Un camino de Wisteria

Un camino de Wisteria.

Eso fue lo que le dijo el misterioso sujeto de cabello rubio y ojos de lobo, poco después de que se fuera.

Tanto Yusaku como su primo, Takeru, lo escucharon cuando el primero intentó atrapar al tal Jonouchi cuando este volvió a adentrarse en el bosque.

—"Busca el camino del zorro, las wisterias son sus favoritas. Si lo encuentras él te dará los mil y un caminos para entrar al templo."

Fueron sus últimas palabras antes de desaparecer completamente entre los frondosos árboles del bosque, incluso su olor se había desvanecido para ambos primos; y la verdad es que Yusaku estaba dispuesto a agotar hasta sus últimas opciones con tal de rescatar a su omega y a su hija.

Aunque si era realista, no esperaba que genuinamente hubiera un camino de flores de glicina desde la casa de su abuela hasta un árbol de las mismas que se ocultaba perfectamente entre las sakuras aún sin florecer, todos estaban perfectamente apoyados contra una pared de concreto y madera.

—¿Realmente planeas saltar eso, no está muy alto, Yusaku?

—Si ibas a desanimarme mejor te hubieras quedado allá, Takeru.

—No iba a dejarte sólo… además no me agradan los alfas de allá… tienen algo que no me gusta… —el de lentes llevó su mano a su vientre levemente más hinchado con cierto temor— y creo que a él… o ella… tampoco le gusta…

—Creí que era el único que sentía su rareza… Como sea, mi problema no será sólo saltar, si no que también como lo haré con Ryoken.

—También eso… después de todo, ¿planeas sacarlo mientras siga encinta o después de que dé a luz?

—No preguntes cosas obvias —el mayor de ambos observó molesto a su primo al mismo tiempo que arreglaba un mechón suelto que tenía—, debo llevarme a Ryoken mientras aún este en gestación… porque algo me dice que si es después, mi hija no vendrá incluida…

—¿Algo te lo dice…?

—Mi instinto lo dice —Takeru suspiró con un claro aire de pesimismo.

¿Acaso Yusaku no comprendía que cada vez que seguía su instinto todo resultaba mal? Su mejor ejemplo, y el más reciente, fue cuando intentó pelearse con el grupo de alfas que hacía de "guardaespaldas" para esa omega que se llevó al albino; pero bueno, si su primo quería hacer una locura de esa clase entonces él no se opondría. De todos modos, tampoco tenía el ánimo o derecho a hacerlo.

(...)

—¿Tú qué haces aquí?

—Vengo por mi hijo.

—¿Con el permiso de quién, alimaña? —las palabras cargadas de desprecio y odio que aquella mujer de cabello oscuro con mechones canosos le dijeron no la sorprendieron, pero si la hicieron dudar. El miedo con el que creció desde niña seguía grabado en su corazón y mente todavía…— Ryoken nos trajo la desgracia, tú eres alfa; tú hijo, omega, es lo único que podría reparar los pecados que heredaste, ¿no quieres algo de perdón, acaso?

—Y otra vez con eso, ¡mi madre no hizo nada! ¡Fueron ustedes mismos los que provocaron el enojo de los demonios-! —de nuevo, igual que con Akaba Himika, no pudo terminar la oración, esta vez por el fuerte golpe de la espada de madera que un guardia beta le dio en la espalda, casi haciéndola caer; Kiara mordió su labio con fuerza hasta romperlo sólo para no quejarse enfrente de su tía materna. No le daría el placer de mostrarle su dolor, sea físico o emocional… ya no le daría esa satisfacción— ¡Mi madre sólo les dio aviso de lo que ya era obvio!

—¡Tu madre solo trajo desgracia desde el momento en que tomó el cargo! ¡Desapariciones y asesinatos de miembros del clan y otros niños omegas, maldiciones a las otras cuatro familias más importantes del pueblo y eso es tan sólo lo que sabemos! ¡Quién sabe qué más hizo y no nos hemos enterado! —la omega de ojos rubí observaba con gran enojo y rencor a la albina, que seguía tratando de disimular su dolor lo mejor que podía— Y mejor no hablemos de lo que hizo después de renunciar a su cargo…

—¿Las cuatro maldiciones a SU clan? ¿o habla de la muerte de su otro hermano, Kuromatsu Ciel? —Kiara solo pudo largarse a reír con cierta cizaña antes de que la sacerdotisa hiciera un claro ademán de que se le llevarán lejos de su vista; la albina se quejó molesta cuando un gran número de betas, y alfas, la agarraron para echarla del lugar— ¡Hey! ¡No he terminado de hablar con usted maldita bruja!

—No tengo nada más que discutir con alguien maldito como tú.

La alfa de ojos azules comenzó a forcejear con aquel grupo y aunque iba ganando permitió igual que estos la sacaran, no por respeto hacia esa bruja, si no por aquel zorro que le miraba desde la entrada del templo con sus atrayentes y verdes ojos…

Aquellos ojos tan verdosos como el musgo que siempre le calmaban, como si le dijeran que no debía formar un problema por ahora. Desde la primera vez que vio a ese zorro de oscuro pelaje y brillantes ojos cuando era niña, e incluso ahora, entendió que todo iba a estar bien…

(...)

Sintió como alguien lamía su rostro con cierta euforia y alegría, ¿Cómo debía tomarse el hecho de que el mismo zorro que vio hace unos días le estaba lamiendo?

—Volviste… —Ryoken limpió un poco su rostro, por la baba del animal, antes de sentarse con el mayor esfuerzo que podía y acariciar al zorro que se restregaba en su regazo y pronunciado vientre. Por alguna razón, su presencia le calmaba— Eres un animal tan extraño…

El omega se rió con cierta melancolía antes de suspirar agotado, aquel lugar le deprimía, no quería estar en ese templo, encerrado con omegas tan molestos y esa mujer que le encrespaba los nervios, quería estar con Yusaku, con su amado alfa, y que este le abrazara con fuerza mientras le daba pequeños y cortos besos al mismo tiempo que acariciaba su notoria panza de embarazo. Necesitaba a ese idiota a su lado.

Ni siquiera noto cuando comenzó a llorar de la tristeza, solo se dio cuenta cuando el zorro nuevamente comenzó a lamerle el rostro, ahora con la intención de secar sus lágrimas; aquello volvió a causarle gracia y de nuevo no pudo evitar reírse con suavidad por ello.

—Eres un animal extraño… —el de ojos azules habló sin dejar de acariciarle.

O eso hacía hasta que esté escucho como alguien, tal vez un sacerdote o uno de los siervos de esa bruja, se acercaba a la habitación donde se había confinado desde el primer momento en que lo arrastraron a ese santuario; tal vez venían a dejarle su bandeja con comida y llevarse la que habían dejado antes totalmente intacta… desde que se alejó de su alfa, había perdido notablemente el apetito, y también la comida que solían ofrecerle solo le provocaba náuseas.

Lo siguiente que pasó, para Ryoken puede y podría entrar entre las cosas más raras que le han pasado.

Y es que, el zorro de atrayentes ojos y azulado pelaje, volvió a abrir la puerta de su habitación, deslizando la puerta con su pata, olfateo la bandeja con comida, la arrastró como pudo hasta dentro del cuarto y después hasta él, para acto seguido tomar el pescado cocido que había y tirarlo hasta la entrada antes de olfatear la sopa de miso y el arroz que también habían; solo entonces empujó con su pata la bandeja hacia él y acto seguido sentarse enfrente como si "vigilará" que comiera.

Cosa que realmente pasó, porque cada vez que el omega de casi nueves meses de embarazo trataba de reacomodarse para seguir durmiendo, el pequeño animal venía y lo molestaba hasta incomodarlo y obligarle a seguir sentado; no fue hasta que se comió totalmente ambas cosas que el zorro lo dejo en paz para robarse el pescado que había tirado antes e irse como si nada.

Ese era realmente un animal extraño.

(Hace 14 años…)

Jamás en su corta vida había un visto un animal con cola tan esponjosa y ojos tan brillantes como ese zorro.

Los dos albinos con ojos azules no estaban preocupados en lo absoluto sobre el cómo aquel animal se refregaba encantado sobre el infante de 2 años de similares características, por el contrario del alfa de cabello azabache y ojos amarillos que simplemente no sabía cómo alejar al elegante zorro sin que esté atacará a su hijo, que ignorante del peligro que el esponjoso animal representaba simplemente lo abrazaba o tiraba inocentemente de su pelaje.

—Kiara… ¿¡En serio no estás preocupada en lo más mínimo!?

—¿Por qué debo estarlo? —la única mujer entre los alfas presentes hablaba mientras terminaba de desplumar lo que parecía era un faisán verde— Ese zorro está domesticado, a lo mucho roba comida, pero no ataca humanos… comúnmente.

—Solo ataca a los humanos que le parecen molestos —el mayor de los tres separaba las bayas que tenía en un canasto con la misma calma que su hija desplumaba al ave, claro que el tono de su voz era claramente de desprecio—, en su mayoría alfas que solo dicen estupideces…

—…

—Creí que solo atacaba a omegas pretenciosos, con eso de que ha atacado sacerdotes y a "matriarcas" de todas las familias, incluyendo a Akaba-san…

—A Himika-san la odiaba de antes, igual que a todos los omegas del pueblo —Kouhei le lanzó algunas bayas al zorro que se acercó encantado a estas y comenzó a comerlas, todo aún permitiendo que Ryoken tirará de su cola o espinazo—, desde que yo lo conozco al menos siempre ha sido así…

—Con todo respeto… ¿Desde hace cuánto es eso? Porque en libertad los zorros viven hasta seis años.

—¿Qué cosa?

—¡Entonces este zorro es un demonio! Porque era la mascota de Ryoken, mi… pareja, desde los 12 años.

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