Esto estaba mal... muy mal.

Esto estaba mal... muy mal.

Yusaku no encontraba en ningún lado a Ryoken. Realmente se sentía como un maldito deja vu... un espantoso deja vu, donde todo lo que amaba se le era arrebatado de sus manos, otra vez.

Se estaba desesperando como nunca antes se sintió antes, ni siquiera cuando casi pierde a su hijo mientras veía al omega que amaba retorcerse adolorido en el piso o cuando volvió a confesarse al omega, cuando aún creía que este lo odiaba por lo que le había obligado a hacer; ni siquiera en esos momentos llegó a sentir tanta desesperación como la que sentía ahora.

Iba a subir a su lugar usual, cuando la vio por el reflejo de la ventana, la puerta camuflada del armario que había en el cuarto de costura de su madre.

Fujiki había mandado a pintar y tapizar esa puerta para que no se viera el armario por el simple hecho de todo lo filoso y mortalmente peligrosos objetos que guardaba ahí para zurcir, cortar y demás fuera visto por su hijo, que ya estaba en malos términos con los cuervos que solían anidar en el jardín por destruir sus nidos, golpearlos en reiteradas ocasiones con piedras o asesinarlos con flechas caseras que hacía en algún momento del día; pero básicamente ella buscaba dejar menos armas a la disposición de su sociópata hijo.

Y ahora él había olvidado revisar ese armario.

(...)

Estaba escuchando la televisión mientras cosía a mano las partes del peluche que hacía para su cachorro cuando éste naciera, Ryoken aún tenía un leve recuerdo de haber soñado con un esponjoso y adorable zorro de extraño pelaje azul con ojos verdes que casi podían compararse a los de su pareja; el punto es que el animal le pareció tan tierno que quería recrearlo con algo de la tela afelpada y el algodón que Fujiki Serena le facilitó al mostrarle el armario oculto en su cuarto de costura.

— Tal vez también te haga algo con la tela sobrante, Sasha, algo como... no se, ¿una bufanda? —El omega se rió con algo de suavidad sin dejar de coser lo que parecía era la cabeza del peluche.

O eso se suponía que hacía.

El aire se le comenzó a hacer pesado, un olor que reconocería en cualquier lugar se presentó tan de repente que comenzó a hiperventilar mientras abrazaba con fuerza su hinchado vientre; tenía que proteger a su bebé, debía protegerlo de ese maldito que era su abuelo.

El albino con ojos azules ni siquiera dudó en tomar la muñeca y correr a esconderse, odiaba tener que huir y no enfrentar al diablo... pero estaba solo, embarazado de cinco meses y sin ningún alfa a su lado que le pudiera ayudar, debía hacer lo que claramente le era más sensato en ese momento... protegerse a él y a su bebé.

Corrió hasta el cuarto de costura, desde la pequeña ventana de la habitación que le daba vista a la calle, detrás del visillo de encaje que le servía para no ser visto, observó lo último que deseaba ver en esos días... su abuelo estaba parado en medio de la desolada calle viendo hacía la casa rodeada por una gran cantidad de glicinas con una clara mueca de enojo puro junto a sus dos esposas.

Temblaba del miedo y el pánico mientras abría el primer cajón que tenía la máquina de coser de la madre omega de su pareja, sacó la más filosa de las tijeras de costura que había ahí como medida de protección, cerró el cajón y se escondió en el armario oculto junto a la muñeca. Si iban a llevárselo, al menos se iría al infierno llevándose alguna de esas arpías o lastimando seriamente a su abuelo, le daba igual.

No sabía cuánto tiempo estuvo oculto, pero le comenzaba a doler la espalda a horrores y en algún momento su hijo se puso igual de nervioso y para demostrárselo perfectamente comenzó a removerse poniendo incluso su vientre duro, acariciaba su enorme panza de embarazo tratando de calmar a su bebé y aliviar su propio dolor aún sosteniendo las tijeras.

— Ryoken... ¿Donde estas? —Oh diablos, parece que alguien entro a la casa— Ryoken... Ryoken... ¡Ryoken!

El omega trago en seco mientras volvía a tomar las tijeras con fuerza, seguía acariciando su vientre calmando como podía a su hijo, realmente era difícil si ni él mismo podía calmarse, parecía que lo encontraría en cualquier momento.

Escuchaba desde su escondite como alguien removía casi todo el segundo piso, al final escuchó unos pasos caminar lentamente hasta el cuarto, rogaba esperando que no vieran la puerta oculta al mismo tiempo que cubría su boca tratando de ocultar su respiración, solo logró calmarse un poco cuando el refrescante olor de Yusaku se hizo presente...

Justo en ese momento alguien abrió la puerta del armario, dejándolo totalmente expuesto. Tomó la tijera y la alzó rápidamente hacia donde creía estaba su atacante, su vista ya se había acostumbrado a la oscuridad del armario y al abrir la puerta simplemente se encandiló por la luz.

— ¡Ryoken! —Alguien le tomó de la muñeca con cierta fuerza, parpadeo un par de veces para adaptarse a la luz natural, lo que vio fue a Yusaku sosteniendo su muñeca con la tijera a unos centímetros de su estómago. Aflojo su agarre sobre el filoso objeto hasta que este cayó al suelo de punta donde rebotó segundos antes que el alfa que cayó de rodillas aún sosteniendo la muñeca del albino, ignorando sus propias que caían de sus atrayentes ojos verdes— Ryoken... ¿¡Que hacías-!?

— ¡Yusaku!

El omega de ojos azules se acerco desesperado a abrazar al alfa de ojos jade, también ignorando sus propias lágrimas de alegría, Yusaku correspondió aquel abrazo mientras aspiraba el salado olor de Ryoken mezclado con el de su adorado cachorro; ambos estaban bien...

— Ryoken... ¿Que hacías en ese armario...?

— Lo vi...

— ¿A quien? —El mayor se separó del menor sin romper el abrazo entre ambos, agarró su mentón con cuidado y lo obligó a alzar su rostro para verlo, esos bellos zafiros que tenía expresaban todo el miedo que tenía— ¿A quien viste, Ryoken?

— A mi abuelo... Lo vi afuera, en la calle... Afuera de la casa...

Yusaku no respondió nada, solo beso su frente antes volver a abrazarlo con fuerza y sobaba la espalda del albino para reconfortarlo, Ryoken correspondió al abrazo con casi la misma fuerza sin evitar seguir llorando, esta vez ocultando su rostro en el hombro del de cabello azul con mechones rosas.

El alfa sentía que su omega y su cachorro seguían ahí, con él a su lado. Y no debía permitir que nada malo les pasara... menos de parte de ese demonio que ya había cometido el error de lastimarlo antes.

Y él haría lo que estuviera a su alcance para asesinar a ese infeliz.

(Hace 10 años...)

Serena zurcía con cuidado la camisa de su esposo cuando vio a su único hijo pasar junto a su sobrino, Takeru, llevando él un arco y el de mechones rojos un montón de palos decorados con papel de colores en una caja larga con dibujos, stickers y mucha pintura que simulaba un carcaj.

— Niños —Los dos infantes voltearon al mismo, Yusaku lo hacía sin soltar el picaporte de la puerta que daba al jardín— ¿Qué están haciendo?

— Jugamos...

— ¿A qué juegan?

— Jugamos a los arqueros mágicos, tía... —La omega dejo la camisa a medio arreglar en su regazo para ver confundida al par de niños.

Tenían incluso un par de sombreros de papel con plumas y brillantina pegadas junto a unas camisas viejas sin mangas que claramente le pertenecían a Ai, porque les quedaban gigante a los niños.

— ¿Los arqueros mágicos?

— Sí...

— Y eso... ¿Como es? —La omega pregunto extrañada aún viendo a los infantes.

— Como los caballeros, pero en vez de espadas, con arcos —El infante de ojos verdes hablo mientras alzaba su arco de juguete—. Yo soy el héroe que nos librara del mal y Takeru mi fiel compañero de aventuras... ahora mamá, ¿Nos dejas salir a jugar al jardín?

— Eh... claro... pero no salgan a la calle.

La omega observó a los niños asentir antes de salir a jugar, ella volvió a su tarea de arreglar la camisa que su esposo intentó usar como arma de oportunidad para asesinar a Kogami Kiyoshi la última vez que se vieron.

Su hijo y su sobrino entraron minutos después totalmente aterrados, bueno Takeru estaba aterrado, Yusaku solo estaba agitado por la aparente carrera, iba a preguntarles que paso hasta que vio una parvada de cuervos, de nuevo, acercarse graznando y picoteando la puerta y la ventana totalmente molestos... ¿¡Ahora qué diablos había hecho su hijo ahora!?

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