13 | El cielo encima

Jungkook esperó pacientemente a que la madre de los inviernos se retirara y cuando dejó a Jimin hecho un nudo de angustia, él se acercó y se quedó embobado mirándolo a pocos pasos.
El nido improvisado era el marco perfecto para su grácil silueta tornasolada, Jimin y su belleza irreal era difícil de describir, su nariz se erguía como un pequeño botón al que él deseó besar y morder despacito.

Se descubrió sonriendo nuevamente y nuevamente permitió que el gesto lo habitara.

Decidió hacer notar su presencia de una manera distinta y susurró un canto bajito en un antiguo lenguaje angélico.

Jimin reaccionó a la melodía, abrió los ojos y caminó hacia donde Jungkook en cuclillas, se encontraba cantando. Jungkook estiró sus brazos, rodeó su cintura y apoyó su cabeza sobre la cadera del hada. Jimin, con lágrimas en sus ojos acariciaba los cabellos renegridos de su ángel...

—Jungkook. Jungkook, regresaste.

El alípede se puso de pie y muy cerquita de su boca, suspiró profundo.

—No pude irme, Jimin. No quiero renunciar a lo que sentí a tu lado, no sé lo que vaya a costarnos pero sea lo que sea, no quiero renunciar a ti.

—Gracias por volver, nunca en mi vida me había sentido tan triste.

Jungkook acariciaba la espalda de Jimin de arriba abajo y en el camino se detenía a jugar con sus dedos entre las hebras de hilos tornasolados de las alas del chico.

—¿Quién era la mujer que estaba contigo?

—¿La viste?

—Sí, vi que hablaban y vi tu cara de angustia ante lo que sea que ella te haya dicho.

—Me dijo cosas buenas —sonrió y sus ojos se hicieron medialunas- confirmó que soy un otoño, qué deberé volver en un año a recibir mis dones únicos y que el clan me envió en una estación equivocada por error.

—¡Te lo dije! ¡Eres un otoño!
Jimin sonreía ante la alegría que desbordaba a Jungkook.

—Pero también dijo cosas feas...

Se quedó mudo y dibujó ochos sobre el suelo con la punta de su pie.

—¿Qué? ¿Qué cosas feas, Jimin?

—Dijo que el bosque y todos sus seres habían visto nuestros besos. Y que somos dos seres de distintas razas, razas que no pueden unirse en este reino.

Todas las lágrimas contenidas que Jimin había acumulado en su pecho salieron de golpe y un llanto sentido le sofocó la garganta.

—No, no llores, Otoño, cálmate por favor.

Lo abrazó fuerte y acarició su espalda hasta que el llanto fue cesando poco a poco pero no su hipo. Fue entonces que Jungkook descubrió que el hipo de Jimin comenzaría a ser parte de las cosas más tiernas y hermosas que su hada amarilla poseía.

Este sin duda, sería su "hipo preferido" entre todos los hipos del mundo.

Jimin hipaba tan exageradamente que el zarandeo de la cabeza provocaba que las flores amarillas enredadas en su cabello, derramaran justo sobre su nariz una dorada lluvia de polen. Y entonces le llegaba un fuerte y sonoro estornudo y así, en bucle hasta que todas las flores movidas por el sacudón quedaban esparcidas por el suelo. Y allí acababa el ciclo hipo/estornudo.

Jungkook levantó cada flor y con total dedicación volvió a colocar una a una sobre la melenita dorada que ya comenzaba a amar.
Acomodó la enorme bufanda roja sobre su cuello lo tomó de la mano, batieron alas y descendieron al manto de nieve.

—Con los pies fríos pienso mejor.

—¿Qué dices, Jungkook?

—Una mentira —exclamó bajito— el frío jamás me permitió pensar.

—A mí me gusta. Aunque sea un otoño, la nieve y el invierno me gustan.

—Lo que te gusta es poder estar calentito.

Sí, dijo Jimin con su cabeza.

—Entonces te gusta, es el calor, no el invierno.

Ambos rieron sonoramente y Jungkook una vez más se permitió reír. Se encontraba de la mano de un hada despeinada, con los pies sobre la nieve en un entorno de hielo pero como nunca en su vida sintió su corazón palpitar cálido y contento.


Se dirigieron al bosque, Jungkook en el corto trayecto que había hecho en su huída había explorado una pequeña cabaña abandonada, hecha con ramas y hojas.
Y hacia allí fueron.
Jungkook encendió un fuego para mantenerse calentitos mientras desayunaban frutas y miel que habían recolectado en el camino.
Se contaron historias y secretos, y se hicieron caricias y halagos. Se reían y se divertían, olvidando que lo que hacían estaba penado por las leyes del bosque.

Recorrieron la zona, encontraron una fosa de aguas termales en medio de la nieve y sin mediar palabra, Jungkook se quitó su ropa, luego la de su flor y ambos se sumergieron en el estanque de aguas ardientes.
Jugaron en el agua y se besaron hasta hacer estremecer a cada criatura del bosque.

—Jungkook, quiero más de ti, pero no sé qué hacer, ni cómo se hace.

—Creo que tampoco lo sé, pero iremos descubriéndolo juntos. ¿Qué te parece?

—Me parece bien —Jimin cerró sus ojos y sintió la lengua del ángel deslizarse por la comisura de su boca y eso le gustó, quiso más.

—Más —jadeó tímido. Jungkook le dio más, hundió su lengua en la boca de fresa y se deleitó con los labios jugosos de un Jimin que recibía lo que le daba de manera dócil y sumisa.

—Tú también bésame —Jungkook hizo que la flor despertara del letargo de placer de recibir sin dar.
Se lo veía bellísimo con esos labios encendidos y Jungkook no esperó a que Jimin se decidiera a devolver el beso, él tomó el rostro del niño y le devoró la boca sin siquiera detenerse a respirar.
Ambos eran inexpertos y por momentos torpes, pero cuando el cuerpo entra en combustión y exige, no se necesita experiencia de ningún tipo más que dejarse llevar y disfrutar. Y eso hicieron.

Salieron del agua y se cobijaron en el refugio frente al fuego con la imperiosa necesidad de continuar con lo que habían iniciado en el agua.

Al parecer quién llevaría las riendas de la acción sería Jungkook quién no perdió ningún segundo en volver apropiarse de los labios de Jimin en un beso húmedo y profundo.
Sus enormes manos estaban extasiadas acariciando esa piel de bebé.

—¿Cómo es que eres tan hermoso, Jimin?
Jimin no era capaz de pronunciar ni una sola palabra entendible, se deshacía en jadeos que encendían más al alípede.

Jungkook bajó con su boca por el pecho del hada, se detuvo en sus tetillas de miel y comió del elixir sin pedir permiso.

—Me voy a morir, eres perfecto.

Jimin acarició los cabellos desordenados del ángel que se veía furiosamente bello con sus ojos de fuego y la boca encendida.

—Tú, eres perfecto, Jungkook.

Ninguno sabía ni cómo, ni cuando, pero sus cuerpos frente a la fricción, reaccionaron en un estallido de fluidos, sin siquiera tocarse.
Primer orgasmo para ambos.
Y por supuesto no sería el último porque en el acto, Jimin que hasta ese momento había tenido una actitud muy pasiva se subió sobre las caderas de Jungkook y se balanceó suave, suave y con ritmo, el hada gemía y Jungkook creía que estaba en el cielo, ajustó su agarre a la cintura del rubio y tuvo la necesidad de entrar en él.

—Jimin, ahhh ahh —El jadeo no le permitía armar la frase.

—Jimin, quiero...

—Ya sé qué quieres, yo también quiero.

Agachó la cabeza hasta llegar a los labios de Jungkook, metió su lengua y uno a uno le devolvió cada beso que su ángel le había regalado.

—Entra en mí, sé dulce conmigo, ángel mío.

Y lo fue, fue dulce, fue suave, lo amó con dedicación y delicadeza. Estaba loco por su nene hermoso, lo volvía loco, su olor, sus colores, sus ronroneos. Entró en él y se entregaron al más sublime acto entre dos seres que se reconocen como uno.

Se miraron a los ojos, se dijeron te quiero, y se entregaron al amor con pasión y ternura.
Un te quiero cargado de profundo sentimiento y respeto.

Ellos se permitieron sentir lo que no debían.
Lo que estaba prohibido.
Pero no podían evitarlo y tampoco querían hacerlo.
Se hicieron preguntas que no tenían respuestas pero realizaron el solemne juramento de mantenerse juntos aunque el cielo les cayera encima.

Y les cayó.











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