Blitzkrieg Bop - Parte 1
La mañana llegó. Chayanne despertó y dejó su sombrero a un lado. Estaba un poco despeinado así que mojó sus dedos con su saliva y lo repasó en su cabello, echándolo para atrás.
—Buenas mi cuate. Muy temprano, ¿no?
—Pero, ¿qué...?
Juan Gabriel calentaba una piedra plana sobre una fogata. El fuego quemaba la parte baja de la piedra, pero Chayanne no entendía la razón.
—Por ayudarme les prepararé el desayuno.
—¿S-Sabes cocinar? —preguntó Joe quien se despertó por el olor a piedra quemada ya que la fogata estaba a un metro de donde estaba durmiendo.
—Pos sí. Los machos también sabemos cocinar. ¡Ajúa! Siempre traigo lo necesario para merendarme unos taquitos.
De su alforja sacó varias cosas, entre ellas una especie de sartén con doble mango, una cebolla, un envase con carne picada, lechuga y varios chiles.
—¿E-Eso no es ají? N-No me gusta el ají.
—C-C-C-obarde. Ja, ja, ja, ja —Juan Gabriel imitó a Joe solo para burlarse.
Sacó un pequeño cuchillo y comenzó a cortar la cebolla en cuadritos sobre otra piedra plana que encontró por ahí. Obviamente, ambas piedras habían sido limpiadas.
—Hace tiempo que no como un taco —comentó Chayanne, sentándose y viendo a Juan Gabriel cocinar.
Luego de picar todo lo que necesitaba, hizo la masa para la tortilla y comenzó a aplastarla con un rodillo.
—¡Ajajajay! Esta cosa es por la que me perseguían. Me robaron mi rodillo para hacer las tortillas esos hijos de la chingada, felizmente esos gringos no me pudieron atrapar —Juan Gabriel sonrió mientras que presentaba su rodillo, aunque a Chayanne le llamó la atención.
—¿P-Puedo hacerlo? T-También quiero ayudar —preguntó Joe con timidez.
—¡¿Qué?! ¿Crees que no puedo hacerlo? ¡Sáquese! —apartó el rodillo con recelo.
—Dale la oportunidad, Juan. Quiere ser útil a la hora del desayuno —Chayanne guiñó el ojo y Juan Gabriel lo pensó unos segundos.
—Bueno, bueno. Solo por esta vez.
Le dio el rodillo a Joe y comenzó a golpear la masa.
—¡¿Pero qué haces, mensoooooo?! —gritó Juan Gabriel.
—¿A-Acaso la masa no se aplasta?
—¡Noooooo! Trae pa' 'cá.
Juan Gabriel le quitó el rodillo y él mismo aplastó la masa de la tortilla para luego ponerla sobre la piedra caliente.
—¡No se golpea, solo se aplasta! —Juan Gabriel, aunque enojado, le dio otra oportunidad a Joe al verlo desmotivado.
—Mira —aplastó la masa con el rodillo y luego se lo dio.
—S-Si, aunque ese rodillo debería ser un p-poco más pesado —indicó Joe.
—¿De qué hablas, menso? —preguntó Juan Gabriel.
—Incluso, suelta soniditos e-e-extraños. Escucha.
Ambos acercaron sus cabezas para escuchar el rodillo. Joe lo batió y escucharon unos roces extraños.
—¿Tienes tu mascota adentro? Ja, ja, ja —comentó Chayanne.
—¡Ay, no mamen! Es cierto. Parece que tiene algo adentro. ¿Y si son las escrituras de una hacienda? ¡Agradecido con la Virgencita!
—No cantes antes de tiempo... —dijo Chayanne pero Juan Gabriel siguió hablando.
—Y podré tener mi propia hacienda y la hija del hacendado se fijará en mí. ¡Ajajajay! ¡Y nos casaremos en la basílica y luego tendremos cientos de chilpayates!
Chayanne ignoró lo que decía Juan Gabriel y fue con Joe para pedirle el rodillo, pero Juan Gabriel se lo quitó antes que llegara.
—¡Es mío! Cómprense el suyo.
—Lo iba a abrir para que puedas tener esas escrituras en tus manos, pero como veo que no quieres...
—¡Ajá! Yo puedo hacerlo solo, solín, solito. Mira nomás.
Agarró la parte superior y comenzó a forzar el giro, pero no giraba.
—T-Tu rodillo es muy extraño —indicó Joe.
—Cállate. ¿No ves que estoy tratando de abrir? ¡Aahhh!
Sus manos jalaron lo más fuerte posible ambos extremos del rodillo pero no lo consiguieron.
—Claro que es extraño. No tiene las asas que debería tener en ambos lados —dijo Chayanne, un poco más preocupado.
—¿Lo p-p-puedo intentar?
—¡Nooo! —dijo Juan Gabriel, usando toda su fuerza para abrir.
—Q-Q-Quiero intentarlo.
—¡Atrás!
Joe tomó el rodillo en mano de Juan Gabriel, pero este lo apartó con fuerza de Joe, abriendo accidentalmente el rodillo, soltando varios papeles que revolotearon alrededor de ellos antes de caer al suelo. Para entonces, la tortilla estaba quemada.
—¡Ay, mi tortilla!
Mientras Juan Gabriel auxiliaba a la quemada tortilla, Joe recogía algunos papeles, notando varias cosas que no entendía.
—¿P-P-Por qué tienes estos papeles? N-Ni siquiera se e-e-entienden un tantico.
Cuando giró a preguntarle a Chayanne sobre los papeles, notó una expresión de preocupación en su rostro mientras veía un papel.
—¿Q-Qué pasa, s-señor C-Chayanne?
Su rostro se volvió sombrío a pesar de no tener su sombrero. Sigilosamente habló con Joe.
—Alista tus cosas y vete. Hazlo rápido. Yo te daré el alcance.
Joe notó la preocupación en su tono de voz. Comenzó a temblar de los nervios.
—No te olvides inhalar y exhalar, Joe.
—S-Sí —respondió Joe y fue con Treasure para darle de comer y alistarse.
Chayanne se dirigió a Juan Gabriel, pisando algunos papeles. Joe hacía lo mismo para llegar con Treasure pero se detuvo al ver un rostro en uno de los papeles. Un rostro conocido pero con algunas cosas distintas y aun así, lograba identificarlo.
—¡Ay, virgencita! Este taco endemoniado está quemado —se lamentó Juan Gabriel, pero le echó chile picado dentro de la tortilla junto al guacamole y la carne picada—. Pues si está endemoniado, que pique pues.
Dio un mordisco y la boca le quemó. De igual manera se lo tragó aunque sus ojos estaban llorosos.
—¿Quieres mi cuate?
Le ofreció a Chayanne su parte del taco, ignorando su rostro sombrío y que ahora estaba con su sombrero y con una rama en su mano.
—Juan Gabriel...
—Diga, ñam, ñam.
—¿Quiénes te seguían ayer?
—No te lo dije. Eran unos pinches gringos, aunque no hablaban el inglish pero igual eran rubios y altos.
—¿Ellos usaban uniformes... —comenzó a trazar unas líneas en la tierra.
Joe se cayó de espaldas al ver de quién se trataba. Notó que varios papeles tenían a ese rostro.
—¿P-Por qué ese hombre e-está ahí?
El miedo no le dejaba levantarse. Estaba rodeado por los papeles así que cerró sus ojos y se puso de pie, avanzando sin ver a Treasure pero solo se alejó de este.
—... con este símbolo?
—Pos sí. ¿Y eso qué? —dijo Juan Gabriel comiendo su taco.
—Oh, chico.
—¿Qué hay de malo, cuate? Ellos se robaron mi rodillo. Lo tomaron cuando me choqué con uno de ellos. Los seguí y se los quité. O sea, hice justicia mi cuate. ¡Ajajajay!
—¡Joe, toma tus cosas! ¡Huyamos de aquí!
Joe abrió los ojos y vio que estaba como a 4 metros de Treasure. Se puso de pie y corrió hacia su caballo. Chayanne hizo lo mismo.
—Pero qué pasa cuates. ¿Hice algo ilegal? Lo que menos quiero es irme a la cárcel. ¡Díganmelo!
Fue con Chayanne, pisando la esvástica trazada por Chayanne.
—Esos sujetos son peligrosos, niño. No quiero meterme en pleitos ajenos. Así que lo mejor para ti es irte lo más lejos posible.
—Ay, pues por qué o qué. Esos gringos no podrán contra el charro de charros. ¡Ajajajay!
—Esos gringos no son solo gringos. ¡Son nazis!
Una esfera plateada cayó en medio de ellos y estalló, lanzando un sonido que los hizo caer de espaldas.
—¡S-Señor Chay...!
Un fuerte golpe en la nuca bastó para dormir a Joe, quien cayó de bruces sobre los papeles regados.
—¡JoJo!
Unas botas avanzaron hacia Chayanne. Levantó la vista y vio a un hombre alto con uniforme gris y un monóculo en la cara, viéndolo con desprecio.
Otros cinco hombres los rodearon, apuntándolos con armas.
—¡Oh! Aquí está el ladrrrón de nuestrrro paquete.
Rudolph Von Stroheim levantó a Juan Gabriel con sus fuertes brazos. Este parecía un gatito asustado frente al enorme porte del alemán.
—Je, je. ¿Qué onda mi cuate? —rió nerviosamente.
Stroheim sonrió y luego soltó una sonora carcajada que hizo eco entre las montañas.
—La gente de estas tierrrras es muy grrraciosa. Pero tú me haz sacado de quicio.
Movió su mano disponible y esta se transformó en metal y cables, aumentando su masa en un 20%.
—Ah, canij...
Un fuerte puñete en el rostro mandó a volar a Juan Gabriel por lo menos unos diez metros. Mientras que Stroheim se limpiaba las manos y se colocaba los guantes blancos.
—Llevémoslos a juicio. ¡A todos!
Próximo capítulo: Blitzkrieg Bop - Parte 2
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