14 | Cerezos en flor

Solo habían transcurrido unas pocas semanas desde que Jimin y Jungkook decidieran estar juntos, pero el vínculo entre ellos se había hecho tan fuerte que supieron desde el primer beso que ambos estaban destinados el uno para el otro.

Habían decidido que si el bosque y los seres que moran en él no podían aceptar lo que ambos sentían, buscarían la manera de permanecer juntos aunque eso significara desatar un verdadero caos.

Jimin no regresaría a su hogar, ni volvería en un año a recibir sus dones especiales como un hada de otoño y si la providencia estaba de su lado, él intentaría explicarles a su padre y madre, que lo que sentía por Jungkook era el amor más puro y que algo tan bello nunca podría ser malo.
Pero lo que ocurriría en los próximos días sería la muestra clara de que el bosque no estaba dispuesto a perder a su hada de jacintos y azucenas por lo que ellos consideraban un «capricho».

Una mañana, salieron temprano al amanecer y buscaron por el desconocido territorio alguna señal que les indicara el camino al bosque de cerezos. Jungkook quería regresar al hogar que compartía con Yoongi, necesitaba contarle todo lo ocurrido con Jimin y encontrar entre las hadas de cerezos, el apoyo que no encontraron en los parques del Otoño.

En el camino se toparon con otros seres mágicos que vivían en la espesura del bosque. Algunos eran amigables y otros no tanto. Jimin y Jungkook tuvieron que enfrentarse a algunos peligros, como un cíclope ciego y una bruja renga.
Pero también hicieron algunos amigos, como la ninfa de la laguna que les brindó uno que otro consejo para encontrar el camino de regreso. Por supuesto que ambos se cuidaron muy bien de no demostrar sus sentimientos frente a nadie, porque no sabían cómo podían reaccionar.

Caminaron durante días, volaron, rieron, y se amaron bajo la manta roja con la que Jimin armaba un nidito de amor cálido y perfumado.
Siempre encontraba la excusa perfecta para desnudarse y enredarse bajo la bufanda colorada. Sus pieles ardían aunque afuera nevara, Jimin, el tímido Jimin que hasta pocos días atrás no sabía ni devolver un beso, ahora es quién tomaba las riendas del asunto y desnudaba a Jungkook en un chasquear de dedos, él empezaba a mostrar un perfil descarado que a Jungkook lo volvía loco. Le gustaba desnudarse y subirse a su regazo sin permitir que el ángel lo tocara. Llevaba a Jungkook al extremo y para cuando el rubio quería darse cuenta, ya estaba bajo el cuerpo caliente de su amante recibiendo caricias y estocadas ardientes allí donde más lo necesitaba.

—¿Quién eres? ¿Qué hiciste con Jimin?
Le preguntaba con malicia, Jungkook mientras lo embestía de espaldas.

Jimin era solo quejidos, amaba el costado dominante de Jungkook y dejaba que el chico le explorara el cuerpo como quisiera. Iniciaba un juego como cazador pero siempre terminaba siendo la presa entre los dientes de su amado.
Ya ni los besos le alcanzaba para saciar el hambre que sentía por Jungkook, quería comerlo y quería que él le tragara la piel despacio y por bocados.
El olor de sus flores se veía opacado por el brutal perfume erótico de sus cuerpos en fricción.

—Quiero más, mi amor —Jungkook le dio lo que pedía y mucho más pero no dejó pasar el hecho de que el hada lo había llamado amor. Y casi al punto de estallar ralentizó el movimiento y le exigió que lo mirara. Jimin agitado, con los ojos llorosos y sus labios entreabiertos le siguió el ritmo, disfrutó y lo miró tal con Jungkook quería.

—Te amo —Le dijo sin dejar de moverse entre sus piernas —Te amo, hada de otoño, te amo, Jimin.

Jimin y su boca rosada de bebé hambriento emitió un simple, yo más y eso fue suficiente para que Jungkook  se corriera dentro de su chico con una fuerza descomunal.

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Se fueron enamorando cada vez más el uno del otro. Se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común, como su amor por la música, la naturaleza, los animalitos y también se complementaban en sus diferencias como, su personalidad, su aspecto y sus culturas. Se divertían, se apoyaban y se protegían mutuamente.
Se sentían felices y plenos.

Jungkook y Jimin habían aprendido a amarse con todo su ser, eran felices cuando estaban juntos, y se extrañaban cuando estaban separados, aunque tan solo fuera por unos momentos.

Pero ellos sabían que un día, su felicidad se vería amenazada por un peligro predecible, porque su amor era un amor prohibido. Pertenecían a reinos distintos, a razas distintas, a mundos distintos. Pero por el momento, se tenían uno al otro y eso era impagable.
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Finalmente llegaron al clan de los cerezos y Yoongi corrió a recibir a su amigo. Grande fue la sorpresa al verlo llegar acompañado.

Jungkook estiró sus brazos para corresponder al abrazo de Yoongi que para su total desconcierto el abrazo no lo recibió él, sino Jimin.

—¡Jimin! ¿Amigo, que haces con este demente?

Jimin rió y Jungkook no.

—Veo que ya se conocen —comentó, Jungkook totalmente asombrado.

—No solo nos conocemos, yo he estado enamorado de él desde que somos así –Hizo un gesto con dos dedos que insinuaban algo pequeño.  Jungkook creyó que le daría un soponcio, su lengua pegó contra su mejilla y miró a Jimin intentando descifrar si entre su mejor amigo y su novio había habido algo.

Jimin golpeó el pecho de Yoongi y desmintió cada palabra.

—Deja de mentir. Tú solo te has querido a ti mismo. Tú, primero tú, después tú y muuucho después estaba esa bella abeja que te rondaba como a la miel... ¿Cómo se llamaba?

—Hoseok —sonrió mostrando todos sus dientes.

—¡Sí! ¡El mismo!

Los nombres le eran totalmente indiferente a Jungkook pero sintió alivio de saber que nadie antes que él se había fijado en su flor.

—Hoseok... Suspiró. No he vuelto a verlo en años. Pero ¿qué haces aquí, Jimin?

—Nunca me hablaste de ese tal Seok —reclamó el celoso que al parecer también le daba celos que su amigo le hubiera ocultado cosas.

—Ho —corrigió— Hoseok, y no nunca hemos hablado de temas del corazón, Jungkook, ¿Será porque eres el tipo más hermético que conozco? ¿Ese que ni siquiera se permite sonreír?

—Tal vez se deba a que hablas tanto y sin pausas que nunca me dejas decir nada —Jungkook devolvió el dardo.

—Yo hablo mucho y tú nada. El equilibrio perfecto, según veo yo.

Lo miró, despues a Jimin, el curioso Yoongi necesitaba respuesta.

—Y ahora quiero saber todo. ¿A donde putas te fuiste? ¡Te he buscado por cada rincón del puto reino!

Jungkook miró a Jimin.
—Así me trata siempre y así pretende que yo sea simpático con él.

—No, no desvíes el tema. ¡Desapareciste Jungkook!

—¡Me perdí Yoongi! me lastimé el brazo y en el camino encontré a Jimin, que me salvó de todas las maneras que puedas imaginar.

Yoongi no podía creer lo que escuchaba. El alípede se estaba refiriendo a otra persona con... con... ¿Cariño?

Jimin observó a uno y a otro y se sintió ajeno a la charla de amigos. No quiso interrumpir pero Jungkook lo acercó a su cuerpo e hizo las presentaciones necesarias.

—Yoongi, amigo, te presento a Jimin Otoño, el amor de mi vida.

Entre los dos levantaron al cerezo que había caído de traste al suelo.

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Los días subsiguientes, ellos se refugiaron con el clan que les dio la bienvenida y juraron protegerlos de aquellos que osaran separarlos.
Los cerezos eran las hadas más sensibles de todo el reino, pero aquello que tenían de sensible se duplicaba en sabiduría. Ellos simbolizaban tanto la vida y la muerte como la belleza y la violencia.
Son hadas de primavera y la floración de los cerezos trae al bosque el sentido más profundo de la vida y el recordatorio de que la vida es fugaz.

Bajo esas normas de respeto y honor ellos darían protección a dos seres que se aman. Y pobre de aquellos que quisieran hacerles daño.

Solo que ellos no contaban que ese atardecer en el que Jungkook salió a buscar a Jimin y traerlo de regreso de su habitual paseo vespertino, ellos serían embaucados por la guardia del rey de manera vil y traicionera intentarían poner fin al amor entre el hada y el alípede.

















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