias sobre la carrera que se está llevando a cabo en Sudamérica nos indican que inició con normalidad a las 11 de la mañana en Bogotá, Colombia. Ahora, los participantes tendrán 4 días para llegar a la meta de este primer tramo, en la ciudad de Pereira. Teniendo solo hasta las 2 de la tarde hora colombiana para llegar, pues los que lleguen luego de esa hora, quedarán descalificados. ¡Uuuhhhh, qué pena! Recuerden que hay más de 2 mil mexicanos en la carrera así que sigan escuchando nuestra radio para no perderse ninguna noticia. Porque esto es Radio Poder ¡La raaaaaadio de Méxicooooo!
Un golpe en la cabeza hizo que Joe despertara. En realidad, había caído de su caballo luego de haberse quedado dormido.
—¿D-Dónde esto-toy?
Treasure estaba bebiendo agua del río mientras que Joe se ponía de pie y sacaba un mapa de su bolso. Lo extendió pero no podía ver nada debido a la oscuridad de la noche.
Encendió una vela y la acercó al mapa para ver con mayor detenimiento.
—Este debe ser el río Seco —analizó, mientras su mapa se prendía fuego desde la esquina—. ¡Aahhh!
Lo batió en el aire para luego hundirlo en el agua del río. Treasure relinchó como burlándose y siguió tomando agua.
Al sacar el mapa, la tinta de las letras se corrieron y era difícil ver lo que decía.
—Ma-Maldición, ahora sí estoy perdido.
Una fulgorosa luz detrás de unos arbustos llamó su atención. Se acercó y vio a lo lejos a varios campamentos y fogatas en la ladera del río.
«¿Y si voy y les pido un mapa? No creo que me entreguen. Es uno por persona» —se apenó.
El grito de su caballo lo alertó del peligro. Una sombra oscura lo montó y corrió con el caballo, alejándose lo más rápido posible.
—¡Hey! ¡Mi-Mi c-caballo!
Al terminar de exclamar, Treasure y el jinete misterioso se perdieron entre los montes.
Joe se tiró al suelo y comenzó a llorar.
—Ahora no tengo mapa ni caballo.
Por un momento pensó en ir a pedir ayuda, pero luego lo descartó ya que concluyó que sería el hazmerreír de la carrera.
—De-Debo ir por Treasure —cerró sus húmedos ojos y caminó en la misma dirección por donde se fue el ladrón. Hundiéndose en la oscuridad de la noche.
Cuando llegó el amanecer, Joe seguía caminando. Tenía la frente sudorosa y su ropa estaba polvorienta. Arrastraba los pasos, como negándose a avanzar hasta que al final, cayó de rodillas y sus lágrimas brotaron de sus ojos.
—¡Ay, mamá! No hubiera salido de casa —gritó al viento, sabiendo que su madre no lo escucharía.
Al abrir los ojos, se dio cuenta que había huellas de herraduras en el suelo húmedo. Vio a todos lados para encontrar a un caballo pero los arbustos no le dejaban ver. Asomó la cabeza y pudo visibilizar a un caballo. ¡Era Treasure!
Se acercó sigilosamente. Cuando estaba por coger las riendas del caballo, un garfio se enganchó en la camisa de Joe, haciéndolo a un lado.
—¡Alto ahí ladrón!
—¡Pero ese es mi caballo! —reclamó Joe, enganchado al garfio.
—¡No mientas! Querías robarte mi comida —reclamó el ladrón.
—¿Co-Co-Comida?
Joe se percató del entorno. Había huesos y carne de animales por el humedal. Las moscas sobrevolaban al ladrón, en especial en su ojo izquierdo, el cual estaba infectado y sobresalía unas gotas de pus verde.
—¡N-No me co-co-coma! —imploró Joe.
Los trotes de un caballo estaban aproximándose velozmente. Por los destellos del amanecer, no pudieron ver de quién se trataba, pero Joe sintió que era una luz de esperanza.
—¡Po-Po-Por favor ayú-yúdeme!
Cuando el jinete estaba a pocos metros, Joe pudo ver que se trataba de Clint Eastwood, con su rostro duro e impaciente, ignoró el pedido de auxilio de Joe y continuó avanzando sobre Dirty Harry.
—¡Aaaaahhhh! —gritó Joe, llorando de miedo.
—¡Silencio, chico! Si sigues gritando, guiñaré mi ojo hasta que salpique pus sobre tu ojo. Así compartiremos la misma infección. Además... —el ladrón sacó un revólver oxidado de su bolsillo y apuntó la cabeza de Joe.
Joe solo asintió, frustrado por no poder hacer nada.
El ladrón jaló a Joe con su garfio, colocándolo sobre un pedazo de madera.
Los pasos de un caballo alertaron al ladrón. Tomó su revólver y lo cargó, para usarlo con quien trate de impedir que coma.
—Ni una sola pala...
—¡Auxilioooo! —exclamó Joe con todas sus fuerzas.
El ladrón, enfurecido, guiño su ojo infectado, haciendo que un chorro de pus sea expulsado hacia el rostro de Joe. Joe sintió asco y esquivó el chorro, saltando a un lado, lo que hizo que su camisa se rompa por el garfio.
—Te dije que no gritarás —el ladrón apuntó a Joe con el arma, pero una espada atravesó el muñón donde estaba el garfio—. ¡¿Qué es esto!?
La espada tenía una forma similar a la usada en la tauromaquia. Cuando volteó a ver quién había lanzado dicha arma, se encontró a un hombre de buen porte, con un sombrero de ala doblada sobre un caballo bastante efusivo que exhalaba vapor de sus fauces.
—¿Quién carajos eres tú? —preguntó el ladrón enojado y amenazando con su garfio.
—Eso no te incumbe —respondió—. Escuché un grito de espanto cerca de aquí, por lo que deduje que alguien estaba en peligro. ¿Fuiste tú? —volteó la mirada y vio a Joe con la camisa rota y supo lo que estaba pasando.
—No te metas con la comida de un hombre —lo apuntó con el revólver mientras bajaba de su caballo de un salto.
—Dime, ¿qué pretendías hacer con el chico?
—Eso no te incumbe —guiño el ojo, expulsando un gran chorro de pus hacia el hombre.
—¡Ese pus es tóxico! —gritó Joe, pero el hombre sacó una manta roja, haciendo el mismo ademán como lo haría con un toro, pero esta vez con el pus, terminando con la pierna flexionada y con una elegante pose mientras la manta roja flameaba por el rápido movimiento.
—¡Oh! —Joe estaba sorprendido.
El hombre enredó la manta en el estaquillador, guardándolo rápidamente.
—A ver si también puedes esquivar las balas —el ladrón jaló el gatillo, disparando una bala.
—¡Cuidado! —exclamó Joe, pero lo que vio a continuación, lo dejó sorprendido.
Mientras el ladrón jalaba el gatillo, el hombre misterioso tomó aire y un aura amarilla lo envolvió por unos segundos. Estiró sus manos, con los dedos índices estirados, hasta que una especie de platillos trasparentes aparecieron en cada punta. Estiró el tórax hacia atrás, flexionando su brazo izquierdo hacia la derecha. Cuando la bala salió del revólver, paso medio segundo cuando el hombre misterioso lanzó uno de los platillos, impactando en la bala, pero esta siguió su curso.
—¡Ja, Ja, Ja! ¡De nada sirve tus trucos, torero!
El hombre cruzó sus brazos, formando una defensa. Hasta que la bala impactó en su brazo derecho, pero en vez de penetrar su cuerpo, simplemente formó una herida para luego caer al suelo.
—¡¿Quéééé?! —exclamaron Joe y el ladrón.
—Te equivocas, idiota. No solo soy un torero —hizo una pose, desenfundando la manta roja y apuntando con el platillo trasparente de su dedo—. ¡Yo soy Chayanne!
Próximo capítulo: Chayanne - Parte 2
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